sábado, 14 de julio de 2012

UNA HISTORIA NO APTA PARA CARIDIACOS


UN PUEBLO LLAMADO
JUANÑO LINDO

Por: Juan Alberto Galvá

     Después de arribar milagrosamente a este universo vecino, testigo ocular del gran desastre cósmico que acababa de acontecer tocante a la explosión y posterior congelamiento del Orbe Redondo más inmenso, tierno, generoso y abundante jamás conocido por ojos orbitoredondales y de ser recibido a salvo en esta comunidad amiga de Las Islas Sin Ley allende los mares de Juanño Lindo; pasé varias semanas enfermo, acogiéndome a un recurso jurídico heredado de la costumbre en mi Juanño Lindo del alma que reza: "todo acusado de cualquier delito grave y que de paso tenga cierta nombradía y acomodamiento social, podrá enfermarse sin previo aviso, mientras se averigua cómo safársele a la mano complaciente de la justicia". Así que por miedo a las fechorías que se me imputaban —"pecadillos" de poca monta en realidad––  tuve que arreglármelas para escapar del desastre que se veía venir. Aunque para ser franco también sentía cierta flojera por miedo a ser perseguido por La Vergüenza, pues creía que ella todavía vivía y que me perseguiría sin piedad hasta hacerme pagar mis iniquidades. Sin embargo, mi regocijo no fue poco al enterarme que La Vergüenza se había jubilado y que ahora la nueva deidad reinante era La Cogioca, una divinidad omnipresente, todopoderosa, inescrupulosa y por lo mismo capaz  de aplicar juicio sin misericordia en estos tiempos difíciles que vive el cosmos. Estuve realmente confiado y tranquilo cuando supe que la nueva deidad tenía en su gabinete orbitoredondal una vacante para Sumo Tutumpote o profeta y portavoz autorizado y que habiendo examinado mi excelente curriculum se había alegrado de poder contar conmigo para regir los destinos espirituales de estas Islas Allende Los Mares del extinto Juanño Lindo   ¡Alabada y bendita sea La Cogioca!
     Poco tiempo después, tras una insistencia creciente me decidí a contar la historia de Juanño Lindo a los habitantes de estas Islas Allende Los Mares de Juanño Lindo. Cuando tomé dicha decisión yo no estaba muy seguro de las repercusiones que semejante historia podría tener en las mentes de mis oyentes, aunque con poco tiempo de reflexión, cinco minutos, —porque yo a ningún asunto intrascendente dedico más de cinco minutos de análisis— me puse de acuerdo con mi exigua conciencia, et voilà, qué más daba, a mí que me importaba esa vaina.
    Todos estaban fascinados del hecho de que alguien pudiese haber escapado de aquella legendaria y fatídica hecatombe, me esculcaban como a un bicho raro porque querían comprobar lo que tan falsamente se había difundido, que los juanñolindenses poseíamos más de un tamarindo; cuando lo cierto era que teníamos uno solo, —como todos los demás seres–– aunque innegablemente era un buen tamarindo, me miraban atónitos como a un animal de circo y me pedían que realizara proezas que iban más allá de lo concebible; las hembras me hacían señales algo impropias y lo más extraño era que sus machos no las reprendían; en verdad, —me dije––, los juanñolindenses hemos ganado una fama tanto más extraordinaria de lo que siquiera hubiera podido imaginar; me decían que yo era un milagro venido de las estrellas, pues hasta los confines más recónditos de la masa oscura del universo había llegado la fama de este pueblo; imagínense, los más afamados lideres financieros del Reino Animal Universal Dominante tenían noticias nuestras, también los del reino vasallo independiente de los Ademanes Refinados, reino vecino de Las Vastas Llanuras De Pedregones Romanos,  y sobre todo los de Las Islas sin Ley; de hecho, cuando llegué aquí a Las Islas Sin Ley, me contaron que apenas semanas antes del gran desastre se preparaban para arriesgarse en un gran viaje que intentaría llegar hasta las aguas del Mar Inquieto y de paso procurarían ingresar en la ciudad más fragosa del orbe redondo siendo que creían según sus más fidedignos informantes que eran por cierto los Jefes de los ministerios fronterizos y de allende los mares de Juanño Lindo, que aquel lugar legendario no era otra cosa sino el paraíso terrenal.
     Alguien de quien ahora no recuerdo su ilustre identidad les fue con esas pocas ideas verdaderas y con otras tantas ideas que eran puras engañifas y efugios de toda clase, así que los mejores empresarios de las Islas Sin Ley ahora Islas Allende Los Mares, las islas flotantes del más allá de los montes encantados de Juanño Lindo, venían preparados con un legajo de buenas intenciones que procuraban estrechar los lazos de nuestros pueblos. Ciertamente los planes de los líderes de Las Islas Sin Ley no estaban muy claros; y aunque procuré con diligencia esclarecer el verdadero fin de los extranjeros solo descubrí con certeza que había planes con las hembras de Juanño Lindo, las distribuirían en números considerables alrededor de nuestras playas de arena blanca para administrar nuestras muchas y variadas bebidas putiféricas y brebajes entontecedores; también debían dejarse administrar dócilmente por el refinado paladar de los experimentados catadores de dichas bebidas. 
     Vistas así las cosas y siendo que ellos ya hablaban de hacerme rey, aparte del cargo que me había otorgado La Cogioca y de ofrecerme sacrificios y sahumerios espléndidos y abundantes y de entregarme las mejores y más ajustadas doncellas que poseen nalgas tanto o mejor dotadas que las hembras de Las Criaturas Del Café Tostado, virtud que aparte del asunto del café tostado, nunca fue puesta en tela de juicio, así mismo se me otorgaría el mandato supremo, las tierras labradas, los designios del bien y el mal, la administración de justicia, la gracia para arrojar demonios ya sea por medios convencionales o artificiosos y otras bicocas irrechazables, yo no pude oponer más resistencia; porque de verdad que en principio me oponía; sí, me oponía por la memoria de los más aguerridos y legendarios combatientes juanñolindenses de la especie de los Grotescos, entendiendo que no debía beneficiarme de sus dolorosas experiencias sobre todo cuando yo hice tan poco por evitar la caída de ellos; pensé brevemente en La Vergüenza que me consiguió tan buen empleo como profeta y no obstante reflexioné durante seis minutos ––como correspondía a un asunto tan importante––, que a los sentimientos debe dársele el lugar que les toca, es decir, el retrete bohijal; tal como lo aprendí de los regentes y enviados especiales del Concierto de Las Naciones cuyos carruajes, mansiones bohijales y hembras exquisitas hablan muy bien de en qué lugar están los sentimientos y principios en su escala de valores. De este modo, sin más preámbulo, concluí: de cuál otra manera se podría saber la historia de Delirio Ambición y de su hermosa doncella si Yo, el único sobreviviente, no la contaba; y qué decir del general Esperanza Inútil y sus grandes ideales, qué otra mejor manera habría para expresar a estos nuevos primates ante quienes ya no La Vergüenza sino La Cogioca (la nueva deidad reinante) me había puesto la responsabilidad de dirigir los destinos de sus vidas, que no fuera siendo tierno, amante benévolo y misericordioso narrando tan egregia historia. Ante tal responsabilidad prometo que seré algo imparcial al contar este relato, aún de mi mismo hablaré sin ambages, pero por supuesto, advierto solemnemente que me voy a cuidar el pellejo, consciente de que cualquier infundio que señale la historia sobre mi persona, mis historiadores revisionistas se encargaran de enmendarlos y remendarlos, hasta que nadie sepa qué fue el principio y cuál fue el final, he dicho.

PRINCIPIO DE LA HISTORIA DE JUANÑO LINDO

      En medio del Orbe Redondo primigenio, en un lugar esquivo e infranqueable se hallaba un pueblo llamado Juanño Lindo. Era un lugar rodeado de misterio en donde las cosas más insólitas podían pasar; lleno de paz y fantasía, repleto de ríos cundidos de toda clase de peces y animales acuáticos. Sus tierras eran vastas sabanas en donde la vista recorría el camino y se perdía hasta alcanzar el sol; sus montañas y bosques estaban repletos de chivos cimarrones, hurones y culebras de monte; sus cielos eran la envidia de los demás países del Orbe Redondo, pues eran de casabito de ajo con ajonjolí; estaban poblados de tantas aves, que en las tardes el horizonte se ennegrecía mientras surcaban libres los aires; sus habitantes, los juanñolindenses, era gente pacífica de vida sedentaria, dedicados cada cual a lo suyo, de un corazón muy noble y amplio; habituados a la paz y apegados a sus raíces ancestrales.
     Una de sus principales y más sanas diversiones consistía en salir en romería a perseguir puercos salvajes que luego llevaban al pueblo para ser asados mientras bailaban a son de las canciones ancestrales, alrededor de las fogatas primitivas.
    
     La divinidad del Orbe Redondo por aquel entonces era conocida como La Vergüenza, dicha deidad existía en forma informe. Era una proyección abstracta de las buenas costumbres de los dichosos habitantes de Juanño Lindo; le rodeaba un halo de luz de santidad semejante a una esfera de cristal inmaculado. La deidad siempre se hacía conocer a través de su representante, a quien elegía mediante una terna sometida por el Consejo De Vasallos al Cacique Mayor de turno y este a su vez, designaba al profeta a quien la deidad confirmaba en el cargo, mediante un procedimiento del que puedo dar testimonio de que era transparente, democrático y participativo, aunque ahora no tengo el tiempo de entrar en detalles al respecto. Así que el portavoz autorizado para aquel entonces era yo: Imprescindible Experiencia, el ser más viejo y de mejores costumbres del pueblo según se creía. A mi me fueron concedidos los derechos inalienables de administración de los secretos divinos, la difícil y pesada tarea de transmitir a la generación de mi tiempo las milenarias tradiciones del pueblo, pero nunca se me quiso dar el poder del reinado, quizás, allí empezaron nuestras pequeñas diferencias.
    
     Las deidades en Juanño Lindo no señoreaban eternamente y para siempre, sino que se sucedían en períodos de quinientos años cada una, a menos que no ocurriera alguna catástrofe que ameritara la prolongación del período de gobierno divino hasta la solución del problema, razón por la cual los pueblos normalmente no salían de un huracán o una peste calamitosa con el propósito expreso de las deidades de enquistarse en el poder, pues no eran pocas las entidades divinas que consideraban que, "quinientos años eran nada". Generalmente las deidades poco santas, —aunque prefiero llamarlas, no convencionales–– se confabulaban con los profetas sin vocación ––aunque yo prefiero llamarlos decididos–– y daban informes falseados ante el Consejo Supremo De Deidades Superiores, consiguiendo así la deidad prolongar su risa ante la miserable y lastimera condición de las criaturas y el profeta la subyugación, el dominio, la mano férrea y en consecuencia el servilismo de los habitantes, —cosa muy importante a mi juicio––,  tanto de los reyes títeres, como de la plebe ignorante. Pero haciendo honor a la verdad los últimos quinientos años habían sido un solaz para el pueblo de Juanño Lindo, ya que La Vergüenza supo hacer honor a su nombre; no obstante nadie pudo prever el asunto de los Advenedizos, y lo que aquello implicaba para mis planes gubernativos y los de La Cogioca.   
    A La Vergüenza se le rendía tributo de muchas maneras, pero básicamente manteniendo a raya a los extranjeros maliciosos, siendo celosos de las tradiciones, la urbanidad y las reglas gramaticales y el buen lenguaje.
    

     Por su forma de ser y por sus tradiciones los habitantes de Juanño Lindo llegaron a ser conocidos en todo el Orbe Redondo como las hembras más tórridas y los machos más mansos, de mejor tamarindo y del más hermoso color café con leche del Orbe Redondo. Así fue, hasta el día en que llegó la ruina de Juanño Lindo.


LOS EVANGELISTAS DE CAPÚYNOTEABAJE
     
     La desgracia del país comenzó cuando una mañana llegaron al país unos enormes y pobremente confeccionados higüeros flotantes llenos de seres venidos del extremo oriental del Orbe Redondo que se hacían llamar así mismos Evangelistas de Capúynoteabaje. Estos Evangelistas de Capúynoteabaje estaban dirigidos por un ser del color de una palma tierna, de facciones parecidas a los individuos de la Ciudad De La Bota De Hierro cuyo nombre quedó grabado en las mentes de los juanñolindenses por todas las generaciones, su nombre era Conquistador Torturador. Estos seres a su vez eran enviados por los reyes de un país llamado Las Vastas Llanuras De Pedregones Romanos.  A estos forasteros de quienes aun no se sabe con exactitud cómo llegaron a la casi inaccesible tierra de Juanño Lindo, los mansos habitantes les trataron amablemente ya que no sospechaban toda la maldad que ocultaban.
    
