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viernes, 19 de febrero de 2016
lunes, 14 de mayo de 2012
HISTORIADOR ANTIGUO EUSEBIO DE CESAREA
Eusebio
de Cesarea
Libro 1
I 1. Me he propuesto redactar las
sucesiones de los santos apóstoles desde nuestro Salvador hasta nuestros días;
cuántos y cuán grandes fueron los acontecimientos que tuvieron lugar según la
historia de la Iglesia y quiénes fueron distinguidos en su gobierno y dirección
en las comunidades más notables, incluyendo también aquellos que,
en cada generación, fueron embajadores de la Palabra de Dios, ya sea por medio
de la escritura o sin ella, y los que, impulsados por el deseo de innovación
hasta el error, se han anunciado promotores del falsamente llamado
conocimiento, devorando así el rebaño de Cristo como lobos rapaces.
2. Añadiré a todo esto los incidentes que
sobrevinieron a todo el pueblo judío desde el momento de su complot contra
nuestro Salvador, y también el número; el modo y el tiempo de los paganos que
lucharon contra la palabra divina y la grandeza de los que en su tiempo
atravesaron, por ella, la prueba de sangre y tortura; señalando además los
martirios de nuestro tiempo y el auxilio benigno y favorable para con todos de
nuestro Salvador. Daré comienzo a esta obra partiendo de la dispensación de
nuestro Salvador y Señor Jesús, el Cristo de Dios.
3. Por lo cual la obra requiere la
indulgencia de lectores benévolos para conmigo, pues confieso que presentar la
obra perfecta y completa se halla más allá de nuestras fuerzas, ya que hasta el
momento presente somos los primeros en entrar en esta labor como intentando
seguir un sendero desierto y sin hollar. Así pues, pedimos a Dios su dirección
y la ayuda del poder del Señor, pues no hemos logrado encontrar ninguna huella
de hombres que nos hayan precedido en este sendero, a no ser por las pequeñas
indicaciones que de modos diversos nos han dejado algunos relatos parciales de
los tiempos pasados alzando sus voces desde lejos a modo de una antorcha desde
lo alto de un punto lejano clamando y exhortándonos, desde una torre, cómo nos
es necesario caminar y dirigir la senda de la palabra sin error ni peligro.
4. Nosotros, habiendo recogido de estos
testimonios todo lo que consideramos útil para la presente obra, y como si
lamiéramos de prados espirituales los dichos apropiados de los antiguos
escritores, intentaremos conferirle forma histórica, contentándonos al
recobrar, si no todas, por lo menos las más notables de las sucesiones de los
apóstoles de nuestro Salvador, las que todavía se recuerdan en la iglesias
más insignes.
5. Considero que es absolutamente necesario que trabaje en
esta obra, pues no conozco ningún escritor eclesiástico que se haya preocupado
en escribir acerca de este tema. Así pues, confío en que se mostrará sumamente
beneficiosa para aquellos que tienen empeño en adquirir conocimientos
históricos.
6. Ya narré brevemente todas estas cosas
en los Cánones Cronológicos que redacté, pero sin embargo he resuelto
componer esta obra, mucho más completa.
7. Tal como ya mencioné, empezaré con la
dispensación y la divinidad de Cristo, que superan la capacidad humana.
8. Pues quien pretenda redactar los
orígenes de la historia eclesiástica será necesario que empiece rigurosamente
con la primera dispensación de Cristo mismo (ya que de Él tenemos el honor de
recibir el nombre), que es más divino de lo que a muchos parece.
Resumen de los aspectos
principales de la preexistencia y de la divinidad de nuestro Salvador
y Señor, el Cristo de Dios
II
1.La naturaleza de Cristo es doble: una
es como la Cabeza del Cuerpo (por la que le reconocemos Dios); la otra es
comparable a los pies (la que tomó forma de hombre con las mismas pasiones que
nosotros para nuestra salvación). Por ello nuestra declaración de lo siguiente
será completa si tomamos como punto de partida lo principal y lo más prominente
de toda su historia. Así también quedará demostrada la antigüedad, juntamente
con el carácter divino de los cristianos, ante los que suponen que son
recientes y extraños, que no salieron a luz antes de ayer.
2. Ningún tratado sería suficiente para
exponer el linaje, la dignidad, la esencia y la naturaleza de Cristo; por esto
el Espíritu divino dice en su profecía: «Su generación, ¿quién la contará?»
Porque nadie conoció al Padre, sino el Hijo, ni nunca nadie conoció al
Hijo debidamente, sino solamente el Padre que lo engendró.
3. ¿Quién, excepto el Padre, hubiera sido capaz de
considerar con pureza la luz previa al mundo, la sabiduría inteligente y real
antes de los siglos, el Verbo vivo que es Dios y se encuentra desde el
principio con el Padre, el primero y único Hijo de Dios, anterior a toda
creación y producción de todas las cosas tanto visibles como invisibles, el
capitán del ejército espiritual e inmortal del cielo, el ángel consejero, el
servidor del Padre en su plan inefable, el hacedor de todas las cosas con el
Padre, la causa segunda del universo después del Padre, el verdadero y
unigénito hijo de Dios, el Señor, el Dios y el Rey de toda criatura, que ha recibido
del Padre la soberanía, la supremacía, la propia divinidad, el poder y el
honor? Porque acerca de su divinidad en las Escrituras leemos: «En el principio
era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el
principio con Dios. Todas las cosas por Él fueron hechas, y sin Él nada de lo
que ha sido hecho, fue hecho.»
4. También dice esto el gran Moisés,
siendo el profeta más antiguo, cuando esboza, por el Espíritu divino, la
formación y la ordenación del universo: El creador y hacedor de todas las cosas
permitió únicamente al Verbo, divino y primogénito, formar las criaturas
inferiores. Y comenta con Él acerca de la creación del hombre: «Entonces dijo
Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza».
5. Otro profeta refuerza esta afirmación hablando de Dios en
sus himnos del modo siguiente: «Porque Él dijo, y fue hecho; Él mandó, y fue
creado.»Por un lado presenta al Padre y creador como soberano universal,
actuando como espíritu real, y por otro lado, al Verbo divino (el mismo que nos
ha sido anunciado) como segundo después de Él, realizando las órdenes del
Padre.
6. Y ya desde el principio de la creación
del hombre lo reconocieron, al verlo con los ojos puros de su mente, todos los
que se dice que destacaron en la justicia y la excelencia de la piedad: los
seguidores del gran siervo Moisés. Abraham, el primero antes de él, sus hijos y
todos aquellos que posteriormente demostraron ser justos y profetas. Los cuales
le rindieron la veneración debida al Hijo de Dios.
7. Asimismo Él, no olvidando en modo
alguno la piedad al Padre, vino a ser, para todos los hombres, maestro del
conocimiento del Padre. Así pues, se menciona que el Señor Dios fue visto
semejante a un hombre común por Abraham, que estaba sentado junto a la encina
de Mambre. Pero Abraham, a pesar de verlo con sus ojos como un hombre,
echándose inmediatamente a sus pies le adora como a Dios, le suplica como al
Señor, y manifiesta que no desconoce su personalidad, ya que menciona sus
propias palabras: «El juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?»
8.
Por lo tanto,
si es contra toda razón que el Ser no engendrado e inmutable de Dios
omnipotente se transforme en apariencia de hombre o que burle los ojos de los
que le contemplan con una visión semejante a la de un ser engendrado, e incluso
que la Escritura presente tales relatos (aparentemente mitológicos), ¿a qué
otra persona puede anunciar como Dios y Señor que juzga toda la tierra y lleva
a cabo la justicia y además es visto en forma de hombre, si no es voluntad
divina que sea llamado la causa primera del universo, sino sólo a su Verbo
preexistente? También se habla acerca de Él en los Salmos: «Envió su palabra, y
los sanó, y los libró de su ruina.»
9. Moisés con suma claridad lo anuncia
Señor, segundo después del Padre, al decir: «Entonces el Señor hizo llover
sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y fuego de parte del Señor».De nuevo,
cuando aparece en forma humana a Jacob, la Escritura divina lo proclama Dios,
diciéndole: «No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado
con Dios...»; y entonces «llamó Jacob el nombre de aquel lugar "Visión de
Dios ; porque dijo: Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma».
10. Y ciertamente tampoco es correcto
conjeturar acerca de las apariciones divinas mencionadas, pensando que son
ángeles inferiores y servidores de Dios, porque siempre que uno de ellos se
aparece a los hombres, la Escritura no lo oculta, sino que los llama ángeles
(no Dios ni Señor) como es fácil demostrar con millares de testimonios.
11. También Josué, el sucesor de Moisés,
lo llama príncipe de las fuerzas del Señor, habiéndolo visto únicamente en
forma y apariencia de hombre; y así lo considera jefe de los ángeles y
arcángeles de los cielos y de las potestades superiores, la fuerza y la
sabiduría del Padre y quien ha recibido la segunda soberanía y autoridad sobre
todas las cosas.
12. Acerca de esto está escrito: «Estando
Josué cerca de Jericó, alzó sus ojos y vio un varón que estaba delante de él,
el cual tenía una espada desenvainada en su mano. Y Josué, yendo hacia él, le
dijo: ¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos? El respondió: No; mas como
Príncipe del ejército del Señor he venido ahora. Entonces Josué, postrándose
sobre su rostro en tierra, le adoró; y le dijo: ¿Qué dice mi Señor a su siervo?
Y el Príncipe del ejército del Señor respondió a Josué: Quita el calzado de tus
pies, porque el lugar donde estás es santo».
13. Por estas mismas palabras entenderás
que no se trata de otro, sino del mismo que también se dirigió a Moisés, porque
la Escritura usa los mismos vocablos: «Viendo el Señor que él iba a ver, lo
llamó el Señor de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él
respondió: Heme aquí. Y dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus pies,
porque el lugar en que tú estás, tierra santa es.»
14. Además de las pruebas aportadas, que
demuestran que en verdad hay un ser vivo y que existe antes del mundo, el cual
sirvió al Padre y Dios de todo el universo en la creación de toda criatura, y
es llamado Verbo y Sabiduría de Dios, también encontramos a nuestra disposición
el ofrlo de la misma Sabiduría, la cual, por medio de Salomón, nos acerca a su
misterio: «Yo, la sabiduría, habito en la cordura, y hallo la ciencia de los
consejos. Por mf reinan los reyes, y los príncipes determinan justicia. Por mí
dominan los príncipes, y todos los gobernadores juzgan la tierra».
15.
Y a estas
palabras añade: «El Señor me creó como principio de sus caminos para sus obras,
me estableció antes de los siglos. En el principio, antes que hiciera la
tierra, antes que brotasen las fuentes de las aguas, antes que los montes
fuesen formados, antes de los collados, ya había sido yo engendrada. Cuando
formaba los cielos, allí estaba yo; cuando afirmaba las fuentes bajo el cielo,
con Él estaba yo ordenándolo todo, y era su delicia de día en día, teniendo
solaz delante de El en todo tiempo, cuando se regocijaba por su universo
terminado».
16. Con estas pocas palabras hemos
demostrado que el verbo divino era preexistente y hemos mencionado a quienes se
apareció (ya que no se apareció a todos).
17. Pero la razón por la cual no fue
anunciado anteriormente a todo hombre del mismo modo que lo es ahora, tal vez
quede demostrada con la siguiente explicación: la vida de los hombres en la
antigüedad no era capaz de retener la enseñanza de Cristo, lleno de sabiduría y
virtud.
18. Pues, efectivamente, el primer hombre,
después de su tiempo inicial de vida colmada de bendiciones, se precipitó en
este modo de vivir mortal y perecedero, despreocupándose de la instrucción
divina, y tomó esta tierra maldita a cambio de la vida regalada con Dios. Y los
que vinieron después de él poblaron toda nuestra tierra y demostraron ser en
gran manera peores asumiendo una forma de vivir animal e insoportable
(exceptuando uno o dos casos excepcionales).
19. Y pasaban la vida como nómadas duros e
incultos en un desierto, sin concebir siquiera la idea de ciudades, o
constituciones u oficios, ni preocupándose del saber, de las leyes o juicios ni
del honor. e incluso desconociendo el mismo nombre de la filosofía.
Pervirtieron los razonamientos naturales y toda semilla intelectual y
civilizada, propios del alma del hombre, por su exceso de maldad tomada
deliberadamente. Además se dieron completamente a todo tipo de impiedad, de
manera que tan pronto se pervertían unos a otros, como se mataban practicando
incluso el canibalismo. Finalmente alcanzaron el colmo de su desfachatez al
pretender luchar contra Dios y contra los gigantes conocidos por todos, y
proyectaron, en el extravío de su mente, fortificar la tierra contra el cielo
disponiéndose para combatir contra el que está por encima de todas las cosas.
20. Mas Dios, que cuida de todas las
cosas, persigue a los que obran de este modo con inundaciones y con fuego
consumidor como a un bosque salvaje dispersado por toda la tierra. Por esto
también a ellos les oprimió con hambres, pestes y guerras, e incluso
fulminándolos desde lo alto, como si tratara una horrible y muy dura enfermedad
del alma con los medios de corrección más amargos.
21. Cuando la cumbre de la maldad estaba
ya por lanzarse sobre todos, sofocando y oscureciendo el alma de casi todos los
hombres a modo de una horrible embriaguez, la Sabiduría de Dios, su
primogénito, el Verbo preexistente (movido por su supremo amor para con los
hombres), se apareció a los seres inferiores como poder de Dios para su
salvación —a uno o dos de los antiguos hombres que amaban a Dios—, ya sea por
visiones de ángeles o a través de sí mismo; y lo hizo en forma de hombre,
porque sólo de ese modo podía revelarse a ellos.
22. Cuando la semilla de la piedad fue
infundida por ellos a muchos hombres y un pueblo entero, de los primeros
hebreos, se acercó sobre la tierra a la piedad, Dios, a través del profeta
Moisés, les dio unas imágenes y símbolos de un sábado misterioso, y les
concedió el poder ver otras visiones espirituales, pero no todo el misterio
claramente, ya que muchos seguían en sus antiguas costumbres.
23. Entonces su legislación fue conocida y
se extendió como viento fragante divulgándose entre todos los hombres, de
manera que los espíritus de ellos y los de la mayoría de los paganos fueron
refrenados por legisladores y filósofos de todas partes, hasta el punto en que
la crueldad salvaje y animal se convirtió en mansedumbre, y de este modo
incluso tenían, entre ellos, paz profunda, amistad y tratos. Fue en esta
situación cuando, finalmente, en el principio del Imperio Romano, el mismo
maestro de virtudes, el servidor del Padre en todo el bien, el divino y
celestial Verbo de Dios se reveló a todos los otros hombres, a todos los
pueblos de la tierra, estimándolos listos y aptos para recibir el conocimiento
del Padre, y esta revelación la llevó a cabo un hombre en absoluto diferente a
nosotros en lo que se refiere a sustancia corporal, que cumplió y sufrió todas
las cosas conforme a las profecías, las cuales anunciaban con anterioridad que
un hombre y Dios a la vez se hallaría en esta vida, sería autor de obras
maravillosas, y sería dado a conocer como maestro de la piedad del Padre para
todos los pueblos; además, también proclamaban la maravilla de su nacimiento,
su nueva enseñanza, sus admirables obras, la manera en que murió, la
resurrección de entre los muertos y, sobre todas estas cosas, su
restablecimiento divino en el cielo.
24. El profeta Daniel, comprendiendo por
el Espíritu divino el reinado fmal del Verbo, inspirado, describe la visión
divina con términos humanos, diciendo: «Estuve mirando hasta que fueron puestos
tronos, y se sentó un Anciano de días, cuyo vestido era blanco como la nieve, y
el pelo de su cabeza como lana limpia; su trono llama de fuego, y las ruedas
del mismo, fuego ardiente. Un río de fuego procedía y salía de delante de él;
millares de millares le servían, y millones de millones asistían delante de él;
el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos.»
25.
Y sigue:
«Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía
uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron
acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos
los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran: su dominio es dominio eterno, que
nunca pasará, y su reino uno que no será destruido.»
26. Todas estas cosas se refieren
claramente a nuestro Salvador, el Verbo divino que desde el principio estaba
con Dios, al cual llama Hijo del Hombre por su encarnación.
27. Puesto que ya reuní todas las
profecías concernientes a nuestro Salvador Jesucristo en otros comentarios, y
habiendo demostrado con mayor exactitud lo que hemos mencionado acerca de Él,
nos contentaremos con lo dicho en la presente obra.
Cómo el nombre de Jesús, e
incluso el de Cristo,
eran conocidos desde el principio y venerados por los profetas inspirados por
Dios
III 1. Éste es el momento oportuno para
mostrar que los nombres de Jesús y de Cristo ya eran verdaderos incluso entre
los antiguos profetas, amigos de Dios.
2. Moisés fue el primero en reconocer
cuán sumamente augusto y glorioso es el nombre de Cristo, cuando ministró los
modelos de cosas celestiales, los símbolos y las imágenes misteriosas, de
acuerdo con el oráculo que dice: «Mira y haz todas las cosas conforme al modelo
que se te ha mostrado en el monte»;y comentando acerca del sumo sacerdote de
Dios, le llama Cristo, dentro de las probabilidades humanas; y así, además del
honor y la gloria, añade el nombre de Cristo a esta dignidad del sumo
sacerdocio, la cual, a sus ojos, es superior a cualquier cargo principal entre
los hombres. Así ciertamente conocía el carácter divino de Cristo.
3. Moisés también conoció anticipadamente
el nombre de Jesús, por el Espíritu de Dios, y de nuevo lo tuvo como un
privilegio insigne. Así pues, nunca antes se pronunció este nombre a los
hombres hasta que Moisés lo conoció, y él por primera vez concedió este título
sólo a la persona que, según la figura y el símbolo, había de sucederle en el
mando supremo después de su muerte.
4. En efecto, no usó con anterioridad el
nombre de Jesús, sino el de Ausé (el que recibió de sus padres). Pero Moisés,
cuando lo llama Jesús, le concede un precioso honor en gran número superior a
una corona real; y lo hace porque el mismo Jesús, hijo de Yavéh, llevaba la
imagen de nuestro Salvador, el cual, después de Moisés y de haber concluido el
culto simbólico entregado por él, fue el único que había de recibir el mando de
la verdadera y más pura piedad.
5. De esta manera, a modo de un supremo honor, Moisés dio el
nombre de nuestro Salvador Jesucristo a aquellos dos hombres que en verdad y en
gloria sobrepasaban a todo el pueblo, es decir, el sumo sacerdote y el que
tomaría el mando después de él.
6. Es evidente que los profetas
posteriores proclamaron a Cristo nombrándolo de antemano, y asimismo dieron
testimonio del complot que en contra de él habían de llevar a cabo los judíos,
y del llamamiento a las naciones por medio de él. En una ocasión Jeremías dice:
«El aliento de nuestras vidas, el ungido del Señor, de quien habíamos dicho: A
su sombra tendremos vida entre las naciones, fue apresado en sus lazos.» Pero
en otro momento David, perplejo, dice: «Por qué se amotinan las gentes y los
pueblos piensan vanidad? Se levantarán los reyes de la tierra, y príncipes
consultarán unidos contra el Señor y contra su ungido» (Sal. 2:1, 2); y
continúa hablando de la persona de Cristo: «El Señor me ha dicho: Mi hijo eres
tú; yo te engendré hoy. Pídeme y te daré por herencia las naciones y por
posesión tuya los confines de la tierra.»
7. Pero entre los hebreos no sólo se
ordenaba con el nombre de Cristo a los que eran honrados con el sumo sacerdocio
y eran ungidos como símbolo con el óleo preparado, sino también a los reyes,
los cuales, por el Espíritu de Dios, eran hechos símbolos de Cristo, pues en
ellos mismos llevaban las imágenes del poder real y soberano del único y
verdadero Cristo, del Verbo divino que gobierna sobre todas las cosas.
8. También conocemos que algunos
profetas, por la unción, llegaron a ser Cristos figurativamente, de manera que
todos ellos señalan al verdadero Cristo, el Verbo divino y celestial, el cual
es el único sumo sacerdote del universo, y el único rey de toda la creación y
de todos los profetas, el único sumo profeta del Padre.
9. Esto es confirmado por el hecho de que
ninguno de los antiguos ungidos simbólicamente (ni sacerdotes, ni reyes, ni
profetas) jamás obtuvo una potestad de la virtud divina semejante a la que
demostró poseer nuestro Salvador y Señor Jesús, el único y verdadero Cristo.
10. Pero ninguno de ellos, aunque
brillando por su dignidad y su honor sobre los suyos en numerosas generaciones,
en ninguna ocasión atribuyó el nombre de cristianos a sus súbditos, como
extendiendo la figura del nombre de Cristo. Ellos tampoco recibieron el honor y
la adoración de sus súbditos, ni éstos estaban dispuestos a morir por el hombre
que honraban. Y tampoco tuvo lugar en toda la tierra una conmoción tan grande
por ninguno de ellos, pues el poder del símbolo que ellos tenían no era suficiente
como para actuar del modo que lo hizo la presencia de la verdad demostrada por
medio de nuestro Salvador.
11.
Y éste a pesar
de que no tomó los símbolos y las imágenes del sumo sacerdote de nadie; ni
descendía de sacerdotes según la carne; ni tomó poder real llevado por un
cuerpo de guardia de hombres, ni fue un profeta como los antiguos; ni ostentó
dignidad o presidencia alguna entre los judíos; fue honrado por el Padre en
todas estas cosas, pero no simbólicamente sino en la realidad.
12. No obstante, aunque no recibió honores
semejantes a los que hemos expuesto, es proclamado Cristo mucho más que los
otros, y al ser él el único y verdadero Cristo de Dios, llenó todo el mundo de
cristianos, que es un nombre precioso y santo. Ahora ya no ha dado figuras ni
imágenes a los suyos, sino las propias virtudes descubiertas y la vida
celestial en la doctrina de la verdad.
13. Y recibió la unción, no la preparada
fisicamente, sino la divina, por el Espíritu de Dios, y por la participación en
la divinidad no engendrada del Padre. Esto enseñaba Isaías cuando clamaba como
si hablara el mismo Cristo: «El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me
ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los
quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los
ciegos».
14. Pero no sólo Isaías; David también se
dirige al propio Cristo y dice: «Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre;
cetro de justicia es el cetro de tu Reino. Has amado la justicia y aborrecido
la maldad; por tanto, te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que
a tus compañeros.»
La palabra en
el primer versículo lo llama Dios, y en el segundo le honra con el cetro real.
15. En tercer lugar, después de su poder divino y real,
presenta al Cristo ungido, no con aceite material, sino con el aceite divino
del regocijo; con lo que indica su carácter extraordinario, superior y
distinguido por encima de los antiguos, que fueron ungidos más corporalmente a
través de imágenes.
16. También en otra parte da a conocer más
detalles acerca de Cristo con las siguientas palabras: «El Señor dijo a mi
Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus
pies»; y: «De mi seno te engendré antes del alba; y juró el Señor, y no se
arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre, segun el orden de Melquisedec.»
17. Y este Melquisedec es considerado en
las Escrituras sacerdote del Dios Altísimo, pero sin haber sido designado con
unción preparada, ni siquiera perteneciendo al linaje de la sucesión sacerdotal
de los hebreos; por esta razón nuestro Salvador es llamado con juramentos
Cristo y sacerdote según el orden de Melquisedec, y no según el orden de los
otros que rechazaron símbolos y figuras.
18. Por lo cual la historia no nos ha dado
a conocer que Cristo fuera ungido por los judíos y ni que procediera de la
tribu de los sacerdotes, sino que vino del mismo Dios antes del lucero de la
mañana, es decir, antes de la creación del mundo, y que obtuvo un sacerdocio
inmortal y eterno, conservándolo por los siglos sin fin.
19. La evidencia más clara e importante de
su unción inmaterial y divina es que de todos los hombres de su tiempo y de los
que han existido hasta hoy en toda la tierra, sólo Él es llamado y confesado
como Cristo, y todos dan testimonio de Él con este nombre, recordándolo así
tanto los griegos como los bárbaros.
Además, todavía
hoy entre sus seguidores, en toda la tierra, es honrado como rey, es
contemplado como siendo superior a un profeta y es glorificado como el
verdadero y único sumo sacerdote de Dios; y, por encima de todo esto, es
adorado como Dios por ser el Verbo Divino preexistente, anterior a todos los
siglos, y habiendo recibido del Padre el honor de ser objeto de veneración.
20. Y lo más singular de todo es que los
que estamos consagrados a Él no le honramos solamente con la voz o con los
sonidos de nuestras palabras, sino con una completa disposición del alma,
llegando incluso a preferir el martirio por su causa a nuestra propia vida.
Cómo el carácter de la
religión anunciada por Cristo a todas las naciones no era nuevo
ni desconocido
IV
1. Todo esto sea suficiente como prólogo
de la historia, para que nadie piense que nuestro Salvador y Señor Jesucristo
sea de existencia reciente al considerar el tiempo de su encamación. Pero para
que nadie suponga que la enseñanza de Cristo es nueva o extraña, como si fuera
forjada por un hombre joven, sin diferenciarse de los demás hombres,
detengámonos en este tema en breves palabras.
2. De este modo, hace poco la venida de
nuestro Señor Jesucristo a todos los hombres resplandeció, pero ya ha surgido
(de acuerdo con las inefables predicciones en el tiempo) un pueblo que todos
consideran nuevo. No es pequeño ni débil; tampoco se ha establecido en una
nación de la tierra, sino que es el más religioso y numeroso de todos los
pueblos, imperecedero e invencible, porque siempre encuentra su socorro en
Dios, el cual es honrado por todos con el nombre de Cristo.
3. También uno de los profetas, cuando
vio antes de tiempo por los ojos del Espíritu de Dios, esto que había de
acontecer, exclamó asombrado: «¿Quién oyó cosá semejante? ¿Quién vio tal cosa?
¿Concibió la tierra en un día? ¿Nacerá una nación de una vez?» El mismo en otro
lugar indica también el nombre que había de recibir, cuando dice: «A mis
siervos se les llamará por un nombre nuevo, que será bendito sobre la tierra.»
4. Aunque claramente somos nuevos y el
nombre de cristianos se ha conocido recientemente entre todas las naciones,
vamos a demostrar que nuestra vida, y también el carácter de nuestro
comportamiento, de acuerdo con la religión, no ha aparecido simultáneamente con
nosotros, sino que prosperó desde la primera creación del hombre, y debido al
sentido común de los hombres antiguos amigos de Dios.
5. Los hebreos no son un pueblo nuevo,
sino que siempre ha sido honroso entre todos los hombres por su antigüedad. Sus
escritos y tratados se refieren a hombres antiguos (esparcidos y escasos)
eminentes en piedad, en justicia y en toda otra virtud; algunos fueron
anteriores al diluvio, pero otros después entre los hijos de Noé y sus
descendientes, pero muy especialmente Abraham, al cual se jactan los hebreos de
tener por padre.
6. Si alguien afirmara que todos estos
hombres que dieron testimonio por su justicia, desde Abraham hasta el primer
hombre, fueron cristianos en sus obras, sin serlo de nombre, no se hallará
lejos de la verdad.
7. Pues lo que el nombre significa es que
el cristiano, a causa del conocimiento de Cristo y de su enseñanza, se
distingue por su sensatez, por su justicia, por la constancia de su carácter,
por el valor de su virtud y por la confesión de un solo Dios sobre todas las
cosas; y aquellos hombres tenían celo por todas estas cosas en nada inferior al
nuestro.
8. Ciertamente no se preocupaban de la
circuncisión corporal, ni en observar los días de reposo y de la abstención de
unos y otros alimentos como tampoco nosotros, pues todas estas cosas fueron
instituidas primeramente por Moisés para que fueran cumplidas en simbolismo;
pero ahora los cristianos no las llevamos a cabo.
Sin embargo, reconocieron al Cristo de Dios cuando, como ya hemos demostrado, se apareció a Abraham, deliberó con Isaac, habló con Israel y conversó también con Moisés y con los profetas posteriores.
