Pasajes escogidos,
difíciles y especialmente controversiales.
Editorial Perspectiva
Cristiana ® 2013.
Ninguna parte de esta
obra puede reproducida total o parcialmente sin permiso de los editores
exceptuando citas breves.
EL CIELO: I Este término
se usa en referencia a Dios, como eufemismo para evitar mencionar el nombre
sagrado (Mr. 11:30; Lc. 15:18) Es la
morada de Dios por excelencia, el lugar en donde Dios manifiesta todas las
expresiones de su deidad de una forma especial. El cielo es por consiguiente un
lugar de absoluta perfección y armonía y por tanto es y debe ser el ideal
superior de orden y bienestar que la raza humana debe anhelar (Mt. 6:10; Lc. 11:2). El cielo es
también la morada de los ángeles y de todas las criaturas no constituidas de
materia tal como la conocemos. No obstante, el cielo puede ser habitado por
seres humanos atravesando por un proceso divino de transformación (G. 5:24; II R. 2:11; Hch. 1:11). La
Biblia parece distinguir al menos de tres esferas que son llamadas igualmente
“cielos”: los cielos atmosféricos (Ex.
9:8); los cielos siderales (Gn.
15:5); y el cielo de Dios (Sal.
115:16; Mt. 5:34). Esto parece además confirmado por las reiteradas expresiones: Deuteronomio
10:14: He
aquí, de Jehová tu Dios son los cielos, y LOS
CIELOS DE LOS CIELOS, la tierra, y
todas las cosas que hay en ella; 2 Crónicas
2:6: Mas ¿quién será capaz de edificarle casa, siendo
que los cielos y LOS
CIELOS DE LOS CIELOS no pueden contenerlo? ¿Quién, pues,
soy yo, para que le edifique casa, sino tan sólo para quemar incienso delante
de él?; 2 Corintios
12:2: Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce
años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe)
fue arrebatado hasta el TERCER CIELO. Partiendo del
relato de Génesis sobre la creación pudiera colegirse, que, antes de la
creación del cosmos, el cielo como lugar, tampoco existía pues el texto parece
englobar los dos principales ordenes de todo el espectro de lo creado, esto es,
las cosas visibles y las cosas invisibles (Col. 1:16), los
ángeles tienen como
morada el cielo y por lo mismo es muy probable que el cielo, más que, como
morada de Dios, fuera creado para morada de los ángeles y las demás criaturas
que habitan el cielo, pues la misma Biblia afirma y debe ser así, pues él único
que ha existido siempre es Dios. II
El cielo es un lugar, no se trata meramente de algún tipo de estado o condición
mental o etérea. En el cielo hay casas y
lugares donde alguien puede habitar. No debemos imaginar el cielo como una
explanada blanca y limpia, carente de todo sonido en donde la gente está
deambulando eternamente o actuando mecánicamente, sino que debemos imaginarla
como lo que realmente es, esto es, como una ciudad, (Heb. 11:10). Esto es muy importante porque nos da un parámetro que,
salvando las distancias nos permite figurar el cielo como lugar dinámico en
donde los hombres de alguna forma tendrán un poderoso sentido de continuidad.
III existe no poca confusión acerca del cielo como morada final pues están los
que piensan que la morada final del los hombres estará en los cielos de Dios y otros
sostienen que será en la tierra, estos últimos están divididos en lo que creen
que la tierra será destruida y rehecha y los que, por otro lado, consideran que
será limpiada, purificada
y restaurada.
El
reino de los cielos para Jesús y sus apóstoles.
JESUS
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PEDRO
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PABLO
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AUT. HEBREOS
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Mateo 5:12: Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande EN LOS CIELOS;
porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.
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1 Pedro 1:4: para
una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada EN LOS CIELOS para vosotros,
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. 2 Corintios
5:1: Porque sabemos que si nuestra
morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un
edificio, una casa no hecha de manos, eterna, EN LOS CIELOS.
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Hebreos
10:34: Porque de los presos también os compadecisteis, y el
despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo que tenéis en
vosotros una mejor y perdurable herencia EN LOS CIELOS.
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Lucas 12:33: Vended lo que poseéis, y dad limosna; haceos bolsas que no se
envejezcan, tesoro EN
LOS CIELOS que no se agote, donde ladrón no llega, ni polilla destruye.
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Mateo 7:21: No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los
cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está EN LOS CIELOS.
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Lucas 11:2: Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás EN LOS CIELOS,
santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el
cielo, así también en la tierra.
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Mateo 19:21: Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y
dalo a los pobres, y tendrás tesoro en EL
CIELO; y ven y sígueme.
