Buzo australiano pudo haber perdido la vida
SANTO DOMINGO. Es sábado, poco antes de las 2:00 de la tarde del 17 de septiembre 2016.James Sherwood y Danielle Ryan, una joven pareja de cineastas y buzos australianos, se disponen a bucear en el Parque Nacional Submarino La Caleta. Llueve levemente, lo que no impide que los experimentados buzos disfruten de su primer buceo en costas dominicanas.
Están en el país como invitados internacionales para la Muestra de Cine Medioambiental organizada por DREFF (Funglode), donde presentaron dos documentales filmados en su natal Australia. La mañana de ese sábado habían participado en el Día Internacional de Limpieza de Costas, junto a muchos otros voluntarios en una playa de Santo Domingo.
Se sienten emocionados de bucear y poder filmar material para un proyecto cinematográfico que tienen en marcha, quieren saber qué tiene el país para ofrecer como destino de buceo.
Luis Manuel Velasco, mejor conocido como Morenito, es quien lleva en una yola a los dos buzos dentro del parque. Morenito tiene muchos años dando el servicio a buzos en La Caleta y ese día parece ser como cualquier otro.
El biólogo marino Omar Shamir Reynoso, quien acompaña desde Santo Domingo a la pareja, permanece en tierra sin decidir si buceará con ellos en los siguientes minutos, ya con el traje de neopreno piensa alcanzarlos en otra yola si el clima mejora.
Todo parece normal y los dos buzos hacen su primera inmersión en aguas dominicanas, bajan a 70 pies y hacen un recorrido por los arrecifes. Sherwood es un “dive master”, como se le dice a los buzos más experimentados, y se mantiene a poca distancia de su pareja mientras la filma entre los corales.
Pasan cerca de quince minutos y Sherwood siente que algo está mal, le falta el aire y se siente mareado. En ese momento piensa que es un problema con su equipo de buceo y decide rápidamente nadar 16 pies hasta donde se encuentra Danielle para respirar de su regulador de aire secundario, un procedimiento de rutina en caso de fallas en el sistema de aire de un buzo.
Mientras nada, revisa el nivel del aire en el tanque y se da cuenta de que está dentro de lo normal, le hace señas a Danielle, quien entiende rápidamente que hay un problema y le pasa el regulador. James trata de respirar y se le hace cada vez más difícil, sabe por experiencia que está en problemas y debe decidir inmediatamente cómo solucionarlo.
Trata de mantener la calma, pero siente que va a perder la conciencia y decide hacer una maniobra muy peligrosa pero necesaria, salir lo antes posible a la superficie y pedir ayuda urgente.
Danielle sabe que es peligroso y lo sujeta para tratar de impedir que suba de golpe, pero James sabe que si no lo hace podría ahogarse, ambos suben lo más rápido posible a la superficie.
Sobre los accidentes de buceo
Durante un buceo, la presión del agua sobre el cuerpo aumenta el equivalente al peso total de la atmósfera cada 33 pies de profundidad en agua salada. Bajo esa presión el nitrógeno que se encuentra en el cuerpo se convierte en una solución que penetra en el torrente sanguíneo, cuyo efecto aumenta según la profundidad y tiempo bajo el agua.
Para que el nitrógeno en el sistema regrese a su estado normal, los buzos deben subir lentamente y en diferentes etapas, según lo indican tablas de cálculo o con la asistencia de una computadora de muñeca diseñada para hacer estos cálculos durante su inmersión.
Si no se cumple el procedimiento, el efecto del cambio súbito de presión, al subir, hará que el nitrógeno en el torrente sanguíneo regrese a su estado gaseoso y formará burbujas que pudieran producir una embolia gaseosa y lo que se conoce como enfermedad de descompresión, la cuales, sin el tratamiento inmediato pudieran causar la muerte o daños permanentes en el individuo.
Casos como estos son poco frecuentes en buzos con entrenamiento, aunque en nuestro país se conocen muchos casos en pescadores con compresor que no siguen ningún tipo de lineamiento técnico de profundidad y tiempo, resultando en accidentes fatales o con secuelas permanentes, como invalidez.
Dos de los centros de buceo más importantes de Santo Domingo reportan no más de 8 casos en conjunto en más de 10 años de prestar servicio, ninguno de consecuencias fatales.
