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lunes, 14 de mayo de 2012

La Teología De La Prosperidad, Por Juan Alberto Galvá



P e r s p e c t i v a

C r i s t i a n a
Sola gratia, solus Christus, sola scriptura, sola fide, soli Deo gloria

(O&DC). AÑO XIV DE SU FUNDACIÓN Y DOS MIL CUATRO DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR. SEXTA EDICIÓN. SANTO DOMINGO REP. DOM. ENERO 2006.


"La
Teología
De La
Pro$peridad”




Por: Juan Alberto Galvá
Iniciamos este breve mensaje de exhortación reconociendo con humildad nuestra insuficiencia, por lo que, con sinceridad nos cobijamos bajo la gracia de Dios y su Santo Espíritu y bajo la guianza y el consejo de los santos hombres de Dios, para que con libertad, si hallaran alguna cosa en este mensaje que pueda ser considerado contrario a la sana enseñanza o desviado de la verdad, nos lo hagan saber; y nosotros, de la mejor buena gana examinaremos esos sabios consejos para, si hubiera la necesidad, poner los correctivos que hagan falta.

Hemos revisado varios temas para dar inicio a esta etapa histórica de Perspectiva Cristiana, todos los temas nos han parecido muy atinados, pero no todos caben en este breve y modesto formato en que renace la revista o folleto, así que se ha decidido darle prioridad a lo que lleva urgencia.

Advierto a todos mis lectores, que escribo en este día, bajo la latente convicción de que estamos viviendo aquel tiempo anunciado por el apóstol Pablo que él califica de “tiempo de apostasía” esto es clave para entender la urgencia que le imprimo a este mensaje.

No es secreto para ninguno de nosotros que en los ámbitos evangélicos de tiempo en tiempo surgen sus “modas”. No vamos a discutir la pertinencia de las modas que son una manifestación de la naturaleza humana, en cuanto el campo de influencia de esas novedades sea distinto de lo que a la iglesia del Señor compete. Pero cuando estas penetran la esencia del cristianismo, hay el deber y la responsabilidad de denunciar y atacar el mal. Eso tenemos en mente en este breve artículo.

Con el pasar de los años hemos visto una cosa tras la otra. Desde las fascinantes historias de un predicador puertorriqueño de la década del cincuenta, que tenía la asombrosa habilidad de conseguir apagar bombillos con la sola autoridad de su voz, otro que sanaba enfermos dándoles zapatazos o tocándolos con su corbata, un evangelista que afirmaba que para obrar maravillas primero se llenaba de ira y al mismo tiempo del poder de Dios, un predicador bautizado “el león” porque realiza un ruido parecido a este felino salvaje. También hemos visto surgir a los “solo Jesús”, “creciendo en gracia”, “las herejías de Benny Him”, “la llamada guerra espiritual”, “los modernos apóstoles” la revolución de las iglesias celulares, más recientemente los llamados “encuentros” tema que ocupa en este momento la mayor parte de las energías de miles de creyentes y sus líderes y que según dicen algunos, amenaza con dividir grandes segmentos de la iglesia evangélica en R.D., la ordenación de mujeres y “la teología de la prosperidad” entre otros fenómenos preocupantes y a los cuales nos hemos de referir en entregas posteriores. Por ahora dedicaremos tiempo a la “teología de la prosperidad”.

