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miércoles, 4 de mayo de 2016

CAPITULO II RAZONES PARA NO RESIGNARNOS A CONVIVIR EN UNA IGLESIA NO IDEAL, UNA IGLESIA NO IGLESIA “La resignación es un suicidio cotidiano”. Honoré de Balzac Escritor francés.


CAPITULO II

RAZONES PARA NO RESIGNARNOS A CONVIVIR EN UNA IGLESIA NO IDEAL, UNA IGLESIA NO IGLESIA



“La resignación es un suicidio cotidiano”.
Honoré de Balzac 
Escritor francés.




Recuerde lo que ya hemos acordado. La iglesia idealizada no existe. No hay iglesia perfecta, sino una iglesia que anda en armonía con Dios en medio de un mundo imperfecto y cuyos integrantes, también imperfectos, andan  no obstante en el camino de la perfección. Ahora bien, una iglesia no ideal, es una aberración ofensiva al plan de Dios y una mala propaganda acerca de su persona. Si la iglesia es obra de Jesucristo (Mt. 16:18), si la iglesia es su esposa (19:7), si la iglesia es su cuerpo (I Co. 12:7), mal hacemos en mostrar al mundo cualquier cosa que sea menor a su estándar divino. Debemos recordar que es mediante la iglesia que Dios se da a conocer, toda vez que a ella le ha sido conferida la responsabilidad de anunciar nada más y nada menos que “las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable”. (I P. 2:9). Veamos entonces a continuación las cosas que necesariamente deben ser parte de una IGLESIA IGLESIA,

ANUNCIAR.
Anunciar en este caso implica vocería, es decir, la iglesia es designada en su conjunto la portadora de la voz profética de Dios para este último tramo de la historia humana. Semejante privilegio y tal encomienda constituyen un honor que a la vez entraña una delicada responsabilidad, ya que Dios no dará por inocente a aquellos que le representen mal, pues es celoso de su nombre. (Ex. 20:7; Job. 42:7).

Este pregón que se nos ha encomendado a su vez conlleva en sí mismo una responsabilidad moral, pues, si lo pensamos bien, la vida de millones de personas ha sido puesta bajo la esperanza de que la iglesia cumpla su deber de anunciar el evangelio (Ro. 10:14).  Pero esa es precisamente la causa por la que la iglesia debe ser muy cuidadosa en cuanto al testimonio que exhibe, dado que, cualquier mensaje que, por su contenido, o mala presentación, muestre inconsistencias que den como resultado un rechazo basado en un testimonio defectuoso o cuestionable, o por otro lado, conversiones falsas fruto de un mensaje inconsecuente con las Escrituras, será severamente desaprobado por Dios:

Mateo 25:41: Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. 

Sé que no existe un espiritualometro; para determinar la veracidad de la experiencia cristiana en las personas. — ¡Ojala lo hubiera!— Sé que a veces es muy difícil determinar si una persona ha nacido de nuevo o no, pero, también sé, que hay ciertos parámetros que, si bien, tampoco son infalibles, están muy cerca de serlos. La predicación del evangelio es el tipo de cosas que no hacen, ni pueden hacer dos clases de personas: los que no son creyentes, y los que están espiritualmente neutralizados.


LO SOBRENATURAL
Pero si el mensaje está bien presentado en términos de las acciones de sus agentes portadores, y además es consistente con la Escritura, pero viene desprovisto de poder del Espíritu Santo, no hay garantía ninguna de que aún en aquellas circunstancias habrá una respuesta que produzca frutos agradables a Dios (Hch. 19:13). Por tanto, para que una iglesia sea ideal, debe ser una iglesia verdaderamente controlada por el Espíritu Santo.
  




¡Ay! ESA IGLESIA QUE TODOS BUSCAMOS


¡Ay! ESA IGLESIA QUE TODOS BUSCAMOS



Se imagina usted una congregación cristiana donde cada persona pudiera adorar libre de los estereotipos que habitualmente forman parte de nuestra devoción religiosa. Es decir, como todos sabemos en algunas iglesias hay que saltar ¡y mucho!, en otras usted debe aplaudir, arrodillarse, ponerse de pie infinidad de veces, llorar, reír, caerse al piso, a veces rodar por el suelo, y hasta chillar. En otras congregaciones hay un ruido y charla irreverentes, en algunas hay una mezcla de todo lo anterior; en otras hay un silencio sepulcral; en muchas iglesias se habla más de dinero que de Dios, en otras hay una actividad de cualquier tipo diariamente; y esta lista de acciones y actividades baladíes podría seguir y seguir. Esta es, podría decirse, la sección de actividades urticantes e “inocuas” propias de la iglesia evangélica popular de nuestros días.