La Red de Alerta de Buzos o DAN (Por sus siglas en inglés) reporta tan solo en Estados Unidos cerca de 90 fatalidades al año, de más de mil accidentes de buceo con más de tres millones de buzos certificados, lo que representa un porcentaje bastante bajo, de 2 a 4 accidentes por cada 10,000 buceos.
Las principales fatalidades en el buceo son por ahogamiento, embolia, problemas cardíacos y un pequeño porcentaje por enfermedad de descompresión. Salvo los problemas cardíacos las causas principales pueden ser errores humanos o técnicos como: insuficiencia de aire, atasco y problemas de equipo.
El 55% de las muertes fue causado por un ascenso rápido, por diferentes causas, siendo su mayoría buzos principiantes.
James y Danielle llegan a la superficie, Morenito sabe por experiencia que algo está mal por el poco tiempo del buceo y la forma de salir. Sube inmediatamente a ambos a la yola y se dirige rápidamente a la orilla mientras llama por ayuda. Están a 5 minutos de tierra y cada segundo cuenta.
Gustavo Torreira “Gus”, es el dueño de la tienda donde rentaron el equipo de buceo en Santo Domingo, quien es además uno de los instructores más destacados del país. Recibe una llamada de Morenito, quien le explica la situación y solicita asistencia. Luego de algunas preguntas, Gus sabe lo que hay que hacer, llevarlos rápidamente a una cámara hiperbárica e indica a Morenito que llame al sistema 911 para prestar los primeros auxilios, mientras se trasladan a uno de los dos centros privados que cuentan con estos equipos para tratar este tipo de accidentes.
Omar, desde tierra, sabe que algo malo pasa al verlos regresar rápidamente y no puede ver a los australianos. Estos vienen acostados en el piso de la yola y pueden ver a Morenito llamando por teléfono. Son cerca de las 2:10 p.m.
El protocolo
Morenito intenta comunicarse con el 911 desde la embarcación, pero no lo consigue. Llegan a tierra y al evaluar rápidamente la situación, Omar marca el 911 en su celular; sigue las instrucciones del sistema telefónico y le contestan del Cuerpo de Bomberos. Luego de solicitar el servicio urgente le informan que no tienen unidades cerca del lugar y no le pueden asistir. Ya pasaron 10 minutos desde el incidente.
Decide llamar al Centro de Operaciones de Emergencia (COE) y estos le envían una ambulancia de la Cruz Roja, que se encontraba a pocos minutos en la estación de peaje de la Autopista las Américas. Llega a las 2:19 p.m.
James es colocado en camilla dentro de la ambulancia, mientras Omar, como todo buzo certificado, sabe que en estos casos lo inmediato es administrar oxígeno al 100%, ponerlo sobre un costado, levantar una pierna y evitar que descienda la temperatura corporal. El paramédico dentro de la ambulancia se niega a aplicar oxígeno mientras llena el papeleo y mide algunos signos que el protocolo le exige.
James y Danielle no entienden por qué no se le aplica el oxígeno, mientras, el paramédico hace preguntas de rutina.
Es el inicio de una carrera por vencer el protocolo equivocado.
Luego de suplicarle reiteradamente que colocara oxígeno, el paramédico accede cerca de las 2:30 p.m. y colocan a James en la posición correcta, se ponen en marcha hacia la capital.
Por su lado, Gus coordina la cámara hiperbárica y al técnico que la operará en la clínica privada Oxyplastic, ubicada en el sector Los Prados de Santo Domingo, e informa a Omar que los están esperando. Al pasar esta información al paramédico en numerosas ocasiones, este alegaba seguir un protocolo al que debía obedecer y dirigió al chofer a CEDIMAT, donde Gus y Omar sabían que no existe cámara hiperbárica.
¿Para qué una cámara hiperbárica?
Las cámaras hiperbáricas son aparatos utilizados para tratamientos médicos y estéticos. Estas cámaras herméticas son capaces de soportar altas presiones indispensables para la administración de la oxigenación hiperbárica. En el caso de accidentes de buceo, como embolia gaseosa o enfermedad de descompresión, es el único tratamiento para detener y revertir los síntomas, simulando las presiones a las que se somete un buzo durante una inmersión y liberando esa presión sobre el cuerpo de forma controlada.