Vivimos en un mundo altamente dominado por los intereses, sobre todo económicos. Estoy seguro que cualquiera estará de acuerdo conmigo en que, aparte de la falta de sujeción a Cristo, los problemas económicos, son la principal causa de traumas en el seno de los matrimonios de hoy día.
Casi todo mundo tiene dificultades económicas, algunos problemas más grandes y otros más pequeños. Buscando el origen de esas dificultades hallamos que estas tienen su génesis en la caída de la humanidad y en el articulado y enmarañado sistema que el Príncipe de este siglo ha organizado para subyugar a los hombres ante el amor desmedido al dinero y a los placeres carnales, “la vanagloria de la vida, el deseo de los ojos”1 en palabras del apóstol Juan. En otros casos esas dificultades se deben sin lugar a dudas a una penosa mayordomía de los bienes que Dios da.
En esta tierra dinero es también sinónimo de terribles dolores de cabeza, rencillas, odio amargo, amistades rotas, y en casos extremos suicidios y homicidios. Siendo así las cosas no es raro que cuando en las iglesias o en cualquier otro foro se habla de bendiciones o prosperidad, todo el mundo quiere oír dicho mensaje; y si existe la promesa, aunque sea velada, sutil o claramente expresada de que si se realiza un trueque entre Dios y los hombres, el Señor se verá compelido a cumplir “sus promesas” con más fe la gente querrá escuchar dicho sermón. Por supuesto, casi nunca el trueque se anuncia como tal, aunque en esencia, el énfasis y las estratagemas verbales son tan burdos, que aun cuando usen frases bíblicas como “siembra, lluvia, bendiciones, cosecha” los más avisados notan que el enfoque se desvía del camino de la prudencia y de la sana enseñanza.
En todo este asunto hay culpables. Por supuesto que los hay. Los primeros culpables son los líderes, cuando hablo de líderes lo hago en términos inclusivos; directores de ministerios, pastores, evangelistas y maestros. Más al final, como victima y como co-culpable yace el laicado.
En este punto, vale la pena detenernos un momento y abrir un necesario paréntesis. Muchos actuales líderes de ministerios —en Republica Dominicana hay una gran cantidad de ministerios, desde los más grandes hasta los más pequeños y cada día surgen nuevos— jamás pasaron por un instituto bíblico. Muchos de ellos son analfabetos funcionales, otros son bachilleres; otro tanto esta estudiando en casas de estudios superiores, los menos, son profesionales en distintas áreas y la fracción más reducida son pastores egresados de alguna de las pocas instituciones de formación teológica en el país y otros del extranjero. De este modo, tenemos a líderes muchas veces inexpertos o neófitos en la Palabra de vida, dirigiendo a otros hombres; de buena fe, pero con pésima preparación y estos, a su vez, también de buena fe, guiando el rebaño. Todo lo anterior en franca contradicción con lo ordenado por las Sagradas Escrituras.2

¿Cuál pues es el resultado de todas estas desviaciones?

Demasiado previsible. Tenemos hombres que tienen celo por Dios, que tienen buena intención, pero que no son capaces de trazar bien la Palabra de verdad. Siendo que no son capaces de transmitir correctamente el mensaje, los que están bajo su cuidado en la mayoría de los casos no pueden tampoco discernir cuando se introducen falsas enseñanzas, no aquellos evidentes errores, referentes por ejemplo a la Trinidad y doctrinas históricas similares; sino aquellas que vienen en un embalaje bien presentado, aquellas que están bien adornadas y que son sumamente atractivas a la carne. Vistas las cosas así, caemos de pronto en un lastimero y peligroso círculo vicioso; los pastores no enseñan bien porque fueron puestos a pastorear sin tener las condiciones mínimas, los miembros luego no se pueden defender de las falsas enseñanzas porque sus pastores no enseñan bien; lo precedente, aparentemente parece querer ser justificado bajo la clásica premisa de que “el fin justifica los medios”. Se piensa que el entusiasmo y fidelidad mostrados por algunos hombres, compensa su notoria carencia de preparación escritural, pero para Pablo la carencia en la capacitación de un hombre de Dios tiene solo un calificativo: ineptitud3, no apto para enseñar, guiar y enj resumen, ante tan agravada situación, su total falta de idoneidad. A la postre, como no nos deja mentir la experiencia, en el más de los casos, el fracaso es notorio: iglesias divididas y pastores y líderes que hacen rodar su testimonio a través de las pestilentes cañerías del descrédito y difamación del diablo.

Ahora sin perder tiempo expongamos en qué consiste en líneas generales “la teología de la prosperad” y qué enseña a nuestro juicio la Escritura al respecto.

Muchos reconocidos líderes del ámbito evangélico con acceso a los medios masivos de comunicación han diseminado esta mala semilla de la “teología de la prosperidad” hasta meterla en la médula misma de nuestras congregaciones y los resultados no pueden ser más desastrosos. Aunque estoy convencido que algunos de estos hombres están sinceramente equivocados, no me cabe la menor duda, que otros son verdaderos lobos rapaces, ¿quienes son unos y quienes los otros? Eso le toca a usted discernirlo querido lector.

