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martes, 10 de julio de 2012

COMO NOS LLEGO LA BIBLIA


E





l desarrollo de los estudios bíblicos desde comienzos del siglo XIX, juntamente con los descubrimiento de la arqueología bíblica, han resultado de extraordinario beneficio en el proceso de restauración del texto de las Sagradas Escrituras. Hoy, como nunca antes, la Iglesia se encuentra en posesión de una Base Textual que la acerca maravillosamente a los Autógrafos de la Biblia.
Al mismo tiempo, estos descubrimientos y avances han puesto en evidencia en la versión Reina-Valera numerosas variantes, cuando esta es comparada con manuscritos mucho más antiguos y fidedignos que aquellos que sirvieron de base para su traducción. En tal virtud, la Sociedad Bíblica iberoamericana siente la responsabilidad ineludible ante la Iglesia de Cristo, de iniciar una revisión que, preservando todo cuanto la versión Reina-Valera tiene de bueno (esto es, su forma, estilo literario y su riqueza de expresiones), presente razonadamente al lector de hoy, lo que Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera hubieran traducido de haber tenido a su disposición la Base        Textual restaurada hasta los albores del segundo siglo, que utilizó la Iglesia Primitiva.
La importancia de esta trascendental obra no puede ser subestimada, toda vez que el traductor o intérprete, antes de explicar el significado de palabras, frases e ideas de la Escritura, deberá, interesarse por un problema precedente. Esto es:


¿Cuál es el texto original del pasaje?
http://virtualwebexpert.wix.com/tintapapelycarton

Que tal pregunta debe ser hecha (¡…y contestada!), surge por dos circunstancias: (a) Ninguno de los documentos originales de la Biblia existe hoy día; y (b) Las copias existentes difieren una de otra.
Al ser escritos sobre el frágil papiro, y a causa del uso continuo que se les daba, los documentos originales del Nuevo Testamento pronto se destruyeron o extraviaron. Durante el transcurso de más de catorce siglos, y hasta la invención de la imprenta, se llegaron a realizar miles de copias manuscritas del Nuevo Testamento, de las cuales aproximadamente 5.000 se encuentran hoy en existencia presentando entre si no menos de 250.000 de las llamadas “variantes textuales”.
El texto del Antiguo Testamento, en cambio, fue celosamente resguardado por las autoridades judías y recopilado entre los años 750 y 1000 D.C. en una edición denominada Texto Masorético (TM).
Esta obra es el resultado del trabajo de los llamados “masoretas” o comentaristas, que fueron eruditos judíos dedicados al estudio y depuración de las distintas copias manuscritas del texto bíblico. Una de sus escuelas, la de Ben ‘Asher, en Tiberias, creó hacia fines del siglo IX D.C. un sistema de integración de vocales dentro del texto de consonantes, que acabó por imponerse y dominar sobre las demás escuelas, tanto de Tiberias como de Babilonia. Por otra parte, hoy día existe el recurso de consulta de los manuscritos del Mar Muerto que contienen casi en su totalidad, el Antiguo Testamento con una antigüedad que data del siglo II A.C.

LA CONFECCION DE LIBROS ANTIGUOS
H
ASTA LA INVENCION DE LA IMPRENTA EN EL SIGLO XV, EL TEXTO DE LA BIBLIA (Y CUALQUIER OTRO TIPO DE REGISTRO) SOLAMENTE PODIA SER TRANSCRITO MEDIANTE UN LABORIOSO TRABAJO DE COPIAR LETRA Y PALABRA POR PALABRA. POR LO TANTO, LA CONSIDERACION DEL PROCESO QUE ENVOLVIO LA HECHURA Y TRANSCRIPCION DE MANUSCRITOS, ES DE SUMA IMPORTANCIA PARA EL ESTUDIO DEL TEXTO SAGRADO.
MATERIALES
Entre los diversos materiales utilizados en la antigüedad para la confección de libros, tales como madera, hueso, metal, arcilla, papiro y pergamino, el estudiante de la Biblia ha de interesarse principalmente en los dos últimos: el papiro y el pergamino. La manufactura del primero era un negocio floreciente en Egipto pues crecía abundantemente en las orillas del delta del Nilo (Job 8.11.). El Pergamino por su parte, tiene una historia interesante y está relacionada con la competencia de dos reyes por poseer la mejor biblioteca de la época. Uno de ellos, Tolomeo Epífanes (205-182 A.C.), decretó un embargo sobre las exportaciones del papiro producido en Egipto, lo cual obligó al rey de pérgamo a buscar una fórmula alterna de materiales capaces de recibir la escritura. Fue así como se desarrolló la industria del pergamino (de allí su nombre), el cual era fabricado con pieles de ganado, antílopes, cabras, y ovejas, especialmente recién nacidos.
FORMA
El uso más antiguo del papiro como receptor de la escritura era en forma de “rollo”. Las hojas de papiro se unían lateralmente y luego se enrollaban en bastones cilíndricos, con un largo aproximado de 10 metros (el Evangelio según Lucas hubiera llenado normalmente esa medida).
Los rollos eran relativamente difíciles de usar y la Iglesia Primitiva pronto descubrió cuan incómodo podía resultar encontrar un pasaje específico. De esta manera, antes de finalizar el primer siglo, se comenzó a utilizar la forma de códice, la cual consistía en doblar una o varias hojas de papiro y coserlas juntas. Es muy posible que esta forma de códice haya sido una propuesta ideada por los cristianos gentiles en su afán por diferenciarse de la típica lectura en rollos utilizada en las sinagogas.
El pergamino fue también utilizado posteriormente en forma de códice. En el 331 D.C., el emperador Constantino ordenó la elaboración de 50 copias de la Biblia en pergamino. Dos de esas copias existen hoy día, y constituyen las copias manuscritas más importantes del texto del Nuevo Testamento: El códice Sinaítico y el códice Vaticano.