     Según dijeron a su arribo los extranjeros, la visita era en cumplimiento de una gran misión que tenía como propósito enseñar a los juanñolindenses a adorar la que según ellos era la verdadera deidad recién inventada a la cual llamaban Capúynoteabaje. Sin embargo, Imprescindible Experiencia, el viejo profeta y guardián de las tradiciones de Juanño Lindo, advirtió que la intención de los forasteros era otra  muy distinta. Lo supo desde que notó en la manera maliciosa y pervertida en que los forajidos miraban a las robustas hembras de Juanño Lindo; notó que cuando las saludaban nunca las miraban a la cara sino en dirección opuesta al cielo o en línea directa con el horizonte, ya fuera que las miraran de frente o que las miraran de espaldas siempre era la misma cosa, aquella ofensiva indiferencia para con sus rostros y en cambio esa desmesurada atención a todo lo que en ellas fuera protuberante; máxime cuando él se veía privado de hacerlo, —con lo morboso que era—, debido a su posición de Sumo Tutumpote, le irritaba la presunción de aquellos viles advenedizos, quienes aparte de pretender quitarle el trabajo, se daban el lujo que él no podía darse al solazarse abiertamente en aquella inigualable contemplación catártica.
     Sabiendo Imprescindible Experiencia que la verdadera intención de los recién llegados era dañar la moral de los pacíficos habitantes del país y ofender gravemente a La Vergüenza, no perdió tiempo y de inmediato se acercó al nuevo monarca de Juanño Lindo, el joven rey Fatuo; hijo del fenecido rey Sabio.

LA ANTESALA DE LOS JUICIOS
    
     Exasperado ante tan peligrosa situación el viejo profeta no perdió ni un solo momento; mientras se dirigía hacia la Mansión Bohijal le vino a la memoria el último disgusto por el cual lo había hecho pasar el príncipe reinante ya que inconsultamente había nombrado a varios ciudadanos juanñolindenses cuya adoración a La Vergüenza estaba desde hacia tiempo en entredicho; a estos había posicionado en lugares claves donde según la pericia de Experiencia solo debían ser nombrados ciudadanos con una sobrada demostración de devoción por La Vergüenza; los había colocado en las estancias limítrofes para que guardaran la entrada de forasteros por vía del Mar Inquieto, pero a pesar de ello, era obvio que la gestión que realizaban era en provecho personal, lo cual quedaba evidenciado por los escándalos que se oían sobre la introducción de extranjeros sin la aprobación del Consejo de Caciques Vasallos, presidido extrañamente por Experiencia, y ahora con la aparición de los Evangelistas de Capúynoteabaje. También había hecho nombramientos en la frontera oeste donde se mantenía a raya a Las Criaturas Del Café Tostado; ya se hablaba inclusive de la posibilidad inminente de que el pueblo juanñolindense, mediante una cacareada mixtura, dejara de ser café con leche, para ser café tostado de una vez y por todas; lo que representaba una gran amenaza para algunos prestantes habitantes de Juanño Lindo; trama que no obstante nunca sería llevada acabo, porque varios de los más recientes alabarderos nombrados por el Rey habían estado recibiendo pingues beneficios en su comercio clandestino con Las criaturas del café tostado. También en la entrada de la Mansión Bohijal había nombrado varios de estos sujetos cuya misión era repartir pescozones a diestra y siniestra, a todo juanñolindense que no pagara una cuota excesiva en peces de agua dulce, yuca guayada para hacer bollos y casabito con ajo y ajonjolí así como talegos enteros de cilantro ancho, ramilletes de limoncillo, bateas repletas de jaibas come tripitas de guinea, y tilapia criolla sin cuenta. Todo esto para poder tener audiencia con el príncipe y Cacique Mayor; lo mismo se exasperaba al pueblo obligándolo con gravosas cargas para mantener abastecida la insaciable canoa del Cacicazgo.  
     Pero a pesar de tantas necedades y de sentirse algo ofendido Experiencia no cejó en su firme determinación pues estaba conteste de su indelegable responsabilidad; además, siendo que durante décadas Experiencia había sido escuchado por los reyes de Juanño Lindo como el digno profeta que era; aunque también era cierto que se decía que los últimos cuatro Caciques Mayores habían muerto misteriosamente en cámara de consejo despedidos en su agonía por el profeta en persona, después, según se rumoreaba, de haber tenido graves diferencias de criterios y fuertes discusiones semanas antes de sus decesos; pero él en todo se mantenía incólume y no daba lugar a las lenguas viperinas que mantenían un asecho subrepticio y sigiloso como cuaimas tendidas en el pastizal a la espera de cualquier chance que les concediera la oportunidad de ascender por medios fraudulentos  a su majestuosa y benéfica dignidad de Sumo Tutumpote de los destinos de ese pobre pueblo abandonado a su suerte; porque él, cual ladrón juzgaba por su miserable condición al haber en los siglos anteriores chivateado a tantos caribes y guanahaníes ingenuos, pues de frente les hacía creer que eran sus amigos y ellos, a su vez, le prodigaban una veneración envilecedora. Él los ataba a su urdimbre con palabras lisonjeras e invitaciones frecuentes a compartir el pachuché inmenso de la perfidia, y a pesar de la buena voluntad que ellos le profesaban, despotricaba de ellos noche y día y a diestra y siniestra con falsas historietas de conspiraciones rancias e inverosímiles que los monarcas creían con una candidez infantil, a tal punto que cuando no tenían qué hacer —lo cual representaba la mayor parte del día— lo mandaban a buscar pura y simplemente para solazarse en sus intrincadas y abotagadoras elucubraciones conspirativas.  Fue él quien se inventó el subterfugio de que no era un buen gesto traer gofio como presente al rey, porque podría ocasionar un añugue fatal o un estreñimiento incurable capaz de desprenderle el ano al macho más macho; todo esto expresamente articulado para desacreditar al jefe espiritual de los caribes quien se perfilaba como seguro nuevo Sumo Tutumpote y del cual obtuvo información privilegiada proporcionada por los Servicios Caliecísticos dirigidos por los loros habladores del valle de Xaragua, que daba cuenta de que el jefe de los caribes llevaría gofio como presente al rey, así lo continuó haciendo hasta deshacerse de todos sus colegas del campo de los brebajes y los conjuros mágicos hasta conseguir ocupar la honrosa posición que ahora detentaba. No obstante aquella interminable sarta de intrigas en su contra, todas muy ciertas; se acercó confiadamente una vez más a la mansión Bohijal sede del reino juanñolindense donde se hallaba el nuevo rey y Cacique Mayor para advertirlo sobre la impertinencia de recibir a los extranjeros y para solicitarle que los hiciese marchar lo antes posible.
    
     Confiado en que el Rey le concedería su petición, arribó con el alma quebrantada por la profunda angustia que lo embargaba, haciendo un ingente esfuerzo por sobreponerse a la fetidez de la pasarela de junco verde  en donde se amontonaba toda clase de presentes artesanales así como frutas exóticas, hiervas aromáticas e innumerables bangañas de batata asada adornada primorosamente con un gofio abundante que presumiblemente el Rey no probaría por el temor mal fundado de que los caribes y los guanahaníes se habrían confabulado para liquidarlo mediante la hábil e inocua estratagema del añugue criminal; continuó con su lento paso hasta llegar al punto en donde alrededor de la pasarela se apreciaban las  ceibas milenarias y los framboyanes encantados repletos de pájaros de mal agüero que no cesaban de cagar ni de día ni de noche, por lo cual la pasarela permanecía tapizada por una gruesa costra de mierda que se veía aumentada además por la participación de los chivos cimarrones, puercos y jabalíes silvestres. De lado y lado del pasillo que daba a la entrada principal del Bohío Real habían sendos árboles de caoba y desde la altura de sus copas y los escondrijos de sus pámpanos se veían otras tantas aves y animales de importancia vital para el reinado; los cuervos anunciadores de los escándalos sexuales de los profetas menores de la región del Cotuí, escorpiones traidores de las dunas del Baní, alcatraces de mala madre de la islita Saona, y ciguas palmeras parejeras del valle del Cibao. Prosiguió su andar por la vieja y simbólica escala de los reyes, la misma que atravesaba el gran Fango Real, recién añadido a la arquitectura Bohijal que ahora rodeaba el Bohío Real y después de recibir la pleitesía de los miembros de la Guardia Taparrabada quienes aguardaban fuera del Bohío Real, así como los concurrentes al Bohío Real, toda una camada de guanahaníes café con leche, y todo un cardumen de caribes color mero tostado tirando a merluza, que también esperaban audiencia con el rey. Avanzó abriéndose pasó entre los cargamentos de piña y pescado asado, las conchas interminables de carey pescado fuera de ley, los tasajos de manatí salado con sal de las Salinas de Baní, la hileras de indios amaestradores de caimanes del gran ojo de agua de Bahoruco, los manojos de jabalíes cimarrones tostados por el sol de acero, las bangañas de almendras tiernas de los árboles frondosos del bosque tímido, las tiras de taparrabos al ultimo grito de la moda confeccionados con primor por las tejedoras ancestrales del pueblo de las sabanas de la lluvia escasa y los fardos aromáticos del cilantro ancho primigenio junto a los aparejos indescifrables del anamú prohibido de Juanño Lindo; así, con la frente erguida, aunque algo sudorosa y la orientación despistada por el implacable azogue de las cotorras antillanas, los pavos reales de ornamento y los jabalíes salvajes; arribó con una fingida serenidad hasta el estrado del rey construido con bambú ancestral, adornado con el oro escondido de la región del Cotuí y las perlas del Mar Inquieto, principales temas del interés soteriológico de los Evangelistas de Capúynoteabaje.
    
     Al llegar allí, y ver recostado al lado del Rey a Conquistador Torturador, en la Hamaca Primitiva o Hamaca Ancestral, reservada solo para los invitados de honor del Rey, en la cual él en otras épocas rancias por el paso inexorable de las generaciones había disfrutado el alucinógeno aroma de la bebida prohibida de Juanño Lindo, junto a los caciques vasallos de su cofradía y ahora la veía mancillada por este pérfido extranjero quien además degustaba de un sabroso chambre de puerco salvaje, una mermelada de coco tierno, adornada en flor de cayena y rociada con primor por los bordes con malagueta ancestral, un chencén exquisito traído por la misma Anacaona desde el valle de Maguá, unos coquitos de almendra untados en miel de abejas, y otras suculentas delicias del terruño ancestral.
— ¡Que carajo! ––se dijo, no faltaba más. Aquí habrá candela, truenos rayos y centellas; yo soy el elegido de La Vergüenza, y sin embargo el caciquito afeminado de mierda éste no me ha honrado como la divinidad manda, y en cambio a este forajido lo ha colmado de presentes.
    Experiencia se daba cuenta que ni el Rey ni los Custodios Más que Tapados del Rey, que constituían su guardia personal le habían rendido ni la reverencia, ni la honra, ni la gloria, ni la alabanza, ni el aceite, ni las exoneraciones, ni las invitaciones a los actos rimbombantes, ni nombramientos en embajadas, ni ninguna de las bicocas que él entendía debían otorgársele para garantizar la correlación de fuerzas y el equilibrio de los poderes; así pues cansado de tantos vejámenes y ya ostensiblemente enojado dijo al Rey:

Rey Fatuo, es necesario que consideres lo que debo decirte.

—Hum, ya llegó el viejito impertinente.
Masculló el rey en sus adentros. Mientras hacía conocer sus hondos rencores con ademanes suaves y estilizados, pues así le habían dicho los forasteros que estaban de moda en sus tierras. 
    
     El joven rey permaneció callado con una evidente actitud de desdén. El anciano profeta señalando al corpulento extranjero dijo:

Es necesario que estos seres recién llegados, a quienes tú has recibido, se marchen ahora mismo. Ellos pretenden hacer a nuestro pueblo apostatar de La Vergüenza. Además estas criaturas no son buenas; vienen solo a dañar nuestras buenas costumbres, a llevarse lo mejor de nuestro país y a corromper a nuestros jóvenes; además, ¿Qué es lo que nos han dado a cambio estos  salteadores? Han venido a burlarse de nosotros trayéndonos unos micos que solo saben robar y que además se han estado propasando con nuestras hembras y se dice que además nos han traído la peste;  y unas pocas escrituras supuestamente sagradas que no son más que cuentos de camino.
    