Pero bien, fieles a esta mala enseñanza, muchos hombres se han levantado alrededor del mundo y nuestro país no ha sido la excepción, y ya han llegado al colmo de enseñar, que cualquier cosa, por absurda que sea, si la pedimos con fe, la podemos recibir de parte de Dios. Han dicho inclusive, que si usted no esta bien económicamente, o si sufre alguna enfermedad, (porque los creyentes no deben en ninguna manera estar enfermos, porque en la cruz Cristo llevó nuestras enfermedades, según los esparsores de este ajenjo doctrinal), es porque está en pecado, ignorando voluntariamente la clara enseñanza de la Biblia.4 Esas “perlas” se han oído y se escuchan aun hoy día. Tan diseminadas están estas malas enseñanzas que buena parte de las predicaciones de nuestro tiempo utilizan una deprimente fraseología muy alejada de la sencillez y honestidad bíblica y más cercana al actual e invasivo lenguaje mercadológico; frases tales como “la clave del éxito”, “el secreto de la bendición”, “la ley de siembra o la prosperidad”, “unción de dar”, “unción de José” y palabras y patrañas de esta estirpe son el día a día en muchas congregaciones. En efecto “Lo que se anuncia en muchas iglesias no es la acrisolada palabra de Cristo, sino un combo al mejor estilo Burguer King”


Hemos visto y examinado brevemente los planteamientos de la “teología de la prosperidad”. No todo lo esgrimido por estos hombres es necesariamente malo o antibíblico, el problema está en el énfasis, y en la aplicación.
Nosotros sabemos bien que el énfasis debe estar en una enseñanza integral de las Sagradas Escrituras, llevada a cabo por hombres competentes; que no sean aprendices, no podemos poner hombres a dirigir solo porque sean entusiastas, porque tengan buena intención, o porque sean exitosos, o muy hábiles, o muy inteligentes, no porque hablen lenguas, o tengan sueños, o profecías o visiones, ¡No, no, no y no!

¿Qué tipo de hombres necesitamos entonces?

Necesitamos hombres quienes a través de la llenura del Espíritu Santo, y la enseñanza, y el entrenamiento recibidos, hayan alcanzado la capacitación que Dios da para ejercer con amor, autoridad, y dignidad este tan delicado y honroso ministerio. Una vez tengamos gente así enseñando y guiando al rebaño, veremos como fruto al pueblo de Dios viviendo una vida en santidad y más acorde a los designios de nuestro Señor. Veremos a los hijos del Altísimo glorificar a Cristo, que es, ante cualquier otra cosa, la misión principal de los hijos de Dios. Y una vez los creyentes vuelvan a mirar a las Escrituras y a vivir por ellas y solo por ellas, comenzará el pueblo a mirar con cuatro ojos todas estas novedades doctrinales y a oponerse y denunciar todos estos vientos de doctrina, mayoría de las cuales tienen su sello “made in usa”.

Cabe Recordar que históricamente los introductores de herejías han predicado un 90 por ciento de verdad y un modesto 10 por ciento de mentiras, ¡Pero ay! ¡Qué mentiras! Esa aparentemente inofensiva pequeña inexactitud, acompañada de “buena fe” y un rostro y palabras convincentes son capaces de hacer daños irreparables. La leche 100 % pura, deja de serlo con que simplemente le agreguemos un 0.1 % de impurezas, lo que les digo no es exagerado, es la total verdad. Nuestra responsabilidad no es mantener la sana doctrina libre de grandes errores, o de medianos errores o de pequeños errores, ¡No! Tenemos la responsabilidad de mantener la palabra fiel, tal como se nos ha confiado, (Tit 1:9), (II Ti 2:15) no hay asociación posible entre Cristo y Belial, Jesús y sus apóstoles son claros enemigos del error y la imprecisión. Ahora veamos con paciencia lo que a nuestro modo de ver también enseñan las Escrituras acerca de este tema de la prosperidad.

