lunes, 14 de mayo de 2012

LA MUJER SAMARITANA, Por Juan Alberto Galvá


Orientación & Difusión Cristiana (O&DC)
Circulo Dominicano de Reflexión Teológica (CIDRET)
Instituto Teológico de Santo Domingo (INTESAND)

P e r s p e c t i v a   C r i s t i a n a
Exaltamos a Cristo, Predicamos, Enseñamos, Apoyamos, Nos oponemos, y Denunciamos
Sola Fe, Sola Gracia, Solo Cristo, Sola Escritura, Solo a Dios la Gloria


Por: Pastor Juan Alberto Galvá

Rara vez veremos al enemigo de la justicia recurrir a elementos dramáticos para dañar la obra de Dios, por una parte Dios no le permite matar a mansalva y las enfermedades que ocasiona a los seres humanos deben tener primero el sello de la aprobación divina antes de ser ejecutadas. La cuerda de Satanás solo llega hasta donde Dios le deja.

Pero más comúnmente Satanás usa un arma comparativamente mas inocua pero aun más eficaz a fin de dañar y detener a los siervos de Dios. Se trata de la calumnia. Creo que todos hemos tenido la sensación de recibir la molesta llamada telefónica de algún vago, que, teniendo tiempo de mas te llama por teléfono, solo para satisfacerte diciente una grosería, y después cierra el teléfono impunemente sin siquiera esperar a que lo mandes a freír tusas.
Sientes esa sensación de impotencia ante la andanada de cosas que están diciendo de ti, no sabes que hacer, a veces si les respondes, sale mal, y si te callas también sale mal.

Así que Satanás sabe que el ser humano es muy suceptible a la burla y a la critica; estono es del todo malo, después de todo, nadie quiere ser objeto de sorna o rechazo, todos, en cambio, quisiéramos recibir reconocimiento por las cosas que hacemos. Pero lo que ocurre en el texto que ahora tratamos (Neh Cap 4-1 y ss…) es todo lo contrario, los enemigos del pueblo de Dios ya habían manifestado cierto nivel de descontento con el hecho de que se procurara la reconstrucción de los muros de Jerusalén, pero el asunto no pasaba de ahí, porque en primer lugar ya habían visto al pueblo construyendo durante mucho tiempo y ningún avance significativo habían logrado, de manera que lo que ahora intentaran hacer, probablemente terminaría igual, al menos ese parece ser el calculo que hicieron los enemigos de la obra de Dios.

Pero según fueron pasando los días, y las semanas y viendo que la obra iba en serio, de tal suerte que el muro, que era construido con gran entusiasmo ya iba por la mitad de la altura, y que ya habían indicios convincentes de que si se les dejaba seguir con el ritmo que iban lograrían sus propósitos, en este punto, los enemigos deciden pasar a un segundo nivel.

Ahora la estrategia es desmoralizar al pueblo que construye mediante dos armas muy urticantes, subrepticias y persuasivas, estas son, la burla mordaz y una guerra sicológica mediante todo un sistema de amenazas.