Sin embargo, reconocieron al Cristo de Dios cuando, como ya hemos demostrado, se apareció a Abraham, deliberó con Isaac, habló con Israel y conversó también con Moisés y con los profetas posteriores.
9. Con todo esto verás que aquellos
amigos de Dios también son dignos del nombre de Cristo, de acuerdo con la
palabra dicha acerca de ellos: «No toquéis —dijo— a mis ungidos, ni hagáis mal
a mis profetas.»
10. De tal modo, que claramente se da a entender
que la primera y más antigua religión, hallazgo de aquellos amigos de Dios
seguidores de Abraham, es justamente la enseñanza de Cristo que ahora se
anuncia a todos los pueblos.
11. Pero aunque se diga que Abraham
recibió el mandamiento de la circuncisión largo tiempo después, se debe
recordar que enteramente ya fue dado testimonio de su justicia por la fe, así:
«Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia.»
12. Siendo él justificado así antes de la
circuncisión, Dios (éste era el Cristo, el Verbo de Dios) se le apareció y le
dio a conocer el oráculo acerca de los que habían de ser justificados del mismo
modo posteriormente; a ellos les prometió como sigue: «Y serán benditas en ti
todas las familias de la tierra»; y «habiendo de ser Abraham una nación grande
y fuerte, y habiendo de ser benditas en él todas las naciones de la tierra?»
13. Por lo tanto, es justo creer que esto
se ha cumplido en nosotros, pues él fue justificado por la fe en Cristo, el
Verbo de Dios que se le apareció; y después de abandonar las supersticiones de
sus padres y su previa vida extraviada, habiendo confesdo que Dios es uno en
todas las cosas, le sirvió con obras de virtud, pero no por las prácticas de la
Ley de Moisés que fue posterior; y también a él, tal como era, se lo anunció:
que todas las tribus de la tierra y toda nación serían bendecidos en él.
14. Y precisamente, en nuestros días, sólo
los cristianos por toda la tierra habitada practican aquella forma de religión
de Abraham con los hechos, que son más radiantes que las palabras.
15. De este modo, ¿qué obstáculo nos queda ya para no
reconocer que el modo de vida y la religión de los que seguimos a Cristo son
exactamente los mismos que los de los antiguos amigos de Dios? Por lo tanto,
hemos demostrado que la religión que hemos recibido por la enseñanza de Cristo
no es nueva ni extraña, sino que, hablando con claridad, es la primera, la
única y la verdadera sea esto suficiente.
V 1. Después de este preámbulo
imprescindible para la composición de la historia eclesiástica propuesta por
nosotros, proseguimos, como si emprendiéramos una travesía con la manifestación
de nuestro Salvador en carne, tras invocar en nuestro auxilio, y para la
veracidad de la exposición, al Dios Padre del Verbo y a su siervo Jesucristo,
Salvador y Señor nuestro, el celestial Verbo de Dios.
2. Así pues, nuestro Señor y Salvador
Jesucristo nació, de acuerdo con las profecías, en Belén de Judá, en el año 42
del reinado de Augusto, y en el año 28 del sometimiento de Egipto y muerte de
Antonio y Cleopatra (con ello se extinguía la dinastía egipcia de los
Ptolomeos), en el primer censo, siendo Cirenio gobernador de Siria.
3. Flavio Josefo, el más insigne
historiador judío, también recuerda este censo de Cirenio; y además se refiere
a otros acontecimientos relativos a una secta de galileos que surgió en aquel
tiempo, la cual también menciona mucho Lucas en el libro de los Hechos de los
Apóstoles: «Después de éste, se levantó Judas el galileo, en los días del
censo, y llevó en pos de sí a mucho pueblo. Pereció también él, y todos los que
le obedecían fueron dispersados.»
4. De acuerdo con todo esto, el autor mencionado añade, en
el libro 18 de sus Antigüedades, las siguientes palabras textualmente:
«Pero Cirenio, miembro del Senado, después de pasar por todos los demás cargos,
siendo un cónsul grande por su dignidad, vino a Siria con unos pocos hombres,
enviado por César como juez dc la nación y censor de los bienes.»
5. A continuación dice: «Pero Judas el
galaumita, de la ciudad de Gaula, tomando consigo al fariseo Sadoc, inició una
revuelta arguyendo que el censo sólo conducía a la esclavitud, y exhortaba al
pueblo a preocuparse por la libertad.»
6. Y él mismo escribe acerca de este
tema, en la segunda historia de Las guerras de los judíos, lo siguiente:
«Entonces, un hombre galileo, llamado Judas, instigó a una revuelta a los
habitantes del país, acusándoles porque se sometían al pago del tributo de
los romanos y soportaban soberanos mortales después de Dios.». Todo esto según
Josefo.
Cómo, según las profecías, cesó en tiempo de
Cristo la línea de los primeros gobernadores de los judíos, y Herodes,
el primer extranjero, fue su rey
VI
1. Precisamente en el momento en que
Herodes tomó el gobierno del pueblo judío (siendo el primer extranjero en ser
nombrado para este cargo) se cumplió la profecía anunciada a Moisés, diciendo:
«No faltará jefe salido de Judá, ni legislador salido de sus muslos, hasta que
llegue aquel para quien está reservado», a quien señala como esperanza de las
naciones.
2. En efecto, la predicción se mantuvo
incumplida mientras pudieron gobernar los judíos, desde el principio con Moisés
hasta el imperio de Augusto. Pero fue entonces cuando por primera vez el mando
de los judíos fue entregado a un extranjero, a Herodes, el cual —según Josefo—
era idumeo por parte de su padre y árabe por parte de su madre; pero según dice
Africano, que no es un historiador cualquiera, los que han investigado con
exactitud, concluyen que Antipatro, padre de Herodes, era hijo de cierto
Herodes ascalón, de los heieródulos en el templo de Apolo.
3. Este Anfipatro, cuando era niño, fue
apresado por unos bandidos idumeos y vivió con ellos porque su padre, por su
pobreza, no pudo pagar por él; así es educado entre ellos, y posteriormente
entabló amistad con Hircano, sumo sacerdote de los judíos. De él nació el
Herodes del tiempo de nuestro Salvador.
4. De modo que, con la llegada al reino
de los judíos de una tal persona, también estaba a la puerta la esperanza de
las naciones, de acuerdo con la profecía, ya que con su entrada en el poder
desaparecieron los gobernantes y dirigentes según la sucesión, entre otros, del
mismo Moisés.
5. Ciertamente reinaron antes de la cautividad y la
deportación a Babilonia, empezando primero por Saúl y por David. Pero antes de
los reyes también cuidaron de ellos unos gobernantes, los jueces, empezando a
partir de Moisés y de su sucesor Josué.
6. Después del retorno desde Babilonia,
dispusieron ininterrumpidamente de una oligarquía en constitución aristocrática
(los sacerdotes estaban al frente de todo asunto) hasta que el general romano
Pompeyo, enfrentándose a Jerusalén, la sitió por la fuerza y profanó las cosas
santas, entrando en el lugar más íntimo del templo; envió preso a Roma con sus
hijos a Aristóbulo, quien hasta el momento, siguiendo la sucesión de su padres,
era rey y sumo sacerdote, y deparó el sumo sacerdocio a su hermano Hircano.
Desde entonces el pueblo judío pasó a ser tributario de los romanos.
7. En el momento en que Hircano, el
último que sostenía la sucesión de los sumos sacerdotes, fue apresado por los
partos, Herodes, el primer extranjero, como ya mencioné anteriormente, recibió
el pueblo judío de manos del Senado romano y del emperador Augusto.
8. Entonces, evidentemente, tuvo lugar la
venida de Cristo, acompañada, según la profecía, de la anhelada salvación y del
llamamiento de las naciones. Desde aquel momento los gobernadores y dirigentes
de Judá —me refiero a los que pertenecían al pueblo judío— cesaron, y
consecuentemente fueron desatendidos los asuntos del sumo sacerdocio, que con
regularidad había sido transmitido de padres a hijos en cada generación.
9. Un testigo fidedigno de todo esto lo
tenemos en Josefo, el cual muestra cómo Herodes, cuando recibió el reino de
manos de los romanos, ya no instituyó el sumo sacerdocio según el linaje
inicial, sino que concedió este honor a ciertos desconocidos. Asimismo —añade
también Josefo—, su hijo Arquelao y los romanos que posteriormente tomaron el
mando de los judíos, obraron del mismo modo que Herodes en la institución del
sumo sacerdocio.
10. También Josefo narra cómo Herodes fue el primero en
guardar bajo su propio sello las santas vestiduras del sumo sacerdote e impidió
que los sumos sacerdotes las usaran (igualmente obraron Anjuelao y los romanos
posteriores a él).
11. Todo esto es útil para confirmar otra
profecía acerca de la manifestación de nuestro Salvador Jesucristo. En el libro
de Daniel la palabra especifica el número de ciertas semanas hasta el
Cristo-príncipe (sobre esto traté en otro lugar), y profetiza que la unción
entre los judíos sería aniquilada una vez concluidas estas semanas.
Todo esto se
cumplió evidentemente con el nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo. Estos
detalles son suficientes como preámbulo para establecer la exactitud de las
fechas.
VII
1. Debido a que Mateo y Lucas transmiten
en los Evangelios la genealogía de Cristo de diversos modos y muchos los
consideran contradictorios, y por su parte cada creyente se ha afanado en
inventar alguna explicación para justificarlos, nosotros aportamos a continuación
la información que nos ha llegado, la cual Africano (el que ya hemos
mencionado) recuerda a Arístides cuando le escribe una carta acerca de la
unanimidad de la genealogía en los Evangelios. Rechaza las opiniones de los
demás como forzadas y falsas, y redacta la información que él ha recibido como
sigue:
2. «Así pues, los nombres de las familias
de Israel eran calculados o bien por naturaleza o bien por la Ley. Por
naturaleza, según la sucesión del nacimiento legítimo; pero se realzaba según
la Ley cuando alguien engendraba un hijo en favor de un hermano muerto sin
descendencia, (pues como todavía no habían recibido la esperanza clara de la
resurrección, imitaban la prometida resurrección que había de venir con lo
mortal, para perpetuar el nombre del difunto).
3. »En consecuencia, los que se hallan en
esta genealogía son tanto los que se sucedieron legítimamente de padres a
hijos, como los que fueron engendrados con el nombre de otros, y se hace memona
por igual de ambos; de los engendrados y de los que representa que lo han sido.
4. »De suerte que ninguno de los dos
Evangelios miente, sino que enumeran siguiendo el linaje natural y siguiendo el
linaje por la ley, lógicamente, pues las familias de Salomón y de Natán estaban
entrelazadas debido a las resurrecciones de los que murieron sin descendencia,
de las segundas nupcias y de las resurrecciones de los hijos; de manera que es
lícito creer que unos son hijos de distintos padres en diversas ocasiones: de
los ficticios y de los reales; concluimos, pues, que ambas genealogías son
legítimamente verdaderas y llegan hasta José con exactitud, aunque de modo
complicado.
5. »No obstante, para que quede más claro lo que hemos
expuesto, paso a explicar el enlace de las familias. Al contar las generaciones
partiendo de David y pasando por Salomón se encuentra a Matán (tercero por el
final), que engendró a Jacob, padre de José. En cambio desde Natán hijo de
David, según Lucas, el tercero por el final es Melquí, y José era hijo de Elí,
hijo de Melquí.
6. »Ya que nuestro objetivo está fijado
en José, nos es preciso demostrar por qué razón dos personas distintas aparecen
como su padre: Jacob partiendo de Salomón y Elí desde Natán; tenemos que ver
cómo Jacob y Elí son hermanos y cómo sus padres MatAn y Melquí parecen ser
abuelos de José, siendo ellos de distinto linaje.
7. »Matán y Melquí se casaron
sucesivamente con la misma mujer y engendraron hijos de la misma madre, pues la
Ley no prohibió que una mujer en soledad, ya fuera por haber sido repudiada por
su marido o por la muerte de éste, se casara con otro varón.
8. »Por consiguiente, de Esta (que es el
nombre de la mujer según la tradición) en primer lugar Matán (de la familia de
Salomón) engendró a Jacob, pero cuando él murió, Melquí (de la familia de
Natán) se casó con la viuda, que, como ya dijimos, era de otra familia pero de
la misma tribu. Este tuvo un hijo, Elí.
9. »Así Jacob y Elí son hermanos de la
misma madre a pesar de pertenecer a distintas familias. Uno de ellos, Jacob,
muere sin hijos, y su hermano Elí, tomando la mujer de Jacob, engendró de ella
un tercer hijo: José. Este es por naturaleza de Elí, y según el texto que está
escrito: "Y Jacob engendró a José"; pero según la Ley era
hijo de Elí, pues Jacob, siendo su hermano, le levantó simiente. Por lo cual su
genealogía no será invalidada.
10. »El evangelista Mateo hace el recuento
como sigue: "Jacob engendró a José"; pero Lucas, en orden inverso:
"el cual era (también añade esto) "de José, hijo de Elí... hijo de
Melquí". No podía expresar con mayor precisión el nacimiento según la Ley;
va siguiendo hasta "Adán, hijo de Dios" y suprime el
"engendró" hasta el final, al tratar de este tipo de paternidad.
11. »Esto no son conjeturas sin
fundamento, pues los padres según la carne de nuestro Salvador, ya sea por
aparentar, ya sea simplemente por enseñar siempre siendo sinceros, nos
entregaron también lo siguiente: Unos bandidos idumeos asaltaron Escolan,
ciudad de Palestina, y se llevaron preso, junto con otros despojos del Templo
de Apolo, erigido entre los muros, a Antipatro, hijo de un tal Herodes,
hiriéndolo. Pero siéndole imposible al sacerdote satisfacer el precio del
rescate por su hijo, Antipatro fue criado en las costumbres de los idumeos, y
posteriormente entabló amistad con Hircano, el sacerdote de Judea.
12. »Fue embajador a Pompeyo en nombre de
Hircano, para el que liberó el reino asolado por su hermano Aristóbulo; pero él
mismo fue afortunado, pues consiguió ser Epimeletes de Palestina.
»Mas a Antipatro,
asesinado por envidia de sus abundantes y buenos éxitos, le sucedió el hijo de
Herodes, quien posteriormente fue escogido para reinar sobre los judíos por
decreto de Antonio y del senador Augusto. Herodes y los demás tetrarcas fueron
hijos suyos. En verdad, todos los detalles concuerdan con la historia de los
griegos.
13. »Ahora bien, como que todas las
familias hebreas se hallaban registradas en los archivos, incluyendo los
prosélitos como Aquior el amonita, Rut la moabita y los egipcios que partieron
juntamente con los hebreos, Herodes, al no estar en nada relacionado
con la raza de los israelitas y acuciado por su origen oscuro, mandó quemar
todos los registros de las familias, pensando que él parecería un noble si
tampoco otros podían trazar sus linajes con documentos oficiales, hasta los
patriarcas, o los prosélitos, o los llamados geyoras, extranjeros
mezclados.
14. »Pero unos pocos meticulosos se jactaban de su linaje,
preservado por tener registros privados, donde figuraban los nombres, o
simplemente por poseer alguna copia. Entre éstos se encontraban los que antes
mencionamos, los llamados despósinoi por su relación con el linaje de
nuestro Salvador; éstos expusieron la genealogía que hemos propuesto nosotros
desde el Libro de los días, hasta donde llegaron, visitando las aldeas
judías de Nazaret y Locoba y el resto de la tierra.
15. »Sea como fuere, no se puede encontrar explicación más
clara que ésta y por esta razón yo lo creo; asimismo toda persona bondadosa. Y
a pesar de no estar atestiguada, cuidémonos de ella, porque una más consistente
no puede explicarse. De todos modos, el Evangelio es totalmente verdadero»
16. Y al final de la misma carta expone lo siguiente: «Matán,
del linaje de Salomón, engendró a Jacob. Pero una vez muerto Matán y Melquí,
del linaje de Natán, engendró a Elí de la mujer de su hermano. De este modo Elí
y Jacob son hermanos de la misma madre. Al morir Elí sin hijos, Jacob le
levantó simiente, y nació José, su hijo por naturaleza, pero Elí según la Ley.
En consecuencia, José era hijo de ambos.»
17. Hasta aquí, Africano. Una vez trazada
la genealogía de José,, también se puede mostrar que María era de su misma
línea, pues según la Ley de Moisés era ilícito entremezclar las distintas
tribus y se ordenaba unir en matrimonio con uno del mismo pueblo y de la misma
tribu, para que la heredad de la familia no pasara de una tribu a otra. Todo esto
sea suficiente para este asunto.
VIII
1.Así pues, al nacer Cristo, de acuerdo
con las profecías, en Belén de Judea en el tiempo indicado, los magos de
oriente consultaron a Herodes acerca del lugar donde se hallara el nacido rey
de los judíos (pues habían visto su estrella y ésta era la razón de su viaje:
adorar al recién nacido como a Dios). Pero él fue trastornado en gran manera,
pensando que su poder peligraba y aprendiendo de los maestros de la Ley entre
el pueblo en qué lugar esperaban que naciera el Cristo.
Cuando supo que
la profecía de Miqueas predecía que había de ser en Belén, mandó matar, por
decreto, a todos los niños de pecho en Belén, y en todo lugar a los niños de
dos o menos años, según el tiempo que los magos le comunicaron, con la
intención de matar también a Jesús entre todos los de su misma edad.
2. No obstante, el niño se anticipó al
complot y fue transportado a Egipto, porque sus padres supieron previamente lo
que estaba por acontecer, gracias a la aparición de un ángel. Todo esto también
nos lo enseña la Santa Escritura del Evangelio.
3. Pero, además, también merece la pena
considerar el pago que recibió Herodes por su audacia contra Cristo y los niños
de su edad; cómo inmediatamente después, aún estando en vida, lo persiguió la
justicia divina, mostrándole el principio de lo que le sobrevendría después de
su partida.
4. Nos es imposible enumerar con detalle
en esta obra de qué modo oscureció el supuesto esplendor de su reino con las
sucesivas desgracias familiares: los asesinatos de su esposa, de sus hijos, sus
parientes más allegados y de sus mejores amigos. Con todo esto, cualquier idea
acerca de estas calamidades sobrepasa toda representación trágica. Josefo las
explica extensamente en su historia acerca de Herodes.
5. Sin embargo, del mismo Josefo podemos escuchar, en el
Libro XVII de sus Antigüedades de los judíos, cómo sobrevino a Herodes
el tormento que lo llevó hasta la muerte, ya desde el mismo momento en que ideó
su complot contra nuestro Salvador y contra los otros niños. Describe la
catástrofe de su vida con las siguientes palabras: «La enfermedad de Herodes
iba creciendo más y más amarga. Dios aplicaba la justicia a sus crímenes.
6. »Pues ciertamente era un fuego débil,
de modo que no mostraba a los que lo tocaban la inflamación que en el interior
aumentaba su quebranto. Además, un espantoso deseo de tomar algo, sin existir
nada que pudiese ayudarle, y llagas en los intestinos con grandes dolores,
especialmente en el colon, y una inflamación húmeda y ardiente en los pies.
7. »Tenía un mal semejante alrededor del
vientre, y además sus partes pudendas se descomponían, criando gusanos. Su
respiración era irregular y muy molesta por su pesadez y por su fuerte asma; en
todos sus miembros sufría espasmos de una fuerza intolerable.
8. »En todo caso, los adivinos y los que
disponen de sabiduría para predecir estas cosas decían que Dios exigía al rey
la expiación de sus muchas infamias.» Esto es lo que expone en su obra el autor
ya mencionado.
9. Y en el libro segundo de sus Guerras
de los judíos, describe algo semejante como sigue: «Desde entonces la
enfermedad, habiéndose apoderado de todo su cuerpo, le destruía con fuertes
dolores; la fiebre era ciertamente suave, pero el escozor era insoportable por
todo el cuerpo; los dolores permanentes en el colon, los edemas en los pies
como un hidrópico y la inflamación del vientre y la degeneración agusanada de
sus partes pudendas, y además el asma, la disnea y los espasmos en todos sus
miembros. Hasta el extremo de que los adivinos comentaban que la enfermedad era
un castigo.
10. »Pero él, luchando con las enfermedades, seguía
aferrándose a la vida y con la esperanza de la salvación imaginaba curaciones.
Por ejemplo: Habiendo cruzado el Jordán, usó las aguas termales de Calirroe,
las cuales van a dar al mar del Asfalto, y al ser dulces son potables.
11. »Allí los médicos creyeron conveniente calentar en una
bañera llena de aceite su cuerpo debilitado. Cerró los ojos y se volvió como
desfallecido. Entonces, con el gran tumulto de sus criados, volvió en sí a su
desgracia, pero en adelante perdió toda esperanza de salvación y ordenó que se
dieran 50 dracmas a los soldados y mucho dinero a los jefes y amigos.
12. »Luego volvió a Jericó muy melancólico
y cercano a la muerte. Pero decidió planear una acción criminal. Mandó encerrar
en el hipódromo a todos los hombres ilustres de cada aldea de Judea, después de
haberles convocado él mismo.
13. »Poco después mandó llamar a su
hermana Salomé y a Alejandro su esposo y les dijo así: "Yo sé que los
judíos festejarán mi muerte, pero si vosotros tenéis a bien llevar a cabo mis
órdenes, puedo ser llorado por todos y tener un funeral glorioso. Cercad con
los soldados a estos hombres que yo tengo custodiados, y en el preciso momento
en que yo muera, inmediatamente matadles para que toda Judea y cada casa llore
por mí a pesar suyo".»
14. Más adelante añade: «Posteriormente, y
acosado por el hambre y con la tos espasmódica y entristecido por tantos
dolores, ansiaba anticipar su suerte. Por esto, tomando una manzana, pidió
también un cuchillo (tenía la costumbre de cortarla para comérsela); entonces,
mirando alrededor y cerciorándose de que no se hallaba allí nadie para impedfrselo,
levantó la diestra como para herirse.»
15. El mismo escritor añade que poco antes del final de su
vida Herodes mandó matar a otro hijo legitimo suyo, el tercero después de los
dos que ya habían sido muertos anteriormente, e inmediatamente, entre grandes
sufrimientos, pereció.
16. De este modo, ciertamente tuvo lugar
el final de Herodes, castigo justo por la matanza de los niños en Belén y por
el complot en contra de nuestro Salvador.
A continuación
un ángel vino a José en sueños en Egipto y le ordenó marchar con el niño y su
madre a Judea, informándole que los que buscaban la muerte del niño ya habían
muerto. Y el evangelista añade: «Pero oyendo que Arquelao reinaba en Judea en
lugar de Herodes su padre, tuvo temor de ir allá; pero, avisado por revelación
en sueños se fue a la región de Galilea.»
IX
1.La toma de poder de Arquelao en
sucesión de Herodes, también está atestiguada por el historiador que ya hemos
mencionado anteriormente, y asimismo también describe cómo tomó el reino de los
judíos, en sucesión, por orden del testamento de Herodes su padre y por la
resolución de César Augusto, y cómo, cesando al cabo de diez años, se ocuparon
de sus tetrarquías sus hermanos Felipe y Herodes el Joven, juntamente con
Lisanias.
2. También Josefo, en el Libro XVIII de
sus Antigüedades, da a entender que en el año 12 del reinado de Tiberio
(después éste accedió a todo el mando, al final de los 57 años que lo
ostentó Augusto). Poncio Pilato recibió Judea y permaneció en el poder diez
años completos, casi hasta la muerte de Tiberio.
3. Con ello queda evidentemente refutada
la ficción acerca de nuestro Salvador, de unas memorias que se han extendido
recientemente, en las que las fechas establecidas denunciaban su falsedad.
4. Se atreven a fijar la pasión del
Salvador en el cuarto consulado de Tiberio, el cual tuvo lugar durante el año
séptimo de su reinado, pero está demostrado que en este tiempo Pilato ni
siquiera había llegado a ninguna parte de Judea, porque Josefo (si es lícito
tomarlo por testigo) indica con certidumbre en la obra ya mencionada, que
Tiberio constituyó a Pilato como gobernador de Judea en el año 12 de su propio
reinado.
X 1. Así pues, nuestro Salvador y Señor
Jesús, el Cristo de Dios, comenzando su ministerio alrededor de los treinta
años, vino al bautismo de Juan y empezó la proclamación del Evangelio en el
tiempo de estos gobernadores, cuando Tiberio César estaba en el decimoquinto
año de su soberanía. Poncio Pilato, en el cuarto año de su mandato, y en el
resto de Judea eran tetrarcas Herodes, Lisanias y Felipe.
2. La divina Escritura dice que todo el
tiempo de su enseñanza se dio siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, dando a
entender que se cumplió entre los años del servicio de ambos. Consecuentemente
comenzó durante el sumo sacerdocio de Anás y se prolongó hasta el principio del
de Caifás, lo cual no llega a cuatro años completos.
3. Ahora bien, las instituciones de la
Ley estaban anuladas en aquel tiempo, por lo cual también se hallaba invalidada
la que disponía los cargos concernientes de por vida y por sucesión hereditaria
de padres a hijos, y en cambio los gobernadores romanos ordenaban a otros que,
a veces, no llegaban a un año de servicio.
4. De este modo, Josefo relata que entre
Anás y Caifás hubo cuatro sucesiones, y en la misma obra Antigüedades comenta
como sigue: «Valerio Grato cesó del sacerdocio a Anás y constituyó sumo
sacerdote a Israel, hijo de Fabio; pero también a éste cambió al cabo de poco
tiempo, y nombré sumo sacerdote a Eleazar, hijo del sumo sacerdote Anás.
5. Sin embargo, después de un alio, también cesó a éste y
entregó el sumo sacerdocio a Simón, hijo de Camilo. Pero tampoco sostuvo el
honor un año entero y su sucesor fue José, llamado también Caifás.
6. En consecuencia, se muestra que el
tiempo completo de la enseñanza de nuestro Salvador no llegó a cuatro años, ya
que cumplieron el servicio anual cuatro sacerdotes desde Anás hasta el
nombramiento de Caifás. Lógicamente, pues, la escritura del Evangelio reconoce
a Caifás como sumo sacerdote justamente en el alio de la Pasión del Salvador, y
partiendo de este punto se ve cómo la observación anterior concuerda también
con el tiempo de la enseñanza de Cristo.
7. No obstante, nuestro Salvador y Señor llamé a los doce
apóstoles poco después de empezar su predicación; pero a estos doce, de entre
todos sus discípulos, concedió el honor extraordinario de ser llamados
apóstoles; y «después de estas cosas, designó el Señor también a otros setenta,
a quienes envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él
había de ir».
XI
1. La divina Escritura de los Evangelios
también recuerda que después de no largo tiempo Juan el Bautista fue decapitado
por orden de Herodes el Joven; y además Josefo lo confirmó cuando menciona a
Herodiades, y cómo siendo ella la esposa de su hermano Herodes, se casó con
ella una vez que hubo repudiado a su primera y legítima esposa (hija de Aretas,
rey de Petra) y separado a Herodías de su marido, todavía vivo; por ella
ejecutó a Juan y además se levantó contra Aretas, tras haber deshonrado a su
hija.
2. Pero dice que en el combate, al
empezar la batalla, el ejército de Herodes quedó totalmente derrotado, y que
estas cosas le sucedían por haber actuado en contra de Juan.
3. También Josefo confiesa que Juan era
justo en extremo y que bautizaba, corroborando así lo que de él se dice en los
Evangelios. Además relata que Herodes fue expulsado de su reinado por motivo de
la mismísima Herodiades, con la que fue desterrado y condenado a vivir en una
ciudad de la Galia, en Viena.
4. Estas cosas nos las da a conocer también en el mismo
Libro XVIII de las Antigüedades con los siguientes términos: «Pero a
algunos judíos les pareció que el ejército de Herodes había sido destruido por
Dios, y que de un modo extraordinariamente justo era castigado por su acción en
contra de Juan llamado el Bautista.