¿QUÉ ENSEÑA EL ANTIGUO TESTAMENTO SOBRE LA PROSPERIDAD?El Antiguo Testamento = A.T. es prolífico en hablar sobre la bendición y la prosperidad. Esta palabra se usa en varios sentidos entre los cuales en la mayoría de los casos esta incluida por supuesto la bendición material.
¿Por qué?
En primer lugar debemos volver a recordar que el A.T. es total y absolutamente Palabra de Dios. Claro está, sabemos que Dios no en todos los tiempos habló a los hombres en la misma forma,5 aun en tiempos del Nuevo Testamento = N.T. el apóstol Pablo confiesa que “vemos por espejo oscuro”6 lo que implica que el espejo por el cual vieron los antiguos por lógica, debía estar aún más oscuro, así pues el A.T. es en cuanto a claridad, una luz que va aumentando gradualmente —algunos usan el término ‘revelación menor’, pero no he querido usar ese termino aquí, para evitar confusiones innecesarias— conforme Dios fue tratando con su pueblo hasta desembocar en la máxima revelación del hijo Dios, quien sacó a luz la vida y la inmortalidad.

Así pues, Dios, que adapta bien su mensaje a sus destinatarios, casi siempre que promete premio a los patriarcas y a los hijos de Israel, lo hace en términos terrenales. ¿Pero de qué otra manera podría ser? Los israelitas no tenían un claro concepto de la vida del más allá, su concepción de la vida en este sentido no difería mucho de lo que otros pueblos creían, así que, de qué otra forma podía Dios expresar su gracia y su bendición a su pueblo que no fuera mediante el goce y el disfrute de bendiciones terrenales. A pesar de todo esto, y en consonancia con lo dicho antes, la revelación de Dios, progresivamente fue llevando a los verdaderos siervos del Señor, no aquellos que simplemente eran linaje de Abraham según filiación carnal, sino aquellos que eran servidores y adoradores de Yahvé; hombres como Abraham, Jacob, Moisés, Elías, Daniel, Job, solo por mencionar a los verdaderos grandes hombres, a los verdaderos héroes de la fe, con el paso del tiempo, mientras su relación con Dios se fue afianzando comprendieron que las verdaderas promesas no eran terrenales sino espirituales. Estos hombres, estoy muy conciente, vivieron una vida plenamente terrenal. No podía ser de otra manera, hasta ahí alcanzaba la revelación que tenían y así quiso Dios que fuese. Declaraciones como las que nos brinda el autor de hebreos deberían ser suficientemente reveladoras para que entendamos con precisión hacia donde quería Dios encaminar el pensamiento y la práctica espiritual de su pueblo. (Heb 11:13-16)

¿QUÉ DICE EL NUEVO TESTAMENTO SOBRE LA PROSPERIDAD?
Pero cuando entramos al N.T. vemos al menos dos cosas. Por un lado vemos a Jesús, que siendo Dios se hizo hombre, que se humilló hasta lo sumo, que siendo rico se hizo pobre, para enriquecernos con su riqueza. Además, Jesús alienta a sus discípulos a pedir cualquier cosa, porque Él y su padre estarán deseosos de complacer sus peticiones. Por otro lado, tenemos el testimonio de los apóstoles y los primeros discípulos del Señor, cómo entendieron y vivieron ellos estas extraordinarias declaraciones.