En el país existen decenas de puntos de buceo a lo largo de nuestras costas, pero solo en Santo Domingo hay disponibles cámaras hiperbáricas en dos centros privados, la clínica San Rafael, en Gascue y la clínica Oxyplastic, en Los Prados, ambas clínicas pertenecientes al doctor Edward Canó Alfau, quien es médico hiperbárico y subacuático, el único certificado en el país por DAN para atender accidentes relacionados al buceo.
La Marina de Guerra posee dos cámaras, una en Puerto Plata y otra en Santo Domingo. Ambas cámaras son muy antiguas y trabajan solo con aire, no con oxígeno, lo que puede alargar considerablemente el tiempo de tratamiento que puede ser más de 8 horas.
El en hospital Darío Contreras existen dos cámaras más, pero ambas no funcionan por falta de algunas piezas.
Si un buzo sufre un accidente en una zona lejana del país o la isla, solo puede ser atendido en Santo Domingo, lo que puede representar la muerte o un daño irreversible para una persona solo por la distancia. El traslado por aire puede representar un problema adicional, porque la altura aumenta los riesgos si no se calcula, al disminuir más la presión sobre el afectado.
Danielle y James no entienden lo que pasa con la ambulancia, tampoco entienden por qué los automovilistas no los dejan circular libremente, a pesar de llevar la sirena y luces encendidas, ella grita desesperada que abran paso; James trata de mantener la calma y piensa por primera vez que no lo va a lograr.
En el camino le informan al personal de la ambulancia que en CEDIMAT no lo pueden recibir y cambian la ruta al hopital Darío Contreras, a lo que Omar se opone explicando que ese hospital tampoco tiene una cámara hiperbárica. Al pasar frente al Darío Contreras el paramédico indica a Omar que van a intentar llevarlo a Hospiten.
Han pasado valiosos minutos y el chofer, además de chocar levemente con un camión, no sabe encontrar el camino a Hospiten. El protocolo está conspirando contra la vida de James.
Ya en esa otra clínica y pese a insistir en que no poseían los equipos, el personal de la ambulancia baja a James y lo llevan a la emergencia, donde médico que los recibe les informa que no pueden atenderlo, por la falta de una cámara, mientras el paramédico y chofer se niegan a trasladarlos a otro lugar por falta de autorización.
En su desesperación, Omar llama por teléfono a un servicio de ambulancia privada. No es hasta que esta llega al lugar que el personal de la ambulancia accede a llevarlos a la clínica que los espera.
Una hora y media ha pasado luego de subir a la superficie en La Caleta, y por fin James es introducido rápidamente en la cámara hiperbárica, automáticamente se empieza a sentir mejor y es estabilizado. Sonríe por primera vez dentro de la cámara en un tratamiento que dura cerca de seis horas. Sabe que lo peor ha pasado.
Danielle, por su lado, se siente dichosa de no haber perdido a su pareja y es introducida en otra cámara por precaución, aunque no manifiesta síntomas.
Ninguno de los dos posee un seguro de buceo como el que ofrece DAN, lo cual hubiera cubierto el tratamiento de ambos en las clínicas del Dr. Canó. La cuenta del tratamiento para ambos suma US$18,000. El seguro DAN cuesta cerca de US$100.00 anuales.
El Dr. Canó asegura tener por lo menos un caso mensual relacionado con accidentes de buceo, estos llegan desde diferentes puntos del país.
James y Danielle son dados de alta ese mismo día, pero deben permanecer 5 días en el país. No pueden volar en avión comercial porque el cambio de presión por la altura puede afectarles.
Un día antes de marcharse, regresan con Omar a La Caleta para agradecer a Morenito por actuar correctamente durante la crisis, lo consideran uno de sus héroes. A la fecha no saben exactamente qué fue lo que le sucedió a James bajo el agua.
Entienden que en La Caleta debe haber un equipo de primeros auxilios con oxígeno para casos como este, y deciden donar un “kit” completo el cual enviarán en las próximas semanas.
Además, sugieren que el servicio de emergencia del país debe saber cómo manejar este tipo de casos.
Sobre este caso el experimentado buzo y destacado fotógrafo submarino dominicano José Alejandro Álvarez afirma: “Lamentablemente con este caso, quedó demostrado que el servicio de emergencia del 911 no está debidamente entrenado para casos de accidentes de buceo, por lo que urge que se establezca un protocolo de procedimientos adaptado a nuestro país, para lo cual debería integrarse un comité que lo elabore, donde participen médicos especialistas en medicina hiperbárica, instructores de buceos con experiencia y personal del servicio de emergencias del 911.