5. »Pues Herodes le mandó matar. Sin embargo, Juan el
Bautista era un hombre bueno y animaba a los judíos a cultivar la virtud, a
actuar con justicia unos a otros, a buscar la piedad, a Dios y a venir al
bautismo. De este modo consideraba aceptable el bautismo, no para los que lo
usaban para huir de ciertos pecados, sino para la pureza del cuerpo, puesto que
también su alma había estado purificada con la justicia.
6. »La gente iba agrupándose alrededor de
Juan (pues se maravillaban al oír sus palabras), y Herodes, temiendo que una
tal persuasión sobre los hombres acabara con una revuelta (pues parecía que
actuaban en todo siguiendo su consejo), decidió que era mejor anticiparse y
hacerlo matar antes de que alguien se alzara sobre él y luego tener que
arrepentirse enredado en asunto. Por eso Juan, por causa de la sospecha de
Herodes, fue llevado cautivo a Maqueronte, la fortaleza ya mencionada, y en
ella le mataron.»
7. Una vez relatado todo esto acerca de
Juan, también recuerda a nuestro Salvador en la misma obra histórica, como sigue:
«Por aquel tiempo vivió Jesús, hombre sabio, si se puede llamarle hombre. Pues
era hacedor de extraordinarias obras y maestro de los hombres, que recibían la
verdad de buen grado, y se atrajo tanto a judíos como a griegos.
8. »Este era el propio Cristo, pero fue
condenado a la cruz por Pilato inducido por nuestros primeros padres, aunque
los que primero le habían amado no desistieron y al tercer día se les apareció
de nuevo vivo. Todo esto e innumerables portentos más ya los habían relatado
los profetas de Dios. Además la tribu de cristianos, que tomó el nombre de él,
aún no ha desaparecido hasta nuestros días».
9. Con todo esto, y habiendo surgido de
los hebreos un escritor que nos informa acerca del bautismo de Juan y acerca de
nuestro Salvador en su propia obra, ¿qué opción queda para los que forjaron las
Memorias contra ellos, fuera de la evidencia de su osadía? Sea esto
suficiente.
XII
1. El nombre de los apóstoles del
Salvador se halló claramente para todos en los Evangelios. Pero de los setenta
discípulos no existe ninguna lista. Se dice que Bernabé era uno de ellos. Se le
menciona especialmente en los Hechos de los Apóstoles, y Pablo lo nombra del
mismo modo en su epístola a los Gálatas. También aparece como uno de ellos
Sóstenes y el que juntamente con Pablo escribe una espístola a los Corintios.
2. Esta información nos llega de Clemente
en el libro V de su Hypotyposeis, en la que además explica que Cefas era
uno de los setenta discípulos, de quien Pablo dice: «Cuando Cefas vino a
Antioquía le resistí en la cara», pero que se llama igual que el apóstol Pedro
por pura casualidad.
3.
La tradición
cuenta que también compartieron el honor de la llamada de los setenta «Matías»
(el que fue incluido en la lista de los apóstoles en lugar de Judas) y el otro
que participé con él en la votación. También se incluye entre ellos a Tadeo,
acerca del cual nos ha llegado cierta información que voy a exponer
inmediatamente.
4. Pero si te detienes a considerarlo
observarás que el número de los discípulos del Salvador era superior a los
setenta, pues acudiendo al testimonio de Pablo, aconteció que después de la
resurrección de los muertos se apareció primero a Cefas, luego a los doce y
después a más de quinientos hermanos juntos, de los cuales precisaba que
algunos ya habían muerto, pero que la mayoría todavía estaban en vida cuando él
escribía acerca de todo esto.
5. Posteriormente se dice se apareció a Jacobo. Sin embargo,
éste era otro de los llamados hermanos del Salvador. Después, como además de
éstos los apóstoles a imagen de los doce fueron muchos más (como Pablo, por
ejemplo), continúa diciendo: «Después se apareció a todos los apóstoles».
Todo esto sea
suficiente acerca de este asunto.
XIII
1. A continuación paso a narrar el relato
acerca de Tadeo. La noticia de la naturaleza divina de nuestro Señor y Salvador
Jesucristo se extendía a todos los hombres debido a su poder para llevar a cabo
maravillas, y atrajo a numerosas personas (incluso a extranjeros alejados de
Judea) con la esperanza de curación de sus enfermedades y de todo tipo de
sufrimiento.
2. Así se encontraba el rey Abgaro, que
gobernaba muy diestramente sobre los pueblos de más allá del Eufrates, y su
cuerpo se iba destruyendo por una enfermedad terrible e incurable dentro de las
posibilidades humanas. Por lo tanto, cuando el nombre de Jesús llegó a él
reiteradamente y también su poder testificado por todos con unanimidad,
inmediatamente se convirtió en un suplicante suyo y le envió una carta a través
de un correo pidiendo le concediera la liberación de su enfermedad.
3. No obstante, Jesús no respondió a su
llamado entonces, pero juzgó que era digno de una carta particular en la que le
prometía enviarle a uno de sus discípulos para procurarle la curación de su
dolencia juntamente con la salvación para él y también para todos los suyos.
4. Poco después le cumplió la promesa.
Luego de la resurrección de los muertos y la ascensión a los cielos de nuestro
Salvador, Tomás —uno de los doce apóstoles—, impulsado por Dios, envió a Edesa
como heraldo y evangelista de la enseñanza de Cristo a Tadeo (que pertenecía a
los setenta discípulos de Cristo) y la promesa de nuestro Salvador se vio
completada por medio de él.
5. Hay testimonio escrito disponible acerca de todo esto en
los archivos de Edesa, que entonces era la ciudad de la Corte. Todo esto se
halla conservado esmeradamente hasta hoy en los documentos oficiales de aquel
lugar, que contienen los hechos antiguos y los contemporáneos de Abgaro. De
todos modos, nada será tan exacto como escuchar las cartas que nosotros hemos
sacado de los archivos y traducido del siríaco como sigue:
Copia de la carta escrita por Abgaro a
Jesús, la cual le envió a Jerusalén a través del correo Ananías
6. «Abgaro Ucama Toparca, a Jesús,
Salvador bueno que se mostró en la región de Jerusalén, salud:
»He oído acerca
de ti y de tus curaciones, llevadas a cabo por ti mismo como si prescindieras
de medicinas y de hierbas, pues según la noticia que corre, haces que los
ciegos vean y que los cojos anden, sanas a los leprosos y echas fuera espíritus
impuros y demonios, sanas a los atormentados con enfermedades largas y
resucitas muertos.
7. »Tras oír esto de ti creo que hay dos opciones. O eres
Dios y habiendo bajado del cielo llevas a cabo estas obras, o puesto que las
haces eres el hijo de Dios.
8. »Por esta razón, he escrito
suplicándote que vengas a mí y me sanes de mi enfermedad. También he sabido que
los judíos murmuran contra ti y quieren tu mal. Mi ciudad, aunque pequeña, es
responsable, y será suficiente para ambos».
9. Así escribía estando entonces
iluminado por un poco de luz divina. Sin embargo, merece la pena escuchar la
respuesta de Jesús a través del mismo correo; una carta breve, pero
contundente.
Respuesta de Jesús a Abgaro, Toparca, por
mediación del correo Ananías
10. «Bienaventurado si creíste en Mí sin
haberme visto. Pues de mí está escrito que los que me han visto no crean, para
que también los que no me han visto crean y sean salvos. Pero acerca de lo que
me escribes que vaya a ti, me es preciso cumplir todo mi cometido aquí, y, una vez
realizado, sea tomado al que me envió. Mas cuando haya sido tomado te enviaré
uno de mis discípulos para que te proporcione sanidad y vida a ti y a los
tuyos.»
11. A estas cartas acompañaba
también lo siguiente en siríaco: «Pero después de la ascensión de Jesús, Judas,
llamado Tomás, envió como apóstol a Tadeo, uno de los setenta, el cual,
habiendo llegado, se hospedó en casa de Tobías hijo de Tobías. Cuando se
extendió el rumor acerca de él, se comunicó a Abgaro que había ido a aquel
lugar un apóstol de Jesús, de acuerdo con lo prometido por carta.
12. »Así pues, Tadeo empezó con el poder
de Dios a sanar toda enfermedad y debilidad, de manera que todos quedaban
maravillados. Cuando Abgaro oyó los grandes y admirables hechos, y como sanaba,
sospechó que se trataba del discípulo del cual Jesús le había escrito en la
carta cuando le dijo: "Cuando sea tomado arriba en el aire, enviaré a uno
de mis discípulos para sanar tu enfermedad."
13. »Mandó llamar a Tobías, en casa del
cual se hospedaba, y le dijo: "He oído que posa en tu casa un hombre
poderoso, envíamelo." Tobías se dirigió a Tadeo y le dijo: "Abgaro,
Toparca, me llamó para decirme que te llevara a él para que le sanes."
Tadeo le dijo: "Subiré yo, que he sido enviado a él con poder."
14. »Madrugando el día siguiente, Tobías
tomó a Tadeo y fue a Abgaro.Tadeo llegó estando en pie los magnates del rey, y
en el preciso momento en que él entró se apareció a Abgaro una gran visión de
la faz del apóstol Tadeo. Cuando Abgaro le vio se prosternó ante Tadeo, sorprendiendo
a los presentes; pues no veían la visión que sólo se apareció a Abgaro.
15. »Entonces preguntó a Tadeo: "¿Eres tú en verdad el
discípulo de Jesús, el hijo de Dios, que me dijo: 'Te enviaré uno de mis
discípulos, el cual te proporcionará sanidad y vida'?" Y Tadeo dijo:
"Porqúe has creído en gran manera en el que me envió, he sido enviado a
ti, y de nuevo, si creyeres en Él, tendrás los ruegos de tu corazón."
16. »Abgaro respondió: "Hasta tal
punto creí, que hasta incluso deseé tomar un ejército y destruir a los judíos
que lo crucificaron, si no hubiera sido por el rechazo del Imperio
Romano." Pero Tadeo le dijo: "Nuestro Señor cumplió la voluntad de su
Padre."
17. »Le dijo Abgaro: "Yo también he
cerído en Él y en su Padre." Y Tadeo respondió: "Por esta misma razón
pongo mi mano sobre ti en su nombre." Y al instante de hacerlo Abgaro fue
sanado de su enfermedad y de sus sufrimientos.
18. »Abgaro se maravilló de que aquello
que había oído acerca de Jesús ahora lo confirmaba éon los hechos, por medio de
su discípulo Tadeo, el cual, prescindiendo de medicinas y de hierbas, le sanó,
y no sólo a él, sino también a Abdón, hijo de Abdón, que tenía gota. Este
también acudió a Tadeo y, postrándose a sus pies, fue sanado mientras suplicaba
con sus manos. Tadeo también sanó a muchos conciudadanos y anunciaba la Palabra
de Dios, haciendo maravillas y grandezas.
19. »Luego Abgaro dijo: "Tú con el poder de Dios haces
estas cosas y nosotros nos maravillamos por ellas. Pero yo también te suplico
que nos des a conocer acerca de la venida de Jesús: cómo tuvo lugar, y de su
poder, con qué tipo de poder realizó las cosas que yo he oído."
20. »Tadeo replicó: "No hablaré
ahora, pero ya que fui enviado a proclamar la palabra, mañana reúne a todos los
ciudadanos y les predicaré sembrando en ellos la Palabra de Vida. Entonces
hablaré de la venida de Jesús; cómo fue; de su cometido, por qué fue enviado
por el Padre; con qué poder lo hizo; de la novedad de su enseñanza, de su
pequeñez y de su humillación; cómo se humilló a sí mismo, se desprendió de su
divinidad y la empequeñeció, y cómo fue crucificado, y cómo habiendo descendido
al Hades derribó la barrera que había estado cerrada por los siglos y resucité
muertos, y cómo a pesar de haber descendido solo, ascendió a su Padre con una
multitud, cómo está sentado en los cielos con gloria a la diestra de
Dios Padre, y cómo vendrá de nuevo con poder para juzgar a los vivos y a los
muertos."
21. »Por lo tanto Abgaro, ordenó que al alba se reunieran sus
ciudadanos y prestaran atención al mensaje de Tadeo. También mandó que se diera
a Tadeo oro y plata no acuñada. Pero él la rechazó con estas palabras: "Si
hemos abandonado lo nuestro, ¿cómo tomaremos lo ajeno?"»
22. «Esto tuvo lugar en el año 340».
Por el momento,
este relato traducido del siríaco, no será inútil y me parece suficiente.
Fuente: Historia Eclesiástica, de
Eusebio de Cesarea, tomo I. Editorial CLIE www.clie.es
HISTORIA
ECLESIÁSTICA
Eusebio
de Cesarea
Libro 2
Hemos compuesto
nuestro libro a partir de los de Clemente, Tertuliano, Josefo y Filón.
Prefacio
1. En el primer libro hemos expuesto con
breves pruebas todos los detalles necesarios para el prefacio de la Historia
Eclesiástica: la divinidad del Verbo Salvador, la antigüedad de las
afirmaciones de nuestra enseñanza y cómo la conducta evangélica de los
cristianos es la más antigua; y, además, todo cuanto se refiere a la reciente
aparición de Cristo, a su ministerio antes de la Pasión y a la elección de los
apóstoles.
2. En el presente centraremos nuestra
atención en los hechos posteriores a su Ascensión. Algunos los citamos de las
divinas Escrituras, pero otros de fuentes exteriores, de documentos que
mencionaremos a su debido tiempo.
Sobre la vida de los apóstoles después de la
ascensión de Cristo
I 1. Así pues, el primero que fue elegido,
por suerte para el apostolado, en lugar del traidor Judas, fue Matías, el cual,
como ya demostramos, había sido discípulo del Señor. También los apóstoles por
la oración y la imposición de manos instituyeron a siete varones acreditados
para el ministerio debido al servicio común; se trataba de Esteban y sus
compañeros.
Éste fue el
primero, después del Señor y casi simultáneamente con la imposición de manos
(como si fuera elevado para este mismo servicio), en ser llevado a muerte
apedreado por los que mataron al Señor, y de este modo también fue el primero
en llevar la corona (a la que se refiere su nombre) de los mártires de Cristo,
dignos de la victoria.
2. Luego, estaba también Santiago, al que
llamaban hermano del Señor,porque fue llamado hijo de José. Sin embargo, el
padre de Cristo era José y con él estaba desposada la Virgen; pero «antes que
se juntasen se halló que había concebido del Espíritu Santo», como enseña la
Santa Escritura de los Evangelios. Así pues, este Santiago, al que los antiguos
pusieron el sobrenombre de Justo por la excelencia de su virtud, se da cuenta
que fue el primero en recibir el trono episcopal de la iglesia de Jerusalén.
3. Clemente, en el libro VI de las Hypotyposeis,
sostiene lo siguiente: «Dicen que Pedro, Jacobo y Juan, después de la
ascensión del Salvador, no consideraron para ellos mismos este honor, aunque
eran los más estimados por el Salvador, sino que ordenaron obispo de Jerusalén
a Santiago el Justo».
4. En el libro VII de la misma obra, el
autor añade lo siguiente acerca de Santiago: «El Señor, después de su
ascensión, entregó el conocimiento a Santiago el Justo, a Juan y a Pedro; éstos
a su vez lo entregaron a los otros apóstoles y a los setenta; entre ellos se
hallaba Bernabé.»
5. En efecto, había dos Santiagos: uno,
el Justo, que fue lanzado desde el pináculo del templo y azotado hasta morir
con un garrote batanero, y el otro, que fue decapitado. Igualmente Pablo
menciona a Santiago el Justo cuando dice por escrito: «Pero no vi a ningún otro
de los apóstoles, sino a Jacobo el hermano del Señor».
6.
Entonces
también fue llevada a cabo la promesa de nuestro Salvador, hecha al rey
Osroene. Según esto, Tomás, impulsado por Dios, envió a Tadeo a Edesa como
predicador y evangelista de la enseñanza de Cristo al mundo que hemos
demostrado hace poco en documentos escritos encontrados allí.
7. Tadeo, tras detenerse en aquel lugar,
sana a Abgaro por la palabra de Cristo y deja maravillados a todos los
presentes por sus asombrosos milagros. Y cuando los hubo dispuesto
convenientemente con sus obras, guardándolos luego hacia la veneración del
poder de Cristo, los hizo discípulos de la enseñanza del Salvador. Desde aquel
momento hasta nuestros días toda la ciudad de Edesa está consagrada al nombre
de Cristo; de este modo dan un singular ejemplo de nuestro Salvador y de sus
buenas obras para con ellos.
8. No obstante, sea suficiente lo dicho
citando antiguas versiones y vengamos de nuevo a la Divina Escritura. Así
pues, con el martirio de Esteban comenzó la primera y gran persecución de la
iglesia de Jerusalén por medio de los propios judíos. Entonces todos los
discípulos, con la sola excepción de los doce, se esparcieron por Judea y
Samaria. Algunos, de acuerdo con la Divina Escritura, cuando llegaron a
Fenicia, Chipre y Antioquía, faltándoles todavía coraje para compartir la
palabra de la fe con los gentiles, sólo la anunciaban a los judíos.
9. Entonces Pablo todavía «asolaba la
iglesia, y entrando casa por casa arrastraba a hombres y mujeres, y los
entregaba en la cárcel».
10. No obstante, Felipe, que se hallaba entre los escogidos
juntamente con Esteban para el diaconado, siendo también uno de los esparcidos,
descendió a Samaria, y, lleno del poder de Dios, fue el primero en anunciar la
palabra a los habitantes de aquel lugar, y era tal la divina gracia que actuaba
en él, que con sus palabras persuadió a Simón el mago y a una gran multitud.
11. En aquel momento Simón era escuchado
por los ilusos de su tiempo debido al poder de su magia, hasta el punto de
creerse él mismo que era el gran poder de Dios. Pero entonces también él,
maravillándose ante las sorprendentes proezas que Felipe realizaba por el poder
de Dios, se introdujo sigilosamente y simuló su fe en Cristo hasta el bautismo.
12. También cabe admirar lo que todavía
hoy sobreviene a los que participan en su herejía extremadamente infame. Ellos,
de acuerdo con el método de su precursor, se introducen sigilosamente en la
Iglesia, a modo de enfermedad pestilencial y sarnosa, y corrompen en sumo grado
a los que logran inocular el virus terrible y sin remedio que llevan escondido.
Pero la mayoría ya fueron rechazados cuando se les sorprendió en semejante
maldad, del mismo modo que lo fue Simón cuando le descubrió Pedro y le hizo
pagar el justo castigo.
13. Sin embargo, la predicación de la
salvación iba avanzando satisfactoriamente y a diario. Entonces una orden llevó
fuera de Etiopía a un funcionario de la reina. (Este país todavía hoy,
siguiendo una costumbre ancestral, es gobernado por una mujer.) Éste fue el
primer gentil que participó en los misterios de la Palabra de Dios
(habiéndosele aparecido Felipe) y las primicias de los creyentes en toda la
tierra; además, según sostiene un documento, una vez vuelto a la tierra patria,
también fue el primero en anunciar el conocimiento del Dios del Universo y la
presencia vivificadora entre los hombres de nuestro Salvador. De este modo se
cumplía, gracias a él, la profecía que dice: «Etiopía se apresurará a extender
sus manos hacia Dios.»
14. A éstos hay que añadir a Pablo, el
instrumento escogido no de hombres ni por hombres. Este fue designado apóstol
por la revelación del propio Jesucristo y de Dios el Padre que lo resucitó de
los muertos; fue considerado digno de la llamada por una visión y por una voz
del cielo durante la revelación.
Cómo se turbó Tiberio cuando Pilato le refirió acerca de
Cristo
II
1. La noticia de la maravillosa
resurrección de nuestro Salvador y de su ascensión a los cielos era conocida ya
por la mayoría. Ahora bien, antiguamente los gobernadores de las naciones
tenían la obligación de comunicar al rey todo cuanto ocurría fuera de lo común,
a fin de que nada escapara a su conocimiento. Por esta razón Pilato notificó a
Tiberio los rumores que corrían por toda Palestina acerca de la resurrección de
entre los muertos de nuestro Salvador Jesús.
2. Señaló también otros prodigios suyos y
que ya muchos creían: que el era Dios porque, una vez muerto, resucitó de los
muertos. Se cuenta que Tiberio lo expuso al Senado, pero éste lo denegó, según
parece, porque no había sido sometido a prueba primero (una ley antigua
ordenaba que nadie fuese divinizado en Roma sin voto y decreto del Senado).
Pero la verdad es que la enseñanza salvadora de la predicación de Dios no
precisa confirmación ni aprobación humanas.
3. De este modo, el Senado romano rehusó
la notificación presentada acerca de nuestro Salvador. Pero Tiberio mantuvo
firmemente su primera intención y nada extraño ideó en contra de las enseñanzas
de Cristo.
4. En su Apología por los cristianos, Tertuliano,
que conocía con exactitud las leyes romanas, famoso por diversos hechos y muy
notable en Roma, redacta estas cosas escribiendo en el idioma de Roma, pero
traducido al griego. A continuación cito textualmente sus palabras:
5. «Pero a fin de poder discutir tomando
como nuestra base el origen de estas leyes, había una antigua orden según la
cual nadie debía ser consagrado como Dios por el rey antes de ser examinado por
el Senado. De este modo procedió Marco Emilio con cierto ídolo llamado Alburno.
Este hecho también corrobora nuestro mensaje: que entre vosotros se otorga la
divinidad por decisión humana. Cuando un Dios es desagradable a los hombres, no
llega a ser Dios. Según esto es preciso que el hombre sea fávorable a Dios.
6.
Así pues,
Tiberio, en tiempos del cual entró en el mundo el nombre de cristianos, en el
momento en que le fue anunciada esta doctrina que venía de Palestina —pues allí
empezó—, se la comunicó al Senado, mostrándoles que a él le agradaba esta
doctrina. No obstante, el Senado la rehusó por no haberla aprobado antes. Pero
Tiberio persistió en su decisión anterior y amenazó con la muerte a los
acusadores de los cristianos».
La providencia
celestial, según su propio plan, puso esto en el pensamiento de Tiberio, para
que la palabra del Evangelio, sin obstáculos, recorriera todos los rincones de
la tierra.
Cómo la palabra de Cristo recorrió todos los rincones del mundo
en breve tiempo
III
1. De este modo la palabra salvadora
iluminó de una vez toda la tierra, a manera de un rayo de sol, por un poder y
un socorro del cielo. En ese mismo instante, de acuerdo con las Divinas
Escrituras: «Por toda la tierra ha salido la voz» de sus evangelistas inspirados
y apóstoles, «y hasta los fines de la tierra sus palabras».
2. Así pues, en toda ciudad y aldea, como
en una era repleta, se formaban, simultáneamente, iglesias con muchísimos
asistentes, aquellos que por sucesión hereditaria y por el extravío original
tenían sus almas encadenadas a la antigua epidemia de la superstición
idolátrica, y gracias al poder de Cristo, y por medio de la enseñanza y los
milagros de sus discípulos, abandonaron los ídolos como si se tratara de amos
terribles, habiéndose ya liberado de sus amargas prisiones; además desecharon
definitivamente todo politeísmo demoníaco y confesaron la existencia de un solo
Dios, el Creador de todas las cosas. A este Dios veneraban con los ritos de la
piedad verdadera, siguiendo un culto divino e inteligente: el que nuestro
Salvador había engendrado en la vida de los hombres.
3. Así pues, la gracia divina ya se
esparcía por todos los pueblos y especialmente en Cesarea de Palestina, donde
primero Cornelio con toda su casa recibió la fe en Cristo gracias a una
aparición divina y al servicio de Pedro. En Antioquía también recibieron la
palabra gran número de griegos, a los cuales habían predicado los que fueron
esparcidos en el tiempo de la persecución contra Esteban. Por aquel entonces,
cuando la iglesia de Antioquía florecía y aumentaba, hallándose allí muchos
profetas de Jerusalén, y juntamente con ellos Bernabé, Pablo y otros muchos
hermanos, surgió por primera vez el nombre de «cristiano», brotando de esa
iglesia como si se tratara de un manantial vivo y fecundo.
4. También Ágabo se encontraba entre
estos profetas y profetizaba de un hambre que había de tener lugar en poco
tiempo, y por esto Pablo y Bernabé fueron envialos para cuidarse del servicio
de los hermanos.
Cómo, después de Tiberio, Cayo nombró rey de
los judíos a Agripa y castigó a Herodes con el destierro
perpetuo
IV
1. Tiberio, después de haber reinado unos
veintidós años, murió. Cayo le sucedió en el mando e inmediatamente impuso a
Agripa la diadema del gobierno de los judíos y le hizo rey sobre las
tetrarquías de Felipe y Lisanias, añadiendo poco después la de Herodes (éste
era el Herodes del tiempo de la Pasión del Salvador), el cual, juntamente con
su mujer, Herodías, fue castigado al destierro perpetuo por la gran cantidad de
sus delitos. Josefo también da testimonio de estos detalles.
2. Por entonces Filón cobraba gran fama
entre muchos, y era sobresaliente, no sólo entre los nuestros, sino también
entre los que disponían de una instrucción pagana.
Y, a pesar de
su origen hebreo, en nada fue inferior a los que en Antioquía eran ilustres por
su madurez.
3. En su obra se aprecia claramente la
extensión y la calidad del trabajo que dedicó a sus estudios divinos patrios;
tampoco se puede decir nada acerca de su instrucción filosófica y liberal de
los paganos, puesto que, según se cuenta, superaba a todos sus contemporáneos,
principalmente en su gran celo por el estudio de Platón y de Pitágoras.
Cómo Filón hizo una embajada a Cayo en favor de los judíos
V 1.Este Filón relata en cinco libros todo
lo acontecido a los judíos en tiempos de Cayo, refiriendo además la locura de
Cayo cuando se autodenominó Dios y cometió innumerables ultrajes estando en el
gobierno.
También añade
las desgracias de los judíos durante su mandato, y la embajada que Filón mismo
llevó a cabo, enviado desde Roma, en favor de sus hermanos de raza en
Alejandría. Cuenta cómo se personó ante Cayo para defender las leyes patrias,
pero únicamente obtuvo burlas y sarcasmos y poco le faltó para perder la vida
en esta empresa.
2. Josefo también hace referencia a estos
hechos en el libro XVIII de sus Antigüedades. Textualmente dice: «Y como
tuviera lugar una querella en Alejandría entre los judíos que vivían allí y los
griegos, eligieron tres embajadores de cada partido para acudir a la presencia
de Cayo.
3. «Entre los embajadores alejandrinos se
hallaba Apión, el cual maldecía en gran manera a los judíos, argumentando,
entre otros detalles, que le desdeñaban el culto al César porque todos los que
estaban bajo el imperio romano construían altares y templos a Cayo y lo
consideraban en todo aspecto como a los dioses; sin embargo, los judíos eran
los únicos en pensar que era indigno honrarle con estatuas y hacer juramento
por su nombre.
4. »Apión pronunció muchas y severas
palabras evidentemente con la esperanza de provocar a Cayo; pero Filón, el
principal de la embajada de los judíos (varón célebre en todas las cosas, y
hermano del albarca Alejandro y conocedor de la filosofía), era capaz de
responder en su defensa en estas ocasiones.
5. »No obstante, Cayo le interrumpió y le
mandó alejarse. Estaba muy irritado y era manifiesto que iba a acarrearles
algún mal. Filón salió afrentado y dijo a los judíos que le acompañaban, que
era necesario cobrar fuerzas, pues Cayo, aunque se había irritado con ellos, de
hecho estaba marchando en contra de Dios».
6. Hasta aquí Josefo. El mismo Filón, en
su obra Embajada, también nos muestra en detalle y con exactitud lo que
él hizo entonces. Dejaré la mayoría de los hechos, y presentaré únicamente
aquellos que pueden demostrar todo cuanto sobrevino, de una vez y en corto
espacio de tiempo, a los judíos debido a su crimen en contra de Cristo.