TRANSMISION Y ALTERACION TEXTUAL
EN LOS PRIMEROS DIAS DE LA IGLESIA CRISTIANA, LUEGO DE QUE UNA CARTA APOSTOLICA ERA ENVIADA A UNA CONGREGACION O A UN INDIVIDUO, O DESPUES QUE UN EVANGELIO ERA ESCRITO A FIN DE LLENAR LAS NECESIDADES DE UN PUBLICO LECTOR EN PARTICULAR, SE ELABORABAN COPIAS CON EL PROPOSITO DE EXTENDER SU INFLUENCIA Y FACILITAR A OTROS SUS BENEFICIOS. ERA POR LO TANTO INEVITABLE, QUE ESAS COPIAS MANUSCRITAS CONTUVIERAN UN NUMERO MAYOR O MENOR DE DIFERENCIAS EN PALABRAS CON RESPECTO A SU ORIGINAL.
CAUSAS INVOLUNTARIAS
La mayor parte de las divergencias surgieron por causas accidentales, tales como confundir una letra o palabra con otra parecida. Si, por ejemplo, dos líneas vecinas de un manuscrito comenzaban o terminaban con el mismo grupo de letras, o si dos palabras similares se encontraban juntas en la misma línea, era fácil para el ojo del copista saltar del primer grupo de letras al segundo, y así omitir una porción del texto.
Inversamente, el escriba podría regresar del segundo al primer grupo y, sin querer, copiar una o más palabras dos veces. También, las letras que se pronunciaban de igual modo, podían ser confundidas algunas veces por los escribas oyentes. Tales errores accidentales eran casi inevitables doquiera que se copiaban a mano largos pasajes, y había más posibilidades de que ocurrieran si el escriba tenía vista u oído defectuoso; si era interrumpido en su labor; o si a causa del cansancio, estaba menos atento  de lo que debía estar.

CAUSAS DELIBERADAS
Otras divergencias en palabras, surgieron de intentos deliberados por suavizar formas gramaticales toscas, o por tratar de eliminar partes-real o aparentemente-obscuras en el significado del texto. Algunas veces, un copista substituía o añadía lo que le parecía ser una palabra o forma más apropiada, quizá derivada de un pasaje paralelo (armonización de lecturas similares). De esta manera, durante los primeros siglos que siguieron  a la conformación del Canon del Nuevo Testamento, surgieron centenares-o más bien millares-de variantes textuales.

TIPOS DE TEXTO DEL NUEVO TESTAMENTO
DURANTE LOS PRIMEROS AÑOS DE EXPANSION DE LA IGLESIA CRISTIANA, SE DESARROLLARON LOS TEXTOS LOCALES DEL NUEVO TESTAMENTO. A LAS NUEVAS CONGREGACIONES ESTABLECIDAS EN O CERCA DE GRANDES CIUDADES (ALEJANDRIA, ANTIOQUIA, CONSTANTINOPLA, CARTAGO O ROMA), SE LES PROVEIAN COPIAS DE LAS ESCRITURAS EN EL ESTILO QUE ERA CORRIENTE EN ESA ÁREA. AL HACER COPIAS ADICIONALES EL NUMERO DE LECTURAS ESPECIALES E INTERPRETACIONES ERAN CONSERVADAS Y HASTA CIERTO PUNTO AUMENTADAS, DE TAL MANERA QUE UNA CLASE DE TEXTO MAS O MENOS PECULIAR, LLEGÓ A CRECER Y ESTABLECERSE.

H
oy es posible identificar la clase de texto preservado en manuscritos del Nuevo Testamento al comparar sus características textuales con las citas de esos mismos pasajes en los escritos de los padres de la Iglesia que vivían en los principales centros eclesiásticos, o cerca de ellos.
Al mismo tiempo, las peculiaridades del texto local tendían a diluirse y mezclarse con otras clases del texto. Por ejemplo, un manuscrito del Evangelio según Marcos copiado en  Alejandría era llevado luego a Roma, ejercería sin duda, alguna influencia en los copistas que transcribían el texto de Marcos que era corriente en Roma. Sin embargo, durante los primeros siglos, las tendencias a desarrollar y preservar un tipo particular de texto, prevalecieron a la mezcla de ellos. De esta manera, se formaron varios tipos de texto del Nuevo Testamento de los cuales, los más importantes son el Alejandrino, el Occidental, el Cesariense y el Bizantino.
FAMILIAS TEXTUALES
TEXTO ALEJANDRINO
El tipo de texto Alejandrino es usualmente considerado como el mejor y más fiel en la preservación del original. Sus características son la brevedad y la austeridad.
Hasta muy recientemente, los dos principales testigos del tipo de texto Alejandrino eran el códice Vaticano (B) y el códice Sinaítico (א), manuscritos en pergamino de mediados del siglo IV. Sin embargo, con la adquisición de los papiros Bodmer, particularmente el ק 75 (ambas copias cercanas al fin del siglo II), ha sido posible inferir que el tipo de texto Alejandrino retrocede hasta principios del segundo siglo (125 D.C.).
TEXTO OCCIDENTAL
Este tipo de texto era corriente en Italia, Galia, África del norte y otras partes incluido Egipto). Puede también retrotraerse hasta el siglo segundo. Utilizado por varios de los padres (Cipriano, Tertuliano, Ireneo, y Taciano), su presencia en Egipto está demostrada por los papiros ק 38 (cerca del 300 D.C.) y ק 48 cercano al final del siglo III). Los manuscritos griegos más importantes que representan el tipo de texto Occidental son el códice Beza (D), del siglo V o VI (que contenía Evangelios y Hechos), el códice Claromontanus (D), del siglo VI, (que contenía Epístolas Paulinas) y, el códice Washingtonianus (W), del final del siglo IV. De igual manera, las viejas versiones latinas son testigos notorios del tipo de texto occidental, y se encuentran dentro de grupos principales, tales como las formas africana, italiana e hispana del texto latino antiguo. La característica principal del tipo de texto Occidental es su intensa paráfrasis.