Conquistador Torturador, al escuchar las palabras del profeta, se acercó al rey y le susurró al oído:

No le hagas caso al anciano decrépito este, recuerda que los viejos siempre se oponen al nuevo orden de cosas. Se enérgico con él, pues observo que quiere gobernar por encima de ti.

Algo vacilante, y con la voz quebradiza, el rey Fatuo le respondió al anciano:

— ¿Con qué autoridad te acercas hasta mi real hamaca, y hablas al rey, no suplicando, como hacen los demás; sino dando órdenes, como si el rey y tú fueran iguales?
    
     Una fulgurante mirada del profeta atemorizó más al joven monarca quien ya desde temprano daba síntomas de un terrible cansancio pues su mirada era algo errática y su apariencia física denotaba un cierto letargo, que se explicaba por las largas horas de  juerga a la que se había entregado la noche anterior en medio de la fiesta organizada en honor de los extranjeros.
     Esa misma noche el rey había sido condecorado por Conquistador Torturador con los más altos honores con que se solía exaltar a los reyezuelos vasallos, siendo merecedor de recibir de manos del propio Conquistador Torturador, el cascabel del ruidito novedoso y las espléndidas plumas de los pavos reales de la finca personal de su santidad San Cascabel del Tesoro Inmaculado. Pero a pesar de tantos y tan extraños honores había quedado perplejo y algo decepcionado al ver como revoloteaban a su alrededor las hermosas plumas de pavo real que tan amablemente le habían obsequiado los forasteros; empezó a mostrar síntomas de estar entrando en la llamada crisis histérica, algo muy apropiado para los monarcas de allende los mares de Juanño Lindo, según le habían explicado los forasteros. Sentía además cierto desasosiego por el persistente reflejo de las lucecitas de los espejos de carnaval que se había colocado alrededor de la cabeza, y hacía ya rato que el continuo sonido de los cascabeles lo tenía casi al coger el monte.
— ¡Coño! —Gritó.
—Quítenme todas estas vainas de encima, que no puedo pensar con tantas bondades al rededor de la cabeza…. ¡ay, se me safó!
Acto seguido la tierra tembló.
— ¿Se te safó, coño?
El profeta dudó de la sinceridad del rey. Y la tierra volvió a temblar estruendosamente aunque por breves segundos que no obstante bastaron para abrir un boquete de quinientos metros a la redonda que se tragó entero el barrio de las putas nuevas, que era parte de las novedades a que habían inducido los extranjeros al rey Fatuo. De inmediato se informó al rey de la situación del cacicazgo después del remezón que aun cuando el pequeño poblado había desaparecido, no debía considerarse la cuestión como una desgracia sino al revés, porque ahora en lugar del poblado había un lago de aguas mansas y salutíferas cerca de la Mansión Bohijal que serviría como abrevadero para las infinitas reses del rey, y siendo que no se había hallado el cuerpo de ninguna de las putas ni de los putos del pobladito con mayor  razón debía declararse aquel día como de regocijo nacional.
Pero el Rey y Experiencia sabían bien que la razón del temblor tenía su origen en la violación de una de las reglas vitales impuestas por la Vergüenza, pues aquel supuesto desliz del rey no era sino la expresión externa de los más íntimos deseos y sentimientos del monarca.
     Pero conquistador Torturador aun cuando tuvo un bochornoso momento de debilidad al encaramarse en los brazos de su edecán, de inmediato recobró la compostura y sigilosamente se acercó al rey advirtiéndole solemnemente que semejante gesto de descortesía podría dañar seriamente las relaciones bilaterales entre el grande y poderosamente avasallador país invencible y abusador de Las Grandes Llanuras de Pedregones Romanos, el país que destruía a sus enemigos y lo que quedaba de ellos, si es que quedaba algo, luego lo hoyaba con sus pies;  y que si él no quería que el pedacito de tierra este fuera invadido y cogiera fuego por los cuatro costados, que se aguantara como un macho y se dejara puesto lo que tenía ya encima y todo lo que faltaba por ponerle todavía.
     El cacique mayor, mirando de reojo al corpulento extranjero estuvo apunto de revelársele, a pesar del miedo que infundía su presencia, pero mirando como el advenedizo blandía la espada pelando una yuca con cierta malicia, pero con una destreza que él no había visto ni en los mejores lanceros de su Guardia Más Que Tapada, optó por diferir el pleito.
   
     Pero Experiencia interviniendo nuevamente intentó poner al joven rey al tanto de las tradiciones del pueblo que según él enseñaban que en autoridad, el vidente estaba inclusive por encima del rey, y que el rey debía prodigarle respeto al representante de La Vergüenza.
—Ves lo que te dije —susurró Conquistador Torturador— el anciano quiere el Cacicazgo Supremo para sí, hazme caso si quieres conservar el reinito, coge al viejo y acúsalo de cualquier vaina, azótalo públicamente y después préndele fuego. O sino, préndele fuego, después azótalo y más adelante acúsalo de cualquier cosa.
–Pero como lo hago, –indagó el rey.
–Ya te lo he explicado claramente.
–Si pero me lo has dicho de atrás para adelante y adelante para atrás y quiero saber de cual de las dos maneras es mejor.
–Da igual.
–Tú crees.
–Si, es la misma cosa.
–No estoy seguro, ustedes allá como lo hacen generalmente.
–Bueno ya te dije que es lo mismo, por eso lo hacemos casi siempre de adelante hacia a tras.


Anciano, —se dirigió el rey Fatuo al Profeta— has servido por muchas generaciones a este pueblo, pero ya es tiempo de que tomes un descanso. Estás viejo y no puedes comprender los nuevos tiempos ni la manera en como se hacen las cosas hoy día. Así que te daré descanso enviándote a los confines del Más Allá.
    
      El rey Fatuo había demostrado una vez más que era un monarca inexperto y que se dejaba impresionar con facilidad. Hablaba de los nuevos tiempos, pero trágicamente ni siquiera podía entender los viejos, lo cual había sido la clave de las exitosas regencias de sus antecesores. Cuando el rey Fatuo anunció su decisión de desterrar al anciano Experiencia; todos, excepto Conquistador Torturador sus acompañantes y los guardias de la escolta Más Que Tapada; expresaron asombro y consternación, siendo silenciados por la mirada inquisidora del rey y del general Sinvergüenza Lambón; además de la terrible afrenta que significaba aquel destierro, implicaba exponerlo a una infinidad de peligros y lo peor de todo: ¿quién habría de guiar ahora a los inocentes juanñolindenses?
    
Experiencia conociendo su destino respondió al Rey con una contundente advertencia:

Fatuo, rey inculto y sin entendimiento. Príncipe engreído y sin respeto por las tradiciones pasadas. No sabes que la gloria de Juanño Lindo ha sido su pulcra tradición y no la corrupción de nuestra cultura con la introducción de malas costumbres de extranjeros. Hoy me  has desterrado; yo me marcho, aunque siempre estaré porque lo mío lo tengo bien guardado y no soy imbécil para no haber hecho mis amarres. Pero ten en claro; que después de esta inexperta decisión, ni tú, ni los miembros de tu Bohío Real, ni este pueblo permanecerán jamás.
   
     El joven rey al escuchar el terrible augurio del anciano Experiencia se enojó mucho ordenando enfurecido a la escolta Más que Tapada expulsar al anciano de su presencia.
     Cuando intentaron ejecutar la orden, el anciano Experiencia se rehusó y continuó caminando con su frente erguida hasta llegar a la salida del Bohío Real, cerca del Fango Real. Pero Sinvergüenza Lambón, jefe de la Escolta Más Que Tapada, quiso congraciarse con el rey y empujando al anciano lo lanzó en la recién inaugurada barranca del Fango Real. Esto provocó la cólera de los siervos guanahaníes que allí estaban quienes entraron en un trance extático y empezaron a danzar por la mansión Bohijal tumbando y rompiendo todo cuanto encontraron a  su paso, arrastrando los jabalíes que no cesaban de chillar, alborotando las cotorras y derramando el mejunje para preparar el anamú prohibido —lo que más disgustó tanto al Rey, como a Torturador—, el Rey ante semejante desparpajo dio orden de que los pusieran en cintura lo cual se hizo sin dilación pues los miembros de la Guardia Más Que Tapada el egregio general Sinvergüenza Lambón cansados de hacer ejercicios militares con sus lanzas solo entrenadas en comprobar el estado de salud de los puercos cimarrones se dieron vida alanceando a los pobres guanahaníes que a su vez se retorcían y contorsionaban mientras llenaban la Mansión Bohijal del primer brote criminal del liquido vital y de la baba inocente en más de cincuenta generaciones.
     Pero otros tuvieron mejor suerte pues se agolparon y tomando al jefe de la Guardia Más Que Tapada lo intentaban castigar ejemplarmente cortándole el tamarindo, pero el anciano, que todavía se reponía del jarabe de lodo que lo habían obligado a tragar, intercedió por el jefe de la Guardia ante la multitud enardecida y ellos oyeron sus suplicas y le dejaron medio tamarindo o el cabo de un tamarindo; en fin, que ya ni era como era, ni dejó de ser lo que se decía que fue. El punto sin más discusiones retóricas estaba en que a él todavía le quedaba tamarindo, o en otras palabras que todavía tenía su tamarindo; orgullo, garantía y fianza de la estabilidad emocional del Jefe de la Guardia y naturalmente póliza de seguro en las futuras horas para el pueblo de Juanño Lindo que gracias a La Vergüenza se libraría de una matanza segura en venganza por el corte de su tamarindo, así que por lo menos de esa desgracia habría de librarse el pueblo sabiendo que el jefe de la guardia tenía o le quedaba algo del tamarindo, porque de no ser así el pueblo lo pagaría cogiendo fuego por las cuatro esquinas. ¡Gloria a la Vergüenza en las alturas y en el Orbe Redondo paz a los juanñolindenses de su complacencia! Sentenció más adelante el pueblo, amén; dijeron todos. Sí, el amén fue unánime, porque el pueblo estaba lleno de inocentes, pero no de pendejos. El pueblo hizo de aquel acontecimiento un elemento proverbial; contaban a sus hijos como los caribes y los guanahaníes habían salvado providencialmente al pueblo de la ira sañosa del Jefe de la Guardia al no cortar el tamarindo de cuajo porque el corte era en rebanadas ya que el objetivo era hacerle pagar dolorosamente su osada ofensa al anciano Experiencia; pero quedó claro que la intercesión hubiera surtido mejor efecto si Experiencia no hubiera estado tan anciano con la voz pedregosa y la lengua tan pesada como la de un buey, para decir rápidamente y no silaba por silaba que,
'que…su-el-ten…  al Je-fe…  de  la     gu-ar-di-a'.
Esto en esencia significó trece rebanadas de tamarindo que se hubieran podido evitar. Por lo mismo, más adelante no faltaron los que dijeran que todo fue un show morboso del anciano perturbador que quería alzarse con la gloria de aquella epopeya matizada por su supuesta insigne humildad. También es cierto que yo personalmente me encargué de que quienes dijeron eso pasaran conmigo a los Confines del Más Allá, pero demás allá.

LA SALA DE LOS JUICIOS

     No, amigos míos, si en verdad me aprecian dejen todo como está, que a estos les llegará su juicio sin que nuestras manos se manchen del liquido vital. —Dijo el anciano profeta, mientras era levantado de la mugre en que había sido lanzado.
     Mientras sacaban al anciano del fango; el Rey, Conquistador Torturador así como los guardias, se mofaban y reían hasta desternillarse.

—Viejo come mierda, tal vez te habías pensado que te ibas a alzar con la gloria, hacía tiempo que quería poner a otro Sumo Tutumpote que no joda ni pida tanto como tú y a quien yo pueda mangonear, y por fin me has dado una buena razón.
    