7. Primeramente cuenta que en tiempo de
Tiberio, y en la ciudad de Roma, Sejano, con una gran influencia por entonces
sobre el emperador, decidió celosamente destruir toda la raza, y que también en
Judea, Pilato, bajo quien se llevó a cabo el crimen contra el Salvador,
realizando alguna intentona acerca del templo, que se hallaba todavía en
Jerusalén, en contra de todo lo que era lícito a los judíos, los perturbó en
extremo.
Acerca de los males que desembocaron sobre los judíos
después de su crimen contra Cristo
VI
1. Después de muerto Tiberio, Cayo tomó
el mando y llevó a cabo innumerables afrentas contra muchos, pero muy
especialmente para dañar sobremanera a toda la raza judía. No obstante, será
mejor escuchar las palabras de Filón, las cuales cito brevemente:
2. «Así el carácter de Cayo era para con
todos muy caprichoso, pero en mayor grado para con el pueblo judío, a quienes
odiaba profundamente. Empezando en Alejandría, y siguiendo en otras ciudades,
les usurpé las sinagogas, llenándolas de imágenes y de estatuas con su propia
figura (pues quien a otros permitía colocarlas, él mismo se las construía con
su poder), pero en la Ciudad Santa, el templo, intacto hasta entonces porque lo
hablan tenido por signo de toda inviolabilidad, lo cambió y lo transformó en un
templo de su propiedad para que fuera llamado "Templo de Cayo, Nuevo Zeus
Epífano".»
3. Filón también refiere otras
incontables e indescriptibles desgracias que agobiaron a los judíos en
Alejandría por aquel entonces, en su segundo libro titulado Sobre las virtudes.
Josefo corrobora sus palabras cuando señala, del mismo modo, que las
desgracias de todo el pueblo empezaron en los tiempos de Pilato y de los
crímenes contra el Salvador.
4. Escucha, pues, lo que expone
literalmente en el libro II de su Guerras de los judíos: «Pilato, que
había sido enviado por Tiberio a Judea como gobernador, introdujo en Jerusalén,
durante la noche y a escondidas, las efigies del César llamadas enseñas. Al día
siguiente, este acto provocó gran confusión entre los judíos. Pues ellos
quedaron fuera de sí al ver cómo habían sido pisoteadas sus leyes, porque no
permiten en absoluto que se erijan imágenes en la ciudad».
5. Asimismo, si comparas todos estos detalles con las
Escritaras de los Evangelios, notarás que pronto fueron alcanzados por el grito
que pronunciaron ante el propio Pilato, con el que clamaban que no tenían a
otro rey que César.
6. A continuación el mismo autor narra
otra desgracia que sobrevino a los judíos, del siguiente modo: «Luego inició
otro desorden al gastar todo el tesoro sagrado, llamado corbán, para traer agua
desde la distancia de trescientos estadios. Esto provocó la irritación del
pueblo.
7. »Y, cuando Pilato llegó a Jerusalén,
le rodearon gritando todos a un mismo tiempo. Pero él ya presentía este alboroto,
por lo que hizo mezclar entre el pueblo a varios soldados armados disfrazados
con ropa de paisano, ordenándoles que no usaran sus espadas, pero que debían
golpear con palos a los que vociferaban. Desde su estrado dio la señal
convenida. Entonces muchos judíos heridos murieron, unos por los golpes, y
otros al ser aplastados por los suyos en la huida. La multitud, consternada por
la desgracia de los que perecieron, guardó silencio.»
8. El mismo autor nos informa de muchas
otras sublevaciones suscitadas en Jerusalén, además de las que ya hemos
mencionado, e incluso declara que desde entonces ya nunca faltaron, ni en la
ciudad ni en toda Judea, revueltas, guerras y maquinaciones de unos contra
otros, hasta el momento final en que le sobrevino el asedio de Vespasiano.
De este modo,
pues, la justicia de Dios perseguía a los judíos por sus crímenes contra
Cristo.
Cómo también Pilato se suicidó
VII No debemos pasar por alto la tradición
según la cual el mismo Pilato de los tiempos del Salvador se vio arrojado en
tan grandes desgracias cuando Cayo estaba en el poder (cuya época
tratamos anteriormente), que no encontró otra salida fuera de suicidarse y
convertirse en ese modo en vengador de sí mismo.
Por lo visto,
la justicia divina lo alcanzó en poco tiempo; esto lo relatan también los
griegos en las olimpíadas, junto con los acontecimientos de cada época.
Acerca del hambre en tiempos de Claudio
VIII
1. Cayo no había cumplido el cuarto año
en el poder cuando le sucedió como emperador Claudio. Durante el reinado de
éste el hambre cayó sobre el mundo. (Esto también lo presentan en sus relatos
los escritores más lejanos a nuestra doctrina.) De este modo se cumplió
finalmente la predicación del profeta Agabo, el cual, según los Hechos de los
Apóstoles, anunciaba que pronto tendría lugar en todo el mundo una gran hambre.
2. El hambre de los tiempos de Claudio la
menciona Lucas en Los Hechos, y cuenta que los hermanos de Antioquía
enviaron ayuda, cada uno de acuerdo con sus posibilidades, a los que estaban en
Judea, por mediación de Pablo y Bernabé. Asimismo, añade lo siguiente:
Martirio del apóstol Santiago
IX
1. «En aquel mismo tiempo (evidentemente
el de Claudio), el rey Herodes echó mano a algunos de la iglesia para
maltratarles. Y mató a espada a Jacobo, hermano de Juan.»
2. Ahora bien, acerca de este Jacobo,
Clemente, en el libro VII de sus Hypotyposeis, ofrece un relato digno de
mención, según parece a partir de una tradición anterior a él mismo. Dice que
el que le había denunciado, emocionándose al presenciar su testimonio, confesó
que «él también era cristiano».
3. Y sigue: «Así pues, ambos fueron
llevados juntos; y por el camino, el que le entregaba pidió perdón a Jacobo, y
él, tras observarle un momento, le dijo: "La paz sea contigo", y le
besó. De este modo ambos fueron decapitados juntos.»
4. Entonces, como dice la Divina
Escritura, al ver Herodes que el acto de asesinar a Jacobo agradó a los judíos,
intentó rematarlo con Pedro; lo hizo prisionero, y hubiera llevado a cabo el
asesinato, de no haber sido por una manifestación divina, en la que un ángel se
le apareció durante la noche y le sacó de las prisiones milagmsamente,
libertándolo para el ministerio de la predicación. Así fue el plan divino para
Pedro.
Cómo Agripa, llamado también Herodes, tras perseguir a los
apóstoles,inmediatamente sufrió el castigo de Dios
X 1. Pero la ejecución del rey contra los
apóstoles no llegaba con dilación alguna, y muy pronto el ministro vengador de
la justicia divina le dio alcance. Al punto, poco después de su maquinación
contra los apóstoles, de acuerdo con los Hechos, se encaminó a Cesarea,
el último día de la fiesta, y habló ante los asistentes, elevado en una
plataforma. Todo el pueblo le aplaudió por su discurso como si se tratara de la
Palabra de Dios y no de un hombre, pero justo entonces (cuenta la Escritura) un
ángel del Señor le hirió, y, convirtiéndose en pasto de gusanos, murió.
2. Es admirable el hecho de que la
Escritura Divina y la obra de Josefo coincidan en este relato. Es evidente que
da un testimonio verdadero en el libro XIX de sus Antigüedades; en este
punto narra este maravilloso suceso con las siguientes palabras:
3. «Había terminado el tercer alio de su
reinado sobre toda Judea y estaba en Cesarea, que anteriormente se llamaba
torre de Estrabón. Allí celebraba los certámenes en honor del César, sabiendo
él que esa fiesta se llevaba a cabo a la salud de aquél, y a ella acudía una
multitud de personas que ocupaban cargos públicos y de dignatarios de la
región.
4. »El segundo día de los certámenes,
vestido con ropas de plata (era un tejido maravilloso), entró en el teatro al
empezar el día. Entonces la plata, iluminada por los primeros rayos del sol,
refulgía maravillosamente y brillaba de tal modo que infundía terror y
estremecimiento a los que miraban atentamente.
5. »Inmediatamente los aduladores (sin ningún tipo de
unanimidad) levantaron sus voces, totalmente inútiles para él, llamándole Dios,
y añadiendo: "¡Sé propicio! Hasta este momento te hemos tenido como
hombre, pero ahora te confesamos superior a la naturaleza mortal."
6. »El rey no se inmuté por ellos ni
rehusó la impía adulación. Poco después levantando los ojos vio a un ángel que
revoloteaba por encima de su cabeza. Inmediatamente se dio cuenta que éste era
el origen de sus males, el que en otra ocasión lo había sido de sus bienes. Una
profunda tristeza inundó su corazón.
7. »Entonces un dolor repentino le nació
en el vientre, empezando ya con una gran intensidad. Fijando sus ojos en sus
amigos, dijo: Yo, vuestro Dios, acabo de recibir la orden de entregar mi vida.
El hado ha rechazado rápidamente las falsas palabras que habéis usado acerca de
mi persona. A quien vosotros mismos habéis llamado inmortal, ahora ya está
descendiendo hacia la muerte; aceptemos, pues, el destino que Dios ha decidido.
Pues no he vivido necesitado, sino en un largo bienestar."
8. »Pero a medida que iba hablando, el
dolor seguía atormentándole; rápidamente fue introducido en el palacio, y el
rumor de que estaba por morir llegó a todos en muy poco tiempo. Entonces la
multitud, incluyendo las mujeres y los niños, se sentó sobre sacos, siguiendo
las costumbres patrias, para suplicar a Dios por su rey. Todo resonaba lleno de
gemidos y lamentos. Por su parte, el rey, acostado en el dormitorio alto, no
pudo retener sus lágrimas al ver a toda la multitud inclinada y postrada.
9. »Finalmente entregó su vida, atormentado
por un dolor (en el vientre) de cinco días, a la edad de cincuenta y cuatro
años y en el séptimo de su reinado. Reinó cuatro años bajo el César Cayo,
ostenté el cargo de la tetrarquía de Felipe durante tres y en el cuarto tomó la
de Herodes. Siguió reinando tres años más bajo el imperio del César Claudio».
10. Estoy en gran manera sorprendido de
ver cómo Josefo se corresponde con las Divinas Escrituras en este y en otros
asuntos. Y a pesar de que algunos piensen que no coinciden en el nombre del
rey, el tiempo y los hechos indican una misma persona. La discrepancia del
nombre se debe a un error gráfico o a la posibilidad de que él tuviera dos
nombres, como muchos otros.
Acerca del impostor Teudas
XI
1. Como sea que Lucas, en los Hechos,
presenta a Gamaliel, el cual, hallándose en la discusión acerca de los
apóstoles, dijo que en el tiempo indicado se levantó Teudas diciendo que era
alguien, pero que cuando él fue derribado también los que habían sido
convertidos por él se esparcieron, merece la pena que lo comparemos con los
escritos de Josefo, pues en la obra que acabamos de mencionar refiere los
mismos hechos del siguiente modo:
2. «En tiempos de Fado, procurador de
Judea, un impostor, llamado Teudas convenció a una gran muchedumbre para que, tras
tomar sus posesiones, le siguieran hasta el río Jordán, porque él afirmaba ser
profeta y que separaría el río (con sólo ordenarlo) para hacerles un paso
fácil. Hablando de este modo embarcó a muchos.
3. »Pero Fado no permitió que gozaran de
su locura, sino que les envió un escuadrón de caballería que, cayendo sobre
ellos sin previo aviso, a muchos matamn y a otros tomaron vivos, mientras que
al propio Teudas, tras atraparlo vivo, le cortaron la cabeza y la llevaron a
Jerusalén.» Josefo se refiere también acerca del hambre de los tiempos de Cayo
con las siguientes palabras:
Acerca de Elena, reina de Adiabene
XII
1. «Por aquel tiempo sucedió que en Judea
había una gran hambre, y durante ella la reina Elena gastó mucho dinero para
comprar trigo de Egipto, el cual repartía a los pobres.»
2. Notarás que todo esto concuerda con el
relato de los Hechos de los Apóstoles, en el cual se halla que los
discípulos en Antioquía decidieron enviar alguna ayuda (cada uno dentro de sus
posibilidades) a los que vivían en Judea, y lo llevaron a cabo enviándolo a los
ancianos por mediación de Bernabé y de Pablo.
3. En los suburbios de Elia, aun ahora se
encuentran grandes columnas de esta Elena que el autor ha mencionado. Se dice
que era reina de Adiabene.
Acerca de Simón el mago
XIII
1. No obstante, como fuera que la fe en
nuestro Salvador y Señor Jesucristo se divulgaba ya entre todos los hombres, el
Enemigo de la salvación de los hombres condujo a Simón (al que ya mencionamos
anteriormente) a la ciudad imperial, con la intención de apresarle de antemano.
Y de este modo, apoyando a ese hombre en sus hábiles encantamientos, consiguió apoderarse
para el extravío de muchos habitantes de Roma.
2. Justino, que fue persona notable de
nuestra doctrina poco después de los apóstoles, también muestra este hecho. A
este autor lo iremos citando cuando sea preciso. En su primera Apología, dirigida
a Antonio, escribe lo siguiente en defensa de nuestras creencias:
3. «Después de la ascensión del Señor al
cielo, los demonios compelían a algunos hombres a llamarse a sí mismos dioses,
y a éstos no sólo no perseguiste sino que han sido tenidos por dignos de
veneración. Cierto Simón, samaritano, de la aldea llamada Gibón, realizaba, en
tiempos del césar Claudio, milagros mágicos por arte de los demonios que
operaban en él; fue considerado dios en Roma, nuestra ciudad real, y como tal
fue honrado entre vosotros con una estatua en el río Tíber entre los dos
puentes, con la siguiente inscripcién en latín: "SIMONI DEO SANCTO",
lo que significa: A Simón, el dios santo.
4. »Y casi todos los samaritanos, e
incluso algunos de otros pueblos, le reconocen y adoran como el primer Dios.
También decían que una tal Elena, que por entonces iba con él, aunque
anteriormente había estado en un prostíbulo —en Tiro de Fenicia— era el Primer
Pensamiento producido por él».
5. Esto es lo que expone Justino, y con él está de acuerdo
Ireneo en su primer libro Contra las herejías, donde describe a este
hombre junto con su enseñanza sacrílega y malvada. Sería excesivo referirla en
la presente obra, cuando todos los interesados en el origen, las vidas y los
falsos principios de los heresiarcas que le siguieron, juntamente con sus
formas de actuar, pueden encontrarlos en el libro de Ireneo que ya hemos
mencionado.
6. Así pues, la tradición ha llegado
hasta nosotros según la cual Simón fue el primer iniciador de toda herejía. Y
desde él mismo hasta nuestros días, cuantos toman parte en sus herejías y
fingen la filosofía de los cristianos, sensata y conocida por todos por su
máxima pureza de vida, no se aferran menos que antes a la superstición
idolátrica de la que se creían libres; pues se inclinan ante escritos e
imágenes de Simón y de la mencionada Elena que andaba con él; además se dedican
a prestarles culto con incienso, sacrificios y libaciones.
7. En cuanto a sus obras más secretas, se
dice que quien las escucha por primera vez queda horrorizado; y, según un
escrito que corre entre ellos, ciertamente están repletas de espanto, de
extravío mental y locura y tan terribles son, que no sólo no es posible
consignarlas por escrito, sino que un hombre sobrio no puede mencionarlas con sus
propios labios, debido a su exagerada obscenidad y sus perversas obras.
8. De modo que cualquier cosa vergonzosa
e infame que se pueda imaginar es claramente superada por la repugnante herejía
que profesan estos hombres, que abusan de mujeres dignas de misericordia y
ciertamente oprimidas por todo tipo de males.
XIV
1. En aquel tiempo el malvado Poder que
odia el bien y es enemigo de la salvación de los hombres, alzó a Simón, el
padre y creador de estos grandes males, como el gran rival de los grandes y
divinos apóstoles de nuestro Salvador.
2. A pesar de ello, la gracia divina y
celestial acudió a ayudar a sus siervos y apagó la llama del maligno con la
manifestación y la presencia de ellos, y por su mediación humilló y abatió
«toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios».
3. Por esta razón ninguna urdimbre, ni de
Simón ni de cualquier otro que por aquel tiempo las producían, consiguió
sostenerse en aquellos días apostólicos, pues todo lo vencía y dominaba el
resplandor de la verdad y el mismo verbo Divino, el cual justamente entonces,
viniendo de Dios, había brillado sobre los hombres, floreciendo en la tierra y
habitando con sus apóstoles.
4. Inmediatamente, el encantador que
hemos mencionado, como herido en los ojos del entendimiento por su destello
divino y su entendimiento cuando ya habían sido descubiertas por el apóstol
Pedro sus maquinaciones en Judea, emprendió un viaje muy largo al otro lado del
mar y fue huyendo de Oriente a Occidente, con la certidumbre de que únicamente
allí podría seguir viviendo de acuerdo con sus ideas.
5. Entonces llegó a la ciudad de Roma, y allí, secundado por
el gran poder estatal en aquel lugar, en muy poco tiempo consiguió un éxito
total, e incluso se le honró dedicándosele una estatua como a un dios.
6. A pesar de ello, no progresó por mucho
tiempo, pues, siguiendo sus pasos y durante el mismo reinado de Claudio, la
providencia universal, perfectamente buena y amante en extremo de los hombres,
guiaba la mano hacia Roma, como contra un tan grave agente destructor de la
vida, del animoso y gran apóstol Pedro, el cual es el portavoz de todos los
demás, gracias a su virtud. Él, como valeroso capitán de Dios y bien provisto
de las armas divinas, llevaba de Oriente a los habitantes de Occidente la
preciosa mercancía de la luz espiritual, predicando la luz y la Palabra
salvadora de almas: la proclamación del reino de los cielos.
XV 1. De este modo, pronto desapareció y fue
exterminado el poder de Simón, y él mismo, porque la Palabra de Dios moraba
entre aquellos hombres. Pero la luz de la religión de Pedro resplandeció de tal
modo en la mente de sus oyentes, que no se contentaban con escucharle una sola
vez, ni con la enseñanza oral de la predicación divina, sino que suplicaban de
todas maneras posibles a Marcos (quien se cree que escribió el Evangelio y era
compañero de Pedro), e insistían para que por escrito les dejara un recuerdo de
la enseñanza que habían recibido de palabra, y no le dejaron tranquilo hasta
que hubo terminado; por ello vinieron a ser los responsables del texto llamado
«Evangelio según Marcos».
2. Se dice que también este apóstol,
cuando por revelación del Espíritu tuvo consciencia de lo que había llevado a
cabo, comprendió el ardor de ellos y estableció el texto para el uso en las
iglesias. Clemente, en el libro VI de sus Hypotyposeis, refiere este
hecho, y el obispo de Hierápolis, llamado Papías, lo confirma con su
testimonio. Pedro menciona a Marcos en la primera Epístola, la cual dicen que
fue escrita en Roma; y el mismo Pedro lo indica cuando la llama metafóricamente
Babilonia, como sigue: «La iglesia que está en Babilonia, elegida juntamente
con vosotros, y Marcos mi hijo, os saludan.»
XVI
1. Este Marcos se dice que fue el primero
en ir enviado a Egipto y en anunciar el Evangelio que previamente había
escrito, y que establecía iglesias, siendo la primera la de Alejandría.
2. Es más, fue tal la multitud de hombres
y mujeres que creyeron en aquel lugar, ya desde el mismo principio, y con un
ejercicio tan enormemente filosófico, que Filón pensó que merecía la pena
mencionar por escrito sus ocupaciones, sus reuniones, sus banquetes en común y
toda su manera de vivir.
XVII
1. Se dice que Filón fue a Roma en
tiempos de Claudio para encontrarse con Pedro, que entonces se hallaba
predicando a los habitantes de aquella ciudad. Y esto no es en absoluto
improbable, pues la obra que mencioné antes (la que llevó a cabo posteriormente,
después de largo tiempo) claramente contiene las ordenanzas de la Iglesia que
han sido observadas hasta nosotros.
2. Y cuando relata con tanta exactitud la
vida de nuestros ascetas, aparece manifiestamente que no sólo conocía, sino que
incluso admitía, reverenciándoles y honrándoles, a los hombres apostólicos de
aquel tiempo, hebreos, según parece, y que por esta razón seguían conservando
la gran mayoría de las costumbres de los judíos.
3. Primeramente anuncia Filón
decididamente en el libro titulado De la vida contemplativa o Suplicantes,
que no tiene intención de añadir a su relato nada fuera de la verdad ni de
su propia invención. Dice que a aquellos varones se les llamaba «terapeutas», y
a las mujeres que se hallaban con ellos «terapeutisas»; además añade las
siguientes razones de este apelativo: o bien porque a modo de médicos libraban
de la enfermedad del mal a las almas de los que a aquellos acudían, sanándolos
y cuidándolos, o bien debido a su limpio y puro servicio y culto a la
Divinidad.
4. Así pues, no es preciso extenderse
para decidir si este nombre lo estableció Filón mismo de acuerdo con el
comportamiento de ellos, o si ya desde un principio se les llamó así, puesto
que aún no se había usado en todo lugar el nombre de cristianos.
5. De todos modos, el testimonio de cómo ellos en primer
lugar se alejan de las riquezas, asegurando que, cuando se inician en este modo
de pensar, hacen entrega de los bienes a sus parientes, entonces, exentos de
toda inquietud por la vida y saliendo fuera de las murallas, viven en campos
solitarios y en huertos, porque son conscientes del carácter inútil y
perjudicial del trato con las personas de diferente opinión. Parece ser que los
que entonces actuaban así, se afanaban por imitar la vida de los profetas en su
fe animosa y ardiente.
6. Pues también en los Hechos de los
Apóstoles (que es un libro reconocido) se expone que todos los seguidores de
los apóstoles, vendiendo sus bienes y sus posesiones, los distribuían entre
todos a cada uno según su necesidad, de modo que no hubiera entre ellos ningún
pobre. De este modo, según dicen los Hechos, porque todos poseían heredades o
cosas, las vendían y traían el precio de lo vendido y lo ponían a los pies de
los apóstoles, para que se repartiera a cada uno según su necesidad».
7. Pero Filón, tras dar testimonio de
obras semejantes a las mencionadas, añade lo que sigue textualmente: «Así pues,
este tipo de personas se encuentra en muchos puntos de la tierra, porque era
preciso que tanto griegos como bárbaros, tuvieran parte en el bien perfecto. No
obstante, son muy numerosos en Egipto en cada "nomos", y
principalmente en Alejandría.
8. »Los más importantes en todo lugar,
eran enviados como colonia a una región en extremo favorable, como si fuera a
una tierra de terapeutas. Esta región se halla junto al lago Mareya, que yace
sobre una pequeña colina, y en gran manera apta gracias a la estabihdad y
templanza del aire.» Prosigue describiendo sus hogares, y dice lo siguiente
acerca de las iglesias de aquella región:
9. «En cada casa hay una habitación
sagrada, la cual se llama oratorio privado y monasterio, y allí a solas se
llevan a cabo los misterios de la vida santa. En esta dependencia no introducen
ni bebidas ni alimentos ni cosa alguna indispensable para el cuerpo, sino
leyes, revelaciones anunciadas por los profetas, himnos, y todo cuanto es útil
para el crecimiento y la perfección del conocimiento y de la religión». Después
de otros detalles dice:
10. «Dedican todo el tiempo, desde el alba
hasta la puesta de sol, a estos ejercicios. Reflexionan sobre las Santas
Escrituras, estudian y explican la filosofía patria con alegorías, porque creen
que la expresión oral es figura de la naturaleza encubierta, que es inteligible
por medio de alegorías.»
11. Tienen también en su poder los escritos
de antiguos varones que establecieron la secta y dejaron numerosos documentos
de sus enseñanzas en forma alegórica. Ellos los usan a modo de ejemplo y los
imitan en su forma de pensar.
12. Con estas palabras parece describirlo
el hombre que escuchó su exposición de la Santa Escritura. Pero quizás los
escritos de los antiguos, de los que dicen que disponían, fueran los
Evangelios, los escritos de los apóstoles y algunos comentarios de los
profetas, como los que se encuentran en la «Espístola a los Hebreos» y en otras
cartas de Pablo.
13. A continuación Filón relata cómo
escribían nuevos salmos: «De tal manera que no se limitan a la simple
comtemplación, sino que incluso componen canciones e himnos a Dios, usando todo
tipo de metros y melodías, pero figurándolos forzosamente con números graves».
14. En esta obra se explican muchos más
detalles acerca de este asunto, pero me ha parecido oportuno referir sólo
puntos concernientes a las características de la vida de la Iglesia.
15. Sin embargo, si alguien cree que la conducta que hemos
expuesto no es apropiada a la vida según el Evangelio, y que en cambio
corresponde también a otros fuera de los ya mencionados, se persuadirá con las
siguientes palabras de Filón, en las que, si es honrado, apreciará un
testimonio innegable sobre este tema; escribe como sigue:
16. «En primer lugar, toman el dominio
propio como fundamento del alma y las otras virtudes las sobreedifican. Ninguno
tomaría bebida ni comida antes de la puesta del sol, porque creen que la
reflexión es digna de la luz, pero en cambio las necesidades del cuerpo lo son
de las tinieblas. Por ello reservan el día para aquel ejercicio y una breve
fracción de la noche para éstas.
17. »Algunos llegan al extremo de olvidar
su alimentación durante tres días; en éstos las ansias de conocimiento se
hallan mucho más establecidas; pero otros, hasta tal punto se regocijan y se
gozan en la comida intelectual que les provee doctrina con gran riqueza y
opulencia, que, por las costumbres, persisten doble tiempo y Iras seis días
apenas gustan el alimento necesario». Creemos que estas palabras de Filón
conciernen cierta e indudablemente a los nuestros.
18. Sin embargo, si alguien, tras
considerar todo esto, todavía se obstinara en oponerse, sea él también liberado
de su incredulidad convenciéndose con pruebas más evidentes, las cuales no se
encuentran en todas partes, sino únicamente en el culto cristiano según el
Evangelio.
19. Así pues, dice que también viven
mujeres con aquellos hombres que ha mencionado, y que de ellas, la mayoría
llegan vfrgenes a la edad avanzada, sin mantener su castidad por imposición,
como ocurre con algunas sacerdotisas griegas, sino más bien por decisión
voluntaria, por su celo y su anhelo de sabiduría, con la que se dedican a vivir
despreocupadas de los placeres corporales y deseosas de conseguir hijos
inmortales (no mortales), los cuales sólo puede engendrar por sí misma el alma
que ama a Dios.
20. Poco después presenta más claramente
lo siguiente: «No obstante, la exégesis de las Santas Escrituras y sus símbolos
los reciben con alegría. Pues estos hombres creen que toda ley es como un ser
vivo: su cuerpo es la disposición específica, su alma el sentido invisible que
se encuentra en las palabras. Este sentido lo empezó a considerar sobre todo
esta secta viendo, como en un espejo de palabras, la maravillosa belleza en los
pensamientos».
21. ¿Para qué añadiremos sus reuniones en
un mismo lugar, la ocupación que llevaban separadas los hombres y las mujeres
en un mismo lugar, y las prácticas que todavía nosotros realizamos por
costumbre, principalmente las que llevamos a cabo en las fiestas de la Pasión
del Salvador: ayuno, vigilias nocturnas y dedicación a la Palabra de Dios?
22. Estas cosas nos la ha conservado, con
gran exactitud, el varón mencionado en sus propios escritos, del mismo modo en
que sólo entre nosotros se ha ido observando hasta ahora. Refiere las noches
enteras de la gran fiesta, las prácticas que se realizaban en ellas y los
himnos que habitualmente leemos, y cómo, al mismo tiempo que uno solo va
salmodiando con ritmo y en orden, los restantes escuchan los himnos guardando
silencio y le acompañaban en el verso final.
También cuenta
cómo en los días especificados se acuestan en camas de paja, y no gustan vino
en modo alguno (así lo escribe textualmente), ni tampoco carne, sino que el
agua constituye su única bebida, y sal e hisopo como condimento del pan.