TEXTO CESARIENSE
Parece haberse originado en Egipto (está respaldado por el papiro Chester Beatty ק45). Fue traído quizá por Orígenes a Cesárea, donde fue utilizado por Eusebio y otros. De Cesárea fue llevado a Jerusalén, donde fue usado por Cirilo y por armenios que en épocas tempranas tenían una colonia en Jerusalén. Los misioneros armenios llevaron el tipo de texto Cesariense a Georgia, donde influyo en la Versión Georgiana, como también en el manuscrito griego del siglo IX, códice Korideti (Q).
Parece, pues, que el tipo de texto Cesariense  tuvo una larga y accidentada carrera. De acuerdo con los puntos de vista de la mayoría de eruditos, se trata de un texto oriental, y está caracterizado por una mezcla de lecturas occidentales y alejandrinas. También se puede observar un propósito de hacer elegantes las expresiones, distinción que es especialmente notable en el tipo de texto Bizantino.      

TEXTO BIZANTINO
Es el último de los varios tipos distintivos de texto del nuevo testamento. Lo caracteriza su esfuerzo por aparecer completo y con mucha lucidez. Los constructores de este texto intentaron sin duda pulir cualquier forma ruda del lenguaje, combinar dos o más lecturas expandida (fusión), y armonizar pasajes paralelos divergentes.
Este tipo de texto combinado, producido quizá en Antioquia (Siria), fue llevado a Constantinopla, donde fue distribuido ampliamente a través de todo el Imperio Bizantino.
Su mejor representante hoy es el códice Alejandrino y la gran masa de manuscritos minúsculos. Así, durante el periodo transcurrido entre el siglo VI hasta la invención  de la imprenta en el siglo XV, el tipo de texto Bizantino fue reconocido como el texto autorizado (normativo), y fue el de mayor circulación y el más aceptado.
La descripción clásica del tipo de texto Bizantino es hecha por EJ.A. Hort. Él dice: Las cualidades que los autores del texto Bizantino parecieran más interesados en resaltar, son lo lúcido y lo completivo. Ellos estaban evidentemente ansiosos, hasta donde fuera posible, y sin recurrir a medidas violentas, por remover todas las piedras de tropiezo en el camino del lector ordinario.
También estaban igualmente deseosos de que este obtuviera los beneficios de la parte instructiva contentivo en todo texto existente, teniendo en cuenta no confundir el contexto o introducir aparentes contradicciones. Nuevas omisiones, por ende, son raras, y cuando ocurren, usualmente quieren contribuir a aparentar simplicidad. Por otra parte, abundan las nuevas interpolaciones, la mayoría de ellas hechas debido a armonizaciones u otra similitud, pero identificables por ser caprichosas o incompletas.
Tanto en tema como en dicción, el texto Sirio es visiblemente un texto “completo”.
Se deleita en pronombres, conjunciones, expletivos, y provee enlaces de todo tipo, así, como también añadiduras de consideración. Como distinguiéndose del valor denodado de los escribas occidentales y de la erudición de los alejandrinos, el espíritu de sus correcciones es al mismo tiempo sensible y débil.
Totalmente irreprochable en bases literarias o religiosas respecto a una dicción vulgar o indigna, pero mostrando una ausencia de discernimiento critico-espiritual, presenta el Nuevo Testamento en una forma blanda y atractiva, pero notablemente empobrecido en fuerza y sentido,  más apropiado para la lectura rápida o recitativa que para el estudio diligente y repetido.”
Tal forma alterada de texto es la que proveyó las bases para casi todas las traducciones del Nuevo Testamento hasta el siglo XIX. El texto Bizantino sirvió de base para la edición de Erasmo de Rotterdam publicada por J. Froben en 1516. Esta versión griega del Nuevo Testamento y sus subsecuentes ediciones fueron ampliamente difundidas, reconocidas y aceptadas como el texto normativo de la iglesia protestante, y llegó a ser famoso por su nombre latino de Textus Receptus.

