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domingo, 19 de abril de 2015

LA HUMILDAD DE JESUS, SU GRANDEZA

LA HUMILDAD DE JESÚS ES SU GRANDEZA

Por: Prof. Juan Alberto Galvá.



Lic Juan Alberto Galvá
Director Academico
INSTITUTO INTESAND
albertogalvac@hotmail.com
Siempre he admirado el mar como una de las obras visibles más cercanas y majestuosas de Dios. El espacio sideral es imponente y asombroso, pero, al mismo tiempo es inasible como la Luna, esa Luna que les prometemos a las chicas amadas; simplemente, en las condiciones presentes el inmenso universo es imposible de sondear. En cambio el mar sigue siendo un misterio, sigue siendo vasto, sigue siendo majestuoso y con todo está al alcance de nuestra mano. No lo podemos domar, ni dominar ni sondear exhaustivamente, pero paradójicamente está a nuestro alcance, nuestras manos pueden palparlo y sus efectos pueden ser apreciados a simple vista sin necesidad de artefactos.

Siempre he sentido cierta fascinación por estar frente al inmenso mar y su bravura y hermosura siempre evocan en mí al Creador de todas las cosas. Fue precisamente estando frente al imponente Mar Caribe que haciéndome acompañar de mis hijos Steward y Sarah Grace Marie, que agradeciendo a Cristo por sus misericordias, es decir, orando al Señor frente a SU mar, fui consciente justamente de eso, de que ese inmenso portento de la divinidad había sido hecho por JESÚS. No me tome por tonto. Claro que sabía que el mar y todas las cosas fueron hechos por él. Más bien me refiero a un momento especial, lo que algunos llaman un ¡Eureka! O algo por el estilo. Es como cuando un día, después de haber usado tus manos por años, empiezas a meditar en esas dos terminaciones que tienes en los brazos, sus características y de repente la palabra MANO pasa a tener un significado especial, ya no es simplemente la mano… Ahora te hallas meditando en

M A N O, esto es
(M) (A) (N) (O)
o sea M-A-N-O
mano

Solo cuando pasan estas cosas podemos decir que estamos pasando por un momento profundo de introspección, en ese momento, si el análisis es espiritual, grandes y buenas cosas pueden ocurrir para nuestras vidas.

Bien, y… ¿Qué con eso? —Alguno dirá— 

Bien, recordemos que Dios, se hizo HOMBRE. Acá en la tierra hemos tenido y tenemos hombres que han alcanzado gran renombre por el hecho de haber realizado grandes hazañas. Estos hombres han recibido la admiración y la gratitud de la gente, pero, al mismo tiempo, no en pocos casos la vanidad y la soberbia que acompañan la grandeza del ser humano han provocado la estrepitosa caída o la antipatía de estos “héroes” humanos debido a que no han podido manejar tanto reconocimiento, algunos hombres ante tal fama han tenido que sacrificar sus vidas y recluirse para llevar vidas paradójicamente infelices y limitadas porque el asedio de la gente los abruma y en otros casos más funestos, han terminado envueltos en un vacío tan inmenso, en una espacio tan desolador que los ha abandonado todo sentido y razón de vivir y se han quitado la vida.

Pero si no lo habíamos pensado, bien vale la pena pensar en el HOMBRE  Jesús, quien fue y es el Dios Hombre. Por un momento póngase en los zapatos de Jesús e imagínese usted parado frente al mar diciendo, y entendiendo lo que significa lo dicho:

“este mar, este inmenso mar, cada átomo de hidrógeno y oxigeno y cada contorno de este mar, así como sus millones y millones de criaturas fue creado por estas manos”

¿Se lo imaginas usted?

Sí, esas frágiles manos humanas que podían percibir la suave brisa marina, que palpaban la humedad del agua salada, aquellos pies que percibían la rugosidad de la arena y el calor de la playa, ¿lo ha pensado?

¿Cómo se puede meditar en estas cosas y saber que no son parte de un delirio de grandeza sin precisamente caer en el delirio, en la locura, o procurar andar de plaza en plaza, de callejuela en callejuela y de reunión en reunión haciendo alarde —merecido— de semejante portento?

Solo un hombre que fuera Dios, podría convivir con semejante poder y conocimiento y no terminar esclavo de la vanidad, la soberbia y el sentido de superioridad. Solo un hombre que fuera Dios podría haber convivido con semejante poder dentro de sí, al alcance de sus manos sin procurar forzar a todos a reconocerlo y a tomar por fuerza, lo que por derecho de creación le corresponde.
Satanás el orgulloso es expulsado del cielo

Sin entrar en los recovecos teológicos y citas bíblicas interminables, en mi humilde modo de ver las cosas, solo habría que meditar en lo que significó para Jesús haber sido el creador de todas las cosas como está ampliamente atestiguado en las Escrituras, para comprender la infinita grandeza de Dios, en su insondable humildad, aquel que nada obtiene por fuerza, sino con argumentos de santidad, amor, paciencia, longanimidad y justicia.

Al entender tanta humildad en mi Señor, tuve motivos muy agradables para extender mi oración, mi oración frente a su mar, mi oración que fue una prolongada acción de gracias en reconocimiento de su poder, su sabiduría y su asombrosa humildad.














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