23. A todo ello añade el modo de la
precedencia de los que sostienen los cargos eclesiásticos, el ministerio de las
presidencias del episcopado, las cuales son las más elevadas de todas. Ahora
bien, quien ansíe tener un conocimiento exacto de todo esto lo hallará en el
mencionado relato del autor aludido.
24. El hecho de que Filón escribiera estas
cosas habiendo de antemano recibido a los primeros heraldos de la enseñanza del
Evangelio y de las costumbres transmitidas desde el comienzo por los apóstoles,
es evidente para todos.
XVIII
1. Bien conocedor de la lengua, de mente
despierta, magnífico y elevado en la contemplación de las Divinas Escrituras,
Filón compuso un comentario hábil y multiforme de las Santas Palabras. En
primer lugar trató, en orden consecutivo, los problemas del Génesis, en los
libros que tituló Alegorías de las leyes Sagradas,y luego, hasta cierto
punto, distinguió, hizo concordar y anuló capítulos dudosos de las Escrituras
en las obras que tituló Problemas y soluciones sobre el Génesis y sobre el
Éxodo,respectivamente.
2. Además tiene otros tratados sobre
algunos problemas estudiados individualmente; por ejemplo: dos Obras sobre
la agricultura, y otras dos Sobre la embriaguez, y otras con
varios títulos apropiados, como: Sobre las cosas que el sobrio entendimiento
desea y repudia, Sobre la confusión de las lenguas, Sobre la fuga
y la invención, Sobre la agrupación para la instrucción, Sobre
quién es el heredero de las cosas divinas, Sobre la división en partes
iguales y opuestas y Sobre las tres virtudes que Moisés describió junto
con otras.
3. Hay que añadir Sobre los cambios de
nombre y el porqué de esos cambios, en la que se dice que había
integrado los libros 1 y II de Sobre los testamentos.
4. También es autor de la obra Sobre
la migración y la vida del sabio perfecto de acuerdo con la justicia, o
Sobre las leyes no escritas.
También Sobre
los gigantes o Sobre la inmortalidad de Dios,y los libros I al IV de
Acerca de cómo, según Moisés, Dios envía los sueños. Así pues,
éstas son las obras de Filón sobre el Génesis que han llegado hasta nosotros.
5. No obstante, sobre el Éxodo conocemos
las siguientes: Problemas y soluciones, I y V de Sobre el tabernáculo,
Sobre los diez mandamientos, Sobre las leyes que especialmente se
refieren a los principales capítulos de los diez mandamientos, I y V
de Sobre los animales: de los sacrificios y tipos de sacrificios,
Sobre la recompensa de los buenos, y los castigos y maldiciones de los malvados
que se encuentran en la ley.
6.
Además de estas
obras se cree que son suyas otras referidas a un solo libro como: Sobre la
providencia. La obra que escribió Sobre los judíos, El político,
Alejandro o Sobre la razón que tienen los animales irracionales, y
también De cómo es esclavo todo hombre maligno, al que le sigue De
cómo es libre todo hombre bueno.
7. Posteriormente compuso Sobre la
vida contemplativa o Suplicantes, la cual hemos citado cuando
describíamos la vida de los hombres apostólicos; y también se creen suyas las Interpretaciones
de los nombres hebreos que se encuentran en la ley y los profetas.
8. Así pues, Filón llegó a Roma en
tiempos de Cayo, y se cuenta que su obra La tenaz teofobia de Cayo, a la
que por su habitual ironía tituló Sobre las virtudes, la leyó a todo el
Senado romano, en tiempo de Claudio, de modo que sus obras fueron admiradas,
hasta el punto de ser consideradas dignas de aparecer en las bibliotecas.
9. Por esas fechas, mientras Pablo se
hallaba en su viaje desde Jerusalén, y alrededores hasta el Ilírico, Claudio
expulsó a los judíos fuera de Roma, y Aquila y Priscila, junto con los demás
judíos, descendieron a Asia, donde vivían con el apóstol Pablo, que fortalecía
las iglesias de aquel lugar, las cuales él mismo había fundado recientemente.
Esto nos lo enseñan también las Santas Escrituras.
XIX
1. Cuando aún ostentaba el mando Claudio,
sucedió, en la fiesta de la Pascua, que surgió en Jerusalén una revuelta y un
tumulto tan exagerado, que sólo de los judíos apiñados violentamente en las
salidas del templo, murieron tres mil, pisoteados unos por otros, y la fiesta
se convirtió en luto público para todo el pueblo y en dolor para cada familia.
2. Luego, Claudio nombró como rey de los judíos a Agripa,
hijo de Herodes, y envió a Félix como gobernador de toda la región de Samaria,
de Galilea e incluso de la llamada Perea. Al cabo de trece años y ocho meses de
gobernar el imperio, murió Claudio y dejó a Nerón como sucesor en el mando.
XX
1. En tiempos de Nerón, siendo Félix
gobernador de Judea, cuenta Josefo, en el libro XX de sus Antigüedades, que
los sacerdotes se alzaron unos contra otros. Dice textualmente:
2. «Pero se encendió una revuelta entre los sumos sacerdotes
por un lado y los sacerdotes y dirigentes del pueblo de Jerusalén por el otro,
y cada uno de ellos formé una tropa de hombres de los más audaces y
revolucionarios para sí mismo, y él era su jefe. Cuando se oponían, se
injuriaban unos a otros y lanzaban piedras. No había absolutamente nadie para
reprimirlo, sino que todo esto se realizaba libremente, como en una ciudad sin
gobierno.
3. »Y la desvergüenza y el valor de los
sumos sacerdotes llegó hasta tal extremo que se atrevieron a enviar esclavos a
las eras para recoger los diezmos debidos a los sacerdotes. Incluso sucedió que
se podía ver a los pobres sacerdotes muriendo de necesidad. De este modo la
violencia de los revolucionarios dominaba toda justicia.»
4. De nuevo el mismo escritor cuenta que
por aquel tiempo apareció en Jerusalén un cierto tipo de bandidos que, según
afirma, en pleno día y en el centro de la ciudad asesinaban a cualquier persona
que encontraban.
5. Principalmente en los días de fiesta,
mezclásdose entre la multitud y llevando pequeñas dagas ocultas entre sus
ropas, herían a sus adversarios. Cuando éstos caían, los propios asesinos
formaban parte de los que se indignaban; y debido a su apariencia de honradez
manifiesta a todos, no los podían descubrir.
6. El primer asesinado por ellos fue el
sumo sacerdote Jonatán, y trás él fueron matando a muchos más a diario. Con
todo esto, el temor vino a ser más terrible que la desgracia, porque, como en
la guerra, todos esperaban la muerte a cada instante.
XXI
1. Después de lo anterior añade la
siguiente información: «El pseudoprofeta egipcio acarreó a los judíos mayores
males que éstos con una gran plaga. Efectivamente, se presentó en aquella
tierra como hechicero y se procuró la confianza de un profeta. Entonces reunió
cerca de treinta mil personas engañadas y las condujo desde el desierto hasta
el monte llamado de los Olivos, desde donde atacaría a Jerusalén y tomaría lá
guardia romana y el pueblo, usando, como un tirano, el grupo armado que se
había unido a él.
2. »No obstante, Félix anticipó su asalto
oponiéndosele con los soldados romanos, y todo el pueblo colaboré en la
defensa, de suerte que cuando se entabló el combate, el egipcio huyó con
algunos pocos, pero la mayoría de los que le habían seguido murieron o fueron
capturados».
3. Esto se halla en el libro II de las Guerras
de Josefo. Sin embargo, merece la pena conocer lo que se dice allí y
también lo que se menciona en los Hechos de los Apóstoles acerca del egipcio en
el pasaje en el que, en tiempos de Félix, el tribunal preguntó a Pablo en
Jerusalén (cuando una multitud de judíos se había alzado contra él): «¿No eres
tú aquel egipcio que levantó una sedición antes de estos días, y sacó al
desierto los cuatro mil sicarios?» Todo esto tuvo lugar en tiempos de Félix.
XXII
1. Nerón envió como sucesor de Félix a
Festo, y bajo su mandato Pablo, tras sostener su causa, fue conducido cautivo a
Roma. Estaba con él Aristarco, al que con razón en algún punto de su Epístola
llama compañero de prisiones. También Lucas, quien consignó por escrito los
Hechos de los Apóstoles, termina su relato con estos sucesos, mostrando que
Pablo estuvo dos años enteros en Roma sin opresión y allí predicaba la Palabra
de Dios libremente.
2. Según la tradición, el apóstol expuso
entonces su defensa y de nuevo partió para seguir en su ministerio de la
predicación, pero cuando por segunda vez llegó a Roma, murió martirizado en
tiempo del mismo emperador. Estando esta vez en sus prisiones compuso la
Segunda Epístola a Timoteo, en la que hace mención de su defensa y de su muy
pronta muerte.
3. Considera su propio testimonio acerca
de todo esto: «En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos
me desampararon; no les sea tomado en cuenta. Pero el Señor estuvo a mi lado, y
me dio fuerzas, para que por mí fuese cumplida la predicación, y que todos los
gentiles oyesen. Así fui librado de la boca del león».
4. Con esto manifiesta claramente que la
primera vez, para que fuese cumplida su predicación, fue librado de la boca del
león, haciendo alusión, según parece, a Nerón y su crueldad. Sin embargo, no
añade a continuación nada semejante a «me librará de la boca del león», pues
sentia en su corazón que su muerte estaba cercana.
5. Por ello, a «fui librado de la boca del león» añade: «El
Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para su reino celestial»,
aludiendo así a su propio martirio. Y este hecho lo especiflca un poco antes,
cuando dice: «Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi
partida está cercano».
6. Ahora bien, en su Segunda Epístola a
Timoteo dice que cuando la escribía se hallaba con él Lucas, pero que en su
primera defensa ni siquiera éste. De ello entendemos que Lucas acabó de
escribir los Hechos de los Apóstoles por aquel tiempo, contando lo que pasé
cuando estuvo Pablo.
7. Esto lo decimos para demostrar que el
fin de Pablo no se llevó a cabo en su primera estancia en Roma, descrita por
Lucas.
8. Quizás Nerón fuera más benévolo en el
principio, de modo que era más fácil que aceptara la defensa de Pablo en favor
de sus creencias; pero al progresar en sus atrevimientos criminales, arremetió
contra los apóstoles como contra todos los demás.
XXIII
1. Los judíos, cuando vieron perdida la
esperanza que les animé a tramar un complot contra Pablo (pues éste, al apelar
al César, fue enviado por Festo a Roma), se dirigieron contra Jacobo
(Santiago), el hermano del Señor, a quien los apóstoles entregaron el trono del
episcopado de Jenisalén. Del modo siguiente osaron actuar contra él:
2. Lo colocaron en el medio e intentaron
hacerle negar la fe en Cristo ante todo el pueblo. Pero él, para sorpresa de
todos, con una voz libre empezó a hablar con mayor seguridad de lo previsto y
confesaba que nuestro Salvador y Señor Jesús es el hijo de Dios. Ya no pudieron
soportar el testimonio de un hombre tan grande, el cual era considerado el más
justo de todos por la altura de sabiduría y piedad que había alcanzado a lo
largo de toda su vida, y lo asesinaron, aprovechando la anarquía debida a que,
muerto por aquel tiempo Festo en Judea, la dirección del país quedó sin
gobernar y sin control.
3. En una cita de Clemente mencionada
anteriormente, se ha expuesto con claridad cómo se llevó a cabo la muerte de
Jacobo; en ella relata que fue lanzado desde el pináculo del templo y le
golpearon con palos hasta la muerte. Sin embargo, es Hegesipo (miembro de la
sucesión de los apóstoles) quien expone más exactamente su vida; en el libro V
de sus Memorias se refiere lo siguiente:
4. «Jacobo, el hermano del Señor, es el
sucesor, con los apóstoles, del gobierno de la iglesia. A éste todos le llaman
"Justo" ya desde el tiempo del Señor y hasta nosotros, porque muchos
se llamaban Jacobo.
5. »No obstante, sólo él fue santo desde el vientre de su
madre; no bebió vino ni bebida fermentada; ni tocó carne; no pasó navaja alguna
sobre su cabeza ni fue ungido con aceite; y tampoco usó del baño.
6. »Sólo él tenía permitido introducirse
en el santuario, porque su atuendo no era de lana, sino de lino. Asimismo,
únicamente él entraba en el templo, donde se hallaba arrodillado y rogando por
el perdón de su pueblo, de manera que se encallecían sus rodillas como las de
un camello, porque siempre estaba prosternado sobre sus rodillas humillándose
ante Dios y rogando por el perdón de su pueblo.
7. »Por la exageración de su justicia le
llamaban "Justo" y "Oblías , que en griego significa protección
del pueblo y justicia, del mismo modo que los profetas dan a entender acerca de
él.
8. »Algunas de las siete sectas del
pueblo, las que ya mencioné antes (en las Memorias), procuraban aprender
de él acerca de la puertade Jesús, y él les decía que se trataba del Salvador.
9. »Unos cuantos de ellos creyeron que
Jesús era el Cristo. Pero las sectas, a las que hemos aludido, no creyeron en
la resurrección ni en su inminente regreso para pagar a cada uno según sus
obras; no obstante, todos los que creyeron lo hicieron por medio de Jacobo.
10. »Muchos fueron los convertidos,
incluso entre los principales, y por ello hubo alboroto entre los judíos, los
escribas y los fariseos, y decían que el pueblo peligraba aguardando al Cristo.
Reuniéndose entonces ante Jacobo le decían: "Te lo rogamos: sujeta al
pueblo, pues se encuentran engañados acerca de Jesús y creen que él es el
Cristo.
Te rogamos que
aconsejes, acerca de Jesús, a cuantos acudan el día de la Pascua, pues todos te
obedecemos. Porque nosotros y todo el pueblo damos testimonio de que tú eres
justo y no haces acepción de personas.
11. »"Así pues, persuade a la
multitud para que no yerre acerca de Cristo. Pues todo el pueblo y nosotros te
obedecemos. Mantente en pie sobre el pináculo del templo, para que desde esa
altura todo el pueblo te vea y oiga tus palabras. Ya que por la Pascua se unen
todas la tribus, incluyendo a los gentiles."
12. »De este modo los aludidos escribas y
fariseos colocaron a Jacobo sobre el pináculo del templo, y estallaron a gritos
diciendo: "¡Tú, el Justo!, al que todos nosotros debemos obedecer,
explícanos cuál es la puerta de Jesús, pues todo el pueblo está engañado,
siguiendo a Jesús el Crucificado."
13. »Entonces él contestó con voz potente:
"¿Por qué me interrogáis acerca del hijo del hombre? ¡El está sentado a la
diestra del gran poder, y pronto vendrá sobre las nubes del cielo!"
14. »Y muchos creyeron de corazón y, por
el testimonio de Jacobo, alabaron diciendo: "¡Hosanna al hijo de
David!"; pero entonces, de nuevo los mismos escribas y fariseos
comentaban: "Hemos actuado erróneamente al procurar un testimonio tan grande
en contra de Jesús, pero subamos y arrojemos a éste, para que se confundan y no
crean en él."
15. »Así, gritaban diciendo: "¡Oh!,
¡oh! también el Justo anda en error", y con este acto cumplieron la
escritura en Isaías: "(Saquemos al Justo, porque nos es embarazoso.)
Entonces comerán los frutos de sus obras"
16. »Entonces subieron y lanzaron abajo al
Justo. Luego comentaban: "Apedreemos a Jacobo el Justo , y empezaron a
apedrearlo, pues no había muerto al ser arrojado. Pero él, volviéndose, hincó
las rodillas diciendo: "Señor, Dios Padre, te lo suplico: perdónalos,
porque no saben lo que hacen."
17. »Mientras lo apedreaban, un sacerdote
de los hijos de Recab, hijo de Recabín, de los que el profeta Jeremías dio
testimonio, rompió a gritar diciendo: "Deteneos, ¿qué hacéis? El Justo
pide por nosotros."
18. »Y cierto hombre entre ellos, un
batanero, golpeó al Justo en la cabeza con el mazo que usaba para batir las
prendas, y de éste modo fue martirizado Jacobo.
»Y allí le
enterraron al lado del templo, y su columna todavía permanece cerca del templo.
Fue un testigo verdadero para los judíos y griegos de que Jesús es el Cristo. E
inmediatamente Vespasiano asedió Jerusalén.»
19. Ésta es la amplia exposición de
Hegesipo, que coincide con Clemente. Jacobo fue tan maravilloso y su justicia
era conocida por todos los demás de tal modo, que hasta los judíos prudentes
creían que éste era el motivo del asedio a Jerusalén (que tuvo lugar en el
mismo momento en que le martirizaron) y que les sobrevino únicamente debido al
sacrilegio perpetrado contra él.
20. Naturalmente, Josefo no se abstuvo de
dar testimonio escrito de estos hechos con las siguientes palabras: «Esto vino
sobre los judíos como venganza de Jacobo el Justo, quien era hermano de Jesús,
llamado el Cristo, porque a pesar de ser un varón extremadamente justo le
dieron muerte».
21. El mismo Josefo relata su muerte en el
libro XX de sus Antigüedades como sigue: «El césar, cuando supo la
muerte de Festo, envió a Albino como gobernador de Judea. Mas Ananos el Joven,
el cual, como ya mencionamos, recibió el sumo sacerdocio, era
extraordinariamente audaz y valeroso y también pertenecía a la secta de los
saduceos, los cuales son en los juicios los más severos de todos los judíos, de
acuerdo con lo indicado con anterioridad.
22. »Debido a su carácter, Ananos pensó
tener una buena oportunidad cuando, habiendo muerto Festo, Albino aún estaba en
camino, y, así, convocó una asamblea de jueces y, tras llevar a ella a Jacobo
el hermano de Jesús, el llamado Cristo, y a unos pocos más, les acusó de
infringir la ley y los entregó con el propósito de que fueran apedreados.
23. »Sin embargo, cuantos eran conocidos
por ser los ciudadanos más honrados y los que con mayor exactitud observaban
las leyes, se apresuraron por estos hechos y se pusieron en contacto
secretamente con el rey, rogándole que escribiera a Ananos para que no llevara
a cabo su propósito; pues no se había comportado rectamente ya desde el mismo
principio. Algunos llegaron al extremo de ir al encuentro de Albino, que se
hallaba en su viaje desde Alejandría, para comunicarle que Ananos no tenía
ningún derecho a convocar ninguna asamblea sin su aprobación.
24. »Albino se convenció de estas
palabras, y escribió enojado a Ananos amenazándole con hacer justicia. Por ello
el rey Agripa le cesó en el sumo sacerdocio, que hacía tres meses que
ostentaba, y estableció en su lugar a Jesús, hijo de Dameo.» Todo esto es lo
que se cuenta acerca de Jacobo (o sea, Santiago), de quien se dice ser la
primera de las epístolas llamadas universales.
25. Pero es necesario conocer que muchos
de los antiguos no hacen mención de ella, ni tampoco de la llamada de Judas,
que también pertenece a las siete llamadas universales. Pero, a pesar de ello,
me consta que tanto éstas como las otras se usan en público en la mayoría de
las iglesias.
XXIV En el octavo año del reinado de Nerón,
Aniano fue el primero en tomar por sucesión, después de Marcos el evangelista,
el gobierno de la iglesia de Alejandría.
Acerca de la persecución,
bajo Nerón, con la que Pablo y Pedro se adornaron con el martirio por la
religión
XXV
1. Cuando el poder de Nerón estuvo bien
afianzado, y habiendo llevado a cabo actos profanos, se armó contra la
mismísima religión del Dios del universo. No obstante, está fuera de los
objetivos de la presente obra el relatar los extremos de su perversidad.
2. Porque, gracias a que muchos lo han
relatado con gran precisión, quien lo desee podrá examinar perfectamente en sus
escritos la extremadamente funesta locura de este singular hombre, el cual,
dirigido por ella, causó la destrucción a muchos sin razón alguna, y a tal
punto llegó su sed de asesinato que no se detuvo ni ante los parientes más
cercanos y amados, sino que hizo sufrir con distintos tipos de muerte a su
madre, a sus hermanos y a su esposa junto, con muchos otros familiares, como si
se tratara de adversarios y enemigos.
3. Pero a todos estos detalles falta
añadir acerca de él, que es el primer emperador en proclamarse enemigo del
culto a Dios.
4. A él de nuevo lo menciona el autor
latino Tertuliano cuando dice lo siguiente: Rrevisad vuestras memorias
históricas. Allí observaréis que Nerón fue el primero en perseguir esta
creencia, especialmente cuando hubo sometido todo el oriente, y era inhumano
con todos.
»Para nosotros
es un gozo tener a este causante de nuestro castigo, pues la persona que le
conozca sabrá que nada que no fuera un gran bien podía ser condenado por
Nerón».
5. Según todo esto, el proclamado primer luchador en contra
de Dios, entre muchos más, se ocupó en dar muerte a los apóstoles. Pues se
cuenta que Pablo fue decapitado en la misma Roma, y Pedro, a su vez, fue
crucificado bajo su mando. Y este relato viene secundado por la denominación de
«Pedro y Pablo» para los cementerios, que se mantiene todavía hoy en aquel
lugar.
6. También lo afirma, y no con menor certidumbre,
un varón eclesiástico llamado Cayo, que vivió durante el obispado en Roma de
Ceferino. Este Cayo, en una disputa escrita con Proclo, jefe de la secta de los
Catafrigios, habla acerca de los lugares donde se hallan los santos restos de
los apóstoles que hemos mencionado, y dice lo siguiente:
7. «Pero yo puedo mostrar los trofeos de
los apóstoles. Pues si deseas ir al Vaticano o al camino de Ostia, verás los
trofeos de aquellos que fundaron esta iglesia».
8. El obispo de Corinto, Dionisio, en su
correspondencia con los romanos, confirma el hecho de que ambos (Pablo y Pedro)
fueron martirizados al mismo tiempo, como sigue: «Vosotros también habéis
unido, mediante esta advertencia, la obra plantada por Pedro y la que plantó
Pablo, la de los romanos y la de los corintios. Pues ambos, una vez que
plantaron en nuestra Corinto, los dos nos instruyeron, y, tras enseñar en
Italia en el mismo lugar, ambos fueron martirizados a la vez.» Sea esto también
una confirmación de lo que hemos mencionado.
XXVI
1. Josefo, cuando refiere con gran
cantidad de detalles las desgracias que sobrevinieron a todo el pueblo judío,
dice, junto con muchas otras cosas, que los más ilustres judíos, tras ser
atormentados con los azotes, fueron crucificados por Floro en la propia Jerusalén.
Añade también que Floro era gobernador de Judea cuando se inició nuevo de la
guerra en el duodécimo año del imperio de Nerón.
2. A continuación dice que, después de la
revuelta de los judíos, una terrible confusión agobió a toda Siria. Todos los
de esta raza eran ultrajados cruelmente por doquier por los mismos ciudadanos,
como si fueran enemigos, de modo que se veían las ciudades llenas de cadáveres
sin sepultura. Cuerpos de ancianos muertos se hallaban lanzados junto con los
niños, y de mujeres con sus vergüenzas descubiertas, y la provincia entera
estaba repleta de desgracias inexplicables. No obstante, la fuerza de lo que se
estaba forjando era peor que los crímenes del momento. Hasta aquí Josefo.
Ésta era la
situación en que se encontraban los judíos.
Fuente: Historia Eclesiástica, de Eusebio de
Cesarea, tomo I. Editorial CLIE www.clie.es
HISTORIA
ECLESIÁSTICA
Eusebio
de Cesarea
Libro 3
Lugares en los que los apóstoles predicaron
a Cristo
I 1. Así, pues, se hallaban los judíos
cuando los santos apóstoles de nuestro Salvador y los discípulos fueron
esparcidos por toda la tierra. Tomás, según sostiene la tradición, recibió
Partia; Andrés, Escitia, y Juan, Asia, y allí vivió hasta morir en Éfeso.
2. Pedro parece que predicó en el Ponto,
en Galacia, en Bitinia, en Capadocia y en Asia a los judíos en la dispersión y,
finalmente, cuando llegó a Roma, fue crucificado invertido, como él mismo había
creído conveniente padecer.
3. ¿Qué diremos de Pablo, el cual,
partiendo de Jerusalén y hasta el Ilírico, llevó a término el evangelio de
Cristo y al final fue martirizado en Roma durante el reinado de Nerón? Estos
detalles los cuenta Orígenes literalmente en el tomo III de sus Comentarios
al Génesis.
Quién fue el primero en dirigir la iglesia
de Roma
II
1.Lino fue el primero en ser elegido para
el episcopado de la iglesia de Roma después del martirio de Pablo y de Pedro.
Esto lo recuerda Pablo al escribir a Timoteo desde Roma, en la salutación al
final de la espístola.
Acerca de las epístolas de los apóstoles
III
1. Sólo se reconoce una Epístola de
Pedro. Ésta la usaban los antiguos ancianos como irrefutable en sus propias
obras, pero la que llaman Segunda Epístola no ha sido aceptada como
testamentaria. No obstante, ya que muchos la han considerado útil, ha sido
respetada junto con las otras Escrituras.
2. Referente a los Hechos que
llevan su nombre, al Evangelio llamado con su nombre, a la predicación que dice
ser suya y al escrito que llaman Apocalipsis, nos consta que no aparece en
absoluto en los escritos apostólicos, porque ningún escritor eclesiástico,
antiguo o contemporáneo, se ha servido jamás de testimonios procedentes de
ellos.
3. Más adelante en esta historia haré a
propósito que, con las sucesiones, se muestren también los escritos
eclesiásticos que en cada época utilizaron los libros que se han discutido,
cuáles usaron y qué dicen con relación a los libros testamentarios
admitidos y acerca de los que no lo son.
4. No obstante, las obras que se llaman de Pedro, de las que
sólo una epístola se conoce como auténtica y admitida entre los antiguos
ancianos, son las ya mencionadas.
5. Pero las catorce Epístolas son claras y
evidentemente de Pablo, aunque no sería justo olvidar que algunos no han
aceptado la Epístola a los Hebreos arguyendo que la iglesia de Roma
niega que sea de Pablo. En el momento conveniente explicaré lo que comentaron
acerca de esta epístola los autores anteriores a nosotros. De ningún modo he
recibido entre los discutidos a los Hechos que dicen ser de él.
6. Ya que el mismo apóstol, en su
salutación final de la Epístola a los Romanos, hace mención, junto con
otros, de Hermas (de quien, según dicen, es el libro del Pastor),es
preciso ser consciente de que mientras unos lo rechazan y por su causa no lo
incluye entre los aceptados, otros lo han considerado en extremo necesario, muy
especialmente para aquellos que necesitan una introducción inicial. Por ello,
nos consta que se ha utilizado públicamente en las iglesias y entendemos que ya
lo usaron los más antiguos escritores.
7. Todo esto sea suficiente a modo de
exposición de las Escrituras de Dios indiscutidas de las que no todos aceptan.
Acerca de la primera sucesión apostólica
IV
1. Ciertamente, que Pablo predicó a los
gentiles y estableció los fundamentos de las iglesias, desde Jerusalén
avanzando hasta el Ilírico, es evidente por sus propias palabras y por lo que
relata Lucas en los Hechos.
2. De lo que dice Pedro en su Epístola
(la que ya mencionamos y que es aceptada) que escribe a los hebreos de la
dispersión en el Ponto, en Galacia, en Capadocia, en Asia y en Bitinia, se
aprecia con plena certidumbre en qué regiones predicó él mismo a Cristo y dio a
conocer la Palabra del Nuevo Testamento a los de la circuncisión.
3. Pero no es fácil dar el número y el
nombre de los convertidos en hombres esforzados y sinceros que fueron estimados
como capacitados para apacentar las iglesias que fundaron los apóstoles, si no
es por lo que se recoge de las palabras de Pablo.
4. De hecho hubo muchísimos colaboradores
suyos y, como él mismo los llama, compañeros de milicia. A los más de ellos los
tiene por dignos de recuerdos indestructibles, incluyendo extensamente su
testimonio en su propia Epístola; y, además, también Lucas en los Hechos
enumera los discípulos de Pablo, indicando su nombre.