Jesús había estado predicando en tierra de Judea en la región circunvecina a Jerusalén, la capital espiritual y política de Israel, y al darse por enterado de que su presencia era demasiado notoria, decidió ausentarse de esa zona, a fin de que las maquinaciones humanas y de Satanás no fueran a tener alguna repercusión negativa para el desenvolvimiento de su ministerio, decide dejar Judea y dirigirse a Galilea. (Evangelio de Juan 4:3). El propósito último del Señor era dirigirse a Galilea, en donde, por así decirlo, estaba el centro de sus actividades ministeriales, pero para llegar allí, “le era necesario pasar por samaria”. En parte, esto era así, porque era la vía más expedita para llegar a su destino, pues podía hacer el viaje evitando atravesarla como hacia la mayoría de los judíos, debido a las tensiones existentes entre estos dos pueblos —judíos y samaritanos— fruto de sus históricas diferencias culturales y religiosas. Pero sabemos que en Dios no hay casualidades. A Jesús “le es necesario pasar por samaria” no porque quiere ahorrarse un tramo del camino, sino, porque tiene una misión salvadora en aquel lugar.  La historia que sigue, es muy famosa, y admito que es una de mis preferidas. Jesús, a propósito, va al llamado “pozo de Jacob” lugar que formaba parte de la herencia histórico religiosa del pueblo samaritano. Nuestro Señor hace guardia allí por un tiempo, hasta que ve llegar hasta si el objeto de su misión, “La Mujer Samaritana” ella se acerca al pozo, para hacer lo que habitualmente hacia todos los días. No obstante, había algo poco usual en su conducta; esta mujer iba a sacar agua a la hora de más  calor, la hora en que ninguna otra lo hacia, normalmente las mujeres solían sacar agua en las horas tempranas, se saludaban, compartían el rato y se cuidaban unas a otras. Pero esta mujer rompe el patrón, ella va sola, y va a la hora de más calor.
Jesús entonces al verla posiblemente clavó su mirada en ella, o quién sabe, tal vez le dio una mirada indiferente; ella por su parte, habrá hecho igual, quizá lo miró recelosamente. Su caminar y sus movimientos habrán delatado el apuro de salir del asunto y largarse de allí lo antes posible; pues no era únicamente que estaba allí sola con un hombre desconocido, sino que además de todo, este forastero era judío; ella lo reconocía, por sus rasgos faciales característicos, y por algo más…. —No crean que fue por alguna aureola en la cabeza de Jesús, o algún letrero que lo anunciara—, lo supo por el tono de su voz. Como era de esperarse Cristo, rompió el hielo, e inició una conversación, y ella desde que captó el acento, de seguro se dijo a si misma:
— ¡Ah!, este es judío, no es muy religioso, porque se atreve a hablarme, ¡Solo Dios sabe las intenciones que tiene!—
Dame de beber, le dice Jesús. (4:7).
¿Cómo tu, siendo judío, me pides a mi de beber, que, que soy mujer samaritana?
Notemos que aunque esta mujer, tiene toda la indumentaria para la pelea, Jesús, ignora sus prejuicios, y, haciendo lo mismo que hizo anteriormente con Nicodemo, va al grano: “Si conocieras el don de Dios, y quien es el que te dice, “Dame de beber” tu le pedirías, y el te daría agua viva. (4:10)
Pero la mujer, al igual que Nicodemo, está razonando en la carne (humanamente), no puede ver la trascendencia espiritual de lo que Jesús le dice, y no es para menos, Jesús, aun, no se le ha revelado.
—Señor, —continua ella— no tienes con que sacarla, y el pozo es hondo —muy obvio, pues el empezó pidiéndole a ella, pero ella ve que Él no tiene un cántaro en la mano, ni una soga ni nada por el estilo— ¿De dónde pues, tienes tú el agua viva? Pero no conforme con hacerle ver como un desequilibrado, ella pasa a enrostrarle su odio racial y a exaltar su herencia nacional: (4:11-12), pero el Señor misericordiosamente, una vez más, la encausa por el camino de su revelación personal, —“Cualquiera que beba del agua de este pozo, volverá a tener sed; pero el que beba que Yo le daré, no tendrá sed jamás.
¡Que promesa, más extraordinaria! Cuánta misericordia, cuánta compasión. A nuestro Señor “le era necesario pasar por Samaria” porque tenía  una misión de salvación que llevar a cabo, y esta mujer, marginada, oscurecida por el pecado, frustrada de la vida y deseosa de un milagro, experimentó la misericordia de Dios, ¡Y de qué manera! El mismo Dios en persona, le hizo la más maravillosa de las promesas, una promesa de cumplimiento instantáneo: el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás”  esa misma promesa está  también disponible para ti hoy


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