Es muy importante que nuestro país, con la importancia que tiene el turismo, tanto nacional como extranjero y la creciente actividad deportiva en nuestras aguas, esté mejor preparado para la respuesta ante cualquier eventualidad y que las instituciones encargadas de estas atenciones conozcan las particularidades fisiológicas y los protocolos internacionales que aplican a las actividades submarinas”, concluyó.
Al ser consultado el Sistema Nacional de Atención a Emergencias y Seguridad 9-1-1 sobre los protocolos para atención de accidentes de buceo, informaron de manera oficial que trabajan en uno para atender este tipo de emergencias, sin especificar cuándo estará listo.
SANTO DOMINGO. Es sábado, poco antes de las 2:00 de la tarde del 17 de septiembre 2016.James Sherwood y Danielle Ryan, una joven pareja de cineastas y buzos australianos, se disponen a bucear en el Parque Nacional Submarino La Caleta. Llueve levemente, lo que no impide que los experimentados buzos disfruten de su primer buceo en costas dominicanas.
Están en el país como invitados internacionales para la Muestra de Cine Medioambiental organizada por DREFF (Funglode), donde presentaron dos documentales filmados en su natal Australia. La mañana de ese sábado habían participado en el Día Internacional de Limpieza de Costas, junto a muchos otros voluntarios en una playa de Santo Domingo.
Se sienten emocionados de bucear y poder filmar material para un proyecto cinematográfico que tienen en marcha, quieren saber qué tiene el país para ofrecer como destino de buceo.
Luis Manuel Velasco, mejor conocido como Morenito, es quien lleva en una yola a los dos buzos dentro del parque. Morenito tiene muchos años dando el servicio a buzos en La Caleta y ese día parece ser como cualquier otro.
El biólogo marino Omar Shamir Reynoso, quien acompaña desde Santo Domingo a la pareja, permanece en tierra sin decidir si buceará con ellos en los siguientes minutos, ya con el traje de neopreno piensa alcanzarlos en otra yola si el clima mejora.
Todo parece normal y los dos buzos hacen su primera inmersión en aguas dominicanas, bajan a 70 pies y hacen un recorrido por los arrecifes. Sherwood es un “dive master”, como se le dice a los buzos más experimentados, y se mantiene a poca distancia de su pareja mientras la filma entre los corales.
Pasan cerca de quince minutos y Sherwood siente que algo está mal, le falta el aire y se siente mareado. En ese momento piensa que es un problema con su equipo de buceo y decide rápidamente nadar 16 pies hasta donde se encuentra Danielle para respirar de su regulador de aire secundario, un procedimiento de rutina en caso de fallas en el sistema de aire de un buzo.
Mientras nada, revisa el nivel del aire en el tanque y se da cuenta de que está dentro de lo normal, le hace señas a Danielle, quien entiende rápidamente que hay un problema y le pasa el regulador. James trata de respirar y se le hace cada vez más difícil, sabe por experiencia que está en problemas y debe decidir inmediatamente cómo solucionarlo.
Trata de mantener la calma, pero siente que va a perder la conciencia y decide hacer una maniobra muy peligrosa pero necesaria, salir lo antes posible a la superficie y pedir ayuda urgente.
Danielle sabe que es peligroso y lo sujeta para tratar de impedir que suba de golpe, pero James sabe que si no lo hace podría ahogarse, ambos suben lo más rápido posible a la superficie.
Sobre los accidentes de buceo
Durante un buceo, la presión del agua sobre el cuerpo aumenta el equivalente al peso total de la atmósfera cada 33 pies de profundidad en agua salada. Bajo esa presión el nitrógeno que se encuentra en el cuerpo se convierte en una solución que penetra en el torrente sanguíneo, cuyo efecto aumenta según la profundidad y tiempo bajo el agua.
Para que el nitrógeno en el sistema regrese a su estado normal, los buzos deben subir lentamente y en diferentes etapas, según lo indican tablas de cálculo o con la asistencia de una computadora de muñeca diseñada para hacer estos cálculos durante su inmersión.
Si no se cumple el procedimiento, el efecto del cambio súbito de presión, al subir, hará que el nitrógeno en el torrente sanguíneo regrese a su estado gaseoso y formará burbujas que pudieran producir una embolia gaseosa y lo que se conoce como enfermedad de descompresión, la cuales, sin el tratamiento inmediato pudieran causar la muerte o daños permanentes en el individuo.