Creo que para los defensores de la “teología de la prosperidad”, el hacer uso de esta cita: “siendo rico se hizo pobre”… es un error que he cometido, pues esta cita bíblica justifica claramente, según ellos, el que el deseo cumplido de Dios es que seamos enriquecidos con la riqueza de Cristo. ¡Pero no es así! En honor a una sana exégesis, este pasaje no justifica ni remotamente semejante doctrina, al contrario la destruye.
¿Por qué razón nos atrevemos a afirmar esto?
Como bien sabemos la palabra de Dios para ser bien interpretada debe mantenerse en cuanto a su significado:
Lo más sencilla posible.
Un solo versículo de la Biblia no es suficiente para formar una doctrina.
Antes de establecer un criterio sobre cualquier tema en particular se debe examinar lo que sobre esa materia enseña el consenso de las Sagradas Escrituras.7
Pues bien. Cristo, como sabemos, antes de su encarnación estaba en el cielo, “siendo rico se hizo pobre” es decir, era rico en el cielo por su puesto, y se hizo pobre al venir a la tierra. Hasta ahí vamos bien.
Hermanos, ahora os llamo a recapacitar un poco. ¿Acaso era Cristo rico en el cielo, en el sentido en el cual nosotros entendemos la riqueza?, ¿o es que acaso en el cielo hay pobreza como acá hay pobreza?, solo si en el cielo hay pobreza como la hay en la tierra, pudiéramos entender la riqueza de Cristo en esa dimensión y creo que todos estarán de acuerdo conmigo en que la pobreza en todos los ordenes en la tierra fue introducida por el pecado. Hasta donde sé, en el cielo no hay pecado, es por eso que oramos “hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”.
Ahora bien, esa pobreza no consiste en la condición social con la que Cristo hizo acto de presencia en la tierra; eso más bien tiene que ver con el hecho de que la humillación a la que Cristo se sometió fue extrema en extremo
En otras palabras, el simple hecho de que el Arquitecto y Constructor del universo, a quien pertenecen la gloria, la honra, el honor, las riquezas, la sabiduría, el imperio, y la acción de gracias por los siglos de los siglos ¡amén! (Apc 5:12c y ss…) se despojara de su excelsa majestad (Fil 2: 5-8) y se rebajó para tomar forma humana, todo esto es superabundantemente más que suficiente (el énfasis es intencional) para ver en qué consistió el empobrecimiento de Cristo.
Le invito a examinar los pasajes que hablan sobre “las riquezazas en Cristo” para que fácilmente compruebe estas cosas.

Pero digo más, no es el mismo apóstol Pablo, quien con meridiana claridad expresa, “porque el reino de Dios, no es comida o bebida” sino amor, paz y gozo en el Espíritu”, ¿con qué dice Pablo que Cristo nos enriqueció en los lugares celestiales? Respuesta: “Con toda bendición espiritual”.
La dimensión de lo espiritual, su estructura y organización, lejos de ser tema de nuestro pleno dominio, es materia desconocida para nosotros; en muchos aspectos, no tenemos una perfecta comprensión de los asuntos celestiales, excepto lo que para el beneficio de nuestra salvación se nos ha revelado. Esto es tan así, que Pablo, cuando nos habla de la experiencia celestial que vivió asegura que aunque lo que experimentó fue maravilloso, él no tenía a la mano un lenguaje apropiado para explicar lo que vio y escuchó (como humano). ¿Por qué? Porque estaba fuera de su absoluta comprensión.
Siendo así las cosas, bien haríamos nosotros en no especular o enseñar con afirmaciones baladíes sobre lo que no sabemos a ciencia cierta, acerca de lo que no tenemos una clara enseñanza. Lo que fue mostrado a Moisés en el monte de la revelación, era una sombra terrenal que prefiguraba realidades espirituales, pero no podemos extrapolar esa situación y aplicarla a la inversa, pensando que el tipo de organización de nuestra imperfecta y caída civilización es ni remotamente similar a la civilización celestial. En ninguna manera las Escrituras apoyan un enfoque de estos pasajes en el sentido de que Cristo murió en la cruz del calvario para que, en buen dominicano, “estemos en buena”. Los discípulos tenían su mira puesta en lo mediático, en que Cristo reinara y destronara al cruel imperio romano y que ellos pasaran, como sus seguidores que eran, a ser los regentes de las naciones. Jesús no desalentó sus aspiraciones, solamente les dijo que según el cronograma del plan del Padre, esa parte no iba ahora.
Aparte de la genuina compasión mostrada por el Maestro ante las penurias de esta humanidad caída, las señales milagrosas realizadas por Él obedecían fundamentalmente a la acreditación de su ministerio, al cumplimiento profético de las predicciones que sobre su persona habían sido hechas.
No lo olvidemos, el diablo está vencido, pero todavía está suelto y los creyentes viven en un mundo mayoritariamente desobediente a Dios. La iglesia no está llamada a cambiar el mundo, de hecho, no lo va a cambiar, pero si está comisionada a pregonar la buena nueva a toda criatura, el retorno de nuestro Señor y su juicio inminente; para que todos aquellos a quienes el Padre ha puesto en las manos de Cristo sean salvos; oigan el pregón del evangelio y accedan a su gracia. Y por otro lado, que aquellos que se muestran desobedientes al anuncio de la buena nueva, mediante el testimonio irreductible y diáfano de la iglesia que Él compró a precio de sangre, no tengan excusas aquel día.

