PERSPECTIVA®
c r
i s t
i a n a
Pasajes escogidos, difíciles y especialmente controversiales.
Editorial Perspectiva Cristiana ® 2013.
Ninguna parte de esta obra puede reproducida total o parcialmente sin
permiso de los editores exceptuando citas breves.
VIDA: I heb. kjai, vivo, con vida. Néfesh, criatura
que respira, alma. Gr. zoé. Vida, vivir. (Strong) (Strong
James, LL.D., S.T.D., Nueva Concordancia Strong Exhaustiva. Concordancia
Exhaustiva de la Biblia. Editorial Caribe. Inc. Nashville, T.N. —Miami, FL,
EE.UU.). La vida es sinónimo de existencia, y su
marca más distintiva y característica es el movimiento, por tanto, las cosas
inanimadas a menudo están carentes de vida y son sinónimo de lo estático, lo
que no experimenta avance, por extensión, la muerte. Pero en un plano más esencial, la vida es lo que Dios, como creador y
sustentador, define como tal. De este modo, la verdadera vida es aquella que
permanece vinculada a una comunión perfecta y armoniosa con el creador, así, Dios
decreta a Adán y Eva que el día que comieran del árbol morirían; no obstante,
ellos efectivamente desobedecieron traspasando el mandamiento divino, pero “el día” que comieron no murieron
físicamente. Por ende el hecho ocurrido, y no cumplido según la literalidad de
la frase “ciertamente morirán” (Gn. 2:17)
exige una interpretación, no figurada, no alegórica, pero sí espiritual del
asunto. Adán y Eva habían caído de la gracia, y ya no existían para Dios como
súbditos obedientes y conectados por el vinculo del espíritu, y por lo mismo,
objetos de su alegría; sino que, ahora, toda la imaginería del mundo físico
atribuido a la muerte era parte de ellos en el plano espiritual: los muertos expelen un olor putrefacto, son visualmente
feos, no poseen atractivo alguno y no inspiran sino repulsión. Por tanto el
fenómeno de la vida espiritual ha de ser tomado muy en serio desde esta
perspectiva.
II toda
clase de vida, proviene directamente de Dios, por medio de su acto creador.
Así la vida vegetal, animal, la vida humana y los seres no físicos. Daría la
impresión de que hay niveles en que la vida tiene una trascendencia efímera y
en otros parece ser indestructible, por ejemplo, la vida vegetal y la vida
animal, parecen poseer simplemente un impulso vital emanado u otorgado por Dios
para cumplir un propósito factual sin que su paso por el mundo físico
trascienda más allá del corto periodo que se le asigna a cada animal o planta.
Este segmento de los seres vivos no tienen por así decirlo, un alma o Yo intelectual, ellos no son conscientes
de sí mismos; un perro no sabe que está vivo, ni que otros lo llaman “perro”, para un perro, (animal) vivir simplemente
parece ser sinónimo de responder a los estímulos de su medio ambiente y a las
necesidades intrínsecas que le garantizan su supervivencia. Pero, cuando el
poder vital que les moviliza y les mantiene en existencia les es retirado,
estos dejan de existir. Muy pocos animales (eje. elefantes) muestran algún tipo
muy primitivo de “conciencia de sus congéneres, y la impresión y acuerdo
general es que estos niveles de vida implican solo “impulso o poder” temporal
para una existencia “intrascendente”.
