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miércoles, 4 de mayo de 2016

¡Ay! ESA IGLESIA QUE TODOS BUSCAMOS


¡Ay! ESA IGLESIA QUE TODOS BUSCAMOS



Se imagina usted una congregación cristiana donde cada persona pudiera adorar libre de los estereotipos que habitualmente forman parte de nuestra devoción religiosa. Es decir, como todos sabemos en algunas iglesias hay que saltar ¡y mucho!, en otras usted debe aplaudir, arrodillarse, ponerse de pie infinidad de veces, llorar, reír, caerse al piso, a veces rodar por el suelo, y hasta chillar. En otras congregaciones hay un ruido y charla irreverentes, en algunas hay una mezcla de todo lo anterior; en otras hay un silencio sepulcral; en muchas iglesias se habla más de dinero que de Dios, en otras hay una actividad de cualquier tipo diariamente; y esta lista de acciones y actividades baladíes podría seguir y seguir. Esta es, podría decirse, la sección de actividades urticantes e “inocuas” propias de la iglesia evangélica popular de nuestros días.

Muchos dicen que esta iglesia estilo Burguer King, con combos de papitas y cajitas de juguetes, es un imán para gente falsamente arrepentida, —les doy la razón—; Igualmente,  esta iglesia estilo Fast Food  y de alto contenido Soft se constituye en un arma letal en la retórica de los enemigos gratuitos del evangelio, que consideran la religión, y en especial al cristianismo, como la droga entontecedora de los pueblos, en parte, también me veo forzado a darles la razón.

Pero, aunque les concedo algo de crédito a esas virulentas críticas debido a que estamos llamados a dar buen testimonio a los de afuera para mostrar así las virtudes de Cristo, no permito sin embargo, que eso me quite el sueño porque el hombre no regenerado siempre mantendrá una actitud hostil frente a Cristo y sus demandas. La palabra de Dios dice que todos los no salvos son enemigos de Dios por naturaleza (Ef. 2:3; Ro. 5:10; Ro. 8:7), y, aunque a mí, en lo particular, me encanta el estudio apologético, sé por experiencia, que discutir con inconversos procurando hacerlos entrar en razón sobre las bases que sustentan nuestra fe es una empresa prácticamente inútil, toda vez que a menos que el Espíritu Santo no realizase la obra regeneradora en los inconversos, estos, de ninguna manera vendrán a la fe (Cf. Jn. 6:44). En cambio, cuando son los mismos inconversos quienes manifiestan un deseo honesto de informarse sobre nuestra fe, pasamos a arar en un terreno muy distinto (I P. 3:15).


¿POR QUE NO DECIR SIMPLEMENTE: BLANCO O NEGRO?

Todo lo anterior, lo admito, es un lastimero, incómodo, pero, necesario preámbulo. Ciertamente debería ser causa de preocupación el solo hecho de que haya que hacer tantos rodeos y paréntesis aclaratorios para, después de separarnos conceptual y gremialmente de aquellas iglesias en donde la brújula dejó de señalar el norte, procurar entonces introducir el camino de la verdadera fe. ¿No fuera más fácil, si simplemente pudiéramos decirle a la gente a boca llena: todos esos de allá son falsos creyentes, falsas iglesias y ministerios, y lo que les voy a exponer de ahora en más, es la verdad? ¡Ciertamente fuera más fácil! Y en lo personal, lo admito una vez más, le causaría gran satisfacción a mi viejo hombre, a mi vieja mentalidad.

Pero, ¿Quién puede hacer semejante declaración sin al mismo tiempo pecar de pedante?, ¿Quién puede hacer un deslinde, que Cristo, de plano, dijo que no debíamos hacer sin correr con graves consecuencias? (Mt. 13:27-29). ¿Cómo meter a todos los creyentes que no nos siguen en un mismo saco, y calificarlos de falsos, cuando algunos de nosotros, de hecho, estuvimos un tiempo en iglesias en donde se hacían y hacíamos cosas que ahora desautorizamos? ¿Es que acaso, si alguien en ese entonces nos hubiera acusado de falsos creyentes lo hubiéramos aceptado? ¿O es que aun ahora, si alguien nos preguntara si el tiempo que estuvimos en esas congregaciones fuimos falsos creyentes, estaríamos dispuestos a admitir tal aseveración? Yo no lo creo.

Por tanto, reconociendo la delicadeza del tema, vamos a procurar que nuestro accionar y nuestro modo de pensar y de actuar nos separe del resto, pero sin una retórica separatista o un discurso que pueda ser interpretado como elitista o discriminatorio. No pocos han pecado y pecan gravemente haciendo esto. Con todo, al final, infortunadamente, tendrá que haber una separación pues si grandes segmentos de lo que todavía llamamos iglesia continúan actuando como ahora lo hacen, no podremos seguir asociados a ellos, pues terminaríamos envileciéndonos y confundiendo y entorpeciendo aun más el camino de la salvación para los que, si acaso a tientas, andan en busca de Dios (Hch. 17:27). Tarde o temprano habrá algún tipo de escisión pues la Biblia proclama:

Amós 3:3: ¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?

 Pero cuando esta separación se dé, será por las causas correctas. No será provocada por el pecado del sectarismo, la altanería, las ínfulas de poder o la intolerancia; sino que será el mismo efecto que ocurre cuando uno se convierte a Cristo y de repente algunos amigos se alejan, usted no les pidió que se fueran; pero ellos no hallando ya intereses comunes tomaron por si mismos la decisión de apartarse ya sea consciente o inconsciente.






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