LA BÚSQUEDA
A veces, por circunstancias de la vida,
se ve uno en la obligación de visitar una nueva iglesia. Extrañamente esa
“aventura” espiritual se puede volver una experiencia tristemente
desconcertante. Como todo buen cristiano al buscar una iglesia lo ideal es que
la misma quede cerca de nuestro domicilio, de tal manera que eventualmente
podamos llegar a ella caminando, si hubiera necesidad para que la distancia no
se convierta en un obstáculo para una asistencia regular, sobre todo en países
y comunidades donde se vive o se sobrevive paupérrimamente, porque muchas veces
el costo de traslado puede tornarse en un serio obstáculo.
Otra razón para tener una iglesia cerca
es que además podemos hacer parte del trabajo que la iglesia desarrolla en la
comunidad en la que está asentada. Pero como ya he dicho antes, hallar una iglesia
en la misma comunidad donde uno habita, extrañamente, no siempre es cosa fácil,
y no precisamente porque en los alrededores falten templos rotulados “IGLESIA”;
en realidad los hay de sobra, por lo mismo, muchas veces nos vemos en la
imperiosa necesidad de iniciar una búsqueda.
LA TRAVESÍA
Así “después de haber orado” comenzamos
el difícil y extenuante recorrido para poner en práctica nuestra capacidad de
“catadores” espirituales. ¡Y pensar que la razón por la que salimos en búsqueda
de esa iglesia fue solo para adorar al Señor, para serles útiles en su obra, para
tener comunión con Dios y propiciar que él nos responda! ¡Vaya, para hacer las
cosas, como Dios manda!
También iniciamos el recorrido porque
teníamos sed de su palabra debido a la aguda desnutrición a la que posiblemente
estuvimos sometidos en iglesias anteriores. Pero no en pocas ocasiones al
llegar a las puertas de las primeras congregaciones visitadas solo hallamos
ruido y más de lo mismo. ¡Y pensar que andábamos en busca de una enseñanza
sólida y consistente, pero en cambio no fue eso lo que encontramos; lo que nos
esperaba era una cátedra universitaria, anecdótica, pedante, humanista, larga y
aburrida!
Así que seguimos nuestro emocionante viaje
y al domingo siguiente llegamos a aquella congregación que se veía, al menos
desde afuera, tan idónea que nos inspiró visitarla, pero, esta vez, al menos
por un breve tiempo, queriendo pasar desapercibidos para tener tiempo de
explorar el ambiente. Pero, no bien llegamos querían exhibirnos a todos y
darnos cargos, títulos, responsabilidades y cargas que ellos no querían tocar
ni con un dedo. ¡Qué difícil!
Así pasaron los meses, buscando esa
iglesia ideal, probando todos los sazones
religiosos, —algunos muy picantes por cierto—, otros bastante desabridos
y algunos completamente insípidos. Así que cuando ya nos fuimos acostumbrando a
casi cualquier iglesia; entonces, sin darnos cuenta, caímos en aquella otra
iglesia que ya no sabíamos ni cómo encasillarla: allí no cantaban mucho, ni
oraban en voz alta, ni nos preguntaban nada, ni hablaban de dinero, y los
cultos no eran muy largos ni muy cortos, era una comunidad de gente viviente,
pero, como que no tenían vida. Estaban vivos pero, ¡qué decir!, pareciera que
no tenían alma, ellos no sentían ni padecían. Llegamos y estuvimos allí un
tiempito y nos fuimos durante otro tiempito, pero, nadie se enteró que
estuvimos allí, y si se enteraron, al menos nosotros no nos dimos cuenta.
Nos quedamos algo perplejos con lo que
estábamos observando, así que, ya para probar o para comprobar, nos retiramos
nuevamente otro tiempito y volvimos a esta misma congregación y el ciclo se
repetía inexorablemente. En el mismo lugar donde vimos la basura la última vez
que estuvimos allí, en ese mismo sitio se encontraba cuando volvimos, y
absolutamente todo el programa era predecible, los saludos, los anuncios y así
cada cosa. Para mucha gente, una iglesia así es perfecta, para otros es
insufrible, para muchos las anteriormente relatadas están fuera de la gracia y
viceversa, ¿dónde está y cómo debería ser la IGLESIA IGLESIA? La iglesia ideal, ¿existe?, y si existe ¿cómo
identificarla?