Muchos dicen que esta iglesia estilo Burguer King, con combos de papitas y cajitas de juguetes, es un imán para gente falsamente arrepentida, —les doy la razón—; Igualmente,  esta iglesia estilo Fast Food  y de alto contenido Soft se constituye en un arma letal en la retórica de los enemigos gratuitos del evangelio, que consideran la religión, y en especial al cristianismo, como la droga entontecedora de los pueblos, en parte, también me veo forzado a darles la razón.

Pero, aunque les concedo algo de crédito a esas virulentas críticas debido a que estamos llamados a dar buen testimonio a los de afuera para mostrar así las virtudes de Cristo, no permito sin embargo, que eso me quite el sueño porque el hombre no regenerado siempre mantendrá una actitud hostil frente a Cristo y sus demandas. La palabra de Dios dice que todos los no salvos son enemigos de Dios por naturaleza (Ef. 2:3; Ro. 5:10; Ro. 8:7), y, aunque a mí, en lo particular, me encanta el estudio apologético, sé por experiencia, que discutir con inconversos procurando hacerlos entrar en razón sobre las bases que sustentan nuestra fe es una empresa prácticamente inútil, toda vez que a menos que el Espíritu Santo no realizase la obra regeneradora en los inconversos, estos, de ninguna manera vendrán a la fe (Cf. Jn. 6:44). En cambio, cuando son los mismos inconversos quienes manifiestan un deseo honesto de informarse sobre nuestra fe, pasamos a arar en un terreno muy distinto (I P. 3:15).


¿POR QUE NO DECIR SIMPLEMENTE: BLANCO O NEGRO?

Todo lo anterior, lo admito, es un lastimero, incómodo, pero, necesario preámbulo. Ciertamente debería ser causa de preocupación el solo hecho de que haya que hacer tantos rodeos y paréntesis aclaratorios para, después de separarnos conceptual y gremialmente de aquellas iglesias en donde la brújula dejó de señalar el norte, procurar entonces introducir el camino de la verdadera fe. ¿No fuera más fácil, si simplemente pudiéramos decirle a la gente a boca llena: todos esos de allá son falsos creyentes, falsas iglesias y ministerios, y lo que les voy a exponer de ahora en más, es la verdad? ¡Ciertamente fuera más fácil! Y en lo personal, lo admito una vez más, le causaría gran satisfacción a mi viejo hombre, a mi vieja mentalidad.

Pero, ¿Quién puede hacer semejante declaración sin al mismo tiempo pecar de pedante?, ¿Quién puede hacer un deslinde, que Cristo, de plano, dijo que no debíamos hacer sin correr con graves consecuencias? (Mt. 13:27-29). ¿Cómo meter a todos los creyentes que no nos siguen en un mismo saco, y calificarlos de falsos, cuando algunos de nosotros, de hecho, estuvimos un tiempo en iglesias en donde se hacían y hacíamos cosas que ahora desautorizamos? ¿Es que acaso, si alguien en ese entonces nos hubiera acusado de falsos creyentes lo hubiéramos aceptado? ¿O es que aun ahora, si alguien nos preguntara si el tiempo que estuvimos en esas congregaciones fuimos falsos creyentes, estaríamos dispuestos a admitir tal aseveración? Yo no lo creo.

Por tanto, reconociendo la delicadeza del tema, vamos a procurar que nuestro accionar y nuestro modo de pensar y de actuar nos separe del resto, pero sin una retórica separatista o un discurso que pueda ser interpretado como elitista o discriminatorio. No pocos han pecado y pecan gravemente haciendo esto. Con todo, al final, infortunadamente, tendrá que haber una separación pues si grandes segmentos de lo que todavía llamamos iglesia continúan actuando como ahora lo hacen, no podremos seguir asociados a ellos, pues terminaríamos envileciéndonos y confundiendo y entorpeciendo aun más el camino de la salvación para los que, si acaso a tientas, andan en busca de Dios (Hch. 17:27). Tarde o temprano habrá algún tipo de escisión pues la Biblia proclama:

Amós 3:3: ¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?

 Pero cuando esta separación se dé, será por las causas correctas. No será provocada por el pecado del sectarismo, la altanería, las ínfulas de poder o la intolerancia; sino que será el mismo efecto que ocurre cuando uno se convierte a Cristo y de repente algunos amigos se alejan, usted no les pidió que se fueran; pero ellos no hallando ya intereses comunes tomaron por si mismos la decisión de apartarse ya sea consciente o inconsciente.






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