Casos como estos son poco frecuentes en buzos con entrenamiento, aunque en nuestro país se conocen muchos casos en pescadores con compresor que no siguen ningún tipo de lineamiento técnico de profundidad y tiempo, resultando en accidentes fatales o con secuelas permanentes, como invalidez.
Dos de los centros de buceo más importantes de Santo Domingo reportan no más de 8 casos en conjunto en más de 10 años de prestar servicio, ninguno de consecuencias fatales.
La Red de Alerta de Buzos o DAN (Por sus siglas en inglés) reporta tan solo en Estados Unidos cerca de 90 fatalidades al año, de más de mil accidentes de buceo con más de tres millones de buzos certificados, lo que representa un porcentaje bastante bajo, de 2 a 4 accidentes por cada 10,000 buceos.
Las principales fatalidades en el buceo son por ahogamiento, embolia, problemas cardíacos y un pequeño porcentaje por enfermedad de descompresión. Salvo los problemas cardíacos las causas principales pueden ser errores humanos o técnicos como: insuficiencia de aire, atasco y problemas de equipo.
El 55% de las muertes fue causado por un ascenso rápido, por diferentes causas, siendo su mayoría buzos principiantes.
Para que el nitrógeno en el sistema regrese a su estado normal, los buzos deben subir lentamente y en diferentes etapas, según lo indican tablas de cálculo o con la asistencia de una computadora de muñeca diseñada para hacer estos cálculos durante su inmersión.
Si no se cumple el procedimiento, el efecto del cambio súbito de presión, al subir, hará que el nitrógeno en el torrente sanguíneo regrese a su estado gaseoso y formará burbujas que pudieran producir una embolia gaseosa y lo que se conoce como enfermedad de descompresión, la cuales, sin el tratamiento inmediato pudieran causar la muerte o daños permanentes en el individuo.
Casos como estos son poco frecuentes en buzos con entrenamiento, aunque en nuestro país se conocen muchos casos en pescadores con compresor que no siguen ningún tipo de lineamiento técnico de profundidad y tiempo, resultando en accidentes fatales o con secuelas permanentes, como invalidez.
Dos de los centros de buceo más importantes de Santo Domingo reportan no más de 8 casos en conjunto en más de 10 años de prestar servicio, ninguno de consecuencias fatales.
La Red de Alerta de Buzos o DAN (Por sus siglas en inglés) reporta tan solo en Estados Unidos cerca de 90 fatalidades al año, de más de mil accidentes de buceo con más de tres millones de buzos certificados, lo que representa un porcentaje bastante bajo, de 2 a 4 accidentes por cada 10,000 buceos.
Las principales fatalidades en el buceo son por ahogamiento, embolia, problemas cardíacos y un pequeño porcentaje por enfermedad de descompresión. Salvo los problemas cardíacos las causas principales pueden ser errores humanos o técnicos como: insuficiencia de aire, atasco y problemas de equipo.
El 55% de las muertes fue causado por un ascenso rápido, por diferentes causas, siendo su mayoría buzos principiantes.
James y Danielle llegan a la superficie, Morenito sabe por experiencia que algo está mal por el poco tiempo del buceo y la forma de salir. Sube inmediatamente a ambos a la yola y se dirige rápidamente a la orilla mientras llama por ayuda. Están a 5 minutos de tierra y cada segundo cuenta.
Gustavo Torreira “Gus”, es el dueño de la tienda donde rentaron el equipo de buceo en Santo Domingo, quien es además uno de los instructores más destacados del país. Recibe una llamada de Morenito, quien le explica la situación y solicita asistencia. Luego de algunas preguntas, Gus sabe lo que hay que hacer, llevarlos rápidamente a una cámara hiperbárica e indica a Morenito que llame al sistema 911 para prestar los primeros auxilios, mientras se trasladan a uno de los dos centros privados que cuentan con estos equipos para tratar este tipo de accidentes.
Omar, desde tierra, sabe que algo malo pasa al verlos regresar rápidamente y no puede ver a los australianos. Estos vienen acostados en el piso de la yola y pueden ver a Morenito llamando por teléfono. Son cerca de las 2:10 p.m.