EL “TEXTUS RECEPTUS”
E
l invento de Juan Gutemberg, la imprenta de tipos movibles, produjo las más trascendentales consecuencias para la cultura y la civilización occidental. De allí en adelante, podrían reproducirse copias de libros más rápida y económicamente y con un grado de perfección hasta entonces nunca alcanzado. Muy apropiadamente, la primera impresión importante de Gutemberg fue una magnífica edición de la Biblia. El texto era el de la Vulgata Latina de Jerónimo y fue publicada en Maguncia entre 1450 y 1456. Sin embargo, con excepción de algunos pasajes, el Nuevo Testamento griego tuvo que esperar hasta 1514 para ser impreso. Dos razones se le atribuyen a esta demora de casi setenta años. La primera de ellas fue lo difícil y costoso que resultaba la producción de tipos griegos de fundición necesarios para un libro de considerables dimensiones. La segunda, y más importante razón que demoró la publicación del texto griego, fue sin duda el prestigio  de la Vulgata Latina de Jerónimo. Las traducciones en idiomas vernáculos no anulaban la superioridad del texto latino del cual provenían; pero la publicación del Nuevo Testamento griego ofrecía a cualquier erudito conocedor de ambas lenguas, una herramienta con la cual podía criticar y corregir la Biblia oficial de la Iglesia Romana. Sin embargo, en 1514, salió de la imprenta el primer Nuevo Testamento  Griego como parte de una Biblia poliglota. Planeada en 1502 por el Cardenal Primado de España, Francisco Jiménez de Cisneros, una magnífica edición del texto hebreo, arameo, griego y latino, fue impreso en la ciudad universitaria de Alcalá (Complutum).  A pesar de que el texto complutense fue el primer Nuevo Testamento griego en imprimirse, no fue el primero en ser publicado (esto es, puesto en circulación). Tal fue la edición preparada por el famoso erudito y humanista holandés Desiderio Erasmo de Rotterdam.
No se puede determinar exactamente cuando decidió Erasmo preparar la edición del Testamento griego, pero durante una visita a Basilea en agosto de 1514, discutió (posiblemente no por primera vez) con el editor J. Froben, la posibilidad de tal volumen. Sus negociaciones parecieron haberse roto  por algún tiempo, pero fueron restablecidas durante una visita de Erasmo a la Universidad de Cambridge en abril de 1515. Fue entonces cuando Froben lo importuná a través de un mutuo amigo, Beatus Rhenanus, a fin de que se hiciera cargo inmediatamente de la edición del Nuevo Testamento griego. Sin duda Froben, que fue acompañada por la promesa de pagar a Erasmo “… tanto como cualquier otro pudiera ofrecer por tal trabajo”, aparentemente llegó en el momento oportuno. Habiendo ido nuevamente a Basilea, en julio de 1515, Erasmo esperaba encontrar manuscritos griegos suficientemente buenos como para enviarlos a imprimir, y luego presentarlos juntamente  con su propia traducción latina, en la que había venido trabajando de forma intermitente durante algunos años.
No obstante, con disgusto, pudo comprobar que los únicos manuscritos disponibles para ese momento, requerían de cierto grado de corrección antes que pudieran ser usados como copias de impresión.
El trabajo comenzó el 2 de octubre de 1515 y, el 1 de marzo de 1516 – solo cinco meses después – la edición entera había sido concluida en un gran volumen folio de aproximadamente mil páginas que según el propio Erasmo declaro más tarde, “fue…precipitado ante que editado”

RESTAURACION DELTEXTO DEL NUEVO TESTAMENTO
Por recobrar la forma original del Nuevo Testamento”.
A los veinticinco años de edad, Tischendorf descifró el palimpsesto códice Efraemi (C); viajó extensamente por toda Europa y el Cercano Oriente en busca de manuscritos nuevos y antiguos; los examinó y los editó, y en 1859 descubrió en el Monasterio de Santa Catalina, en el Monte Sinaí, el documento que tiene la primacía entre los testigos más fieles y antiguos del Nuevo Testamento: el códice Sinaítico.
La historia de tal hallazgo es apasionante y merece ser narrada con algún detalle.

Tregelles, el abnegado
En Inglaterra, el erudito que, a mediados del siglo XIX, tuvo más éxito en alejar la preferencia inglesa por el Textus Receptus fue Samuel Prideaux Tregelles (1813-1875).
Cuando aun tenía veinte años, Tregelles comenzó a hacer planes para una edición crítica del Nuevo Testamento.
Sin saberlo, Tregelles desarrolló con una similitud asombrosa principios de crítica paralelos a aquellos de Lachmann. De ahí en adelante, se dedicó a la comparación de manuscritos griegos, viajó extensamente a través de toda Europa  con este propósito. Su cuidadoso y sistemático examen de casi todos los unciales hasta entonces conocidos y varios minúsculos importantes, resultaron en la corrección de muchas citas erradas por previos editores.
También revisó nuevamente las citas del Nuevo Testamento que se encuentran en los escritos de los padres de la Iglesia hasta Eusebio, así como las versiones antiguas, y finalmente produjo una edición que publicó entre 1857 y 1872.
A pesar de su pobreza, oposiciones y enfermedades, Tregelles superó todas las dificultades y dedicó  todo el tiempo de su vida a labores meticulosas sobre el texto del Nuevo Testamento como un acto de adoración y compromiso con Dios, como el mismo declara en el prefacio de su edición: “…en la creencia plena de que será para el servicio a Dios, al servir a su Iglesia.”

