Los perros son muy valorados por
su ayuda en la caza. Los perros enterrados en el cementerio mesolítico de
Svaerdborg en Dinamarca muestran que, en la
antigua Europa, eran ya una valiosa compañía.
El cráneo
y los dientes del perro doméstico han disminuido de tamaño con relación al lobo
al no necesitar matar presas grandes. Así mismo, al pasar de una dieta de carne
a una constituida por los desechos provenientes de la alimentación de los
humanos, desarrollaron cerebros más pequeños que requieren menos calorías y
menos proteínas para su crecimiento y sustento.
La percepción del perro por
parte del ser humano ha variado y varía según las culturas, en varias etnias
americanas anteriores a 1492, tal y como aún ocurre en zonas del Extremo Oriente Asiático, los
perros eran usados directamente como alimento; en zonas del Oriente Medio el
perro ha sido asociado por su aspecto con los chacales —de hecho científicamente se creyó hasta el desarrollo de la
genética a fines del siglo
XX que los perros comunes de todo el mundo
eran descendientes de chacales— y al ser los chacales animales principalmente
carroñeros, los perros también han sido considerados impuros en esa zona.
Quizás la única especie de perro que no desciende del lobo es el perro fueguino que descendería del culpeo.
Los
perros siempre han acompañado al hombre en su proceso a la civilización; su presencia está probada en todas las culturas del mundo, así en Perú en la etapa preincaica, los mochicas los usaban como ayuda de caza y también como mascotas en casa. En
el entierro del Señor de Sipán, se encontraron dentro
de las tumbas restos de un perro que seguramente se usó en la caza, ya que el
cráneo tenía perfectamente desarrollados sus molares.
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