El protocolo
El protocolo
Morenito intenta comunicarse con el 911 desde la embarcación, pero no lo consigue. Llegan a tierra y al evaluar rápidamente la situación, Omar marca el 911 en su celular; sigue las instrucciones del sistema telefónico y le contestan del Cuerpo de Bomberos. Luego de solicitar el servicio urgente le informan que no tienen unidades cerca del lugar y no le pueden asistir. Ya pasaron 10 minutos desde el incidente.
Decide llamar al Centro de Operaciones de Emergencia (COE) y estos le envían una ambulancia de la Cruz Roja, que se encontraba a pocos minutos en la estación de peaje de la Autopista las Américas. Llega a las 2:19 p.m.
James es colocado en camilla dentro de la ambulancia, mientras Omar, como todo buzo certificado, sabe que en estos casos lo inmediato es administrar oxígeno al 100%, ponerlo sobre un costado, levantar una pierna y evitar que descienda la temperatura corporal. El paramédico dentro de la ambulancia se niega a aplicar oxígeno mientras llena el papeleo y mide algunos signos que el protocolo le exige.
James y Danielle no entienden por qué no se le aplica el oxígeno, mientras, el paramédico hace preguntas de rutina.
Es el inicio de una carrera por vencer el protocolo equivocado.
Luego de suplicarle reiteradamente que colocara oxígeno, el paramédico accede cerca de las 2:30 p.m. y colocan a James en la posición correcta, se ponen en marcha hacia la capital.
Por su lado, Gus coordina la cámara hiperbárica y al técnico que la operará en la clínica privada Oxyplastic, ubicada en el sector Los Prados de Santo Domingo, e informa a Omar que los están esperando. Al pasar esta información al paramédico en numerosas ocasiones, este alegaba seguir un protocolo al que debía obedecer y dirigió al chofer a CEDIMAT, donde Gus y Omar sabían que no existe cámara hiperbárica.
¿Para qué una cámara hiperbárica?
Las cámaras hiperbáricas son aparatos utilizados para tratamientos médicos y estéticos. Estas cámaras herméticas son capaces de soportar altas presiones indispensables para la administración de la oxigenación hiperbárica. En el caso de accidentes de buceo, como embolia gaseosa o enfermedad de descompresión, es el único tratamiento para detener y revertir los síntomas, simulando las presiones a las que se somete un buzo durante una inmersión y liberando esa presión sobre el cuerpo de forma controlada.
En el país existen decenas de puntos de buceo a lo largo de nuestras costas, pero solo en Santo Domingo hay disponibles cámaras hiperbáricas en dos centros privados, la clínica San Rafael, en Gascue y la clínica Oxyplastic, en Los Prados, ambas clínicas pertenecientes al doctor Edward Canó Alfau, quien es médico hiperbárico y subacuático, el único certificado en el país por DAN para atender accidentes relacionados al buceo.
La Marina de Guerra posee dos cámaras, una en Puerto Plata y otra en Santo Domingo. Ambas cámaras son muy antiguas y trabajan solo con aire, no con oxígeno, lo que puede alargar considerablemente el tiempo de tratamiento que puede ser más de 8 horas.
El en hospital Darío Contreras existen dos cámaras más, pero ambas no funcionan por falta de algunas piezas.
Si un buzo sufre un accidente en una zona lejana del país o la isla, solo puede ser atendido en Santo Domingo, lo que puede representar la muerte o un daño irreversible para una persona solo por la distancia. El traslado por aire puede representar un problema adicional, porque la altura aumenta los riesgos si no se calcula, al disminuir más la presión sobre el afectado.
En el país existen decenas de puntos de buceo a lo largo de nuestras costas, pero solo en Santo Domingo hay disponibles cámaras hiperbáricas en dos centros privados, la clínica San Rafael, en Gascue y la clínica Oxyplastic, en Los Prados, ambas clínicas pertenecientes al doctor Edward Canó Alfau, quien es médico hiperbárico y subacuático, el único certificado en el país por DAN para atender accidentes relacionados al buceo.
La Marina de Guerra posee dos cámaras, una en Puerto Plata y otra en Santo Domingo. Ambas cámaras son muy antiguas y trabajan solo con aire, no con oxígeno, lo que puede alargar considerablemente el tiempo de tratamiento que puede ser más de 8 horas.
El en hospital Darío Contreras existen dos cámaras más, pero ambas no funcionan por falta de algunas piezas.