     Así decía el Rey en sus adentros cuidándose de guardar las formas, por aquello de las buenas costumbres ancestrales que prohibían palabras corrompidas. Pero lo que no sabía el Rey era que también el anciano Experiencia recitaba en silencio una retahíla de malas palabras en diminutivos y aumentativos en contra suya. No obstante, Conquistador Torturador, que no conocía ni se atenía a las reglas y a las buenas costumbres de Juanño Lindo, se desbocó como un río de aguas negras y profirió:

—Anciano metiche, hijo de puta, ojalá…
    
     Pero hasta ahí fueron sus malas palabras; pues el Rey, atónito con lo que escuchaba y conciente de las graves consecuencias que según La Constitución Ancestral sobrevendrían a aquellos que quebrantasen las normas y convenios de La Vergüenza se asió de la boca del extranjero e imprecándolo fuertemente impidió que continuara desbarrancándose en improperios.

—Yo contento, —se echó a reír el vetusto en sus adentros… ¡Ya verás la que te espera! 

     Cuando Experiencia y la comitiva de ancianos leales de las tribus de los guanahaníes así como de los caribes que lo seguía llevaba corta distancia del Bohío Real, sobrevino lo inesperado; los guardias que trataron de expulsarlo contra su voluntad cayeron ––según se cree— bajo maldición.
    parte del pecho y las piernas se les convirtieron en roca de granito sólido y como el liquido vital ya no les circulaba a través de sus partes de piedra murieron con una muerte en extremo dolorosa. Al Jefe de la Guardia Más Que Tapada Sinvergüenza Lambón, quien lo había empujado en el Fango Real; la misma pata, perdón, el mismo pie con el cual había vilipendiado al anciano, hubo de correr igual suerte que los demás.
    El Rey, Conquistador Torturador y la cuadrilla de Aventureros que lo acompañaban se llenaron de espanto al ver semejante espectáculo, pero en vez de llamar al anciano y pedirle disculpas, se fueron a la Taberna Real a celebrar la partida del anciano profeta.
    
     De esta manera el Rey desechó la inteligencia, para escoger la apariencia y la novedad. Todo esto a pesar de las terribles imprecaciones con las cuales fue amonestado por el profeta quien le había anunciado la amalgama de calamidades que podrían sobrevenir a Juanño Lindo, equivalentes a las historias más espeluznantes sobre los monstruos insaciables del caos primitivo provenientes del Concierto de las Naciones.
     A pesar de que los principales caciques vasallos y principales productores le había advertido sobre los exagerados gastos del Cacicazgo Central el Rey no obtemperó a sus recomendaciones. El rey estaba embebido en su poder y en el temor al largo sable de acero que portaba Conquistador Torturador en representación de sus majestades, quien ahora era como su ángel de la guarda, porque no le perdía ni pie ni pisada; el Cacique se levantaba, y Conquistador ya estaba ahí, el Cacique almorzaba y Conquistador le acompañaba, el Cacique cagaba, y Torturador mandaba a que lo limpiaran, el Cacique hacía como que cerraba los ojos y Conquistador se quitaba la ropa; y esto en particular más que cualquier otra cosa estaba preocupando mucho al cacique, porque Conquistador con todo  y lo corpulento y lo macho que se veía parecía que tenía malas costumbres que en Juanño Lindo no se conocían y que al Cacique realmente no le agradaban. Pero qué podía hacer el Cacique si Conquistador y su séquito andaba con ese temible sable que brillaba con los primeros rayos del sol de cada mañana, que le recordaba que ahora el era un huésped de honor en las nuevas tierras de sus majestades tan santas y comprometidas con el mensaje evangelístico de su único venerado y adorado dios, Capúynoteabaje.
    
     Al día siguiente, Experiencia, muy entristecido, mirando desde la Montaña Ancestral a través de su moderna y sofisticada mira telescópica, cómo los  forasteros se pasaban largas horas en el Bohío Real, así como en los bohíos de los infieles de Juanño Lindo, y la manera en que habían comenzado a derribar los árboles estacionales para construir lo que ellos llamaban «palacetes»; miraba además la manera en que los serviles del líder de los advenedizos, se pasaban largas horas bebiendo la bebida de amores, hecha del anamú discreto de Juanño Lindo, la cual solo se debía ingerir en las actividades nupciales bajo techos primorosamente confeccionados contra ruidos excesivos y preferiblemente bajo candados de siete llaves, porque de lo contrario,  enloquecía a quienes la tomaban y los llevaba a cometer toda clase de actos de inmoralidad. Se dolió además, de ver como las hembras tiernas de Juanño Lindo eran arrastradas a los Bosques Encantados del pueblo y allí eran vilmente mancilladas, sin que el rey Fatuo moviera un dedo para impedirlo.
    
     Sin poder detener el curso inexorable de los acontecimientos, el anciano se marchó junto a algunos de sus discípulos más fieles quienes lo escoltarían hasta los confines del pueblo, y a quienes había instruido, aunque a medias, para que lo mantuvieran informado e intentaran propagar las enseñanzas ancestrales que empezaban a peligrar. Mientras se marchaba, entonaba un cántico entrelazado con lágrimas y una honda lamentación  que rezaba:

   ¡Ay de ti Juanño Lindo! Ay de ti cuando La
Vergüenza te juzgue y te dicte sentencia. Ay, ay, ay de ti Juanño Lindo, ¡el pueblo más sano e inocente que ojos orbitales jamás hayan soñado ver, cómo estas construyendo tu propia ruina!


LOS JUICIOS DE LA VERGÜENZA

     Pasaron algunas pocas semanas después que el viejo Experiencia se marchó y de inmediato la situación del pueblo empezó a agravarse: el rey Fatuo hacía más vagabunderías de las que normalmente se hacían cuando gobernaban tanto él como el Profeta. Ahora se veían cosas que le estaban estrictamente prohibidas por los convenios y la Carta Magna Ancestral de Juanño Lindo. Se la pasaba de banquete en banquete con sus invitados; les permitía llevarse lo mejor de las riquezas del país y apenas recibió a cambió las epístolas falsificadas de San Espejo, Obispo emérito de Sus Majestades Reales, y las bulas consagradas del Sumo Pontutuntifice Su Temeridad San Cascabel Del Tesoro Inmaculado  y todo ello bajo la ridícula promesa de que lo harían parte de la comunidad a la cual pertenecía la tierra de donde sus captores venían, llamada: "El Concierto de Naciones del Orbe Redondo". Pero lo más grave de todo consistió en permitir la permanencia de los foráneos y el que estos pusieran en servidumbre a los ciudadanos de Juanño Lindo, un pueblo que había nacido libérrimo e indómito como las olas del Mar Inquieto.
     De esta manera se fue construyendo la ruina de Juanño Lindo día con día, banquete tras banquete, desobediencia tras desobediencia. Hasta que una noche de luna llena y de grillos implacables, en medio de una de tantas  juergas organizadas por el Rey para honrar a los forasteros vividores y salteadores; La Vergüenza enojada hasta lo sumo, dictó su última voluntad antes de ocultarse, y dar paso al siguiente régimen de cosas, por los próximos quinientos años, asegurando así, sin proponérselo, un segundo período gubernativo.
     De súbito se produjo una fuerte e inusual ventisca. Tanto los forasteros, como los guardias de la escolta Más Que Tapada que aguardaban en los alrededores del Fango Real, así como los pobladores del país; sintieron el ímpetu de un viento aterrador que desmembraba las casas, arrancaba los árboles de raíz y mudaba las aguas del Mar Inquieto de un sitio a otro; todos los presentes sospecharon que algo grave estaría pasando; todos los invitados así como las hembras que estaban en ese momento en el Bohío Real salieron en tropel por ver lo que estaría aconteciendo. El último en pisar el umbral de la puerta de salida del Bohío Real fue el rey Fatuo; pero no hubo puesto bien el pie fuera del Bohío cuando de repente, La Vergüenza acompañando su presencia con estragosos y retumbantes truenos dictó sentencia:

—"Escucha, —dijo, — príncipe ignorante e irreverente:
I- De este día en adelante lloverá con furia sobre el suelo de Juanño Lindo, y esta tierra que ahora ustedes hallan hermosa y deseable será todo un fango y humedad infranqueables por lo que tendrán que vivir en las cuevas de las montañas altas y en los árboles frondosos.    
     II- Escampará 3 veces por semana, pero el sol, saldrá solamente 9 veces al mes. De esta manera se apagarán los incendios pasionales que habéis prendido.
     III- Como esta desgracia ha venido por el envío no autorizado de extranjeros, ellos llevaran su parte en la maldición y por lo mismo la restitución del orden primigenio vendrá con el advenimiento de un extranjero que deberá ejecutar un maravilloso acto de negación. El nombre del extranjero constará de 15 letras.
     IV- El, extranjero tendrá una fuerte lucha y deberá vencer sus propios deseos, hasta hallar la virtud aunque sea solo por media hora. Entonces Juanño Lindo volverá a ser el pueblo que siempre fue, y la paz volverá a ustedes.
     V- Pero una vez el advenedizo halla terminado su misión deberá ser despedido del pueblo, del cual también tendrá que marcharse solo y de inmediato, porque de lo contrario sería no solo el fin de Juanño Lindo, sino el fin de todo ser en el Orbe Redondo.
    
     Cuando La Vergüenza terminó de dictar sentencia, el universo se estremeció, los Orbes Redondos allende Juanño Lindo se salieron por algunos instantes de sus órbitas, aquí en las Islas Sin Ley la luna se oscureció y el sol se volvió sangre y las prostitutas cayeron de las copas de los árboles y hubieron muchas demandas por servicios no bien cumplidos; se formaron nuevas estrellas en los quásares más lejanos, las aguas del cosmos se evaporaron. Y según se especuló más adelante; murió La Vergüenza y surgió la nueva deidad, de quien nadie supo nada; cuyo nombre no fue divulgado a mortal alguno. La nueva deidad se mantuvo distante de los seres del Orbe Redondo y en especial de Juanño Lindo, hasta el fin de los días. En consecuencia los sacerdotes que quedaron de las masivas persecuciones, hambrunas, Epidemias Micaicas y otros males relacionados con los extranjeros, males que se volvieron endémicos en Juanño Lindo, se inventaran sus propias deidades y organizaran así toda una amalgama de ritos, pasos y cábalas destinadas a hallar los caminos por donde se habían perdido los sagrados oráculos, pues además llegó a ocurrir que con el devenir de las generaciones los escribas olvidaron muchas cosas de la profecía; otros quitaron lo que les molestaba, otros añadieron lo que pensaban que faltaba, otros la desmitificaron; —esto hizo que el texto de la profecía se redujera a la mitad—, otros la revisaron, otros la pulieron y al final, no quedó íntegro, ni un cuarto del mensaje original. Entonces fue claro que hallar el paradero del anciano Experiencia sería, muy pronto, prioridad nacional. Él era el único sobreviviente a quien La Vergüenza, antes de ocultarse le había condecorado, concediéndole la inmortalidad relativa, y le había entregado un original y una copia no pirateada de la profecía.
    
     En Juanño Lindo mientras tanto, como resultado de los efectos colaterales de la indiferencia de la gran deidad, y la sentencia de maldición proferida por ella, los habitantes de tres aldeas llamadas: Duda, Raciocinio y Avance Científico; las menos devotas, las que nunca fueron temprano a los servicios sacrificiales, y que llegaron a poner en tela de juicio la pertinencia de la sagrada adoración; las que se sentaban semana tras semana en su mesa triangular de resina de ámbar a despotricar todo lo que el profeta decía y diciéndole al profeta todo lo que ellos consideraban que el debía decir;
   ¡Que carajo, querían comerse el casabe sin guayar la yuca!
     Aquellas que siempre entraron en las acogedoras habitaciones secretas de la mansión Bohijal para plantear como acabar con la desigualdad de la balanza comercial entre los extranjeros considerados perversos, pero a quienes a su vez se esmeraban en apologizar; ellos que ponían a los reyes a contubernizar con los forasteros, pero luego, cuando la desaprobación e intervención de La Vergüenza hacía sus estragos mediante terribles juicios disciplinarios, se hacían como la gatita de María Ramos que tira la piedra y esconde la mano.
      A esas comarcas consideradas de avanzada; se les condenó a investigar el paradero del Oxígeno Transparente que por aquellos lares escaseó de manera inexplicable hasta que no quedó nadie que pudiera ni indagar, ni dar respuesta. A otras dos, llamadas: Nuevo Orden y Bonanza;  las más dañinas. Se les condenó a buscar la fórmula de la distribución equitativa o de lo contrario las aldeas sufrirían el exterminio total mediante un huracán categoría cinco,  primo de un tal George, que al igual que su pariente derramaría abundantes torrentes de lluvia incontrolable y de tendencia estacionaria. Increíblemente, aun cuando tenían la solución, prefirieron morir antes que declararla. Al ya frágil rey Fatuo por último, le sobrevino un ataque de flojera que lo dejó tembloroso indefinidamente; cuando contempló las aldeas que habían sido destruidas y cómo Juanño Lindo, antes; el país del melao y la gozadera, de la sonrisa y la pachanguera, el sancocho y la bailadera, de la chichigua y el capuchín, del aguinaldo y la parrandera, de la hamaca y la dormidera, del casabito y la pescadera, del pitriche y del anamú prohibido y en fin, el país que era de todos, y que ahora era de todos los otros, que no eran los primeros, sino ahora los terceros, los cuartos y los quintos; de ellos y de nadie más, por los siglos de los siglos, amén.
     Así terminó la regencia del infatuado rey Fatuo, mientras ante sus sobresaltados ojos se descalabraba irreversiblemente toda aquella buena tierra, en tanto los juicios de La Vergüenza estragaban a sus aturdidos habitantes y su insigne y legendaria civilización.