Alford, el valeroso
Merece también mencionarse a Henry Alford (1810-1871), como un ardiente abogado de los principios de la crítica textual formulados por aquellos que, como Lachmann, habían trabajado, según sus propias palabras, en “…la demolición de la inmerecida y pedante reverencia por el Textus Receptus el cual obstruyó el camino de toda posibilidad de descubrir la genuina Palabra de Dios”.
Westcott y Hort,
o la ciencia de la crítica textual
El año de 1881 tiene un significado especial por la publicación de la más notable edición crítica del Testamento Griego jamás producida. Después de 28 Años de trabajo, B.F. Westcott (1825-1901) y J.A. Hort (1828-1892), ambos profesores de Divinidad en Cambridge, produjeron dos volúmenes titulados El Nuevo Testamento en Griego Original.
A diferencia de editores anteriores, ni Westcott ni Hort se abocaron a la comparación de manuscritos ni tampoco proveyeron un aparato crítico. Mas bien, utilizando colecciones de variantes textuales previas, perfeccionaron la metodología crítica desarrollada por Griesbach, Lachmann y otros, y la aplicaron rigurosamente pero con discriminación, a los testigos del Nuevo Testamento. Los principios y procedimientos de la crítica textual elaborada por ellos son demasiado extensos para explicarlos en detalle, pero pueden resumirse sumariamente como lo determinaron en su introducción, a saber: Las evidencias internas de la lectura; las probabilidades intrínsecas y de transcripción; los grupos de evidencias internas y las evidencias genealógicas. Al mirar en retrospectiva y evaluar la obra de Westcott y Hort, puede decirse que los eruditos de hoy día están de acuerdo en que la principal contribución hecha por ellos fue la clara demostración de que el texto Bizantino, es posterior a otros textos. Tres formas principales de evidencias respaldan este juicio: (1) El texto Bizantino contiene lecturas combinadas o fusionadas que son claras composiciones de elementos de otros textos más antiguos; (2) ninguno de los padres ante-niceno cita lectura alguna del texto Bizantino; y (3) en la comparación entre las lecturas sirias con otras rivales, su aspiración de ser aceptada como original se encuentra gradualmente disminuida y finalmente desaparece. No puede ser sorpresa que el total rechazo que Westcott y Hort mostraron hacia las aspiraciones del Textus Receptus de ser el original del Nuevo Testamento, fuera visto con alarma por muchos hombres de la iglesia, y encontrara serias oposiciones.
Baste decir que todos aquellos que se opusieron a la obra de Westcott y Hort (y consecuentemente a la aplicación de la crítica textual a los manuscritos del Nuevo Testamento) no alcanzaron a comprender la fuerza del método genealógico, según el cual el texto más tardío y combinado se evidencia como secundario y corrupto.
El breve recuento de la obra de Westcott y Hort puede concluir con la observación de que el consenso mayoritario de opiniones eruditas reconoce que sus ediciones críticas fueron verdaderamente extraordinarias. Ellos presentaron lo que sin duda es el más puro antiguo texto que podía ser obtenido con los medios de información de la época. A pesar de que el descubrimiento de nuevos manuscritos ha requerido la nueva alineación de ciertos grupos de testigos, la validez general de sus principios y procedimientos críticos son ampliamente reconocidos por los eruditos textuales contemporáneos.


RESTAURACION DEL TEXTO DEL NUEVO TESTAMENTO

Bernhard Weiss, o el arte de la crítica textual
Durante su larga y fructífera vida, Bernhard Weiss (1827-1918), profesor de exégesis del Nuevo Testamento en Kiel y Berlín, editó el Nuevo Testamento Griego. Por ser primeramente un buen teólogo, trajo a su labor un amplio y detallado conocimiento de los problemas teológicos y literarios del texto del Nuevo Testamento. En lugar de agrupar los manuscritos y evaluar las variantes por la vía del respaldo externo, Weiss discriminó entre las lecturas variantes de acuerdo con lo que a él le parecía el sentido más apropiado del contexto. Su procedimiento consistió en recorrer cada uno de los libros del Nuevo Testamento con un aparato crítico y considerar las más importantes variantes textuales, seleccionando en cada caso la lectura que le parecía justificada; como Hort hubiera dicho: “por probabilidad intrínseca”.
 Después que Weiss editó su texto al adoptar las variantes que le parecieron más apropiadas de acuerdo con el estilo y teología del autor, hizo una lista de los diferentes tipos de error que observó entre las variantes textuales y evaluó cada uno de los principales manuscritos de acuerdo a su relativa liberación de tales faltas.
En la asignación del grado de pureza de los manuscritos griegos, en sus distintos tipos de error, Weiss determinó  que el códice vaticano era el mejor. No sorprende entonces, que el carácter general de la edición de Weiss fuera extraordinariamente similar a la de Westcott y Hort, quienes se apoyaron tanto en el códice Vaticano. La importancia del texto editado por Weiss consiste en que, no solamente expresa la opinión madura de un gran erudito exegeta, quien dio años de detallada consideración al significado del texto; si no que es importante también porque los resultados de su aparente metodología “subjetiva” confirman los resultados de otros eruditos que siguieron un procedimiento distinto, calificado algunas veces como mas “objetivo” por comenzar por el agrupamiento de los mismos manuscritos.

Nestle, Souter, Merk, Bover…paciencia y erudición
El texto del Nuevo Testamento prosiguió su proceso de restauración mediante la aplicación de la ciencia de la crítica textual, a través de las extensas y pacientes labores realizadas por A. Souter; H. Von Soden; A. Merk; J. Bover; E. Nestle; S. Legs; R. Tasker y muchos otros, acerca de los cuales no es posible escribir ahora. De igual forma estos fueron ayudados por importantes descubrimientos de nuevos manuscritos griegos realizados en la primera mitad del siglo XX, que permitieron arrojar mayor luz en la restauración del texto bíblico.
Aland y Metzqer, héroes contemporáneos
En 1966, luego de una década de labores de investigación textual realizada por un Comité Internacional, cinco Sociedades Bíblicas publicaron una edición del Nuevo Testamento Griego diseñado especialmente para traductores y estudiantes. Su “aparato textual”, que provee relativamente todas las que provee relativamente todas las citas de evidencias manuscritas, incluye cerca de mil cuatrocientos cuarenta juegos de variantes textuales, escogidos especialmente en vista de su significado exegético. Contiene igualmente un “aparato de puntuación” que cita diferencias significativas en más de 600 pasajes, coleccionados de cinco ediciones del Nuevo Testamento, como nunca antes. Gracias a ello, ha sido posible producir ediciones de las Sagradas Escrituras con palabras que se aproximan hoy más que nunca a aquellas registradas en los Autógrafos Originales.