III En cambio, este no parece ser el caso de los seres creados
conscientes, esto es, los ángeles y criaturas celestiales y el hombre. De los
primeros, nunca se habla de que mueren; son castigados, y aprisionados (Jud. 1:6) pero nunca se usa el termino
muerte aplicado a seres celestiales, y jamás se usa el termino destrucción para
ellos. En el caso del hombre, por tratarse de una criatura con “arquitectura
física animal” sí experimenta la muerte en un sentido muy similar a lo que pasa
con los demás seres vivos que tienen un constitución semejante (Ec. 3:19), es decir, si su cuerpo no
funciona, su alma o impulso vital consciente, les abandona, su cuerpo entonces,
al igual que los demás animales es víctima de la acción adversa de los
elementos que actúan para asimilarlo al ciclo continuo de la vida física y
animal. Con todo, la muerte física, no acaba con la vida del hombre, pues la
Biblia afirma que su ser de alguna forma vuelve a su creador (Ec. 12:7). Y aunque después del juicio
los hombres son enviados al castigo eterno, y esto es considerado la muerte (Apoc. 21:8) jamás se sugiere en la
Biblia la idea de no existencia o dejar de ser para el hombre, lo que reforzaría
la idea, no quizá de la indestructibilidad del alma o del espíritu, pero sí,
algún arreglo por parte de Dios a fin de que las criaturas conscientes,
responsables ante él, deban siempre vivir en la esfera de la existencia elegida
por ellas en el ejercicio de sus facultades y de su libre albedrio.
IV Las diversas culturas sostenían las más variadas concepciones
acerca del concepto y origen de la vida. Por un lado estaban aquellas que
conceptuaban la vida como una emanación impersonal, cíclica y rectora que, de
alguna manera rige los destinos de los hombres. Y por el otro lado, aquellas
que como el zoroastrismo creía en la emanación de esta vida procedente de una
fuente personal, Auramazda. En el más
de los casos las culturas antiguas no solían filosofar sobre la existencia
ontológica, para esto hubo que esperar
muchos siglos hasta Sócrates (c. 470-399 a.C.) y a Platón (c. 429-347 a.C.).
V Dios sustenta la vida. La Biblia es enfática cuando enseña que
todo el entramado de la vida existe porque Dios la mantiene en existencia y en
funcionamiento. Esto lo hace Dios a través de la persona de Jesucristo pues en
palabras de Pablo: (Col. 1:17).
“Todas las cosas en él subsisten” lo que indicaría que el aliento vital de toda
la vida es puntualmente e ininterrumpidamente suministrado por Cristo al
universo vivo. Este enfoque sobre la vida, desde la perspectiva divina pone un
énfasis marcado en la condición, oportunidad, y posición del hombre frente a
Dios, cuando el hombre pecó cayó en una condición de fealdad repulsiva frente a
su creador, estaba mortecino, con todo, el amor de Dios obró con mucha
misericordia y lo vistió con ropas de salvación (Gn. 3:21) y le trazó el camino de la esperanza y la
reconciliación, le dio una nueva oportunidad (Gn. 3:15) cuando pudo simplemente haberlo desechado y arrojado de
su presencia.
VI La vida desde la perspectiva del acto vivificante de la obra expiatoria
de Jesucristo es, por así decirlo, el acontecimiento más trascendental acaecido
en la historia de la humanidad, esto en palabras del apóstol Juan es expresado
sucintamente así: “Porque
la vida fue manifestada, y vimos, y testificamos y os anunciamos aquella vida
eterna, la cual estaba con el Padre, y nos ha aparecido” (I Jn. 1:2), Jesús mismo habla en términos parecidos
cuando expresa: “El
ladrón no viene sino a hurtar, y matar y destruir; yo he venido para que tengan
vida, y para que la tengan en abundancia” (Jn. 10:10). Igualmente el apóstol Pablo argumenta: “Mas ahora s manifestada por la aparición de
nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte, y sacó a luz la vida y la
inmortalidad por el evangelio” (II Ti. 1:10). Por tanto en una clara confirmación del hecho
histórico de la caída del hombre y su abyecta sumisión a la muerte y a sus
efectos y consecuencias, Dio en un acto soberano de su voluntad ha provisto en
el hijo de su amor mediante el pago ampliamente valorado y satisfactorio de su
propia vida el canal para restablecer el fluir de la vida espiritual que el
hombre había perdido en Edén, mediante la intervención de Cristo el hombre que
estaba muerto en delitos y pecados (Ef.
2:1), pasa a ser nueva criatura (II
Co. 5:17) y es trasladado del oscuro reino de la muerte al reino de los que
viven para Dios. (Col. 1:13). Prof.J.A.Galvá.