LA TRANSICION

     El pueblo había empezado a convertirse en una sociedad mixta, por un lado seres normales, y por el otro repleta de gente que más adelante sería conocida como la etnia de los Grotescos: que a su vez estaba estratificada en diferentes ramas como: Cíclopes, Juanñonotauros, Deformes, Juanñocornios, Octohombros, Ciguapos, Juanñoguiñapos, Buscones, Motoconchistas y Juanñosinverguenzas, estos últimos eran llamados "los sin honor" pues no creían en deidad alguna; estos engendros surgieron como resultado de las epidemias micaicas producto de las incontables violaciones perpetradas por los micos ladrones, introducidos por los salteadores extranjeros. Dichos macacos amaestrados fueron durante décadas el azote de las aldeas empobrecidas de Juanño Lindo, pues no respetaban ni a Juanño Lindos machos ni a Juanño Lindos hembra, ellos eran la carnada principal utilizada por aquellos infames advenedizos como parte del execrable ardid orquestado para desvalijar a Juanño Lindo del oro primigenio y de las perlas del Mar Inquieto; ya que mientras los organismos de sanidad y los departamentos investigativos, así como la Guardia Taparrabada se empleaban a fondo en acabar con los ataques implacables de los monos ultrajantes; los forasteros ladrones cernían con impaciencia los ríos monteses y las cascadas prístinas para llevarse los tesoros del pueblo al país de Las Vastas Llanuras De Pedregones Romanos, pero sobre todo a Las Islas Sin Ley allende los mares de Juanño Lindo;  para esta tarea sojuzgaban a los mansos juanñolindenses a realizar aquellas duras tareas mientras ellos descansaban plácidamente recostados en las hamacas primitivas, —lo que, por encima de cualquier otro ultraje, resultaba más afrentoso para los mansos juanñolindenses—  tirándose a las hermosas y protuberantes hembras, y urgiendo a los machos a conseguir más oro, ya que entre menos oro hallasen, más habrían ellos de ultrajar a sus hembras.    Así mismo todas aquellas calamidades eran el resultado de los acuerdos irreverentes con El Concierto De Las Naciones.
    
     Terminados los juicios de inmediato se desparramó el primer aguacero.
   

EL NUEVO ORDEN ADMINISTRATIVO EN
JUANÑO LINDO
   
     Los funcionarios del rey presididos por el cacique Traidor Siniestro, jefe de los Mandos Armados, compuestos por la Guardia Taparrabada, así como por la Escolta Más que Tapada; mirando que los meses pasaban y que el pueblo entraba cada vez en un mayor abandono agitación social y desintegración; ya que las cosechas se perdían a causa de los insistentes aguaceros, los habitantes ya no sabían qué sembrar y que además se estaban formado varias facciones que reclamaban el poder de la    Mansión Bohijal por considerar que señoreaba una oligarquía en donde el Rey y Cacique Mayor era solamente una figura decorativa y además se estaban llevando a cabo cuestionables matrimonios entre Grotescos y seres normales. El Cacique Traidor Siniestro, junto a sus siervos tomó la decisión de "ayudar" al rey a “detener” sus sufrimientos.
     Hasta la fecha, nadie sabe que fue lo que hicieron con el rey, aunque se especula que lo mataron, porque no se le volvió a ver jamás.
   Como se sabe,  a los aventureros les dio una enfermedad maligna transmitida por los mismos micos que ellos habían llevado a Juanño Lindo. La epidemia exterminó hasta el último de los visitantes pero también diezmó la población de Juanño Lindo en proporciones alarmantes hasta que pudo ser controlada por un príncipe que inauguró oficialmente la dinastía de los Siniestros. Su nombre era: Pragmático Siniestro, hermano del cacique Traidor Siniestro.




PRAGMATICO EL REY DEL TERROR Y AVANCE ECONOMICO
    

     Muerto el cacique Traidor, empezó a reinar su hermano Pragmático quien prometió solemnemente que ya no habría monarquía absoluta como lo había sido hasta los días del príncipe Fatuo, ni una dictadura como la instaurada por su hermano, sino una  democracia representativa, con elecciones cada cuatro años y con participación de observadores del Concierto de Naciones, siempre y cuando hubiera total garantía de ganar sin la intervención de trapisondas. En lo cual también estuvieron de acuerdo los enviados especiales del Concierto de Naciones. Y el pueblo juanñolindense, que ignorante, no entendía las calamitosas y convulsas implicaciones de este nuevo sistema de gobierno.
     Este príncipe puso en marcha un ambicioso programa de obras públicas, sanidad ambiental y desarrollo económico. En primer lugar organizó las Hordas Armadas, en sustitución de la ancestral Guardia Taparrabada que había servido por tantas generaciones como garantes del orden y la paz. Estas Hordas estaban organizadas en orden jerárquico, y se mantenían sumisas a la autoridad del  presidente, (que era el nombre con que ahora se hacía llamar el antiguo rey y Cacique Mayor),  porque éste les otorgaba las mejores y más ajustadas hembras de Juanño Lindo, así como las vastas sabanas que por milenios habían pertenecido a los que se habían convertido en raza de Grotescos, que ahora, eran marginados y despojados de sus tierras y obligados a huir a las regiones colindantes con el Más Allá. Aunque el arrebatamiento de la propiedad era más simbólico que otra cosa, ya que al quedar inundados los campos por causa de los aguaceros eternos, apenas, los que se disputaban los predios podían señalar con el dedo a tientas, pero con sumo cuidado, cual creía cada quien que era su propiedad; pues ya se habían producido varias trifulcas terriblemente líquidas por confusiones con el debido cuidado en la aplicación del metraje imaginario, siendo que algunos felones  se desmesuraban en algunos grados en el señalamiento de los susodichos dominios.
    
     Violando las disposiciones de las leyes ancestrales el nuevo monarca realizó varios viajes al exterior de donde trajo distintos inventos y sustancias que aumentaron su poder entre ellos trajo los primeros trabucos de pólvora; invento mediante el cual llevó a cabo las primeras limpiezas de nivelación social; política que catapultó al presidente Pragmático Siniestro al nivel de los más capaces efectivos y despiadados presidentes de los demás gobiernos del Concierto de Naciones del Orbe Redondo. Sus Hordas Armadas recorrieron todas las calles, callejones y callejuelas de Juanño Lindo, en donde habitaba la etnia de los Grotescos, así como en todo sitio en donde se aposentaban los desarrapados del país no importando su condición genética. Esto lo hizo así porque su Consejo De Ministros (antes Consejo de Caciques Vasallos) le había hecho conciente de la imposibilidad de lograr satisfacer las necesidades de los menos afortunaos, sin que de paso no fuera imperativo frenar la corrupción, y el presidente guiado por su intima y oscura iluminación decidió que Juanño Lindo sería una nación prospera y sin mendicantes, así fuera necesario hacer algunos valientes y audaces "sacrificios".  Así nació el terror en Juanño Lindo, una palabra nueva para una situación desconocida para los habitantes del país. Según la teoría del presidente y siguiendo los preceptos de su antecesor, simplemente les “privaban” de más sufrimiento a estos engendros de los juicios de La Vergüenza. Esta ola de maldad desató un éxodo masivo de Grotescos que debieron organizarse en guerrillas para defenderse y cuyas quejas llegaron hasta el Consejo De Solidaridad del Concierto de las Naciones, que aunque quedó desconcertado con las denuncias de los insurrectos de Juanño Lindo, no movió ni un dedo por mejorar su situación.


SURGE LA RESISTENCIA ARMADA

     Los protestantes quedaron así replegados en los confines de las Tierras Fangosas, y en el Valle Encantado, donde las condiciones de vida eran indescriptibles. Allí se levantaron y se unieron todas las facciones de la resistencia armada dirigidas por el legendario general Resentido Social y Libertad, quien en su grandilocuente manifiesto que aún se celebra en el día de la Quimera Utópica, juró:

 “los Grotescos serán libres o se los lleva el diablo”.
   
    Del mismo modo, Juanño Lindo pasó a ser el primer productor de Bebidas putiféricas y brebajes entontecedores; de hecho, el anamú prohibido de Juanño Lindo, se convirtió en el único afrodisíaco de fama Orbitoredondal capaz de cumplir con creces todo cuanto se decía de él, no importando cuán flojo fuera el fleje o cuán titánica fuera la tarea a realizar. Se convirtió además en centro internacional donde los enviados especiales del Concierto de Naciones gozaban sus vacaciones y los viajeros de vuelos de conexión aprovechaban los bohíos de primera clase de las costas supraterrenales del país para pernoctar y tener aventuras con las hembras voluptuosas de fama orbitoredondal de Juanño Lindo. De este modo, no hubo playa Juanñolindense que no fuera invadida por las grandes instalaciones de bohíos  de regencia orbitoredondal, de tal suerte, que por poco llega el momento en que el Concierto de Naciones estuvo a punto de adoptar una resolución declarando las playas de Juanño Lindo como patrimonio de los seres del Orbe Redondo, y de paso, se corría el peligro de que se perdiera La Soberanía supraterrenal, al menos en los papeles de la constitución ancestral, y que constaba en principio solo de tres páginas, pero que había sido modificada no menos de dos veces por gobierno, hasta adquirir el volumen de una enciclopedia Quillet.
     De esta manera, quedó Juanño Lindo unido al Concierto de Naciones; aunque el gobierno nunca permitió que los extranjeros penetraran más allá de las tierras dedicadas a la relajación sensual; así que, el real Juanño Lindo, se mantenía en medio del país rodeado por un impenetrable sistema montañoso al cual únicamente tenían acceso los empleados del Servicio Indiscreto.
     El gobierno no permitía, que nadie entrara al verdadero Juanño Lindo, porque al menos, de la profecía original, esa parte había sido preservada celosamente por los sacerdotes adscritos a la mansión Bohijal cede del Gobierno de Juanño Lindo.

LA TRAMA MACABRA


     La población de Juanño Lindo creció hasta que el país llegó a hacerse una gran potencia económica, pero los problemas sociales se agudizaron, y las insurrecciones armadas cuyos mandos revolucionarios se fueron sucediendo a la usanza antigua, continuaron reclamando su parte del pastel electoral, pero, consistentemente fueron marginados y perseguidos.
      Así mismo, en quinientos años de vida republicana, se sucedieron en el poder setenta presidentes, todos de la misma familia, elegidos democráticamente por cuatro años de mandato constitucional, reelectos siempre por una mayoría tan abrumadora, que a veces, la totalidad de los votos del partido ganador sobrepasaba en varias decenas de miles la cantidad de inscritos en el padrón electoral; sin ni una sola impugnación electoral en que se demostrara fehacientemente que el Gobierno hubiese hecho fraude o usado los recursos del pueblo. Lo único que se alegó, —que dio muchas páginas que escribir a La Prensa Libre, que era subsidiada por el Gobierno real que era de estirpe virtual y por el Gobierno Virtual que era de estirpe real— consistió en el hecho incontrovertible de la desaparición de miles de ciudadanos de las  familias mas prestantes de Juanño Lindo, quienes abiertamente manifestaron oposición al gobierno, y que acusaron al partido oficial de utilizar al Partido opositor como simple mampara, para no declarar abiertamente que se vivía una dictadura desenfrenada y esparcidora del liquido vital. Pero como de las personas de las que se alegaba como que fueron exterminadas por el Gobierno, nunca hubo cuerpo de delito, ya que los matorrales de Juanño Lindo; unos eran muy altos, y otros estaban encantados, los cuerpos no aparecían por ninguna parte; además la perrera municipal era muy eficiente en su trabajo diurno y nocturno, algunos alegaban que esa inusual preocupación por los animales atropellados, no era otra cosa que la fase dos del plan de exterminio de la prensa libre y de la posibilidad genuina de airear ante el Orbe Redondo la amalgama de delitos cometidos por el gobierno.
    