Si un buzo sufre un accidente en una zona lejana del país o la isla, solo puede ser atendido en Santo Domingo, lo que puede representar la muerte o un daño irreversible para una persona solo por la distancia. El traslado por aire puede representar un problema adicional, porque la altura aumenta los riesgos si no se calcula, al disminuir más la presión sobre el afectado.
Danielle y James no entienden lo que pasa con la ambulancia, tampoco entienden por qué los automovilistas no los dejan circular libremente, a pesar de llevar la sirena y luces encendidas, ella grita desesperada que abran paso; James trata de mantener la calma y piensa por primera vez que no lo va a lograr.
En el camino le informan al personal de la ambulancia que en CEDIMAT no lo pueden recibir y cambian la ruta al hopital Darío Contreras, a lo que Omar se opone explicando que ese hospital tampoco tiene una cámara hiperbárica. Al pasar frente al Darío Contreras el paramédico indica a Omar que van a intentar llevarlo a Hospiten.
Han pasado valiosos minutos y el chofer, además de chocar levemente con un camión, no sabe encontrar el camino a Hospiten. El protocolo está conspirando contra la vida de James.
Ya en esa otra clínica y pese a insistir en que no poseían los equipos, el personal de la ambulancia baja a James y lo llevan a la emergencia, donde médico que los recibe les informa que no pueden atenderlo, por la falta de una cámara, mientras el paramédico y chofer se niegan a trasladarlos a otro lugar por falta de autorización.
En su desesperación, Omar llama por teléfono a un servicio de ambulancia privada. No es hasta que esta llega al lugar que el personal de la ambulancia accede a llevarlos a la clínica que los espera.
Una hora y media ha pasado luego de subir a la superficie en La Caleta, y por fin James es introducido rápidamente en la cámara hiperbárica, automáticamente se empieza a sentir mejor y es estabilizado. Sonríe por primera vez dentro de la cámara en un tratamiento que dura cerca de seis horas. Sabe que lo peor ha pasado.
Danielle, por su lado, se siente dichosa de no haber perdido a su pareja y es introducida en otra cámara por precaución, aunque no manifiesta síntomas.
Ninguno de los dos posee un seguro de buceo como el que ofrece DAN, lo cual hubiera cubierto el tratamiento de ambos en las clínicas del Dr. Canó. La cuenta del tratamiento para ambos suma US$18,000. El seguro DAN cuesta cerca de US$100.00 anuales.
El Dr. Canó asegura tener por lo menos un caso mensual relacionado con accidentes de buceo, estos llegan desde diferentes puntos del país.
James y Danielle son dados de alta ese mismo día, pero deben permanecer 5 días en el país. No pueden volar en avión comercial porque el cambio de presión por la altura puede afectarles.
Un día antes de marcharse, regresan con Omar a La Caleta para agradecer a Morenito por actuar correctamente durante la crisis, lo consideran uno de sus héroes. A la fecha no saben exactamente qué fue lo que le sucedió a James bajo el agua.
Entienden que en La Caleta debe haber un equipo de primeros auxilios con oxígeno para casos como este, y deciden donar un “kit” completo el cual enviarán en las próximas semanas.
Además, sugieren que el servicio de emergencia del país debe saber cómo manejar este tipo de casos.
Sobre este caso el experimentado buzo y destacado fotógrafo submarino dominicano José Alejandro Álvarez afirma: “Lamentablemente con este caso, quedó demostrado que el servicio de emergencia del 911 no está debidamente entrenado para casos de accidentes de buceo, por lo que urge que se establezca un protocolo de procedimientos adaptado a nuestro país, para lo cual debería integrarse un comité que lo elabore, donde participen médicos especialistas en medicina hiperbárica, instructores de buceos con experiencia y personal del servicio de emergencias del 911.
Es muy importante que nuestro país, con la importancia que tiene el turismo, tanto nacional como extranjero y la creciente actividad deportiva en nuestras aguas, esté mejor preparado para la respuesta ante cualquier eventualidad y que las instituciones encargadas de estas atenciones conozcan las particularidades fisiológicas y los protocolos internacionales que aplican a las actividades submarinas”, concluyó.
Al ser consultado el Sistema Nacional de Atención a Emergencias y Seguridad 9-1-1 sobre los protocolos para atención de accidentes de buceo, informaron de manera oficial que trabajan en uno para atender este tipo de emergencias, sin especificar cuándo estará listo.