Para quien lo dude, Jesús y sus seguidores fueron pobres en el más amplio sentido de la palabra en la dimensión de lo terrenal. Sabemos que el Señor cuando niño recibió la pleitesía propia de un rey, un coro de Ángeles anunció su nacimiento y su tumba fue la de un hombre acaudalado. Pero todas estas acciones tenían un propósito profético, didáctico y nada más. Jesús se despojó de la gloria y riquezas celestiales para enriquecernos en el mismo rango, en la misma dimensión espiritual. Nadie puede apoyarse en estas cosas para decir que Jesús tiene como propósito para nosotros el que tengamos una buena Jeepeta, un gran negocio, o que no salgamos de un resort cada fin de semana. No ataco ese sentir, pero no nos apoyemos en las Escrituras para ello porque no hay apoyo Bíblico para tales cosas.
No veo a Jesús fustigando a los ricos por el simple hecho de ser ricos. Pero si veo a Jesús personificando a la riqueza como si fuera un demonio que envuelve a los hombres y los extravía del camino de Dios; que los llena de soberbia y pedantería y que les lleva a poner su confianza en las riquezas “que tienen alas”, y se lamenta con hondo dolor: ¡Cuan difícil es para un rico entrar en el reino de Dios! Contrario a ese mal, Jesús recomienda que hagamos riquezas en los cielos, porque las riquezas de los cielos son imperecederas, nos recomienda buscar el reino de Dios y su justicia y promete que las demás cosas serán añadidas, nos anima a que nos abandonemos confiadamente en las manos diestras del Padre porque Él mismo ha manifestado que nos ama y que podemos tener como garantía, que si el Padre cuida a las aves, con mayor razón ha de tener cuidado de nosotros. ¡Alabado sea Dios! Que hermosas, poderosas, sencillas e inspiradoras palabras.

Pero no me hago ilusiones, pues sé que para la mayoría este mensaje no resulta atractivo ni alentador. Es una lástima, pues es una exhortación tan estimulante, sincera, verdadera y escritural como puede ser. Este es un mensaje que no deja defraudado a nadie, en cuanto no alimenta falsas esperanzas, ni pone en boca de Dios lo que Él ni ha dicho, ni ha prometido. El Señor, me veo precisado a repetirlo, ya sabe con antelación de qué cosas tenemos necesidad, Él nos ama y se complace en suplir nuestras necesidades, además, “la bendición de Jehová es la que enriquece y no añade tristeza con ella”.

En ninguna manera seamos pues engañados bajo el insulso argumento de que Dios quiere nuestro bien, y que por tanto ese bienestar debe traducirse en bonanza económica; porque es de lo más fútil, siniestro y completamente antibíblico. De otro modo tendríamos que admitir que los seguidores de Jesús reprobaron esa materia y hasta el mismo Jesús estaría reprobado y podría ser calificado de fracasado. ¿O es que acaso, todos aquellos, —incluidos los discípulos— quienes contemplaban a Jesús, desnudo, desfigurado, debilitado y soportando aquel enorme fardo de escarnio y vergüenza, no pensarían en Jesús como en un fracasado? ¿Acaso a los ojos de los hombres, se podía tener una visión objetiva del crucificado, que no fuera la de un total y rotundo fracasado? La respuesta es ¡Sí! Así lo veían los hombres, no obstante, desde el cielo el juicio de valor era diametralmente diferente y ese es, al fin y al cabo, el criterio que sí importa. Así que nadie se atreva en ninguna manera a establecer parámetros de valía espiritual basados en riqueza o pobreza, porque la Biblia no le a poya.