     Gobernaba entonces en Juanño Lindo, Implacable Siniestro, el que sería el último de los presidentes de Juanño Lindo, de quien se decía, podría desatar la última y gran batalla que decidiría el futuro del pueblo.
     Implacable Siniestro era en realidad un ser tierno, y fácil de tratar. Lo único que estaba terminantemente prohibido para evitar problemas con él, era contradecirle o rendir alabanza u homenaje a cualquier otro ser en Juanño Lindo o fuera de los limites del país, excepto a Él. Además únicamente él tenía potestad de interpretar las profecías  depositadas y resguardadas por generaciones en el Carey  Sagrado, que reposaba en la Mansión Bohijal. El gobernante en una acción insólita en Juanño Lindo, no solo ocupaba la presidencia, sino que había depuesto de sus cargos a los líderes religiosos y se erigía no solo como Sumo Tutumpote, sino como objeto mismo de la adoración de los ciudadanos de Juanño Lindo. Esto lo hacía porque tenía el apoyo solapado de la nueva pseudo-deidad que reinaba en el cosmos, la cual lo había designado como intermediario con poderes plenipotenciarios.
    
     Para la época en que reinaba   Implacable Siniestro, el jefe del bando armado había tomado mucho auge, el nombre del nuevo líder de la insurrección era el general Esperanza Inútil, uno de los líderes reconocidos que defendían la causa de los Grotescos. Por muchos años había hecho resistencia a Implacable Siniestro, e inclusive en ocasiones logró reunirse con él por ver si lograban restablecer el orden ancestral. Arribaron a algunos acuerdos que luego el presidente incumplió, por lo que cesaron las conversaciones paz ya que los rebeldes alegaban que el real objetivo del presidente era  detectar las posiciones de los insurrectos con la idea de exterminarlos.

PRINCIPIO DEL FIN
    
     El pueblo de Juanño Lindo ya no aguantaba más. Los constantes diluvios, tantos siglos de comer sin sal, tantas generaciones sin luz solar, tantas y tantas guerras raciales y por intrigas de poder, así como la enseñanza añeja de un bienestar mediante cumplimiento profético que no acaba de llegar tenían al pueblo al borde de la desesperación. Ambos, el general insurrecto Esperanza Inútil, así como el Presidente Implacable Siniestro; sabían que había llegado la hora de jugarse el todo por el todo. Las fuentes del Servicio Indiscreto del Gobierno, indicaban un descontento generalizado en la población por la incapacidad del presidente en crear el tan prometido ambiente que permitiera que la profecía ancestral se cumpliera. Pero así mismo, los guardianes de las tradiciones representados en los grupos de presión, forzaban a su líder para que acudiera al recurso al que por respeto a la Vergüenza nunca los rebeldes habían acudido. Este recurso, un poder claroscuro, del cual tenían conocimiento todos los juanñolindenses, y que junto al último recurso, —del que inclusive estaba prohibido hablar, a menos que no fuera para usarse; con las consabidas consecuencias que ello implicaba, por lo cual siempre se omitía aquel tema— constituía el arma que había mantenido a la dinastía de los Siniestros en el poder. La negativa del líder rebelde a usar La Fuerza se basaba en que el liquido vital que evitaba que la confianza y la moral del pueblo no se terminaran de desperdigar, se podía desparramar si dos bandos antagónicos la usaban al mismo tiempo. Además esto rebelaría una total desaprensión de La Vergüenza  sus caminos y sus sagrados principios.

—Amigos, si enfrentamos al presidente Siniestro con La Fuerza, no es que habrá un derramamiento del líquido ancestral, sino una carnicería, un verdadero baño de líquido ancestral; y Yo no puedo permitir semejante cosa, porque sería irresponsable de mi parte. —Se justificaba, el líder rebelde.
    
     Pero Implacable Siniestro, en cambio estaba dispuesto a estremecerlo todo. Estaba en la disposición de exterminar de una vez por todas lo que consideraba la plaga de los rebeldes Grotescos liderada por Esperanza Inútil.
     Siendo apoyado por Anarquía Total (la nueva pseudo-deidad ilegalmente constituida) que era la suma de todas las maldades, pues se trataba de una pseudo deidad sádica que gozaba de extraviar a los fieles de Juanño Lindo y que estaba constituida por varios de los más dañinos elementos constitutivos de la masa original pirateada; su modus operandi revelaba  una frialdad sin paralelo pues no medía consecuencias para lograr sus propósitos morbosos.
     Así, puestos de acuerdo Implacable Siniestro junto a la pseudo deidad Anarquía Total quien hacía cumplir sus órdenes mediante dos grandes perros negros que tenía; uno de ellos llamado Caos y el otro llamado Simpiedad, quienes en vez de dientes poseían tornillos diablito; quedaron en convocar al pueblo a elecciones anticipadas, con la supuesta idea de que todas las almas de la Gran Aldea Ancestral se expresaran de una vez y por todas sobre como deseaban ser gobernados y qué trato quería el pueblo que se diera a las etnias de los Grotescos, Tullidos y Deformes.
     Lo insólito del anuncio del presidente y de sus principales funcionarios esta vez, era que no habrían miembros de las Hordas Armadas en la urnas, que todos podrían expresar su acuerdo u oposición y que los integrantes de la facción rebelde, se les incluiría en un ambicioso plan de amnistía general, pudiendo acudir a votar con todas las garantías constitucionales contenidas en la constitución ancestral, y con el aval del Concierto de Naciones.
     Cuando Esperanza Inútil y su séquito se enteraron del anuncio del presidente hartos ya de tantas guerras y de comer hierba y boñiga de burro, quedaron en principio algo perplejos pues sencillamente no podían dar crédito a lo que sus dos pequeños oídos de gallina vieja escuchaban anunciar a los pericos parlanchines de Juanño Lindo, que desde épocas inmemoriales continuaban siendo los voceros oficiales del Bohío Real; pensaron que sus plegarias habían tenido respuesta, e inclusive el general Esperanza Inútil llegó a creer que quizás el presidente Siniestro era el tan esperado líder que traería a Juanño Lindo la anhelada paz ancestral. Nada más alejado de la realidad. El general, de inmediato convocó a sus lugartenientes y con llanto en sus cuatro ojos y baba flameante en sus dos bocas les expresó a sus oficiales las buenas nuevas.
     Los oficiales de menor rango y los capitanes y soldados de todas las guarniciones lanzaban vítores de alegria al escuchar que por fin habría un cese de las hostilidades, aquellos jovencitos con sus tiernas caritas grotescas, ennegrecidos, acosados por un implacable enjambre de mimes chupa sangre, con la mirada límbica perdiéndole el ánimo a la vida, sin fe en poder formar un hogar estable, teniéndose que desahogar por los caminos con los desdichados animales que se les cruzaban; mitigando el hambre con la fruta podrida que aparecía en los caminos melancólicos siempre húmedos por los aguaceros implacables presa de la oscuridad y sin ninguna otra cosa en mente, sin ningún otro sueño que lograr matar a sus hermanos juanñolindenses del bando opuesto para ganar así la mirada fija de los cuatro ojos del General Esperanza Inútil. Estos pobres combatientes acostumbrados como estaban a mirarse a la cara antes de cada combate y a decirse unos a otros: "adiós hijo de la mala vida porque de seguro hoy será tu día". Y era que los resultados de los encuentros armados eran siempre desastrosos para el bando de los grotescos que a no ser por la increíble capacidad reproductora de su especie hubiera desaparecido tiempo antes, pues las sofisticadas técnicas de las Hordas Armadas y los infinitos recursos del gobierno así como la  invaluable ayuda estratégica y tecnológica que le brindaba el Concierto de Las Naciones al gobierno del presidente Siniestro determinaban que al final, estos terminarían siendo piezas de museo o animales de zoológico.
     Sin embargo,  Escéptico Experiencia, el coronel de los cuatro brazos, las sesenta orejas  los dos cerebros y la única boca, último descendiente del desaparecido y por lo tanto no hallado profeta Experiencia, y quien había demostrado más valor y adhesión después de Esperanza inútil, a la causa de los Grotescos, Tullidos y Deformados, que ningún otro de los valientes guerreros que eran parte de la causa, de  inmediato le expresó al General Esperanza Inútil su desacuerdo en semejante propuesta.

—Con todo respeto señor, hemos sufrido ya muchos engaños de parte del presidente Implacable Siniestro. Acaso no se acuerda que en la última de las conversaciones de paz acordamos que los soldados prisioneros de uno y otro bando que necesitasen ser entregados por causas humanitarias, serían preservadas sus vidas y garantizados sus derechos, y no bien estuvimos frente a frente para llevar a cabo la acción, ordenó a su Horda Armada acribillar sin miramientos, a todos, Sacrificando inclusive, a sus propios partidarios; teniendo nuestro regimiento que huir dejando a los tullidos y grotescos enfermos tirados; muriendo los unos y los otros. Acaso no recuerda cuantas bajas tuvimos ese día. Doy gracias a La Vergüenza que puso al lado mío al joven Ambición, sin cuya ayuda, no hubiera podido salir del campo de batalla, pues me dio un terrible calambre.
     El joven Delirio Ambición, al que se refería el coronel Escéptico, era un caso raro entre los revolucionarios opositores al régimen de los Siniestros. Era en sentido amplio un gran contra sentido pues el ser a quien se refería era un extranjero. Esto implicaba una dificultad casi insalvable para los combatientes, quienes sabían que entre sus filas debían rechazar a todo extranjero pues por generaciones se había enseñado que estos habían llevado la ruina a Juanño Lindo, no obstante, lo que no sabían los Juanñolindenses de esa época, era que la misma profecía que ordenaba la expulsión de los extranjeros planteaba la redención del pueblo mediante la intervención de un extranjero generoso. El muchacho provenía del país de los Vastas Llanuras de Pedregones Romanos; se había enamorado de una doncella llamada Deslumbrante Desilusión, a quien conoció una noche en uno de los bohíos de regencia extranjera y quien lo había hechizado con sus ojos delicados y sus guedejas plateadas; quien increíblemente, a pesar de no ser una hembra de Juanño Lindo, según creía él, era poseedora de un cuerpo escultural solo comparable con las leyendas divulgadas sobre las hembras de aquel país. Después de entrar en un idílico y perturbador romance con el joven, partió supuestamente a explorar las regiones encantadas de Juanño Lindo, prometiéndole encontrarse en dos meses; pero él no supo de ella jamás; así que él se dispuso a buscarla hasta hallarla, con el fin de hacer realidad su sueño de poseerla el resto de sus días, pues por ella estaba dispuesto a no mirar jamás hacia arriba sino solo hacia abajo.
     Delirio Ambición había llegado al campamento mediante uno de los guías autorizados del gobierno y habiendo logrado escabullírsele caminó hasta hallarse perdido en el Valle Encantado de Juanño Lindo; en el momento justo en que tenía lugar la encerrona del intercambio de los soldados enfermos; fue así que viéndose en medio del fuego cruzado se tiró encima al coronel Escéptico, con el fin de que le sirviera de escudo contra las balas de los trabucos. Las huestes de Siniestro lo buscaron durante meses, hasta que encontraron un cadáver muy parecido al suyo y se declaró el caso cerrado.