El descubrimiento del códice Sinaítico
En 1844, cuando aun Tischendorf no tenía 30 años y se desempeña como catedrático de la Universidad de Leipzig, comenzó un extenso viaje por el Cercano Oriente en busca de manuscritos bíblicos. Mientras visitaba el monasterio de Santa Catalina en el monte Sinaí, tuvo oportunidad de observar una cesta de basura que contenía algunas hojas de pergamino, la cual iba a ser usada para alimentar el fuego de la estufa. Al examinarlas, demostraron ser parte de una copia de la Versión Septuaginta del Antiguo Testamento. Tischendorf logró retirar de la cesta no menos de 43 hojas, mientras los monjes casualmente le comentaban que… ¡dos cestas iguales acaban de ser quemadas en la chimenea! Momentos más tarde, cuando le mostraron otras porciones del mismo códice (contenía todo Isaías y  el libro cuarto de Macabeos), él advirtió  a los monjes que tales cosas eran demasiado valiosas para alimentar el fuego. Con las 43 hojas que se le permitió retener, las cuales contenían porciones del Primer Libro de Crónicas, Jeremías, Nehemías y Esther, hizo una publicación en 1846, nombrando tales documentos como el códice Federico Augustanus.
En 1853, Tischendorf volvió a visitar el monasterio con la esperanza de hallar otras porciones del mismo manuscrito. No obstante, la alegría demostrada con el hallazgo anterior había hecho a los monjes más cautelosos, y no pudo conseguir nada adicional al manuscrito.
En el año de 1859, los viajes llevaron a Tischendorf nuevamente al Monte Sinaí, esta vez bajo los auspicios del Zar de Rusia, Alejandro II. El día anterior a su partida, Tischendorf presentó  al abad del monasterio una copia de la edición de la Septuaginta que recientemente había publicado en Leipzig. Fue entonces cuando el abad le comentó que él también poseía una copia similar; y acto seguido, sacó de su armario un manuscrito envuelto en una tela roja. Allí, ante los ojos atónitos del erudito, reposaba el tesoro que por tanto tiempo había deseado encontrar. Tratando de controlar sus emociones y aparentando normalidad, Tischendorf solicitó hojear someramente el códice, y luego de retirarse a su aposento, pasó toda la noche en el indescriptible gozo de estudiar el manuscrito, como declara su diario en latín “…quippe dormiré nefas videbatur” (verdaderamente, hubiera sido un sacrilegio dormir). Durante esa noche, pudo comprobar que el documento contenía más de lo que hubiera esperado, pues no solo estaba la mayor parte del Antiguo Testamento, sino que el Nuevo Testamento se encontraba completo, intacto y en excelente estado de preservación, con la adición de dos trabajos cristianos del siglo II: La Epístola de Bernabé y una extensa porción del Pastor de Hermas, conocido hasta entonces solo por su titulo. La siguiente mañana, Tischendorf trató sin éxito de comprar el manuscrito. Luego, pidió permiso para llevar el documento a El Cairo a fin de estudiarlo, pero tampoco le fue concedido, y tuvo que partir sin él. Más tarde, mientras se encontraba en El Cairo, lugar donde los monjes también tenían un pequeño monasterio, Tischendorf solicitó  al superior del mismo,  para que este mandara por el manuscrito.  El superior aceptó con la condición de que se intercambiaran mensajeros beduinos, los cuales traerían y devolverían el manuscrito cuaderno por cuaderno (ocho a diez hojas por vez), mientras Tischendorf procedía a copiarlo.
Teniendo por copistas a dos alemanes que se encontraban en El Cairo, (un farmacéutico y un bibliotecario), que tenían conocimientos del griego, y bajo la cuidadosa supervisión de Tischendorf, este comenzó su trabajo de transcribir las 110.000 líneas del texto, el cual terminó en un lapso de dos meses. La próxima etapa de negociaciones, envolvió lo que en un eufemismo podríamos llamar “diplomacia eclesial”. Para ese tiempo, el cargo de mayor autoridad entre los monjes del Sinaí se hallaba vacante. Tischendorf  sugirió que sería muy ventajoso para ellos hacer un apropiado regalo al Zar de Rusia, cuya influencia como protector de la iglesia griega ellos deseaban, y… ¿Cuál podría ser mejor regalo que el viejo manuscrito?
Después de largas negociaciones, el precioso códice fue entregado a Tischendorf para su publicación en Leipzig y para presentarlo al Zar en nombre de los          monjes. La publicación definitiva del códice fue hecha en el siglo XX por la Universidad de Oxford (N.T.1911; A.T.1922). Luego de la revolución rusa, al no estar interesada la Unión Soviética en la Biblia, y por necesidades económicas, negociaron su venta con los encargados del Museo Británico por 100.000 Libras Esterlinas, cantidad que fue pagada por mitades entre el Gobierno inglés y una suscripción popular, de individuos y congregaciones en Inglaterra y Estados Unidos. Al finalizar el año 1933, el manuscrito fue depositado en el museo de Londres, donde permanece hasta hoy.
El nuevo texto griego normativo
E
l lector ha podido apreciar cómo, durante los 14 siglos en que el Nuevo Testamento fue transmitido en copias manuscritas, llegaron a volcarse en su texto numerosos cambios. De los aproximadamente 5.000 manuscritos griegos del Nuevo Testamento conocidos hoy, no existen siquiera dos que coincidan en todos sus particulares.
 Al ser confrontados con esta masa de lecturas conflictivas, los editores han de decidir cuales variantes merecen ser incluidas en el texto como originales, y cuáles deben ser relegadas al aparato crítico a pie de página. A pesar de que a primera vista la tarea de restauración puede parecer una tarea imposible de realizar a causa de las miles de variantes de lectura envueltas en la decisión, los eruditos han logrado desarrollar ciertos criterios de evaluación que hoy son generalmente aceptados.
Tales consideraciones dependen de probabilidades. En ocasiones, el crítico textual deberá sopesar un conjunto de esas probabilidades, una contra otra. Además de esto, debe advertirse que, a pesar de que los criterios han sido desarrollados en forma metódica, uno no puede presuponer que una aplicación meramente mecánica o estereotipada siempre resolverá el problema. El rango y la complejidad de los datos textuales son tan inmensos, que ningún sistema de preceptos, por meticuloso que sea, podrá jamás ser aplicado con precisión matemática. Cada una de las variantes textuales necesita ser considerada individualmente y no juzgada conforme a reglas fijas.
LA BIBLIA TEXTUAL
D
E LA NARRATIVA ANTERIOR, SE EVIDENCIAN DOS HECHOS FUNDAMENTALES: A) LA VERSION REINA-VALERA ESTÁ BASADA EN UN TIPO DE TEXTO SECUNDARIO, TARDÍO, Y FUSIONADO CON VARIANTES ACUMULADAS EN COPIAS MANUSCRITAS DURANTE MAS DE CATORCE SIGLOS; Y B) POR LOS HALLAZGOS DE LA ARQUEOLOGÍA BÍBLICA Y LA APLICACIÓN DE LA CRÍTICA TEXTUAL A LAS COPIAS MANUSCRITAS, ESTAMOS HOY EN POSESIÓN DE UNA BASE TEXTUAL QUE NOS UBICA MARAVILLOSAMENTE CERCA DE LAS PALABRAS REGISTRADAS POR LOS AUTÓGRAFOS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS. ES DIFÍCIL EXPLICAR ENTONCES POR QUÉ RAZÓN,  HASTA EL PRESENTE, CUANDO TODAS LAS VERSIONES DE LOS PRINCIPALES IDIOMAS YA HAN SIDO ADAPTADAS A LA BASE TEXTUAL, LA MÁS IMPORTANTE VERSIÓN DE LA IGLESIA HISPANOAMERICANA CONTINÚA SOBRE BASES FUSIONADAS Y ESPURIAS. CUALESQUIERA SEAN LOS MOTIVOS DE LA DEMORA, EL CASO ES QUE, EN LOS ALBORES DE SÉPTIMO MILENIO BÍBLICO, A CASI DOS MIL AÑOS DE HABERSE CERRADO EL CANON DEL NUEVO TESTAMENTO, LA IGLESIA AÚN NO HA RECIBIDO UNA INFORMACION QUE, DE MANERA CONFIABLE, PUEDA PRESENTAR LA BASE TEXTUAL HEBREA Y GRIEGA, BAJO UN ESTILO LITERARIO SIMILAR AL DE REINA Y VALERA.