No pensemos que Jesús vivía ajeno a las necesidades terrenales, muy equivocado está quien tal piense. Es por esa razón que mantiene su grupo de seguidores y a su ministerio bien organizado, y muestra sensibilidad por las necesidades de sus seguidores (Mr 6:31), Él y sus discípulos recibían ofrendas, manejaban recursos económicos, tenían nombrado a uno de ellos como tesorero.
Pero, ¿Por qué había un tesorero?: —Por su puesto, dirá alguno, dado que manejaban ¡tanto dinero de ofrendas y donaciones! que era necesario que alguien llevara las finanzas. Suena interesante. Pero no totalmente convincente. Sépase que la mayoría de la gente que seguía a Jesús era gente pobre, eso se desprende fácilmente de los relatos de los evangelios. Ocasionalmente alguna persona acaudalada, agradecida por algún bien hecho por Jesús se sentiría movida a dar, pero la experiencia enseña bien, que en la mayoría de los casos quienes dan con más generosidad y soltura son quienes en realidad menos recursos tienen, nadie crea que el corazón de los hombres de aquel tiempo era diferente del corazón de los hombres de hoy. Creo que esto debería ser suficiente para que tengamos una idea de la enseñanza de Jesús al respecto y de la vida que el maestro vivió y cual es el ejemplo a seguir.

¿Pero y qué de los apóstoles? ¿Cuál era la actitud de los apóstoles frente a estos temas?
Como era de esperarse, estaban interesados en tener bienes, deseaban gobernar con Jesús, es decir, querían poder (Lc 9:46). No los culpemos, como les dije, ellos no son diferentes de nosotros en lo más mínimo. En algún momento de su peregrinar el Señor les asegura a sus discípulos que, cualquiera que haya dejado familiares o propiedades por seguirle a él, recibiría el doble aquí en la tierra y en el siglo venidero la vida eterna. ¡Vaya vaya! A eso le llamo yo una promesa escandalosa. También nuestro Señor hizo declaraciones tan sorprendentes como estas: “TODO lo que pidan al Padre en mi nombre les será concedido”. *“TODO lo que ates en el cielo será atado en la tierra y todo lo que desates en la tierra será desatado en el cielo”

Pues bien. El modo en que vivieron, oraron y enseñaron los discípulos de Jesús es la mejor manera de saber cómo interpretaron ellos estas declaraciones, por cierto, la manera en como ellos vivieron debe ser ante todo nuestra pauta a seguir; así pues, veamos cuál fue la conducta de los seguidores del Señor:

1- Hasta donde tenemos noticias, ningún apóstol de Jesucristo vivió a murió con abundancia de recursos materiales.
2- No tenemos registro en las Escrituras de una sola declaración de un seguidor de Jesús en donde le pida al Señor recursos económicos ni para asuntos personales ni para la obra evangelística. Pablo no pide por ejemplo, tener un barco para la obra de Dios, para así navegar más rápido y más cómodo, no piden un carro tirado por caballos, o siquiera un caballo.
3- Jamás vemos a los seguidores del Señor hacer “declaraciones proféticas sobre lo que se desea en el corazón” (asuntos económicos) para que Dios lo conceda. Ninguno de mis lectores osaría decir que estos hombres no tenían necesidades económicas.

De lo que sí tenemos evidencia concluyente es en cambio de que…

1- Todos los seguidores de Jesús de los primeros siglos fueron rabiosamente perseguidos, vivieron una vida sencilla y sin demasiadas pretensiones, pero bajo la expectante promesa del retorno de su Señor.
2- Que a pesar de lo limitado de los recursos económicos que poseían e inclusive a pesar de la pérdida de sus bienes materiales, (Heb 10:32-34) mantuvieron su fe inconmovible y lograron alcanzar satisfactoriamente el propósito de Dios para su tiempo.
3- Que cuando la iglesia pasa por períodos de bonanza económica se vuelve autocomplaciente, frívola, y autosuficiente, mereciendo por ello la dura reprensión de su Señor. (Ap 3:16 y ss…) Compare además, el estado de la iglesia de Cristo en los decisivos días de la reforma.

¿Y por qué si hubieran podido pedir de todo no pidieron?