5. Así pues, explica que Timoteo fue el primer escogido para
el episcopado de la religión en Éfeso, y que Tito lo fue en las iglesias de
Creta.
6. Lucas, procedente de una familia de
Antioquía, y siendo médico, acompañó a Pablo la mayor parte del tiempo. No
obstante, su contacto con los restantes apóstoles no fue accidental; de ellos
asimiló la terapéutica de las almas, de la que nos ha transmitido algunas
muestras en los libros divinamente inspirados: en el Evangelio, del cual da
testimonio que lo compuso de acuerdo con lo que le entregaron los que desde el
principio presenciaron los hechos y se convirtieron en servidores de la
Palabra, y a todos ellos dice que siguió atentamente desde el primer momento; y
en los Hechos de los Apóstoles, que redactó, ya no siguiendo de oídas, sino con
los detalles que recogió con sus propios ojos.
7. Además, se dice que habitualmente
Pablo mencionaba este Evangelio como si fuera suyo propio cada vez que
escribía: «conforme a mi Evangelio».
8. De los demás seguidores de Pablo, hay
testimonios de que Crescente fue enviado por él a las Galias, y Lino, el que
menciona que está con él en Roma en la Segunda Epístola a Timoteo, vimos
claramente que fue el primero en recibir el episcopado de la iglesia en Roma
después de Pedro.
9. Pero Pablo también da testimonio de
que Clemente (el cual, a su vez, fue establecido tercer obispo de la iglesia de
Roma) fue su colaborador y compañero de combate.
10. A todo esto cabe añadir aquel
areopagita llamado Dionisio, del cual Lucas escribió en los Hechos, que fue el
primer creyente después del discurso de Pablo a los atenienses en el Areópago.
Además, otro antiguo Dionisio, pastor de la región de Corinto, dice que este
areopagita fue el primer obispo de Atenas.
11. Ahora bien, ya iremos mencionando a su
tiempo todo lo concerniente a la sucesión de los apóstoles según avancemos en
el camino. Ahora sigamos el curso de la narración.
Acerca de los últimos tormentos de los
judíos después de Cristo
V 1. Tras ostentar Nerón el poder durante
trece años, y habiendo tenido lugar los reinados de Galba y de Otón en el
espacio de un año y seis meses, Vespasiano, que había sido notable en los
ataques a los judíos, fue designado emperador en Judea una vez que se le nombró
públicamente como jefe supremo del ejército que le había acompañado a aquel
lugar. Inmediatamente salió para Roma y confió la guerra contra los judíos en
manos de su hijo Tito.
2. Ahora bien, los judíos, después de la
ascensión de nuestro Salvador, culminaron su crimen contra él con la concepción
de innumerables maquinaciones contra sus apóstoles. El primero fue Esteban, al
cual aniquilaron con piedras; luego Jacobo, hijo de Zebedeo y hermano de Juan,
que fue decapitado; y finalmente Jacobo, el que fue escogido en primer lugar
para el trono episcopal de Jerusalén, después de la Ascensión de nuestro
Salvador, y que murió del modo mencionado. Todos los demás apóstoles fueron
amenazados de muerte con innumerables maquinaciones, y fueron expulsados de
Judea y se dirigieron a todas las naciones para la enseñanza del mensaje con el
poder de Cristo, que les había dicho: «Id, y haced discípulos a todas las
naciones».
3. Además de éstos, también el pueblo de
la iglesia de Jerusalén recibió el mandato de cambiar de ciudad antes de la
guerra y de vivir en otra ciudad de Perea (la que llaman Pella), por un cráculo
transmitido por revelación a los notables de aquel lugar. Así pues, habiendo
emigrado a ella desde Jerusalén los que creían en Cristo, como si los hombres
santos hubiesen dejado enteramente la metrópoli real de los judíos y toda
Judea, la justicia de Dios vino sobre los judíos por el ultraje al que
sometieron a Cristo y a sus apóstoles, e hizo desaparecer totalmente de entre
los hombres aquella generación impía.
4. En los relatos que escribió Josefo se
describen con toda exactitud los males que en ese momento sobrevinieron a todo
el pueblo judío en todo lugar; cómo principalmente los habitantes de Judea
fueron agobiados hasta el extremo de las desgracias; cuántos miles de jóvenes y
de mujeres, juntamente con sus niños, cayeron a espada, por hambre y por muchos
otros tipos de muerte; cuántos y cuáles ciudades de Judea fueron sitiadas; cuán
grandes desgracias, y más que desgracias, presenciaron los que fueron en su
huida a Jerusalén, ya que era la metrópoli más fuerte; el desarrolllo de
la guerra y lo que tuvo lugar en ella en cada momento; y, finalmente, cómo la
abominación desoladora que proclamaron los profetas se asentó en el mismo
templo de Dios, en gran manera notable antiguamente; y entonces sufrió todo
tipo de destrucción hasta su desaparición final por el fuego.
5. Merece la pena señalar que el mismo autor afinuia que los
que, procedentes de toda Judea, se apiñaron en los días de la fiesta de la
Pascua, en Jerusalén, como en una prisión, usando sus propias palabras, fueron
alrededor de tres millones.
6. Era preciso, pues, en los mismos días
en los que habían llevados cabo la Pasión del Cristo de Dios, bienhechor y
Salvador de todos, que, como encerrados en una prisión, recibieran el azote que
les daba alcance viniendo de la justicia Divina.
7. Así pues, dejando aparte los
acontecimientos que les sobrevinieron y cuántas veces fueron entregados a
espada o de diversos modos, sólo me ha parecido oportuno mostrar las desgracias
originadas por el hombre, a fin de que los que obtengan este escrito vean,
parcialmente, cómo les daba alcance al poco tiempo el castigo procedente de
Dios por causa de su crimen cometido en contra del Cristo de Dios.
Acerca del hambre que angustió a los judíos
VI
1. Toma, pues, entre tus manos el libro V
de de las Guerras de los judíos de Josefo y lee la tragedia que sucedió
entonces: «Para los ricos, quedarse significaba la perdición, pues con la
excusa de deserción mataban a cualquiera por causa de sus bienes. Con el hambre
crecía también la demencia de los rebeldes y cada día ambas se enardecían
terriblemente.
2. »El trigo no era visible en lugar
alguno, pero ellos se lanzaban dentro de las casas y las registraban. Cuando lo
encontraban los maltrataban por haber negado, pero si no lo hallaban, los
atormentaban por haberlo escondido con tanta precaución. La evidencia de tener
o no tener eran los cuerpos de los desafortunados: los que todavía se mantenían
en pie daban la impresión de poseer gran cantidad de alimentos; sin embargo,
los que ya estaban consumidos, los dejaban, pues creían que no era lógico matar
a los que estaban a punto de morirse de necesidad.
3. »Muchos cambiaban furtivamente sus
posesiones por una medida de trigo, los más ricos; o de cebada, los más pobres.
Luego, encerrándose en lo más recondito de sus casas, y debido al escozor de la
necesidad, algunos comían el grano crudo y otros lo cocían a medida que lo
requería la necesidad y el temor. Tampoco se ponía la mesa.
4. »Pues sacando del fuego los alimentos
aún crudos, se los tragaban. La comida era miserable ala visión conmovedora;
los más fuertes abusando, los más débiles quejándose.
5. »El hambre supera todo sufrimiento, pero nada destruye
tanto como el honor, pues aquello que de otro modo se aceptaría como digno de
consideración, en esta situación se menosprecia. Las mujeres por ejemplo,
quitaban la comida de la boca de sus maridos, los hijos de la de los pobres, y
lo más deplorable, las madres de Las de sus niñitos, y a pesar de que los seres
más queridos se iban acabando entre sus manos, ningún tropiezo existía para
llevar las últimas gotas de vida.
6. »Y aunque comían de este modo, no
pasaban desapercibidos y los rebeldes en todo lugar se cansaban sobre estas
presas. En el momento que observaban una casa cerrada, era indicio de que los
que se hallaban en el interior estaban provistos de alimentos, y en seguida,
cargándose las puertas, arremetían hacia dentro, y únicamente les quedaba
aferrarse a las gargantas para sacarles el bocado.
7. »Azotaban a los ancianos que retenían
los alimentos, y a las mujeres que ocultaban entre sus manos lo que les
quedaba, les arrancaban la cabellera. No existía la compasión ni para los
ancianos ni para los niños, sino que, alzando a los niños que no soltaban su
bocado, los lanzaban contra el suelo. Pero aun eran mas inhumanos con aquellos
que anticipaban su llegada y se habían tragado lo que ellos les iban a
arrebatar, pues se consideraban agraviados.
8. »Ideaban terribles métodos de tortura
para encontrar los alimentos. Cerraban la uretra de los desafortunados con
granos de legumbres y les atravesaban el recto con palos afilados. Se sufrían
tormentos aterradores para el oído simplemente hasta conseguir la confesión de
un solo pan o para revelar un solo puñado de harina.
9. »Pero los torturadores no sufrían el
hambre (pues su crueldad sería menor si se encontraban en necesidad), porque
practicando su demencia iban procurándose de antemano provisiones para los días
que tenían que llegar.
10. »Iban al encuentro de los que durante
la noche salían arrastrándose hasta la avanzada romana para reunir legumbres
silvestres y hierbas. Y cuando ya creían que habían burlado a los
enemigos, entonces les arrebataban lo que llevaban, y por mucho que suplicaran
invocando por el sagrado nombre de Dios para que les dieran alguna porción de
lo que habían traído, estando en tan grande peligro, ni así se lo daban, y
podían contentarse si no parecían además de ser despojados».
11. Además de otros detalles, añade lo
siguiente: «A los judíos les truncaron, junto con las salidas, toda esperanza
de salvación, y el hambre, descendiendo por cada casa y en cada familia,
consumía al pueblo. Las estancias se llenaban de mujeres y de niños de pecho
que habían perecido, y los callejones de ancianos muertos.
12. »Los niños y los jóvenes, hinchados
como sombras, pasaban por las plazas y caían donde les sobrevenía el dolor. Los
enfermos eran incapaces de sepultar a sus familiares, y los que podían se
negaban por la gran cantidad de cadáveres y su propio destino dudoso. Muchos,
pues, caían sin vida al lado de los que acababan de enterrar, mientras que
otros muchos se dirigían a sus sepulcros antes que la necesidad lo
prescribiera.
13. »En todas estas desgracias no había
canto fúnebre ni lamento. En su lugar, el hambre censuraba al sufrimiento, y
los que morían observaban con ojos secos a los que les habían precedido en la
muerte. Un profundo silencio y una noche colmada de muerte encerraba la ciudad.
14. »Pero lo más terrible eran los
ladrones. Pues, entrando en las casas, a modo de saqueadores de tumbas,
despojaban a los cadáveres y, tras retirar las cubiertas de los cuerpos, salían
riéndose. También probaban el filo de sus espadas con los cadáveres y, con su
prueba del hierro, atravesaron a algunos que, aunque habían caído, estaban
vivos.
»No obstante,
si alguien les suplicaba que hicieran uso de sus espadas y de su fuerza en él,
lo abandonaban al hambre, ignorándole. Y todos los que expiraban fijaban su
mirada en el templo dejando vivos a los rebeldes.
15. »Los propios rebeldes primero ordenaban sepultar a los
muertos, a cargo del tesoro público, porque no aguantaban el hedor. Pero,
posteriormente, cuando ya no se daba abasto, los lanzaban por encima de las
murallas a los precipicios. Tito, cuando los vio llenos de cadáveres y el
espeso líquido que fluía de los cuerpos en putrefacción, se lamentó, y alzadas
sus manos tomó a Dios por testigo de que no era obra suya.»
16. Al cabo de otras cosas acaba diciendo:
«No podría retenerme de mencionar lo que me indican mis sentimientos. Es mi
opinión que si los romanos se hubieran retardado en su ataque contra los
ofensores, una sima hubiera abatido la ciudad, o hubiera sido inundada, o los
rayos de Sodoma le hubieran dado alcance, porque esa generación era mucho más
impía de lo que fueron los que llevaron estos castigos. De este modo, por causa
de la demencia de ellos, todo el pueblo pereció con ellos.»
17. En el libro VI también escribe como
sigue: «De los que murieron por el hambre en la ciudad el número era ilimitado,
y los sufrimientos que tuvieron lugar, indescriptibles. En toda casa, si en
algún lugar se vislumbraba una mera sombra de comida, se entablaba una guerra y
llegaban a las manos los que más se querían, con el fin de arrancarse el
misersable recurso de vida. La necesidad no tenía confianza ni siquiera en los
moribundos.
18. »Los ladrones inspeccionaban también a
los que estaban por morirse, por si se diera el caso de que mantenían algún
alimento escondido entre los pliegues de su vestido pretendiendo estar muertos.
Algunos, boquiabiertos por la falta de alimento, semejantes a perros rabiosos,
iban tropezando y, desencajados, arremetían contra las puertas a modo de
borrachos y, en su debilidad, penetraban en las mismas casas dos y hasta tres
veces en una hora.
19. »Por la indigencia se ponían cualquier
cosa en la boca, y si lograban reunir algo indigno, incluso para los animales
irracionales más inmundos, se lo llevaban para comérselo. De este modo, al
final ya no se retenían ante sus cinturones ni zapatos, y sacando las pieles de
sus escudos, las devoraban. Algunos se alimentaban también con pedazos de
hierba vieja, mientras que otros, recogiendo fibras de plantas, vendían una
ínfima parte por cuatro dracmas áticos.
20. » ¿Y qué diremos de la desvergüenza de
la gente desalentada por el hambre? Porque estoy a punto de poner de manifiesto
unos actos que no se hallan registrados ni entre los griegos ni entre los
bárbaros, escalofriantes para contarlos e increíbles para escucharlos. Por mi
parte, para que no considerasen que estoy inventando para el futuro, con mucho
gusto ignoraría tal desgracia si no se diera el caso de que dispongo de
innumerables testigos contemporáneos. Y, por otro lado, concedería a mi patria
un favor estéril si dejara en silencio sus sufrimientos reales.
21. »Así pues, una mujer residente en el
otro lado del Jordán, de nombre María, hija de Eleazar, de la aldea de Batezor
(que quiere decir «casa de Hisopo»), distinguida por su familia y su riqueza,
se refugió en Jerusalén con la restante multitud y con ellos sufría el asedio.
22. »Los tiranos le robaron todas las
otras posesiones que ella había aprovisionado y transportado desde Perea hasta
la ciudad. El resto de sus bienes y algo de comida que vieron los hombres
armados que entraba cada día, se lo fueron quitando. La indignación de aquella
mujer era terrible, y a menudo vituperaba y maldecía a los bandidos con el
único resultado de excitarlos contra su persona.
23. »Y como fuere que nadie la mataba
(exasperados o compadecidos), y fatigada de buscar alimentos para otros, pues
de todos modos ya era imposible buscar, oprimiéndole el hambre las entrañas y
la médula y más enfurecida que hambrienta, se hizo de la ira y de la necesidad
como consejeros, apresuró contra la naturaleza y, agarrando a su hijo de pecho,
dijo:
24. »"¡Desventurada criatura! En la
guerra, en el hambre y en la revuelta, ¿para quién te cuidaré? Si llegamos a
parar vivos en las manos de los romanos, la esclavitud. Pero el hambre llega
antes que la esclavitud y los rebeldes son más terribles que ambas opciones.
¡Venga, pues! Sé mi alimento, la maldición de los rebeldes y un mito para el
mundo; ¡lo único que faltaba a la desgracia de los judíos!"
25. »Mientras decía esto mató a su hijo.
Luego lo asó y se comió una mitad, pero el resto lo ocultó. Al punto acudieron
los rebeldes y notaron el hedor del malvado sacrificio, la amenazaron con
degollarla inmediatamente sino les indicaba lo que había preparado. Ella,
respondiéndoles que para ellos guardaba una bella porción, les descubrió lo que
había quedado de su hijo.
26. »Un escalofrío y un gran estupor se
apoderó de ellos en aquel mismo momento y se quedaron clavados ante aquella
visión. Pero ella les dijo: "Es mi hijo, mi obra. Comed, pues yo también
me he alimentado. No seáis más débiles que una mujer ni más compasivos que una
madre. Pero si vosotros sois piadosos y no aceptáis mi sacrificio, yo ya comí
en vuestro lugar, el resto quede también para mí."
27. »Después de estos acontecimientos,
ellos salieron temblando; fue la única vez que tuvieron miedo y que, de mala
gana, dejaron para la madre semejante alimento. Inmediatamente, la ciudad fue
llena de repugnancia y cada cual se estremecía cuando se imaginaban como suyo
aquel crimen.
28. »Los hambrientos tenían deseo de
morirse y celebraban a los que se habían anticipado en la muerte, antes de oír
y presenciar tan grandes males.»
Acerca de las profecías de Cristo
VII
1. Éste fue el castigo que recibieron los
judíos por su delito y su impiedad para con el Cristo de Dios. Pero merece la
pena afladir la verdadera profecía de nuestro Salvador, con la que manifestaba
los mismos acontecimientos, cuando profetizaba como sigue: «Mas ¡ay de las que
estén encintas, y de las que críen en aquellos días! Orad, pues, que vuestra
huida no sea en invierno ni en día de reposo; porque habrá entonces gran
tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni
la habrá.»
2. Sumando el número de todos los
muertos, dice el mismo escritor que por el hambre y por la espada cayeron un
millón cien mil personas, y el resto de rebeldes y de ladrones, denunciándose
unos a otros tras ser tomada la ciudad, fueron ejecutados; los jóvenes más
altos y notables por su belleza corporal los guardaban para la ceremonia del
«triunfo», y del resto de la multitud, —los mayores de diecisiete años—, unos
cuantos fueron enviados cautivos a los trabajos forzados de Egipto y la mayoría
fueron distribuidos entre las regiones para morir en el teatro, por el hierro o
por las fieras; pero los menores de dicisiete años fueron llevados como presos
de guerra para ser vendidos. Estos solos ya sumaban unos noventa mil hombres.
3. Todo esto tuvo lugar así en el segundo
alio del reinado de Vespasiano, coincidiendo con las profecías de nuestro Señor
y Salvador Jesucristo, el cual, gracias a su divino poder, ya lo vio de
antemano como si fueran presentes, y lloró y se lamentó de acuerdo con la
Escritura de los santos evangelistas, que también aportan las palabras que dijo
refiriéndose a Jerusalén:
4. «¡Oh, si también tú conocieses, a lo
menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto a tus
ojos. Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con
vallado, yte sitiarán, y por todas partes te estrecharán, y te derribarán a
tierra, y a tus hijos dentro de ti».
5. También cuando se refería al pueblo: «Porque habrá gran
calamidad en la tierra, e ira sobre este pueblo. Y caerán a filo de espada, y
serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los
gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan.» Y de
nuevo: «Pero cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejérritos, sabed entonces
que su destrucción ha llegado.»
6. Quien compare las palabras de nuestro
Salvador y las otras descripciones del autor sobre toda la guerra, ¿cómo no ha
de maravillarse y de admitir que la presciencia y la profecía de nues1ro
Salvador son verdaderamente Divinas y sobrenaturalmente extraordinarias?
7. Por ello, sobre lo que sobrevino a
toda la nación después de la Pasión del Salvador y de aquellas voces con las
que el pueblo judío requería que fuera librado de la muerte el ladrón y
homicida y que se aniquilara al autor de la vida, nada cabe añadir a la
narración.
8. A pesar de ello, sería justo añadir
cuanto se refiere al amor para con los hombres de la entera Providencia, que
aplazó la ruina de los malvados durante cuarenta años después de su audacia
contra Cristo. Y a lo largo de estos cuarenta años muchos apóstoles y
discípulos, y el propio Jacobo (primer obispo del lugar, llamado hermano del Señor),
que todavía vivían y habitaban en la misma ciudad de Jerusalén dando sus
discursos, permanecían en el lugar como muro fortificado.
9. La visitación de Dios, hasta el
momento, ejercía su larga paciencia por si pudieran arrepentirse de sus hechos
y alcanzar con ello el perdón y la salvación.
Además de esta
paciencia extraordinaria, les concedía extrañas señales divinas de lo que les
acontecería de no arrepentirse. El autor que hemos citado también estimó dignas
de recuerdo estas señales. Nada más oportuno que referirlas a los que leen este
texto.
Acerca de las señales anteriores a la guerra
VIII
1. Lee, pues, lo que Josefo expone en el
libro VI de su Guerras de los judíos con las siguientes palabras:
«Precisamente entonces los engañadores y los falsos acusadores de Dios seducían
al pueblo infeliz, por lo que no prestaban atención ni daban crédito a los
manifiestos prodigios que indicaban la cercana desolación, sino que, como
pasmados como un rayo y como desprovistos de ojos y de alma, menospreciaban los
mensajes de Dios.
2. »Sirvan como ejemplo un astro que se
paró sobre la ciudad y muy parecido a una espada, y un cometa que fue
prolongándose hasta un año. En otra ocasión cuando, antes de la revuelta de los
tumultos anteriores a la guerra, habiéndose congregado el pueblo para la fiesta
de los ácimos, a la hora novena de la noche del octavo día de Jantico
resplandeció una luz tan fuerte sobre el altar y en el templo que pareció ser
de día, y este fenómeno se prolongó durante media hora. A los inexpertos les
pareció buen presagio, pero los escribas lo entendieron correctamente antes de
que aconteciera.
3. »Y durante la misma fiesta, una vaca
que el sumo sacerdote llevaba para el sacrificio, parió un cordero en medio del
templo.
4. »Además, la puerta inferior de
oriente, a pesar de ser de bronce macizo, de haber sido cerrada después de la
tarde por veinte hombres con mucho esfuerzo, de estar reforzada con cerrojos
fijados con hierro y de tener unos goznes bien sujetos, se vio cómo se abría
por sí sola durante la noche a la hora sexta.
5. »Pocos días después de la fiesta, el veintiuno del mes de
Artemisio, apareció un fantasma demoníaco increíblemente enorme. Pero lo que
vamos a explicar parecería un extraño prodigio si no lo explicaran los que lo
presenciaron y si el sufrimiento que siguió no fuera digno de tales indicios.
Así pues, antes de ponerse el sol, se pudieron ver carros y escuadrones armados
en el aire por toda la región que se movían entre las nubes circundando las
ciudades.
6. »Y durante la noche de la fiesta
llamada de Pentecostés, cuando los sacerdotes entraban en el templo (como de
costumbre) con el fin de llevar a cabo su servicio, dicen que en primer lugar
oyeron tumultos y ruidos de golpes, y después una voz compacta:
"¡Vayámonos de aquí!"
7. »Pero lo que es más espantoso: un
hombre llamado Jesús de Anamías, un particular de oficio campesino, pues había
la costambre de que todos montaran una tienda para Dios, fue a la fiesta cuatro
años antes de la guerra, cuando la ciudad se hallaba en la mayor paz y
esplendor. De pronto empezó a dar voces en el templo: "¡Voz de oriente!
¡Voz de los cuatro vientos! ¡Voz sobre Jerusalén y el templo! ¡Voz sobre recién
desposados! ¡Voz sobre todo el pueblo!" Y fue vociferando por todo el
pueblo y callejones día y noche.
8. »Pero ciertos ciudadanos ilustres,
enojados por el mal agüero, agarrando a ese hombre, le atormentaron, causándole
numerosas heridas. Él, no obstante, como no hablaba para sí ni de lo suyo
propio, siguió gritando a los presentes con las mismas palabras de antes.
9. »Luego los magistrados, creyendo (como era en realidad)
que la agitación de aquel hombre era demoníaca, le llevaron a presencia del
procurador romano. Allí, y a pesar de ser azotado y con heridas hasta los
huesos, no hizo ninguna súplica ni derramó una sola lágrima, sino que en lo
posible tomó su voz en lamento, respondiendo a cada golpe: "¡Ay, ay, de
Jerusalén!"».
10. Josefo también cuenta otro hecho más
extraño que todo esto, cuando dice que en las Sagradas Escrituras se
halla un oráculo que afirma que en aquel tiempo alguien de aquella región
gobernaría el mundo. Él llegó a la conclusión de que se cumplía con Vespasiano.
11. No obstante, Vespasiano no gobernó
todo el mundo, únicamente lo que estaba bajo el mando romano. Sería más
apropiado referirlo a Cristo, a quien el Padre dijo: «Pídeme, y te daré por
herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra»; y por
ese tiempo «por toda la tierra salió la voz (de los santos apóstoles) y hasta
el extremo del mundo sus palabras».
Acerca de Josefo y de sus escritos
IX
1. A todo esto cabe añadir algo acerca de
Josefo (que tanto ha aportado a esta obra que tienes en las manos), su país y
su familia. De nuevo es él quien nos lo refiere: «Josefo, hijo de Matías,
sacerdote de Jerusalén, que en un principio luchó contra los romanos y
finalmente fue dejado en manos de los sucesos posteriores debido a la
necesidad.»
2. Fue el hombre más famosos de los
judíos de su época, y no sólo entre los de su misma raza sino incluso entre los
romanos. Hasta tal grado fue su reconocimiento, que se le honró con la erección
de una estatua en Roma, y sus obras fueron veneradas como dignas de una
biblioteca.
3. Redactó todas sus Antigüedades de
los judíos en veinte libros completos; Las guerras de los judíos de
su época, en siete, los cuales, según su propio testimonio, los compuso no sólo
en griego sino también en su lengua materna. Ciertamente, por todo lo demás, es
digno de confianza.
4. Hay aún otros dos libros suyos dignos
de consideración: Sobre las Antigüedades de los judíos, en los que se
halla su respuesta al gramático Apión, que acababa de componer un tratado
contra los judíos, e incluso contra otros que por su parte también habían
intentado desacreditar las costumbres patrias del pueblo judío.
5. En el primero de estos dos libros
determina el número de los escritos que pertenecen al llamado Antiguo
Testamento, explicando cuáles son los indiscutibles entre los hebreos por
pertenecer a una larga tradición, con las siguientes palabras:
Cómo cita Josefo los libros divinos
X 1. «Entre nosotros no hay millares de
libros discordantes y contradictorios entre sí, sino que existen sólo veintidós
que poseen el registro de todo tiempo y que se tienen por divinos con justicia.
2. »De éstos, cinco son de Moisés, y
contienen las leyes y la tradición de la creación hasta la muerte de Moisés.
Comprende un período de casi tres mil años.
3. »Los profetas posteriores a Moisés
escribieron en trece libros cuanto acaeció en sus épocas, abarcando desde la
muerte de Moisés hasta la de Artajerjes (rey de los persas sucesor de Jerjes).
Los cuatro restantes contienen himnos a Dios y consejos de vida para los
hombres.
4. »A partir de Artajerjes y hasta nuestros días, también se
ha escrito todo; pero, al no darse con exactitud la sucesión de los profetas,
no es digno de la misma confianza que merece lo anterior.
5. »Porque en la práctica se demuestra cómo nos acercamos a
nuestras propias Escrituras. Pues al cabo de tanto tiempo ya nadie ha osado
añadir, sacar o cambiar nada de ellas, sino que a todos los judíos, ya desde su
nacimiento, les resulta natural creer que estas Escrituras son decretos de Dios
y perseverar en ellas hasta, si es preciso, morir de buen grado por ellas».
6. Las palabras del autor expuestas de este modo tendrán su
utilidad. Josefo también trabajó en otra obra no exenta de importancia Sobre
la supremacía de la razón, la que algunos titularon Macabeos porque
contiene las luchas que los hebreos sostuvieron con gran valor por la piedad a
Dios y que se hallan en los escritos llamados De los Macabeos.
7. También al final del libro XX de sus Antigüedades,
indica que ha de escribir en cuatro libros, siguiendo las creencias patrias
de los judíos, acerca de Dios, de su esencia y de las leyes, puesto que, según
ellas, ciertas cosas se pueden hacer y otras resultan prohibidas. Él mismo, en
otros trabajos, menciona otras obras suyas.
