martes, 16 de agosto de 2016

Mi nombre es Bolt... Usain Bolt






Mi nombre es Bolt... Usain Bolt

Juegos Olímpicos
El jamaiquino conquistó su séptimo oro olímpico al consagrarse tricampeón de los 100 metros con un tiempo de 9s81. Dueño de un carisma sin igual, armó una fiesta en la pista, se abrazó con el público y ratificó que es el rey de la velocidad. FOTOGALERÍA HD

Un servidor, Usain St. Leo Bolt, soltero, mayor de edad, vecino de Kingston, Jamaica, hijo de Wellesley y Jennifer, de profesión atleta de alto rendimiento, natural de Sherwood Content, según obra en el Registro Civil, hoy, domingo 14 de agosto de 2016, con las fuerzas de que dispone, atentamente expone...
Que le pide prestado a Joan Manuel Serrat el comienzo de “A quien corrresponda” para dejar sentado aquí y ahora, en el Estadio Olímpico de Río de Janeiro, en esta noche cubierta de un invierno carioca mentiroso, bajo estas luces que tanto acostumbran a iluminarlo, que no hay con qué darle.
 
Que el tiempo pasa y otros se irán poniendo viejos y lentos, pero no él. No Usain Bolt, el señor carisma del atletismo mundial, el tricampeón olímpico de los 100 metros con 9s81, el responsable de que cuatro horas antes de cruzar la meta golpeándose el pecho hayan entrado los primeros espectadores y se hayan sextuplicado los micros para la prensa.
Y que cuenten con él para lo que necesiten: abrazar a la mascota Vinicius para la foto del campeón, dar una vuelta olímpica en cámara lenta para que nadie se quede sin su estampa, sacarse las zapatillas doradas para subir a saludar a compatriotas, posar con la gorrita amarilla para atrás para que los fotógrafos cobren los viáticos e irse en patas después de haber prendido fuego el tartán.
La sonrisa de Usain Bolt al ganar los 100 metros.
EFE
La sonrisa de Usain Bolt al ganar los 100 metros. EFE
Como en Beijing 2008 y en Londres 2012, Bolt arruinó sueños ajenos yedificó su leyenda con otro ladrillo en la pared. Le hizo pensar por 70 metros al estadounidense Justin Gatlin, abucheado por el público por su dóping del pasado, que esta vez se le daba. Que podía ilusionarse. Que siguiera corriendo fuerte... sólo para verlo pasar a su derecha y saber que la plata era suya con 9s89. Que el oro era para Bolt, que el domingo cumplirá 30 años y los quiere festejar con nueve oros olímpicos. Y para eso irá por los 200 metros (el jueves) y por la posta 4x100 metros (el viernes).
Antes de irse de la pista, se abrazó con Andre De Grasse, el canadiense de 21 años que agradecerá toda su vida haber corrido al lado de Bolt en la segunda semifinal y en la final. Porque el resultado fueron dos mejores marcas personales y bronce con 9s91. El jamaiquino agranda a los que saben aprovecharlo y opaca a quienes no buscan vencerlo.
Bolt armó una fiesta cuando terminó su vuelta olímpica. AP
Bolt armó una fiesta cuando terminó su vuelta olímpica. AP
Eran las 21.01 cuando el francés Jimmy Vicaut esperaba que le confirmaran que había ganado la primera semifinal y llegó la ovación. No para él sino para Bolt, que ingresaba para enseguida ganar la segunda con 9s84. “¡Bolt! ¡Bolt! ¡Bolt! ¡Bolt!” Al infinito y más allá retumbaba en un estadio con muchos claros el apellido de la noche. Y seguirá repiqueteando durante esta semana en Río de Janeiro.
Con la hermosa musculosa negra y amarilla, Bolt sacó la lengua cuando lo presentaron, mostró su apellido en el dorsal y cruzó los brazos sobre su pecho. Silencio. Sólo se escuchaban las aspas del helicóptero que sobrevolaba el estadio. Andrew Fisher, de Bahrein, se fue descalificado y en la segunda partida no hubo carrera a los 50 metros. Bolt miró a su derecha, a su izquierda, al centro y adentro. Pasaporte a la final. Levantó ambos brazos y otra vez le hablaron: “¡Bolt! ¡Bolt! ¡Bolt! ¡Bolt!”.
Dieron las 22.21 en el Engenhao y luego de aplausos al jamaiquino Yohan Blake y más abucheos a Gatlin, entró él por última vez a cumplir con lo que se había propuesto desde hace cuatro años. Contó los pasos y acomodó el partidor a su medida. Ensayó una largada y cuando dio media vuelta, se detuvo para saludar con su brazo derecho al público.“¡Bolt! ¡Bolt! ¡Bolt! ¡Bolt!”.
Chocó palmas con De Grasse, a su derecha. Silencio. El mundo se detuvo. Sonó el disparo y todo fue ensordecedor. De menor a mayor, fiel a su estilo, el rey de la velocidad hizo estragos una vez más. Y se deleitó ante los flashes con esa gorrita al revés y con ganas de no irse jamás de la pista. Infaltable, se escuchó “Jamming” en la voz de Bob Marley. Los argentinos que invirtieron en entradas les sacaron provecho porque Bolt pasó muy cerca de sus banderas bien colgadas. “Reggae night”, el ochentoso de Jimmy Cliff, le dio el toque musical final a la balada del lungo.
Entonces sí levantó los brazos por última vez. “Mi nombre es Bolt, Usain Bolt, el agente 007 del espionaje en 100 metros”, quiso decir al golpearse el pecho. Y entonces sí se fue silbando bajito. Estaba en patas.

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