Adaptación
El objetivo fundamental de este Proyecto consiste en la revisión diligente, minuciosa y perspicua de la versión Reina-Valera. Por cuanto el estilo literario de esta monumental obra sobrepuja todas las demás versiones castellanas de las Sagradas Escrituras, la califica por encima de toda otra obra, para servir como una versión digna de ser adaptada a la más excelente BASE TEXTUAL critica conocida en la actualidad: La Biblia Hebraica Stuttgartensia, y el Novum Testamentum Graece.
La propuesta es, entonces, preservar todo cuanto la Versión Reina-Valera tiene de bueno: su forma, estilo literario, sus felices giros de expresión y su riqueza de comunicación. Tal como ha sido conocida y utilizada a través del tiempo; procurando realizar, no una nueva, sino una mejor versión.

Traducción
En estos ultimo tiempos, los estudios avanzados de las ciencias bíblicas han demostrado que en el Texto Original no solo las palabras y su orden, sino las mismas letras, se encuentran distribuidas en patrones artísticamente diseñados y están ubicadas con designio y propósito.
Estos avances y descubrimientos, inevitablemente establecen parámetros para el traductor serio, quien cada vez tiene menos libertad de hacer uso de la exegesis, paráfrasis, interpretación, o aquellos tan destacados recursos idiomáticos, los cuales mas tarde, casi siempre, exhiben su presencia solo para alejar a la versión de su más importante propósito: la fidelidad.
Y en este sentido, es por ello que las  traducciones más fieles son las más expresivas (y consecuentemente las más relevantes). Así, en muchas oportunidades, las traducciones literarias y dinámicas se hallarán contrapuestas a las formas expresivas del texto original. Por otra parte, ciertas técnicas de traducción demasiado uniformes atentan contra la variedad de estilos y los distintos niveles lingüísticos de la Biblia, en tanto que la fidelidad  a los originales siempre termina siendo una rica veta de recursos estilísticos diferentes. Tales condiciones son las que necesariamente debe poseer una traducción digna del Texto Sagrado.
Por traducción textual damos a entender una disciplina que enmarcada en las reglas que controlan la gramática general del lenguaje, y con el menor perjuicio de la coordinación y subordinación gramatical impuesta por el Autor Exacto, sea capaz de transmitir toda la intención, fuerza y lucidez del original, defendiendo su brevedad y simplicidad; preservando su pureza, y respetando sus asimetrías, asperezas gramaticales y redundancias. Que valore la riqueza de comunicación que el estilo literario ha logrado preservar a través del tiempo, y los beneficios que de allí se derivan al retardar los cambios que corrompen el lenguaje. Finalmente, que sea capaz de transmitir las conclusiones que por la sana exegesis y trazo, surgen de la analogía y armonía espiritual latente en toda la Escritura (Sal.119:160; 2 P.1:20).
De esta forma, tanto los traductores y revisores como el editor, han sido consecuentes en fijar su tarea dentro de un esfuerzo que transcriba, no lo que el Autor Divino pudo haber expresado en castellano, sino lo que El dice en hebreo, arameo y griego, para realizar un traducción tan literal como sea posible, y tan libre como imprescindiblemente lo exija el sentido y la claridad en castellano.