     —Si coronel, —le respondió pausadamente Esperanza Inútil a Escéptico—, lo recuerdo perfectamente. Antes tenía cinco ojos, ese día perdí uno. Como pues habría de olvidarlo. Sin embargo, no olvide que son otros tiempos, y el presidente prometió junto al representante del Concierto de Naciones que habría garantías. No es acaso paz lo que estamos buscando, he aquí una respuesta a nuestras plegarias.
—Con el mayor respeto mi general; Juanño Lindo espera el cumplimiento de la profecía, no el arreglo constitucional. No lo olvide mi general; no habrá una paz duradera en Juanño Lindo, en tanto la profecía este trunca en su cumplimiento. Hemos luchado no por alcanzar el gobierno, sino por retornar a Juanño Lindo al orden ancestral y así honrar y reivindicar a La Vergüenza.
— ¡Que orden ancestral del carajo ni que nada!  Coronel. No sea pendejo. ¿Qué tiene usted en mente cuando habla de antes? Acaso no se da cuenta que han transcurrido casi diez generaciones desde que supuestamente empezó el descalabro de este condenado pueblo.
—No blasfeme General, tenga cuidado, esta usted violando abiertamente la ley de las buenas costumbres.
   
   Lo interrumpió Escéptico, sorprendido con lo que oía. Pero el General Esperanza inútil continúo:

   Hijo, no seas tan legalista, además, cuanto hace que La Vergüenza no se manifiesta. La historia o la leyenda o el mito, ni sé a que atribuírselo; dice que La Vergüenza se manifestaba de varias maneras. La historia dice incluso que hablaba a los mortales Orbitales, que hacía conocer su voluntad. Pero tenemos quinientos años que eso no sucede, y ya empiezo a creer que aquello en verdad nunca ocurrió. Fue todo puro cuento, una patraña de los Sumo Tutumpotes para mantener a la gente embullada. Y claro ha funcionado de una manera formidable, con tantos marranos con los ojos vendados andando por ahí de hecho se dice según las últimas encuestas que el país esta lleno de gente que no cree en La Vergüenza, que viven su vida sin tomar en cuenta a La Vergüenza de hecho creo que nosotros ya no vivimos por La Vergüenza sino por los principios, dé gracias a La Vergüenza que todavía los tenemos, pues cada vez son más los sin Vergüenza en este pueblo.


—General, —lo interrumpió Escéptico nuevamente—, sus palabras ofenden mi noble estirpe. No olvide que soy descendiente directo del profeta Experiencia.

   ¡A mi que mi importa esa vaina coño!
   General ya le dije que se esta pasando.
   Eso te digo yo a ti buena mierda.
   Más mierda será usted
   Ya cállate buen pendejo.

     De pronto pasó lo inesperado, en un acto que nunca había tenido ocurrencia los dos altos mandos militares se fueron a las trompadas, de inmediato se iniciaron las apuestas y los de la familia del general estaban con él apoyándole, lo mismo los de la familia del coronel y Delirio, por su puesto lo apoyaban, pero después de largo rato de espera luego de las primeras trompadas y ver que ellos no llevarían el pleito hasta sus ultimas consecuencias pues no habían sacado los cuchillos y aunque les pasaban las lanzas las rechazaban o se hacían como que no era con ellos, Delirio intervino para subsanar la desavenencia y aunque se mentaron la madre algunas veces y amagaron para volver a los puños los ánimos bajaron y volvieron a tener una conversación algo pedregosa y a la distancia pero sin recurrir a la violencia.

—No necesitamos oír ni ver nada, Para eso están las profecías, lo demás es un asunto de fe. Y usted tiene todos los síntomas de, o haberla perdido o estar en un proceso acelerado de pérdida de ella...
— ¡Vamos, Escéptico! Que fe del carajo, Se honesto conmigo. De verdad crees en las profecías. Acaso no te percatas de que la única persona que posee un texto de la profecía en todo Juanño Lindo es el Presidente Siniestro, y que según se dice ha sido tan vapuleado como la constitución ancestral. Ya no se le puede dar crédito. De hecho, algunas lenguas viperinas, inclusive afirman que La Vergüenza murió. ¿Qué opinas? ¿Ah?
—Eso, jamás suceda.
 Contestó el coronel Escéptico, ya ostensiblemente airado.
–General, muchos años de servicio le hemos entregado yo y los demás guerreros de mi estirpe familiar, pero ya no será así, usted mismo le ha puesto final a su mandato desconociendo la naturaleza de nuestra lucha. De modo que ni yo ni mis huestes continuaremos apoyándole más, la nuestra no es solo una lucha por el poder sino también una lucha por la defensa y la preservación de los principios.
    
LA RESTAURACION

     Aquel día hubo división abierta entre los seguidores de Esperanza inútil, quien aun no se percataba de que la idea del presidente Siniestro no era otra que la estructurada estratagema de llevar a cabo un verdadero matadero electoral.
    
     El coronel Escéptico, salió acompañado de unos trescientos guerreros y como ayudante principal llevaba al joven Delirio Ambición. Mientras que el General Esperanza Inútil, realizó junto a los sesenta mil seiscientos sesenta y seis combatientes que lo acompañaban; todos los preparativos para salir de la región del Bosque Encantado e insertarse en la moderna sociedad de Juanño Lindo, con miras a las próximas elecciones.

     Implacable Siniestro había maquinado invitar pacíficamente a la resistencia armada a participar en las elecciones; aun cuando la mayoría de las promesas hechas por Siniestro eran abiertamente incumplidas, sin embargo, a pesar de ello, Esperanza Inútil estaba dispuesto a correr el riesgo.  En un inmenso estadio de bambú mandado a construir especialmente para la ocasión con capacidad para cincuenta mil seres. Se dio inicio al día de votaciones. El plan consistía en aglomerar la mayor cantidad de combatientes del movimiento rebelde para lo cual en todas las entradas de los pueblos las Hordas Armadas impedían el tránsito a los ciudadanos de Juanño Lindo que deseaban ir a las votaciones. De este modo el estadio se llenaría solo de rebeldes a los cuales habido acuerdo previo, La Tiniebla Maldita, es decir, la pseudo-deidad Anarquía Total, les chuvaría sus dos cachorros, Caos y Simpiedad, quienes con sus poderosos dientes de tornillo diablito, se darían un singular  banquete; y allí terminaría todo según el plan del presidente Siniestro.

     No obstante, días antes el coronel Escéptico, mientras entraba en el Monte de la Meditación junto a Delirio Ambición y otros soldados devotos, había tenido una revelación en la que su antepasado el Profeta Experiencia le mostraba el lugar en que estaba la profecía original. Su gran fe, fue entonces premiada. Porque ahora el coronel veía cristalizados sus sueños de escuchar la voz del representante de dios, ahora él sabía a ciencia cierta que la decisión que había tomado era la correcta y que por consiguiente al general Esperanza Inútil y a todos sus acólitos pronto se los estaría llevando el diablo. Y no era coincidencia que en aquél monte hubiera recibido semejante revelación ya que aquella cueva de aquel monte había sido un santuario del desaparecido profeta, aun podía verse la lujosa cama en que dormía el humilde representante de La Flora Ancestral, los múltiples cofres en que por años había estado guardando los souvenires que se perdían en la Mansión Bohijal que luego hallaba por accidente y que guardaba con el propósito de más adelante demostrar a los del servicio de la mansión lo descuidados que eran, pero que por sus muchas ocupaciones terminaba olvidando y así se le acumularon en la casa cofres y cofres llenos de tazas de oro, collares de perla del mar inquieto y toda suerte de objetos valiosos. 
    Con indescriptible alegría el Coronel no perdió tiempo y se trasladó al sitio junto a su lugarteniente Delirio Ambición, confirmando la revelación. El texto profético estaba más allá de las montañas limítrofes, muy cerca de donde se erguían ahora los grandes bohíos de regencia internacional; lo que no sabían era el lugar específico. Así emprendieron la desesperada búsqueda y después de un arduo trabajo que costó la vida a muchos que se atravesaron en el camino de estos dos valientes hallaron la profecía en un museo, llena de polvo Orbital y custodiada como un tesoro de valor incalculable. Debieron librar aún una liquida batalla para poder arrebatarla de manos de sus guardianes, pero al final lo consiguieron.  Cuando el coronel Escéptico leyó la profecía, —el único que la podía leer— se turbó sobre manera arguyendo que indudablemente no podía ser coincidencia que su buen y entrañable amigo fuera un extranjero y que además su nombre constase de 15 letras. A este buen amigo, a quien había prometido hacer el segundo en el nuevo reino ancestral que se instauraría, que precisamente él pudiera ser el elegido, y menos aún, que tuviera la necesidad de expulsarlo de su presencia. Sin embargo nada le comentó al joven; simplemente ambos se dispusieron a salir del lugar, pero mientras se marchaban, de repente sus cuerpos se hicieron dúctiles y sumisos y con solo figurarse donde querían estar desaparecieron del museo.
     La profecía era cierta. Tan cierta, que ahora estos seres habían sido transformados y capacitados para llevar a cabo la gran misión.
   
     Delirio deseaba estar al lado de la doncella Deslumbrante Desilusión, y con solo quererlo apareció justo en el estadio de bambú donde ella se hallaba junto al presidente Siniestro, ya que habiendo sido hallada extraviada y hambrienta, fue conducida ante el presidente Siniestro quien la añadió a su harén de concutainas. Allí, después de algunos meses recobró la lozanía y volvió  a ser la misma despampanante hembra de antes.
     El coronel Escéptico imaginándose donde estaría su fiel amigo armó a su turba y los urgió a avanzar y a prepararse para la batalla final. Ese sería sin duda el día decisivo. Así, Escéptico, sus trescientos guerreros, sus seiscientos caballos, sus mil ochocientos puercos, unos dos mil cuatrocientos perros de todos los tamaños, y sus tres mil quinientas hembras, doncellas y concubinas marcharon entonando cantares de gesta hasta la Ciudad Ancestral. Aquel día, el coronel y sus combatientes avanzaron con la frente en alto, por entre las tierras fangosas y anegadas que separaban el Bosque Encantado de la ciudad asiento de la Mansión Bohijal. No pensó ni un solo instante en el fragor de la batalla que debían librar, él y sus tropa no pensaron en la lucha, o el costo de ella, únicamente tenían en mente el premio; así, rebosantes de una euforia triunfalista, sus pies mutantes avanzaban arrastrando la hojarasca podrida y las ramas caídas en quinientos años de aguaceros ininterrumpidos, se abrieron paso con valentía, entre una maldita espina de duda que les contaba los minutos como un péndulo, y un abandono temerario. Solo aquel espíritu aventurero les estimulaba a avanzar ciegamente, a una derrota segura hasta divisar a poca distancia la ciudad amada, y por tanto tiempo negada.

      Cuando el estadio de Bambú estuvo lleno, el presidente Implacable Siniestro inició un breve discurso el cual extendió hasta que le informaron que el general Esperanza Inútil había arribado al estadio y que ya estaba sentado en la silla de honor. Al saberlo, abruptamente detuvo el mensaje, y clamó nuevamente al arma a la que siempre temió el general Esperanza Inútil: allí estaba sin duda una vez más: La Fuerza.
     Fue así que el general y toda su falange que hacía rato ya notaban que el estadio estaba repleto, pero solamente de combatientes, oyeron, y vieron la atropellante y salvaje entrada de los perros de Anarquía.
     Lo primero que Anarquía ordenó al perro Caos fue, que creara confusión. Luego ordenó a Simpiedad que se colocara en la única puerta de salida y que despedazara a todo el que intentara salir. El líquido vital había empezado a correr. En ese momento algo milagroso ocurrió: Deslumbrante Desilusión, de quien se creía era una extranjera singular y nada más, resultó ser una enviada del anciano Experiencia, con un poder recibido del anciano representante de la invicta deidad La Vergüenza, desplegó blancas alas y volando con presteza deseó una gran lanza y esta apareció en sus manos, así  acercándose a Caos el perro maldito, le clavo la lanza envenenada logrando que cayera de costado. Así salvó a cientos de ancianos grotescos y combatientes a quienes el perro hostigaba.
     Deliro algo aturdido por los últimos acontecimientos y sin embargo ufano ante la virtud que emanaba de su ser; también actuó. Se puso frente a Simpiedad, el gran perro con intenciones de atacarlo; mientras esto hacía llegaron las mesnadas triunfales del coronel Escéptico, la batalla era ya a todos los niveles. Deslumbrante Desilusión imploró entonces a Delirio quien tenía a Simpiedad controlado, que ayudara a varios ancianos grotescos y tullidos que intentaban escapar pero eran incesantemente alcanzados por las balas de las Hordas Armadas. Con su gran poder Delirio seleccionó a todo el que no era combatiente en el campo de batalla y encerrándolos en un campo de protección, los mantuvo a salvo del fuego enemigo y del azote de Anarquía. Pero habiendo dejado libre al perro Simpiedad, éste dio un salto y se abalanzó contra la princesa Deslumbrante Desilusión, delirio se dio cuenta, e intentó introducirla también a ella en el campo de protección, pero al intentarlo descubrió que sus poderes no eran ilimitados. No podía ocupar su mente y utilizar su poder en dos cosas a la vez. Como amaba a la princesa y en verdad no sentía nada por los grotescos seres que defendía, los dejó nuevamente indefensos bajo el asedio mortal de Anarquía quien enfiló contra la multitud su arma más mortífera y aliada de La Fuerza: "La Violencia" y se dispuso a liberar a su amada.
     Pero la princesa intercedió nuevamente por su pueblo.
—Delirio, por favor, salva a mi pueblo.
—No, le respondió el joven, —no puedo perderte, si los salvo a ellos tendría que abandonarte a ti, mi poder es limitado.
—Lo sé, pero si me salvas y ellos se pierden, yo, al final, terminaría muriendo, porque estoy unida ancestralmente a mi pueblo y no puedo separarme de ellos, si me amas en verdad, sálvalos y déjame, además el perro solo me tiene sujeta, lo que quiere decir que me mantiene como rehén, por favor escúchame te lo ruego.
     Intensas fueron las suplicas de la princesa a Delirio Ambición, su gran amor, para convencerlo de que eligiera salvar al pueblo, en vez de a ella. Era sin duda una decisión difícil de tomar para el extranjero; aquella innoble criatura  acostumbrada a bajar el lomo única y exclusivamente por aquello que le reportara beneficios personales; sin embargo aunque caviló por un instante, justo cuando  Anarquía se disponía a usar todo el poder de La Violencia, Delirio reestableció el campo de protección.