8. Para terminar vale la pena exponer
también las palabras suyas que aparecen al final de sus Antigüedades, a
fin de dar una garantía a los testimonios que he tomado. Así pues, en su
acusación contra Justo de Tiberíades (que como él mismo, había intentado
redactar los sucesos de aquella época) diciendo que no escribía la verdad, tras
considerar otros muchos argumentos, añade las siguientes palabras:
9. «Yo no tengo temor como tú acerca de
mis escritos, porque entregué mis libros a los emperadores cuando los hechos
todavía eran casi visibles, pues sabía a ciencia cierta que conservaba la
tradición de la verdad, y no estaba equivocado cuando esperaba conseguir su testimonio.
10. »Asimismo, presenté mi narración a
muchos otros; algunos incluso resulté que habían estado en la guerra, como por
ejemplo el rey Agripa y algunos de su misma familia.
11. »También el emperador Tito quiso que
la información de estos hechos se diera al pueblo solamente a través de estos
escritos, de modo que incluso firmó con su propia mano la orden de publicación.
El rey Agripa escribió sesenta y dos cartas con el fin de dar testimonio de la
veracidad de estos libros». Josefo también cita dos de estas cartas. De todos
modos, lo mencionado acerca de él es ya suficiente. Prosigamos, pues, con
nuestra obra.
Cómo Simeón dirige la iglesia de Jerusalén
después de Jacobo
XI
Tras el
martirio de Jacobo y la inmediata toma de Jerusalén, cuenta la tradición que,
viniendo de diversos sitios, se reunieron en un mismo lugar los apóstoles y los
discípulos del Señor que todavía se hallaban con vida, y juntos con ellos
también los que eran de la familia del Señor según la carne (pues muchos aún
estaban vivos). Todos ellos deliberaron acerca de quién había de ser juzgado
digno de la sucesión de Jacobo, y por unanimidad todos pensaron que Simeon, el
hijo de Clopás (a quien también menciona el texto del Evangelio), merecía el
trono de aquella región, por ser, según se dice, primo del Salvador, pues
Hegesipo cuenta que Clopás era hermano de José.
Cómo Vespasiano manda buscar a los
descendientes de David
XII
Además de todo
esto, Vespasiano, una vez que Jerusalén hubo sido tomada, ordenó que se buscara
a todos los de la familia de David, para que entre los judíos no fuera dejado
nadie de la familia real. Por esta razón se emprendió otra gran persecución
contra los judíos.
Cómo Anacleto fue el segundo obispo de Roma
XIII
Al cabo de diez
años de su reinado, Vespasiano es sucedido como emperador por su hijo Tito. En
el segundo año del reinado de este segundo, Lino, obispo de la iglesia de Roma,
después de sostener el ministerio durante doce años, se lo entrega a Anacleto.
Domiciano sucedió a su hermano Tito, que había reinado dos años y dos meses.
Cómo Abilio fue el segundo en dirigir a los
alejandrinos
XIV
Abilio sucede a
Aniano, primer obispo de la región de Alejandría, tras completar veintidós años
y morir el cuarto año del reinado de Domiciano.
Cómo Clemente fue el tercer obispo de Roma
después de Anacleto
XV
Clemente fue
obispo de la iglesia de Roma durante doce años. Este Clemente —enseña el
apóstol Pablo en su Epístola a los Filipenses— era su colaborador. Lo expresa
como sigue: «Con Clemente también y los demás colaboradores míos, cuyos nombres
están en el libro de la vida.»
Acerca de la carta de Clemente
XVI
Hay una carta
de Clemente que es admitida, extensa y asombrosa la escribió a la iglesia de
los corintios en nombre de la iglesia en Roma, cuando había una revuelta en
Corinto. Tenemos constancia de que esta carta se usa públicamente en la
congregación en la mayoría de las iglesias, no sólo en la antigüedad sino
también en nuestros días. Hegesipo es un testigo de que en aquel tiempo hubo
una revuelta en Corinto.
Acerca de la persecución en tiempos de
Domiciano
XVII
Domiciano
demostró ser en gran manera cruel para con muchos, y no a pocos nobles y a
hombres insignes asesinó sin siquiera un juicio lógico. También castigó a
millares de hombres ilustres con el destierro fuera de las fronteras y
confiscación de bienes sin razón. Finalmente se constituyó a sí mismo sucesor
de Nerón en su enemistad y lucha contra Dios. En realidad fue el segundo que
instigó la persecución contra nosotros, aunque su padre, Vespasiano, no había
concebido nada insólito contra nosotros.
Acerca del apóstol Juan y del Apocalipsis
XVIII
1. Por aquel tiempo, según la tradición,
el apóstol y evangelista Juan (todavía vivo) fue condenado a residir en la isla
de Patmos por su testimonio del Verbo Divino.
2. Ireneo, escribiendo sobre el número
del nombre que designa al anticristo en el llamado Apocalipsis, de Juan,
menciona las siguientes palabras en el libro V, Contra las herejías, acerca
de Juan:
3. «Pero si hubiese sido preciso anunciar
explícitamente su nombre, se hubiera comunicado por medio de aquel que
también vio el Apocalipsis; pero hace poco que se vio, casi en nuestra
generación, al final del imperio de Domiciano».
4. Por aquel
entonces la señal de nuestra fe, resplandeció de tal modo que incluso los
escritores fuera de nuestra tradición no dudaron en exponer en sus narraciones
la persecución de los mártires que tuvo lugar en ella. También indicaron el
tiempo con precisión, cuando cuentan que en el año decimoquinto de Domiciano,
Flavia Domitila, hija de una hermana de Flavio Clemente, cónsul de Roma por
aquel entonces, juntamente con muchos otros, fue sentenciada al destierro en la
isla de Pontia por el testimonio de Cristo.
Cómo Domiciano manda dar muerte a los de la
familia de David
XIX
Domiciano
también ordenó aniquilar a los de la familia de David, y, según una antigua
tradición, ciertos herejes acusaban a los descendientes de Judas (el cual era
hermano, según la carne, del Salvador) por ser de la familia de David y estar
emparentados con el mismo Cristo. Esto expone Hegesipo con las siguientes
palabras:
Acerca de la familia de nuestro Salvador
XX
1. «Todavía se hallaban con vida, de la
familia del Señor, los nietos de Judas (llamado su hermano según la carne). A
éstos delataron porque eran de la familia de David. El evocato los
llevó ante el césar Domiciano, pues, como Herodes, también tenía miedo de la
venida de Cristo.
2. »Les preguntó si eran descendientes de
David y ellos lo confesaron. Luego les preguntó acerca del número de sus bienes
o cuánto dinero poseían, pero ellos dijeron que entre ambos sólo sumaban nueve
mil denarios, la mitad cada uno; y persistían en decir que ni siquiera esto
tenían en metálico, sino que se trataba de la tasación de sólo treinta y nueve pletros
de tierra, por la que pagaban impuestos y la trabajaban ellos mismos para
su subsistencia».
3. A continuación mostraron sus manos, y
ofrecieron como testimonio de su trabajo personal su fortaleza física y los
callos que les habían salido en sus propias manos por la obra ininterrumpida.
4. Interrogados sobre Cristo y su reino,
qué tipo de reino era, dónde y cuándo aparecería, explicaron que no se trataba
de un reino de este mundo o de esta tierra, sino celestial y angélico y que ha
de tener lugar en el final de los tiempos. Porque viniendo en gloria juzgará a
vivos y muertos y pagará a cada uno según sus obras.
5. Observando todo esto, Domiciano nada
les reproché, sino que incluso los menospreció como a gente vulgar y,
dejándolos en libertad, puso fin a la persecución de la iglesia mediante un
decreto.
6. Los que habían sido liberados
dirigieron las iglesias por haber testificado y por pertenecer a la familia del
Señor, y habiendo llegado la paz, vivieron hasta Trajano.
7. Esto, según Hegesipo, pero Tertuliano
también hace una mención parecida de Domiciano: «También Domiciano intentó en
cierta ocasión llevar a cabo lo mismo que aquél, pero su crueldad sólo fue una
parte de la de Nerón. Porque, según creo, tenía cierto conocimiento y
apresuradamente cesó la persecución, incluso haciendo llamar a los desterrados»
8. Al cabo de quince años de reinar Dom
iciano, y tras sucederle Neiva en el poder, el Senado romano votó que los
honores de Domiciano fueran eliminados y que volvieran a su casa los
desterrados injustamente, y al mismo tiempo tomaran de nuevo sus posesiones.
Estos hechos los cuentan los que han transmitido por escrito los
acontecimientos de entonces.
9. Así pues, entonces, según una antigua
tradición nuestra, el apóstol Juan, viniendo del destierro en la isla, pasé a
vivir a Éfeso.
Cómo Cerdón fue el tercero en dirigir la
iglesia de Alejandría
XXI
Tras reinar
poco más de un año, Neiva fue sucedido por Trajano, y en el primer año de este
último, Cerdón sucedió a Abilio, que había dirigido la congregación de
Alejandría durante trece años. De este modo, Cerdón vino a ser el tercero que
ocupó el cargo después de Aniano, que fue el primero. Entonces Clemente todavía
dirigía a los romanos, siendo él también el tercer obispo de aquel lugar,
después de Pablo y de Pedro. Lino fue el primero y tras él Anacleto.
Cómo Ignacio fue el segundo en dirigir la
iglesia de Antioquía
XXII
En Antioquía,
después de Evodio, el primero en ser nombrado, era muy conocido también en
aquella época el segundo:
Ignacio. Del mismo modo, por aquel entonces, Simeón, segundo después del hermano de nuestro Salvador, tenía este ministerio en Jerusalén.
Ignacio. Del mismo modo, por aquel entonces, Simeón, segundo después del hermano de nuestro Salvador, tenía este ministerio en Jerusalén.
Relato acerca del apóstol Juan
XXIII 1. Por entonces, el apóstol y evangelista
Juan, aquel a quien Jesús amaba, todavía estaba con vista en Asia y continuaba
allí cuidando de la iglesia tras volver del destierro de la isla, una vez que
hubo muerto Domiciano.
2. Bastarán los testigos para garantizar
que entonces Juan todavía vivía, pues ambos son fidedignos y reconocidos en la
ortodoxia de la iglesia. Se trata de Ireneo y de Clemente de Alejandría.
3. El primero, en algún punto del libro
II de Contra las herejías, escribe lo siguiente: «Y todos los ancianos
de Asia que mantienen contactos con Juan, el discípulo del Señor, dan
testimonio de que lo transmite Juan, pues permaneció con ellos hasta los
tiempos de Trajano».
4. También el libro III de la misma obra
expone así: «Pero incluso la iglesia de Éfeso, puesto que la fundó Pablo y que
Juan permaneció en ella hasta los tiempos de Trajano, es un testimonio
verdadero de la tradición de los apóstoles».
5. Por otro lado, Clemente indica el
mismo tiempo, y añadió un relato, indispensable para aquellos que gustan de oir
cosas hermosas y de algún provecho, a la obra que tituló ¿Quién es el rico
que se salva? Así pues, tómala y lee lo que allí se halla escrito:
6. «Oye este rumor, que no es un rumor,
sino una tradición sobre el apóstol Juan, transmitida y conservada en la
memoria. Así pues, cuando murió el tirano, Juan pasó de la isla de Patmos a
Éfeso. De allí salía, cuando se lo pedían, a las regiones vecinas de los
gentiles, ya fuera para establecer obispo, para dirigir iglesias enteras o para
designar algún sacerdote de los que habían sido elegidos por el Espíritu.
7. »Fue, pues, a una ciudad cercana (cuyo
nombre incluso algunos mencionan) y, tras traer alivio a los hermanos en las
otras cosas, mirando fijamente al obispo establecido por todos y habiendo visto
a un joven alto, de aspecto agradable y de ánimo encendido, dijo: "Te
entrego a éste con toda diligencia ante la iglesia y con Cristo de
testigo" Y, a pesar de que el obispo lo aceptó comprometiéndose en todo,
Juan de nuevo decía lo mismo y lo afirmaba con los mismos testigos.
8. »Entonces se fue a Éfeso, y aquel
obispo recibió en casa al joven que le había sido entregado y lo hospedó, lo
mantuvo, lo cuidó y finalmente lo bautizó. Luego moderó algo el gran cuidado y
protección, porque creía que lo había provisto de la perfecta protección: el
sello del Señor.
9. »Pero siendo su libertad prematura y
tomándole algunos ociosos de su misma edad habituados al mal, lo pervirtieron.
Primero se lo atrajeron con pródigos festines, luego se lo llevaban con ellos
incluso cuando iban a robar de noche, y finalmente le reclamaban mayor
colaboración.
10. »El fue adhiriéndose a ellos
paulatinamente y, por su fortaleza física, se extravió del camino recto como
caballo desbocado y robusto, cayendo al abismo con gran velocidad.
11. »Al final renunció a la salvación que
hay en Dios y ya no proyectaba pequeñeces, antes bien, habiendo llevado a cabo
graves crímenes, y ya que estaba perdido para siempre, merecía sufrir como los
demás. De este modo, tomando a estos otros jóvenes y reuniendo una banda de
ladrones, él era su resuelto jefe, el más violento, el más asesino y el más
aterrador.
12. »Pasando el tiempo, hubo alguna
necesidad y llamaron a Juan. Él tras solucionar los asuntos que le habían
llevado allí, dijo: "Venga, pues, obispo, devuélveme el depósito que yo y
Cristo te entregamos ante la iglesia que tú diriges y es testigo."
13. »El obispo, primero se sorprendió
pensando que se le acusaba acerca de algún dinero que él no había recibido, y
tampoco podía creer en lo que no tenía ni desconfiar de Juan. Pero cuando Juan
dijo: "El joven es a quien te reclamo y el alma del hermano", el
anciano se echó a llorar y, con muchas lágrimas, dijo: "Está muerto."
¿Cómo? ¿De qué muerte? "Muerto para Dios, porque se fue malvado, perdido
y, lo que es más, ladrón, y ahora se ha apoderado del monte que hay al frente
de la iglesia, con una banda como él."
14. »El apóstol, rasgando sus vestidos y
golpeándose la cabeza con grandes gemidos, dijo: "¡Buen cuidador dejé del
alma del hermano! Pero traigan un caballo y alguien me indique el camino."
Y desde allí, tal como estaba, emprendió su marcha desde la iglesia.
15. »Cuando llegó al lugar, le tomaron los guardias de los
bandidos, pero él ni se escondía ni hacía súplicas, sino que decía gritando:
Para esto vine, conducidme a vuestro jefe.
16. »Éste, mientras esto ocurría, esperaba
armado, pero al reconocer que era Juan el que se acercaba, escapó avergonzado.
Él le seguía con toda su fuerza y descuidando su propia edad.
17. »Le gritaba: "¿Por qué huyes de
mí, hijó, de tu padre indefenso y viejo? Ten piedad de mí, hijo, no tengas
temor. Todavía tienes esperanza de vida. Yo daré cuenta de ti ante Cristo. Si
es preciso, soportaré la muerte por ti de buen grado, del mismo modo que el
Señor la sufrió por nuestra causa. Cambiaré tu alma por la mía propia. Detente,
me ha enviado Cristo."
18. »El joven, cuando oyó estas cosas,
primero se detuvo, bajando su rostro; después tiré sus armas, y luego,
temblando, lloró amargamente. Al llegar el anciano lo abrazó, presentando, en
lo posible, sus lamentos a modo de defensa y sus lágrimas como segundo
bautismo. Únicamente escondía la diestra.
19. »Pero él, que era su fiador, jurando
que había hallado perdón del Salvador para él y suplicando, se postró de
rodillas y besó su diestra purificada por el arrepentimiento. Lo llevó de nuevo
a la iglesia, oró con abundantes súplicas, lo acompañó compartiendo sus ayunos
y fue cautivando su corazón con los multiformes lazos de sus palabras. Según
dicen, no se alejó de allí hasta que lo hubo establecido en la iglesia,
habiendo dado grandes muestras de un arrepentimiento verdadero y grandes
señales de regeneración a modo de trofeo de una resurrección visible».
Acerca del orden de los Evangelios
XXIV
1. Sea, pues, esta cita de Clemente no
sólo un relato sino también sirva de provecho para aquellos que lo lean. Pero
mencionemos a continuación los escritos indiscutibles del apóstol.
2. En primer lugar hay que aceptar como
auténtico su Evangelio, que se lee en todas las iglesias bajo el cielo.
Pero la razón por la que entre los antiguos se colocara en cuarto lugar,
después de los otros tres, tal vez se aclara con la siguiente explicación:
3. Estos hombres eran inspirados, y en
realidad notables para con Dios (me refiero a los apóstoles de Cristo), y
tenían purificadas sus vidas sobremanera y ornamentadas sus almas por toda
virtud. No obstante, hacían uso del lenguaje sencillo. Ciertamente ellos eran
animados por el poder divino y obrador de milagros recibidos del Salvador, pero
no sabían ni tampoco buscaban ser embajadores del conocimiento de la enseñanza
por medio de la persecución y del arte de la oratoria. Sino que anunciaban a
toda la tierra el reino de los cielos sin demasiado esfuerzo para ponerlo por
escrito, utilizando solamente la demostración del Espíritu Divino que les
auxiliaba y el poder de Cristo que obraba milagros por medio de ellos.
4. Y esto lo hacían de este modo porque
servían a un ministerio más alto y superior al hombre. Por eso Pablo, de todos
el más hábil para preparar discursos y el de pensamiento más poderoso, no nos
dejó por escrito más que brevísimas cartas, a pesar de poder explicar cosas
infinitas e inefables, porque llegó a la contemplación del tercer cielo, y
arrebatado al mismo paraíso, fue hecho digno de oír las inefables palabras de
aquel lugar.
5. Pero tampoco los otros seguidores de nuestro Salvador
carecían de experiencias similares. Me refiero a los doce apóstoles, a los
setenta discípulos y a millares más. Mas, a pesar de ello, de todos éstos
únicamente Mateo y Juan nos han dejado un recuerdo de las plácticas del Señor,
e incluso ellos, según la tradición, se pusieron a escribir obligados.
6. Por su parte, Mateo, que en primer
lugar predicó a los hebreos cuando ya estaba por dedicarse también a otros,
expuso por escrito su Evangelio en su lengua materna, sustituyendo de este modo
por escrito la falta de su presencia en medio de aquellos de los que se
alejaba.
7. Y, a su vez, Marcos y Lucas ya habían
procedido a la entrega de sus respectivos Evangelios cuando se dice que Juan
seguía haciendo uso de la predicación oral, y que finalmente se dedicó a
escribirlo por causa de la siguiente razón:
Habiendo sido
ya divulgados los tres Evangelios escritos con anterioridad, llegando también a
sus manos, dicen que los aceptó e incluso dio testimonio de su veracidad, pero
que el relato carecía de los hechos que llevó a cabo Cristo en el principio y
también en el comienzo de su predicación.
8. La explicación es verdadera. Se puede
ver cómo los tres evangelistas únicamente refieren por escrito los hechos del Salvador
ocurridos un año después del encarcelamiento de Juan el Bautista. Y ellos
mismos lo indican al principio de sus relatos.
9. Por ejemplo, tras el ayuno de cuarenta
días y de la subsiguiente tentación, Mateo pone de manifiesto el tiempo de su
propio escrito cuando dice: «Cuando Jesús oyó que Juan estaba preso, volvió de
Judea a Galilea».
10. Del mismo modo, Marcos dice: «Después
que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea». Y Lucas también, antes de
empezar a redactar los hechos de Jesús, menciona algo semejante, cuando dice
que Herodes añadió, a sus anteriores crímenes, el siguiente: «Encerró a Juan en
la cúrcel».
11. Por esta causa dicen que se rogó a
Juan para que expusiera en su Evangelio el tiempo no mencionado y los
hechos del Salvador durante este período (es decir, antes del encarcelamiento
del Bautista). Esto también lo menciona cuando dice: «Este principio de señales
hizo Jesús», y cuando habla sobre el Bautista, entre los hechos de Jesús,
diciendo que todavía bautizaba en Ainón, cerca de Salem. Esto lo expone claramente como sigue: «Porque Juan no había sido aún
encarcelado».
12. Así pues, Juan expone en su Evangelio
escrito las obras anteriores al encarcelamiento del Bautista, pero los tres
evangelistas restantes mencionan las que llevó a cabo después de que él fuera
encarcelado.
13. Quien considere estos factores ya no
podrá creer que los Evangelios difieren entre sí, sino que el de Juan abarca
los primeros hechos de Cristo y los otros relatos el final. Del mismo modo,
debe haber silenciado la genealogía según la carne de nuestro Salvador porque
Mateo y Lucas ya la habían escrito y debe haber empezado con su divinidad como
si el Espíritu divino se lo hubiera guardado por ser más poderoso.
14. Todo lo mencionado acerca de la
escritura del Evangelio según San Juan es ya suficiente, y cuál fue la
causa del Evangelio según San Marcos ya quedó explicado anteriormente.
15. Por lo que se refiere a Lucas, él también explica de
antemano la razón de la composición del Evangelio al principio de su
narración. Puesto que muchos otros ya se habían dedicado precipitadmnente a
componer un relato de aquellas cosas sobre las cuales estaba ciertísimo, le
pareció necesario alejarnos de las inciertas suposiciones de los demás y en su Evangelio
nos ha transmitido la narración exacta de aquellas cosas cuya verdad ha
obtenido con suficiencia de datos, por causa de su convivencia y su relación
con Pablo junto con la reunión de los demás apóstoles.
16. Esto es lo que poseemos sobre este
punto. No obstante, en un momento más oportuno, intentaremos exponer, usando
citas de los antiguos, lo que otros han afirmado acerca de este tema.
17. Además del Evangelio, de los
escritos de Juan también se conoce, sin duda alguna, tanto antiguamente como
ahora, su primera Epístola.
18. Sin embargo, se discuten las dos
restantes. Sobre el Apocalipsis, la opinión de muchos sigue dividida
entre ambas posturas. También a su debido tiempo éste escrito recibirá el
juicio basado en el testimonio de los antiguos.
Acerca de las divinas Escrituras admitidas y
de las que no lo son
XXV
1. Habiendo llegado hasta este punto, ya
es hora de dar una lista de los escritos del «Nuevo Testamento» mencionados.
Primero se ha de situar la santa tétrada de los Evangelios, seguidos por
Los Hechos de los Apóstoles.
2. A continuación hay que disponer las Epístolas
de Pablo, después se ha de decretar como cierta la I Epístola de
Juan, así como la de Pedro. Luego, si se desea, el Apocalipsis de Juan,
sobre el que a su tiempo manifestaremos lo que se cree de él. Estos son los
reconocidos.
3. Los escritos discutidos, a pesar de
ser conocidos por la mayoría, son las llamadas Epístolas de Santiago, la
de Judas y la II de Pedro, y las que llaman II y III de
Juan, tanto si son del evangelista como si son de alguien con el mismo
nombre.
4. Hay que considerar como espurios los
siguientes: Los Hechos de Pablo, el llamado Pastor, el Apocalipsis
de Pedro, la que dicen que es Epístola de Bernabe, el escrito
llamado Enseñanza de los Apóstoles y, como dije, si se desea, el Apocalipsis
de Juan. Este escrito es rechazado por algunos y considerado entre los
reconocidos por otros.
5. Algunos incluyen en esta lista el Evangelio a los
Hebreos. por el que gozan en gran manera los hebreos que han recibido a
Cristo. No obstante, todos estos escritos son discutidos.
6. Así pues, nos hemos visto obligados a
hacer la lista también de los discutidos, separando los escritos que, según la
tradición eclesiástica, son verdaderos, originales y admitidos, de los
restantes, que, a pesar de no ser testamentarios, sino discutidos, son
conocidos por la mayoría de los autores eclesiásticos. De este modo podemos ver
estos escritos y también aquellos que, bajo el nombre de los apóstoles, han
diseminado los herejes, como si contuvieran los Evangelios de Pedro, de
Tomás, de Matías o de cualquier otro, así como los Hechos de Andrés, de
Juan o de otros apóstoles. De todos éstos, ninguno fue considerado jamás como
digno de ser citado por los escritores de la sucesión eclesiástica.
7. Hay que añadir que incluso el tipo de
frase cambia con respecto a los apóstoles, y que el concepto y el plan que en
ellos se hallan, armonizan menos con la verdadera ortodoxia, hasta tal punto
que viene a ser evidente que fueron forjados por hombres herejes. Por eso no
hay que situarlos entre los espurios, sino que, como totalmente ilógicos e
impíos, deben de ser rechazados.
Acerca del mago Menandro
XXVI
1. Continuemos, pues, nuestro relato.
Menandro fue el sucesor del mago Simón, y por su modo de actuar demostró ser un
arma diabólica no inferior a la primera.
También era
samaritano, y no fue inferior a su maestro en su avance hacia la cumbre de la
hechicería, sino que sobreabundó en adivinaciones aún mayores. Y decía,
como si lo fuera, que él era el salvador enviado para salvación de los hombres,
de algún lugar en las alturas, desde lugares invisibles.
2. Enseñaba que a nadie le era posible
superar a los mismísimos ángeles hacedores del mundo si primero no era guiado a
través de la experiencia mágica impartida por él y por su bautismo. Los que han
sido juzgados dignos de este bautismo ya tienen parte en la vida presente de la
inmortalidad imperecedera, y no morirán, sino que han de permanecer para
siempre, sin envejecer y siendo inmortales. Todo esto se conoce fácilmente por
Ireneo.
3. Justino, cuando menciona a Simón, por
el mismo hecho añade también este comentario sobre el otro: «Tenemos noticias
además de que un tal Menandro, también samaritano, de la aldea de Caparatea,
habiendo sido discípulo de Simón y aguijoneado por los demonios, vino a
Antioquía y engañó a muchos con su arte mágica. Convenció a sus seguidores de
que no morirán, y aún hay algunos de los suyos que lo confiesan».
4. Se trataba de la obra diabólica que,
por medio de estos magos disfrazados con nombres cristianos, se esforzaba en
desacreditar, con su magia, el gran misterio de la piedad y en ridiculizar, por
medio de ellos, los dogmas de la Iglesia referentes a la inmortalidad del alma
y la resurrección de los muertos.
A pesar de
ello, cuantos han tomado a éstos por salvadores, han caído de la verdadera
esperanza.
XXVII
1. A otros el maligno demonio, no
pudiendo arrebatarles de su dedicación para con el Cristo de Dios, se los hizo
suyos al encontrarles algún otro punto débil. Los primeros fueron llamados
Ebionitas acertadamente, pues consideraban a Cristo de un modo pobre y bajo.
2. Creían que era un hombre simple y
común, que iba justificándose a medida que crecía en su carácter, y que nació
como fruto de la unión de un hombre y de María. Les parecía indispensable
cumplir la Ley, como si no pudieran salvarse con la sola fe en Cristo y una
vida conforme a ella.
3. Además de éstos, existieron otros con
el mismo nombre que estaban libres de las cosas absurdas de los anteriores. No
rechazaban el hecho de que el Señor naciera de una virgen y del Espíritu Santo,
pero, del mismo modo que aquéllos, no confesaban que ya preexistía puesto que
era él mismo Dios, el Verbo y la Sabiduría. También volvían a la impiedad de
los primeros, principalmente cuando, como ellos, se afanaban en honrar el culto
a la Ley escrita
4. También creían que se habían de
rechazar definitivamente las Epístolas del apóstol Pablo, al que llamaron
apóstata de la Ley, pero hacían uso exclusivo del llamado «Evangelio a los
Hebreos», ignorando los demás.
5. Guardaban el sábado (como los primeros) y toda la
conducta judaica, pero el domingo observaban prácticas parecidas a las nuestras
en memoria de la resurrección del Salvador.
6. Por esta causa de estos hechos llevan
esta denominación, porque el apelativo Ebionita expresa la pobreza de su
mentalidad. Pues los hebreos llaman con este nombre al pobre.