TEOLOGIA DE LA TRADUCCION
En la actualidad, las razones de las distintas categorías que pujan por predominar en los enunciados de traducción bíblica, son muchas, complejas y… conflictivas. Abarcan un amplio espectro que comienza con el sistema de traducción literal (interlineal), y concluye en los límites de la traducción dinámica (de tendencia parafrástica). Entre eso extremos, quizá la más destacada clasificación sea la traducción por equivalencias formales del lenguaje (literaria).
El estilo de traducción literal ocupa uno de los extremos en el amplio espectro que forman las distintas técnicas de traducción bíblica. Los aportes de esta disciplina no pueden ser subestimados, pues su presentación interlineal (aunque no refleja las relaciones sintácticas del idioma traducido) constituye una herramienta indispensable para el traductor y el estudiante bíblico en la relación con la definición y la morfología de las palabras hebreas, arameas y griegas de la Santa Biblia.
Debido, por una parte, a la simplicidad de su propósito, y por la otra parte a la extensión y complejidad de sus planteamientos, el sistema de traducción textual quizá sea la técnica de traducción más difícil de sintetizar en sus postulados, toda vez que los criterios utilizados en su práctica tienen que ver tanto con la aptitud, como con la actitud del traductor. Pero en línea general, podríamos afirmar que esta técnica fija sus tareas dentro de una disciplina que transcribe, no lo que el Autor Sagrado pudo haber dicho de haber escrito en castellano, sino lo que El dice en el hebreo, arameo y griego.
La traducción literaria orienta sus esfuerzos hacia el autor, el ambiente y su época; y utilizando todas las funciones del lenguaje literario, procura reproducirlos en todos sus aspectos. Bajo estos parámetros, el traductor literario actúa con plena libertad de criterio para elevar el nivel lingüístico, a fin de producir una plenitud de comunicación tal, que muchas veces resulta superior al que registra el Original mismo.
La traducción dinámica tiene por objetivo al lector quien, por así decirlo, “aguarda que le lleven” el texto. Esto significa que durante el desarrollo de la traducción, el texto mismo deberá sufrir una transformación tal, que ubique al lector en las mismas condiciones que se hallaba el destinatario original. Estas versiones cumplen una función importante, pues así como se preparan versiones infantiles de la Biblia, éstas son realizadas para gente que aunque sabe leer, no tiene cultura de lector. No obstante su gran utilidad, la inadvertencia de que se trata de una paráfrasis, podría eventualmente, guiar mal al lector al hacerle suponer que está leyendo la verdadera Palabra de Dios.

POSTULADOS DE TRADUCCION
Los eruditos han fijado consistentemente sus tareas dentro de una disciplina que transcriba, no lo que el Autor Divino pudo haber dicho de haber escrito en castellano, sino lo que Él dice en hebreo, en arameo y en griego. Esto, claro está, presenta de inmediato dos problemas que desafían la capacidad y habilidad del traductor: (1) cómo presentar fielmente el texto en los idiomas originales al lector castellano; y,(2) cómo presentar, sin embargo, el castellano de manera tal que se lea como una obra vernácula y no extranjera; como una original y no como una traducción. Sujeto a la consideración de que la solución del segundo enunciado siempre deberá estar subordinado al primero (y aunque es verdad que cualquier traducción, por más que lo intente, siempre fallará  en mostrar con fidelidad fotográfica la PALABRA DE DIOS), el pensamiento del traductor ha de estar afirmado en la posibilidad (no la imposibilidad) de traducir la jota y la tilde, considerando que cualquier otra propuesta que no tome en cuenta la perspicuidad infalible de la Palabra, lo ubicará de inmediato fuera de competencia para tratar con el problema que tiene entre manos.
A lo largo de la traducción, entonces, el objetivo principal es lograr un texto castellano depurado, informando y advirtiendo al lector a pie de página o en comentario anexo, las razones que asisten para tal o cual provisión. El estilo de traducción (principio que debe mantenerse en la forma más apegada) es que, siempre que sea posible, cada palabra hebrea o griega esté traducida por la misma palabra castellana; y, de ser posible, solo una palabra castellana explique cada palabra hebrea, aramea o griega.   

L
A Biblia es más que un tesoro histórico a ser preservado, o un clásico literario para admirar y aplaudir. Es algo más que un conjunto de documentos sobre cuya base textual puedan destacarse talentos de hombres doctos.
La Biblia es la revelación de Dios, de su propósito y de su voluntad. Es el registro de Palabras que tienen poder para “quitar la muerte y sacar a luz la vida y la inmortalidad” (2 Ti-1.10).
Si con nuestra mentes adultas creemos vivir en un planeta visitado por Dios hecho carne, entonces las palabras que Él dice revisten una importancia tal, que al trabajar con las equivalencias del precioso Libro, no podremos dejar de abstraernos del hecho excepcional de que exceden “los limites de nuestra habitación” (Hch.17.26).
Ante esta formidable tarea, sólo de humanas disciplinas, y reconocer que, así como ante el Dios Todopoderoso no podemos acercarnos con “vanas repeticiones”, tampoco ante el Sagrado Texto podemos hacerlo con fraseologías o tan siquiera con la locuacidad de un “espíritu liberal”, como si tratáramos con introducciones y comentarios en diccionarios o enciclopedias bíblicas. Hemos de acercarnos con un espíritu contrito, corazón hecho alheña y postrada actitud. Con fe sencilla y pies descalzos, limpios del mundanal lodo de las huecas filosofías humanas.
La Sociedad Bíblica Iberoamericana es una entidad civil y filantrópica cuyo objetivo es la traducción y distribución de las Sagradas Escrituras.

La hora de prepararse para el ministerio cristiano por fin ha llegado
y el Instituto Teológico De Santo Domingo te provee las herramientas para que lo puedas lograr, ponte en contacto con nosotros
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