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Según
se desprende del presente cuadro, como pasa muy a menudo la doctrina de los apóstoles
es muy poco original, esto es una muy buena señal de la continuidad y la
coherencia de las Escrituras. Lo que hacen los apóstoles fundamentalmente es
andar sobre los pasos de Jesús que es quien más disertó sobre casi todos los
temas. Así que,
partiendo de la teología de Jesús sobre el cielo podemos
concluir lo siguiente: Mt. 5:12 “vuestro galardón es grande en los cielos” no
hace referencia a una vida futura en el ámbito celestial. Es de notar que la
frase está en presente, los que son perseguidos no serán bienaventurados en el
futuro sino que lo son inmediatamente desde la perspectiva de la satisfacción
del Padre por su entrega. La cita siguiente, Lc. 12:33, tampoco necesariamente implica que Jesús enseña que la
humanidad ha de habitar en el cielo por la eternidad, hay que entender el uso
técnico de la palabra “cielo” desde la perspectiva eufemística que procura
evitar el nombre de Dios y que simplemente intenta asociar la entrega de los
siervos de Dios con un sustantivo que representa toda la realidad de la bienaventuranza
divina cifrado en el lugar que perfectamente es usado como sustituto del nombre
divino. Así que, esta frase bien pudiera ser leída o parafraseada: “tesoro en Dios que no se agote”. La frase “entrar en
el reino de los cielos” Mt. 7:21
igualmente puede ser interpretada como alcanzar las promesas, esta frase, por
sí sola no hace referencia a un lugar específico y la frase de 19:21 corre con
la misma suerte. En cambio, nótese que en la oración de Lc. 11:21, Jesús enseña a sus discípulos a orar “venga tu reino”,
ese reino, no es otro que, “el reino de los cielos” Mt. 3:2. En otras palabras, la promesa y el anhelo es que la
voluntad de Dios sea hecha cabalmente e la tierra, esto es en palabras llanas
el reino de los cielos, es decir, la acción de la autoridad de Dios en el ámbito
terrestre sin dilación, sin oposición y ejecutada eficazmente y de buena gana. Es
evidente entonces que todas las declaraciones al respecto vertidas por los discípulos
de Jesús deben ser interpretadas siguiendo este mismo espíritu. III Con todo, aunque el cielo, la morada
de Dios por antonomasia no ha sido creada por Dios para el hombre, sino la
tierra (Sal. 37:9; 37:11; 37:22; 37:29;
Is. 60:21). Hay una realidad que no puede ser soslayada, Pablo dice que
tiene la esperanza de ir al cielo cuando muera: Filipenses
1:23: Porque
de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con
Cristo, lo cual es muchísimo MEJOR; es obvio que Cristo está en el cielo; igualmente Jesús hace a
sus discípulos una promesa similar:
Juan 14:1 “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed
también en mí. En la casa
de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy,
pues, a preparar lugar para vosotros. Y
si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para
que donde yo estoy, vosotros también estéis.”
Cabe
entonces la posibilidad de que, si bien el cielo no es o no será la morada permanente
y final de la humanidad, en el interregno, si lo sea. En otras palabras, las
promesas acerca del reino de los cielos tienen doble cumplimiento pues siendo que
el longánime plan de Dios ha hecho necesario que los justos tengan un lugar de descanso
consciente después de la muerte, y el apóstol Pablo asegura que es el cielo el
lugar a donde ha de ir, no pensando en ese lugar como morada definitiva sino
como receptáculo de su espíritu hasta la redención de la posesión adquirida (Ef. 1:14). Es dable pensar que la
promesa de Jesús tiene toda pertinencia preparando lugar para millones de
cristianos y creyentes de la antigüedad, quienes desde todas las épocas y hasta
la actualidad pasan a la eternidad para recibir descanso en los cielos, así
como entrenamiento en diversas áreas, hasta la
consumación de la era. En resumen,
Dios creó por así decirlo, dos dimensiones claramente diferenciadas, una es la dimensión
de las cosas invisibles y la otra la de las visibles. Cada dimensión es
adecuada para los seres que la habitan, sin que implique que no pueda haber algún
tipo de cohabitación entre los seres de estas dimensiones siempre que sean
sometidos a ciertos ajustes metafísicos. Por ejemplo, los ángeles pueden y
deben materializarse para ser vistos y para interactuar con los humanos, por
ejemplo, asirlos (Gn. 19:16) comer (Gn. 18:8 y ss), esto también es cierto
de los hombres que van al cielo y que han de habitar en la esfera de la
perfección de Dios (G. 5:24; II R. 2:11; Hch.
1:11; I Co. 15:51-52). Pero, una vez
llegada la hora de recuperar la tierra de forma definitiva, los santos deben
bajar de los cielos: ( 1 Tesalonicenses 3:13: para
que sean afirmados vuestros corazones, irreprensibles en santidad delante de
Dios nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos SUS SANTOS;) para recibir
lo que les fue prometido desde tiempos inmemoriales, esto es, la tierra (Sal. 37:9; 37:11; 37:22; 37:29; Is. 60:21).