XVIII
1. Por ese tiempo Cerinto se hizo jefe de
otra herejía. Cayo, al cual citamos antes, escribe sobre él lo siguiente en la
investigación que se le atribuye:
2. «También Cerinto introduce ciertos
milagros por unas revelaciones que afirma fueron escritas por un gran apóstol,
y dice falsamente que le fueron enseñadas por ministerio de ángeles, que, tras
la resurrección, el reino de Cristo será terrenal y que la carne que estuvo en Jerusalén
será esclava de nuevo de pasiones y placeres. Siendo como es un enemigo de las
Escrituras de Dios, y deseando engañar, asegura que tendrá lugar una fiesta
nupcial de mil años».
3. Dionisio, que recibió el episcopado de
la región de Alejandría durante mucho tiempo, también menciona a este mismo
hombre en el libro II de sus Promesas, cuando dice que ciertos aspectos
del Apocalipsis de Juan fueron recibidos de una tradición ya desde
antiguo. Escribe así:
4. «Asimismo Cerinto, el que formé la
herejía que lleva su nombre, la herejía cerintiana, y que deseó acreditar su
ficción con un nombre digno de fe. El fundamento de su enseñanza es éste: que
el reino de Cristo será terrenal.
5. »Y puesto que él mismo era un amador del cuerpo y
totalmente carnal, anhelaba que sería como él soñaba: con saciedad del vientre
y debajo del vientre, es decir con alimentos, con bebidas y con uniones
camales, y con todo aquello con lo que creía se proporcionaría todos estos
placeres del modo más elogioso: fiestas, sacrificios e inmolaciones sagradas».
6. Esto, según Dionisio. E Ireneo, tras
explicar, en el libro I de su tratado Contra las herejías, alguna de las
más vergonzosas creencias falsas de Cerinto, también expone por escrito, en el
libro III, un relato no digno de olvido, según parece procedente de la
tradición de Policarpo. Asegura que, en cierta ocasión, entrando el apóstol
Juan en unos baños con la intención de lavarse, y notando la presencia de
Cerinto en el interior, se apartó del lugar y huyó en dirección a la puerta,
pues no podía aguantar el permanecer en el mismo techo que aquél. Además
exhortaba con las siguientes palabras, a los que con él se hallaban, que le
imitasen: «Huyamos, no vaya a ser que los baños se desmoronen porque está
dentro Cerinto, el enemigo de la verdad».
XXIX
1. Por aquel entonces se consolidó
también la herejía de los nicolaítas, pero duró muy poco tiempo. Ésta también
se menciona en el Apocalipsis de Juan. Ellos afirmaban que Nicolás era
uno de los diáconos que, junto con Esteban, habían sido encargados por los
apóstoles del cuidado de los pobres. Clemente de Alejandría relata lo siguiente
en el libro III de sus Stromateis:
2. «Dicen que tenía una mujer encantadora
y que, después de la ascensión del Salvador, acusándole los apóstoles de ser
celoso, la puso en medio y le concedió unirse con quien lo quisiera. Pues dicen
que aquel hecho estaba de acuerdo con este dicho: "Es preciso abusar de la
carne." Así, siguiendo lo que tuvo lugar y lo que se dijo con simpleza y
sin previo examen razonado, se prostituyen sin ningún pudor los que participan
de esta herejía.
3. »No obstante, me consta que Nicolás no
tuvo relación íntima con ninguna mujer con la excepción de con la que se había
casado, y además de sus hijos, las hijas envejecieron vírgenes y el hijo se
conservó puro.
»De esta forma
su acción de poner a su esposa de la que estaba celoso en el medio de los
apóstoles fue una expulsión de la pasión, y la continencia de los placeres más
perseguidos enseñaba a "abusar de la carne". Porque creo que, de
acuerdo con la insstrucción del Salvador, "no quería servir a dos
señores": el placer y el Señor.
4. »Dicen que también Matías enseñaba lo
mismo, es decir, luchar contra la carne y abusar de ella sin concederle nada de
placer, y hacer crecer el alma con la fe y el conocimiento». Sea, pues, esto
suficiente acerca de los que, a pesar de encargarse de pervertir la verdad, lo
hacen con más rapidez de lo que se tarda en decirlo.
XXX
1. Clemente, a quien acabamos de citar,
después de esto continúa con una lista de los apóstoles cuyo matrimonio está
demostrado para los que niegan el matrimonio. Dice así: «¿Acaso también
rechazaron a los apóstoles? Pedro y Felipe tuvieron hijos; Felipe incluso
entregó a sus hijas en matrimonio, y Pablo no duda, en alguna de sus cartas, en
nombrar a su cónyuge, la cual no le acompañaba, para una mayor flexibilidad en
su servicio».
2. Ya que hemos hecho estos detalles, no
estará de más referir otro relato suyo digno de ser narrado. Lo escribe en el
libro VII de los Stromateis del siguiente modo: «Dicen que el
bienaventurado Pedro, al ver que su misma esposa era llevada a muerte, se gozó
gracias a su llamado y su vuelta a casa, y alzó su voz en gran manera a fm de
estimularla y de consolarla, dirigiéndose a ella por su propio nombre:
"Oh, tú, recuerda al Señor." Así era el matrimonio de los dichosos y
la índole de los más amados». Aquí convenía citar este texto por su relación
con nuestro tema.
XXXI
1. Acerca de Pablo y de Pedro ya hemos
mencionado la fecha de su muerte y el modo y el lugar en que se depositaron sus
restos ma vez que partieron de esta vida.
2. Pero de Juan sólo mencionamos el
tiempo. En cuanto al lugar de sus restos, se manifiesta en la carta de
Policrates (obispo de la región de Éfeso), la cual escribió a Víctor, obispo de
Roma. Menciona, junto con Juan, al apóstol Felipe y a sus hijas, como sigue:
3. «Pues también en Asia reposan gandes
personalidades, las cuales resucitarán el último día de la venida del Señor, en
la que vendrá de los cielos con gloria para buscar a todos los santos. Entre
ellos, Felipe; uno de los doce apóstoles, que reposa en Hierápolis, dos de sus
hijas que envejecieron vírgenes y otra hija suya que, tras vivir en el Espíritu
Santo, duerme en Éfeso. También descansa en Éfeso Juan, el que se reclinó sobre
el pecho del Señor y que fue sacerdote portador del petalón, mánir y maestro».
4. Todo esto se refiere a la muerte de
ellos. Pero igualmente en el Diálogo de Cayo, que citamos poco ha,
Proclo (contra el cual se dirige la investigación) dice lo siguiente, de
acuerdo con lo que hemos relatado acerca de la muerte de Felipe y de sus hijas:
«Después de Felipe, hubo en Hierápolis (la de Asia) cuatro profetisas que eran
hijas de éste. Su sepulcro y el de su padre se hallan en aquel lugar».
5. Esto es lo que dice Próculo. También
Lucas menciona en los Hechos de los Apóstoles a las hijas de Felipe, que
en aquella ocasión vivían en Cesarea de Judea con su padre, y que habían
recibido el don de la profecía. Dice lo siguiente:
«Fuimos a
Cesarea y, entrando en casa de Felipe el evangelista, que era uno de los siete,
pasamos con él. Éste tenía cuatro hijas doncellas que profetizaban»?
6. Puesto que ya hemos referido cuanto ha
llegado a nuestro conocimiento acerca de los apóstoles, de sus tiempos y de las
Sagradas Escrituras que nos han dejado, incluyendo también los que han de ser
discutidos y que muchos leen públicamente en la mayoría de las iglesias, aunque
son totalmente espurios o alejados de la ortodoxia apostólica, prosigamos con
nuestra exposición.
XXXII
1. Una tradición sostiene que, en el
tiempo del emperador cuya época estamos estudiando, después de Nerón y
Domiciano, resurgió en ciertas partes y en las ciudades una nueva persecución
contra nosotros por causa de las revueltas del pueblo. En ésta, Simeón, el hijo
de Clopás, el cual ya indicamos que fue el segundo en ser instituido obispo de
la iglesia de Jerusalén, nos hemos enterado que murió martirizado.
2. De esto es testigo aquel Hegesipo que
ya hemos citado en diversas ocasiones. Añade que, claramente en ese mismo
tiempo, Simeón sufrió una acusación y que fue atormentado por muchos días, y de
muchos modos diferentes, hasta que, dejando consternado al mismo juez y a los
suyos, alcanzó una muerte parecida a la Pasión del Señor.
3. Pero no hay nada como escuchar al
propio autor, que refiere textualmente lo que sigue: «Por esto, claramente
algunos herejes acusan a Simón, hijo de Clopás, a causa de ser descendientes de
David y cristiano, y de este modo sufre el martirio a los ciento veinte años de
edad, en tiempos del emperador Trajano y del gobernador Ático».
4. Hegesipo dice que sucedió que sus
acusadores, cuando se investigaba acerca de la tribu real de los judíos, fueron
apresados porque ellos también pertenecían a ella.
Calculando un
poco se puede decir que Simón vio y oyó en persona al Señor, tomando como
prueba su larga edad y la referencia, en los Evangelios, a María de Clopás, el
cual, como ya demostramos, era su padre.
5. Este mismo escritor dice que otros descendientes de uno
de los que llaman hermano del Señor, de nombre Judas, también vivieron hasta
este reinado tras dar testimonio de la fe en Cristo en época de Domiciano, como
ya relatamos anteriormente, y escribe como sigue:
6. «Así pues, llegan y se ponen a la
cabeza de toda iglesia por ser mártires y de la familia del Señor. Y una vez
que hubo una profunda paz en la Iglesia aún permanecen hasta el emperador
Trajano, hasta que el hijo del tío del Señor, al que llamamos antes Simón, hijo
de Clopás, fue del mismo modo denunciado y acusado por las sectas. También él,
por la misma causa, bajo el gobernador Ático, por muchos días dio testimonio
mientras lo torturaban, de manera que todos se maravillaban en extremo, incluso
el gobernador, de cómo lo aguantaba, siendo ya de ciento veinte años de edad.
Finalmente ordenaron que fuera crucificado».
7. El mismo escritor añade, exponiendo lo
sucedido en los tiempos mencionados, que tras estos acontecimientos la iglesia
se conservaba, hasta entonces, virgen, pura y sin corrupción, como si hasta
entonces los que pretendían corromper las buenas leyes de la predicación del
Salvador, si es que existían, se hallaran escondidos en inciertas tinieblas.
8. Pero cuando el santo grupo de los
apóstoles fue llegando de diversos modos al final de su vida y se extinguió
aquella generación de los que fueron tenidos por dignos de ofr con sus propios
oídos la Sabiduría divina, empezó entonces la formación del errar contrario a
Dios a través de la estratagema de maestros de otras enseñanzas. Éstos, como
que no quedaba ninguno de los apóstoles, a partir de entonces, con la cabeza ya
descubierta, han pretendido contraponer a la predicación de la verdad la
predicación de la falsamente llamada ciencia.
XXXIII
1. Ciertamente fue tan fuerte la
persecución que entonces nos oprimía en todo lugar, que Plinio segundo, muy
destacado entre los gobernadores, impulsado por la gran cantidad de mártires,
comunica al emperador la abundancia excesiva de aniquilados por causa de su fe.
En la misma carta menciona que no se les ha tomado en ningún acto impío ni
contrario a las leyes, con la excepción de levantarse al despuntar el día para
cantar himnos a Cristo como a un Dios, y que a ellos también les está prohibido
adulterar, asesinar y cometer delitos semejantes, y que en todas las cosas
actúan de acuerdo con las leyes.
2. Trajano reaccionó a todo esto con la
promulgación de un decreto que incluye lo siguiente: no buscar a la tribu de
los cristianos, pero castigar a quien caiga.
Por esta causa
la persecución, que mostraba la amenaza de oprimirnos terriblemente, se calmó
en cierto modo, pero no obstante no faltaban excusas para quienes deseaban
dañamos. En unas ocasiones eran los pueblos, en otras el gobernador local,
quienes disponían maquinaciones contra nosotros, de modo que, a pesar de no
haber persecuciones declaradas, algunas se encendían en ciertas partes según
cada región, y muchos creyentes lucharon con diversos martirios.
3. Esta información ha sido tomada de la Apología
latina de Tertuliano, la cual ya indicamos antes. Su traducción es la
siguiente: «Sea como fuere, encontramos que está prohibido incluso que nos
busquen. Pues Plinio segundo, gobernador de una provincia, habiendo ya
sentenciado a algunos cristianos, y tras rebajarlos en sus cargos, confuso por
la gran cantidad de ellos y sin saber qué quedaba por hacer, consultó al
emperador Trajano diciéndole que, fuera de que se negaban a adorar a los
ídolos, nada impío encontraba en ellos. También le indicaba esto: Que los
cristianos se levantaban al despuntar el día y cantaban himnos a Cristo como a
un Dios, y que para conservar su saber se les había prohibido dar muerte,
adulterar, codiciar, disfrutar y cualquier cosa semejante. A esto Trajano
respondió por escrito que no se buscara a la tribu de los cristianos, pero que
se castigara al que hubiere caído». Todo esto también tuvo lugar en este
tiempo.
XXXIV
De los obispos
de Roma, en el tercer año del mando del emperador ya mencionado, Clemente
entregó a Evaristo su ministerioy murió tras haber estado nueve años al frente
de la enseñanza de la palabra divina.
XXXV
Pero, al morir
Simeón del modo ya referido, le sucedió en el trono del episcopado de Jerusalén
un judío llamado Justo, el cual era uno de los muchos que, siendo de la
circuncisión, entonces ya creían en Cristo.
XXXVI
1. Por aquel entonces en Asia se
distinguía Policarpo, discípulo de los apóstoles, quien recibió el episcopado
de la iglesia de Esmirna de manos de los testigos oculares y servidores del
Señor.
2. Entonces empezaron a ser notorios
Papías, también el obispo de la región de Hierápolis, e Ignacio, el más ilustre
entre la mayoría todavía ahora. Éste fue el segundo en ser escogido para la
sucesión de Pedro en el episcopado de Antioquía.
3. Según una tradición, Ignacio fue
enviado desde Siria a Roma a fin de ser pasto de las fieras por causa del
testimonio de Cristo.
4. Cuando volvía de Asia, custodiado por
una guardia muy cuidadosa, fortalecía con sus palabras y exhortaciones a las
congregaciones en cada ciudad donde paraban. Primero los exhortaba a que antes
de todo se cuidaran de las herejías, que justamente entonces, por primera vez
eran predominantes, y los persuadía para que se mantuvieran aferrados a la
tradición de los apóstoles, la cual le parecía necesario poner por escnto para
su mayor seguridad, porque estaba para sufrir el martirio.
5. Así, estando en Esmirna, donde se encontraba Policarpo,
escri.bió una carta a la iglesia de Éfeso, mencionando a su pastor Onésimo.
Otra carta la escribió a la iglesia de Magnesia, la que está por encima de
Meandro, haciendo mención también del obispo Damas, y otra a la iglesia de
Trales, diciendo que su dirigente era por entonces Polibio.
6. A ésta cabe añadir la que escribió a
la iglesia de Roma, en la que expone su petición de que no intercedan por él
para que no le despojen de su deseada esperanza: el martirio. Merece la pena
aportar algunas citas, por muy breves que sean, para demostrar lo expuesto.
Escribe como sigue, textualmente:
7. «Desde Siria hasta Roma estoy
combatiendo contra fieras por tierra y por mar de noche y de día, atado junto a
diez leopardos, es decir, un cuerpo de soldados que se tornan peores con
hacerles el bien; no obstante, con sus ofensas más instruido soy. Pero no por
eso estoy justificado.
8. »¡Que pueda gozar de las fieras
dispuestas para mí! Ruego encontrarlas listas para mi; incluso las halagaré
para que me devoren rápidamente, no suceda como con algunos que por cobardía no
les dañaron, y si no lo hacen de buen grado, yo mismo las obligaré.
9. »Excusadme. Conozco lo que me
conviene. Ahora empiezo a ser discípulo. Ninguna cosa visible o invisible tenga
celos de mí porque yo dé alcance a Jesucristo.
»Fuego, cruz,
manadas de fieras, dispersión de huesos, destrucción de los miembros,
trituración del cuerpo entero y azotes del diablo me agobien; todo ello para
que dé alcance a Jesucristo».
10. Esto lo redactaba desde la ciudad
indicada a las iglesias ya enumeradas. Pero cuando yo estaba más allá de
Esmirna, desde Tróades también se pone en contacto por escrito con la de
Filadelfia, con la iglesia de Esmirna y privadamente con Policarpo que la
dirigía, y, reconociéndole verdaderamente como varón apostólico y siendo él
mismo pastor sincero y bueno, le hace entrega de su rebaño de Antioquía y le
pide que cuide de él con gran esmero.
11. Cuando escribe a los esmirniotas, tomando cita de no sé
dónde, se refiere a Cristo del siguiente modo: «Por mí sé y creo que incluso
después de su resurrección sigue en carne, y cuando vino a los compañeros de
Pedro les dijo: "Tomad, tocadme y ved que no soy un Espíritu sin cuerpo."
Y en seguida le tocaron y creyeron».
12. Ireneo también está informado de su
martirio y lo menciona en sus canas como sigue: «Como dijo alguno de los
nuestros condenado a las fieras por el testimonio de Dios, "porque soy
trigo de Dios y soy molido por los dientes de las fieras", a fin de ser
hallado como pan puro».
13. Y Policarpo menciona lo mismo en la
carta, que dice ser de él, a los filipenses. Dice así: «Por ello os invito a
todos vosotros para que seáis obedientes y practiquéis toda paciencia, la que
pudisteis ver con vuestros ojos, no únicamente en los dichosos Ignacio, Rufo y
Zósimo, sino también en otros de los vuestros, en el propio Pablo y en los
restantes apóstoles, confiando en que todos ellos no corrieron en vano, antes
bien en la fe y en la justicia, y confiando también que están en su debido
lugar al lado del Señor, con el que también sufrieron. Pues no amaron a este
siglo sino a aquel que murió por nosotros y que Dios resucitó por nosotros». A
continuación añade:
14. «Vosotros me escribisteis y también Ignacio, a fin de que
si alguien fuera a Siria, llevara asimismo nuestros escritos. Yo haré lo mismo
si doy con una oportunidad favorable, ya sea personalmente, ya sea por medio de
alguien que envíe y que también servirá como embajador de vuestra parte.
15. »Las cartas de Ignacio que él nos envió y las otras que
ya teníamos, os las enviamos, como nos lo encargasteis. Las incluyo en esta
carta. Podéis conseguir un gran provecho de ellas, porque contienen la fe, la
paciencia y toda edificación relacionada con nuestro Salvador». Hasta aquí lo
referente a Ignacio. Heros le sucedió en el episcopado de Antioquía.
XXXVII
1. Dentro de los ilustres de este tiempo,
también se hallaba Cuadrato. Según una tradición de éste, junto con las hijas
de Felipe, era notable por el don de la profecía. Además de éstos, también
fueron famosos, por aquel tiempo, muchos más que ocuparon el puesto principal
de la sucesión de los apóstoles. Estos, por ser maravillosos discípulos de tan
grandes varones, edificaron sobre los fundamentos de las iglesias establecidas
con anterioridad por los apóstoles, extendían cada vez más la predicación y la
semilla salvadora del reino de los cielos y la sembraban por toda la superficie
de la tierra habitada.
2. Así, gran número de los discípulos de
aquel tiempo, heridos en sus almas por la palabra divina con un amor tremendo
por la filosofía, en primer lugar llevaban a cabo la exhortación salvadora
repartiendo sus posesiones entre los necesitados, y luego haciendo viajes
realizaban la obra de evangelista, afanándose en predicar a los que todavía no
habían escuchado la palabra de la fe y en transmitir el texto de los divinos
evangelios.
3. Ellos sólo establecían los fundamentos
en algunos lugares extranjeros e instituían a otros como pastores, confiando en
sus manos el cultivo de los recién aceptados. Luego marchaban de nuevo a otros
pueblos con la gracia y la ayuda de Dios, ya que todavía entonces se lievaban a
cabo muchos y prodigiosos poderes del Espíritu divino por medio de ellos, de
modo que, desde el primer momento de escucharlos, multitudes de hombres a una
aceptaban de buen grado en sus almas la piedad del hacedor del Universo.
4. Pero como que no nos es posible
enumerar por su nombre a cuantos, en la primera sucesión de los apóstoles y en
la iglesia de toda la tierra, fueron pastores, o también los evangelistas, es
lógico hacer mención escrita por sus nombres únicamente de los que todavía
hasta ahora se conserva su transmisión, por sus recuerdos de la enseñanza
apostólica.
XXXVIII 1. Sin duda, de este modo son Ignacio, en
las cartas que ya hemos enumerado, y Clemente, en la carta que todos admiten,
la cual redactó en representación de la iglesia de Roma a la de Corinto. En
esta carta expone muchos conceptos de la Epístola a los Hebreos y hasta
hace uso de citas textuales, demostrando con ello claramente que se trata de un
escrito reciente.
2. Por esta causa pareció lógico
catalogarlo junto con los otros escritos del apóstol. Pues Pablo tuvo contacto
por escrito con los hebreos por medio de su lengua patria. Unos afirman que
este texto lo tradujo el evangelista Lucas, mientras que otros dicen que fue el
mismo Clemente.
3. Esto último tal vez fuere más cierto,
ya que la Carta de Clemente y la Epístola a los Hebreos mantienen
un estilo parecido, y que los conceptos que exponen ambos escritos no se alejan
mucho uno de los otros.
4. Sabemos que existe una segunda carta
llamada de Clemente, pero, como la primera, no creemos que sea conocida, pues
ni siquiera los antiguos, por lo que conocemos, hacían uso de ella.
5. Algunos muy recientemente han expuesto, como
pertenecientes a Clemente, otros escritos elocuentes y largos que contienen los
diálogos de Pedro y de Apión. Entre los antiguos no aparece mención alguna de
estos textos ni mantienen puro el carácter de la ortodoxia apostólica. Por lo
tanto, ya queda manifiesto cuál sea el escrito admitido de Clemente, y también
nos hemos referido a los de Ignacio y Policarpo.
XXXIX
1. Dicen que existen cinco escritos de
Papías con el título de Explicaciones de la palabra del Señor. Ireneo
los menciona como los únicos escritos por Papías, cuando dice lo siguiente: «De
esto también da testimonio escrito Papías, oyente de Juan, compañero de
Policarpo y varón de los antiguos, en su cuarto libro. Porque él compuso cinco
libros».
2. Esto según Ireneo. Pero Papías en
ningún modo explica que él fuera oyente ni testigo ocular de los santos
apóstoles, sino que enseña que acogió los asuntos de la fe de manos de los que
lo conocieron; dice como sigue:
3. «No dudaré en añadir todo cuanto
aprendí muy bien de los ancianos y que recuerdo perfectamente en mis
explicaciones, pues sé con toda certidumbre que es verdad. Porque no me
contentaba con lo que dicen muchos, como ocurre con la mayoría, sino con los
que enseñan la verdad; tampoco con los que repiten mandamientos de otros, sino
con los que recuerdan aquellos mandamientos que fueron dados a la fe
procedentes del Señor y que tienen su origen en la verdad.
4. »Y si alguna vez llegaba alguien que
había seguido a los ancianos, yo observaba las palabras de los ancianos, que
era lo dicho por Andrés, o Pedro, o Felipe, o Tomás, o Jacobo, o Juan, o Mateo,
o por cualquiera de los otros discípulos del Señor, e incluso lo que decían
Aristión y el anciano Juan, discípulos del Señor, pues creí que no obtendría el
mismo provecho de lo que aprendiera de los libros como lo aprendía por medio de
una voz viva y perdurable».
5. Merece la pena indicar que menciona dos veces el nombre
de Juan. El primero lo adjunta a la lista de Pedro, de Jacobo, de Mateo y de
los restantes apóstoles (claramente refiriéndose al evangelista); el segundo,
una vez concluido el discurso, lo pone junto con otros, separado de los
apóstoles y precedido por Aristión, llamándole más claramente anciano.
6. De este modo queda demostrada la veracidad del relato de
los que afirman que hubo varones con este mismo nombre en Asia, y en Éfeso dos
tumbas que todavía ahora ambos dicen que son de Juan. Es preciso detenerse en
esos detalles porque seguramente el segundo, si no se quiere primero, fue quien
vio la revelación que lleva el nombre de Juan.
7. Así pues, Papías, de quien nos estamos
ocupando ahora, reconoce que las palabras de los apóstoles las recibió de los
que siguieron estando con ellos, pero dice que él escuchó personalmente a
Aristión y a Juan el anciano; según esto, hace mención de ellos a menudo en sus
escritos y también expone sus tradiciones.
8. Nadie diga que todo esto no nos sirve
para nada. No obstante, merece la pena agregar a las palabras de Papías ya
referidas otras que narran hechos extraños y otros puntos que, según él, le
llegaron por la tradición.
9. Que el apóstol Felipe vivió en
Hierápolis junto con sus hijas ya se expuso anteriormente, pero ahora hemos de
señalar cómo Papías, que vivía por aquel tiempo, menciona que recibió de ellas
una narración sorprendente. Cuenta que en su tiempo tuvo lugar la resurrección
de un muerto y, aún más, otro portento acerca de Justo, de sobrenombre
Barsabás, el cual bebió un preparado mortal pero, por la gracia del Señor,
ningún mal sufrió.
10. Después de la ascensión del Señor, los santos apóstoles
colocaron a este Justo con Matías y oraron con el fin de que por la suerte se
completara su número en vez del traidor Judas. El texto de los Hechos que
lo relata es el siguiente: «Y señalaron a dos: a José, llamado Barsabás, que
tenía por sobrenombre Justo, y a Matías. Y orando, dijeron.»
11. Papías relata otros hechos que le llegaron por tradición
oral, algunas parábolas extrañas del Salvador y de su enseñanza y otras aún más
legendarias.
12. Una de ellas dice que después de la
resurrección de los muertos habrá un milenio, cuando se establecerá
corporalmente el reino dc Cristo sobre esta misma tierra. Me parece que él cree
estas cosas porque ha malinterpretado la exposición de los apóstoles, pues no
comprendió que ellos lo dijeron en figura y simbólicamente.
13. Ciertamente, por lo que se puede ver
en sus escritos, se trata de un hombre simple. No obstante, él fue el
responsable de que tantos autores eclesiásticos asumieran su misma creencia, besándose
en la antigüedad de este varón, como, por ejemplo, Ireneo y quienquiera que
muestre ideas semejantes.
14. En sus escritos, Papías expone otras explicaciones de las
palabras del Señor procedentes de Aristión (ya mencionado) y otras tradiciones
de Juan el anciano. Todos éstos se los recomendamos a cuantos deseen
instruirse. Ahora debemos añadir a sus palabras ya citadas una tradición
referente a Marcos, el que escribió el evangelio. Se expresa así:
15. «y el anciano decía lo siguiente:
Marcos, que fue intérprete de Pedro, escribió con exactitud todo lo que
recordaba, pero no en orden de lo que el Señor dijo e hizo. Porque él no oyó ni
siguió personalmente al Señor, sino, como dije, después a Pedro. Éste llevaba a
cabo sus enseñanzas de acuerdo con las necesidades, pero no como quien va
ordenando las palabras del Señor, más de modo que Marcos no se equivocó en
absoluto cuando escribía ciertas cosas como las tenía en su memoria. Porque
todo su empeño lo puso en no olvidar nada de lo que escuchó y en no escribir
nada falso».
16. Esto relata Papías referente a Marcos. Sobre Mateo dice
así: «Mateo compuso su discurso en hebreo y cada cual lo fue traduciendo como
pudo».
17. El mismo autor hace uso de testimonios
de la I Epístola de Juan y también de la de Pedro. Refiere otro relato
sobre una mujer expuesta ante el Señor con muchos pecados, el cual se halla en
el Evangelio de los Hebreos. Es necesario tener esto en cuenta, además
de lo que ya hemos expuesto.
Fuente: Historia Eclesiástica, de Eusebio de
Cesarea, tomo I. Editorial CLIE www.clie.es
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