Porque estos hombres oraban siendo dirigidos por el Consolador. El Espíritu Santo nos dejó claro ejemplo a través de estos hombres de cómo debemos orar, de cómo debemos realizar el trabajo de evangelización, de qué debemos pedir y qué cosas no hay necesidad de pedir. Notemos que a estos hombres les está hablando en persona el Dios hombre, es una promesa hecha por Jesús mismo, les ha declarado sin ambages: “PIDAN LO QUE SEA” mi Padre va estar muy feliz de complacerlos… y no obstante, ellos nunca abusaron, nunca hicieron uso egoísta de esta prerrogativa. ¿Por qué? Lo reitero, porque era el Espíritu Santo quien les guiaba a pedir lo que estaba en perfecta conformidad con la voluntad del Padre amoroso.
Pero alguien me dirá. “Son épocas y necesidades diferentes” y le responderé con simpleza: Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre.

Los que quieren triunfar económicamente en la vida, sepan que no tengo nada en contra de ustedes. ¡Yo también quiero progresar! Pero no mediante conjuros mágicos, o ridículas e infundamentadas declaraciones proféticas sin verdadero fundamento escritural.
¿Qué de bueno pueden enseñarnos estos exitosos hombres de negocios que ahora son también “exitosos” líderes eclesiales y promotores de la “teología de la prosperidad”? ¡Nada bueno! Lo único que nos pueden enseñar y de hecho, eso es lo que nos enseñan, es un verdadero “arroz con mango doctrinal” sin fundamento, que no hace otra cosa que desviar la atención de Cristo, y poner la atención en lo terrenal, que alejan la piedad sincera y alimentan una falsa esperanza, basada en un repugnante “trueque espiritual”.

Así pues, a quienes les queden deseos de oírlo esto les aconsejo: ¿Ustedes quieren ser exitosos en la vida?, ¿Quieren vivir bien? Esta es la revelación del momento; es antigua, pero todavía funciona:

Pon tu vida en armonía con la Palabra de Dios, no se nos ha mandado leer Las Escrituras, se nos ha ordenado ESTUDIARLAS, escudriñarlas.
Asiste a tu congregación con regularidad, ponte bajo la autoridad de tu pastor y sirve al Señor con fidelidad y humildad.
Busca un trabajo si no tienes uno, pídele al Señor que bendiga la obra de tus manos y te dé la oportunidad de ser un hombre o mujer productivo/a, de ser un proveedor/a en tu casa y una bendición en tu congregación.
Si no estas estudiando, estudia. Procura superarte académicamente eso contribuirá, con el tiempo, a que tus ingresos mejoren.
Trata de ser una persona industriosa —como la mujer virtuosa de proverbios— sé lo más diligente que puedas, no seas de los que están a la zaga, no seas holgazán sino diligente. (Pr 31:10 y ss…).
Sé agradecido y da de gracia lo que por gracia has recibido.
En conclusión, trabaja para vivir, no vivas para trabajar. Mantén control en el nombre de Cristo sobre el dinero, y no permitas que te controle a ti. Cobra animo y sobre todo sé paciente. No te midas por el éxito de los demás, ni del mundo en general, sino busca saber cuál es la medida de Dios para ti. No te afanes, sino esfuérzate.
Les dejo entonces con estas sanas y pertinentes exhortaciones de nuestro amado hermano Pablo.

“porque sabéis con cuanta fatiga trabajando de día y de noche trabajábamos para nuestro sustento” (I Co 4:12. II Co 11:27),( I Ts 2:9).
“porque para mis necesidades estas manos me han bastado” (Hch 20:34).
“el que no trabaje, que tampoco coma” (II Ts3:10-12).

“raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciándolo muchos fueron extraviados y traspasados de muchos males” (I Ti 6:10).

“debemos vivir en este siglo sobria justa y piadosamente” (Tit 6:8).

“que aprendamos a vivir contentos con lo que tenemos” (I Ti 6:8. Heb 13:5-6).

1- I Juan 2:16. 2- I Ti 3:6. Tit 1:9. II Ti 2:2 y 15. I Ti 3:2. 3- I Ti 3:2. 4- Mt 11:26. 5- Heb 1:1. 6- I Co 13:12. Obras de referencia a consultar: (Henry Virkler, Principios y Procedimientos de Interpretación Bíblica, Editorial Vida, Zondervan Publishing).
Historia del Cristianismo tomo I, por Justo L. González, Editorial Unilit. (“Bendición” Diccionario Bíblico Vila Escuain, Editorial Clie, Terrasa Barcelona).

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Alberto Galvá

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