LA RUINA FINAL DE JUANÑO LINDO

     En ese mismo instante se cumplió la profecía.
El coronel Escéptico Experiencia, quien hasta el momento combatía gallardamente auque sin muchos resultados y muchas bajas, pues de los trescientos combatientes con que contaba, habían muerto ya como doscientos noventa y cinco en la boca de Simpiedad, el perro maldito y el maldito perro.
     El general Esperanza inútil había muerto, en su vana ilusión de alcanzar elecciones libres y acusa de haber abandonado la fe perdió la gloriosa oportunidad de conducir los destinos de Juanño Lindo a la usanza antigua, cosa muy grave pues de plano implicaba que el descendiente de un Sumo Tutumpote podría ocupar el trono de Juanño Lindo, cosa en extremo perniciosa, sobre todo si se trataba de un descendiente del anciano Experiencia.
     Después que el extranjero Delirio Ambición cumplió la profecía, La Vergüenza intervino una vez más; Anarquía y el presidente Siniestro fueron depuestos y enviados junto a  Simpiedad el perro maldito, a las zonas limítrofes de Juanño Lindo. Su castigo sería limpiar los cuatro puntos cardinales de todo vestigio de extranjeros y de elementos foráneos, lo cual cumplieron con asombrosa eficiencia en menos de un mes.
     Entre tanto, Escéptico Experiencia, anuló la constitución vigente, y restituyó la constitución ancestral, rompió todo nexo con el Concierto de Naciones y vio frente a sus ojos detenerse por primera vez la lluvia de los siglos melancólicos de Juanño Lindo.
— ¡Carajo! —Dijo— ya era justo.
     Vio además su cuerpo experimentar una asombrosa metamorfosis, ahora ya no era más un monstruo apestoso, sino un ser hermoso y radiante, lo mismo que los demás habitantes del restaurado Juanño Lindo.
     Sin embargo, ya había pasado un mes después de la gloriosa batalla de la restauración del orden primigenio y Escéptico en vez de echar del pueblo a Delirio Ambición el mismo día, tal y como lo ordenaba la profecía, nombró al joven comandante en jefe de la restaurada Guardia Más Que Tapada, desobedeciendo el mandato expreso de La Vergüenza.
      Por ello, se encendió nuevamente la ira de La Vergüenza que ya no intervino más en el destino de Juanño Lindo, sino que permitió que sucediera lo que debía suceder, porque así estaba escrito.

     Un día, Deslumbrante Desilusión buscaba agua en el gran rió Ozama, el río  ancestral, para abastecer su bohío de amor que compartía con Delirio Ambición, ahora  su esposo y recién nombrado jefe de la restaurada Guardia Mas Que Tapada. Mientras sacaba agua miró a lo lejos un gran higüero cargado con un enorme y temible perro que ella conocía muy bien; de inmediato soltó la auyama seca que portaba y corrió rumbo a la aldea; intentó usar su luminoso poder para llegar mas rápido, pero no había poder. Ese poder tenía un fin y ya se había cumplido; cuando llegó a la aldea terriblemente sofocada, sus pechos subían y bajaban con tal prontitud que aturdían al que se quedara mirándolos; entre sollozos y palabras entre cortadas le comunicó a su esposo lo que acontecía y como había intentado usar el poder y este no había respondido. Delirio Ambición no daba crédito a lo que escuchaba, él también intento usar su poder pero una vez más el poder no respondió así que tampoco había virtud en él. Reunió de inmediato a su séquito y todos juntos corrieron hasta el Bohío Real, donde el rey Escéptico tenía una gran fiesta improvisada.  Había tantos soldados y caciques así como hembras de Juanño Lindo en la fiesta que se les hizo difícil llegar hasta la Hamaca Real:

—Oh  Gran Rey es preciso que me escuches, lo que debo decirte es urgente.
El Rey que yacía bajo los efectos del Anamú Prohibido, solo atinaba a balbucear y a invitarle a beber con él.
—Majestad, es preciso que me escuches. —Insistió esta vez en tono enérgico, logrando que se hiciera un breve silencio—. El rey lo miró con cara de enojo y le inquirió qué ocurría y porqué se dirigía a él con semejante autoridad:
—Soy tu rey, más respeto.
—Ya lo sé señor, no ha sido mi intención ofenderte, es que he venido junto a mis compatriotas a informarte lo que mi doncella ha visto.
— ¿A ver, que vio la veleidosa, tórrida y libidinosa de tu hembra?
—Más respeto majestad, déjese de sembrar cizaña.
—Al grano carajo, al grano, que todavía aquí hay aún mucho anamú por beber.
—Majestad, mi doncella ha visto un inmenso  higüero en donde viene la cuadrilla del mal encabezada por Anarquía, Siniestro y Simpiedad el perro maldito.
     Cuando el rey escuchó el anuncio le pareció una broma y se echó a reír, siendo secundado por sus invitados. Junto al rey estaba el Carey Ancestral que guardaba las profecías,  y en su interior el texto restaurado de la profecía original. Delirio su hembra y sus acompañantes intentaron nuevamente hacer entrar al rey en razón, pero este no hacía otra cosa que divagar y burlarse de ellos porque estaba anamúabotogado, algo que  a los habitantes de Juanño Lindo y en especial a su rey les estaba terminantemente prohibido.
— ¡Guardias! —Ordenó el ahora infatuado rey— Llévense a estos aguafiestas de mi presencia. Cuando dijo esta palabra era muy tarde. De pronto las pinturas rupestres de las paredes del Bohío Real empezaron a sacudirse una y otra vez, primero de  manera cadenciosa y después desordenadamente.
     Entonces evocando las desgracias antiguas la gente entró en pánico y empezó a correr en tropel, todos fueron saliendo hasta que le tocó el turno al rey Escéptico, quien al llegar al umbral de la puerta del Bohío Real sufrió un ataque de miedo y no se pudo mover más:
—Escucha —se oyó la voz de un anciano desde el aire. Se trataba de la voz del anciano Experiencia
—: tú eres la suma de todas las debilidades de carácter que un solo ser puede llegar a tener:

I- Conocías bien el pasado del pueblo, y sabías el motivo de su ruina. 
II- Luchaste encarnizadamente hasta ver tu pueblo libre, creíste las profecías y recibiste revelación cual ningún mortal ha recibido jamás.
III- Recibiste mandatos precisos para obedecer, cuando se te ordenó echar al mismo que acabas de despreciar, mandando sacarlo de tu presencia, cuando debiste hacerlo el mismo día en que la profecía  se cumplió.
IV- Aún cuando sabías bien la dignidad de un rey no te condujiste a la altura de la dignidad de un soberano de Juanño lindo, ahora, a causa de todas tus rebeliones, el Orbe Redondo ya no existirá más.
V- Hoy frente a tus ojos, contemplarás el triste resultado de la desobediencia repetida.

     La relampagueante voz se apagó, y el rey cayó de bruces. Simpiedad el perro maldito, inspirado  por Anarquía y guiado por Siniestro empezó a devorar cuantas aldeas había hallado a su paso, cuando llegó al Cacicazgo Central de Juanño Lindo, todos lloraban al ver al rey muerto y el país nuevamente inmerso en semejante vorágine de maldad, de repente Simpiedad que había dejado un trabajo inconcluso en cuanto a la princesa Desilusión, se abalanzó sobre ella y después de engullirla se lamió placenteramente el hocico. Delirio Ambición al verla sangrar hasta desaparecer en la boca del perro maldito, clamó hasta que nuevamente apareció el anciano Experiencia, quien le indicó que lo único que él podía hacer era dejar libre sus emociones y pensamientos más hondos y se harían realidad. Consejo este de muy dudosas intenciones conociendo el anciano la naturaleza del joven Delirio. De este modo, el destino de Juanñolindo dependería de las ocultas y verdaderas intenciones del corazón de un joven llamado: Delirio Ambición.
— ¡Ay mamá!
Cuando los juanñolindenses escucharon las palabras del anciano se alegraron pues pensaban que el legendario coronel que tanto amaba a su doncella y se había sacrificado por su pueblo, pediría la nueva restauración de todas las cosas. Pero el desconcierto pronto llegaría no solo a los habitantes de Juanño Lindo y del Orbe, sino al corazón del mismo Delirio.
     El muchacho se puso en medio de la batalla y como por arte de magia  el viento se detuvo, el mar no bramó más y sólo se escuchó entonces la respiración del perro diabólico y de Delirio. El joven guerrero clamó con todas sus bolas: ¡VENGANZA, *COÑO, ACABA CON TÓ!  Aquella era la segunda palabra impronunciable, la palabra que nunca había sido dicha; al pronunciarla su primer efecto fue la ruptura de los tímpanos de toda los juanñolindenses y del resto de los seres del Orbe Redondo. El aire que salía por la boca del guerrero mientras pronunció la palabra impronunciable se fue convirtiendo en un torbellino de bilis azufrada, rodeada de una flama incandescente que creció hasta que a Delirio se le acabo el aire. El poder ahora invocado, era un poder sumamente peligroso, que solo debía ser invocado si se sabía adecuadamente lo que se deseaba y si se pedía correctamente lo que se quería, pues el cumplimiento siempre sería literal, sin fallar ni en jota ni en tilde. Al llegar a este punto, la bola de fuego salió disparada como un misil en dirección este, que en fracciones de segundos barrió con los enemigos de Juanño Lindo y siguió su curso a toda velocidad dejando un surco encendido de dos Kilómetros de ancho. Aunque asustados, los juanñolindenses  viéndose liberados de la amenaza lanzaban vítores de júbilo y llenos de alborozo alzaban al gran e indiscutible héroe de Juanño Lindo; pero el gozo se apagó ipso facto cuando la bola de fuego apareció de nuevo por el oeste surcando dos kilómetros más, al lado de los que ya había surcado, llevándose consiguientemente al héroe y a la plebe ignorante que celebraba con él.

     Esto ocurrió porque Delirio incurrió en un grave error gramatical al no pedir expresamente "acaba con ellos", sino que pidió, "acaba con tó".  Además violó largo a largo las normas de las buenas costumbres y de urbanidad al pronunciar descaradamente en público ese tremendo *San Antonio, sin respetar ancianos ni niños.
     La bola de ira contenida en el corazón de aquel sujeto fue tan inmensa, que siguió dando vueltas hasta que el Orbe Redondo entero terminó encendido como una bola que por el impulso del jalón final fue arrastrado y se volvió un planeta cometa que encendía todo lo que hallaba a su paso. Así, fue dando tantas y tantas vueltas y tan rápido aquel Orbe Redondo a través de las interioridades del cosmos hasta perderse en la  misteriosa masa oscura de la inmensidad sideral.

"La ira del hombre, no ejecuta la justicia de Dios"
   FIN


 



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