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miércoles, 4 de mayo de 2016

LA HONRA DE DIOS, En tiempos de campaña electoral los candidatos suelen, dependiendo de si las encuestas les favorecen o no, dar lecturas sesgadas a las encuestas de opinión.


LA HONRA DE DIOS



En tiempos de campaña electoral los candidatos suelen, dependiendo de si las encuestas les favorecen  o no, dar lecturas sesgadas a las encuestas de opinión. Si uno de los candidatos que lleva ventaja, aunque sea por un punto porcentual por encima de su oponente suele alardear y das vítores frente a sus eufóricos seguidores. Todo esto por apenas un punto porcentual de diferencia. Eso no es del todo malo, porque el candidato ciertamente está arriba, pero, eso no es bueno porque la reacción frente al logro es ciertamente exagerada, porque otra lectura de los mimos datos revelaría, que, al candidato opositor, solo lo separa un punto porcentual de su oponente para ser el ganador. No se trata pues de un motivo para estar triste, pero tampoco se trata de una razón para celebrar.

Igualmente, muchas veces el tema de la honra de Dios únicamente es enfocado desde la perspectiva de lo que se hace bien, o lo que se hace mal, pero casi nunca es enfocado desde la perspectiva de lo que se ha dejado de hacer. Debemos pues aprender a tener un radio de lectura más amplio que el habitual para ver muchas cosas que deberíamos ver y las cuales están completamente desatendidas.

El tema de la gloria de Dios es uno de los temas más ligeros y relajados entre los evangélicos, este tema, por sí solo, tiene suficiente material para la escritura de un libro voluminoso. No se trata de un tema que haya que fabricar,  pues en la Biblia hay un mar de información al respecto y sus ríos recorren toda la Escritura. En la Iglesia ideal debe haber más conciencia y respeto por el nombre de Dios. No solo reverenciaremos al Señor  dejando de hacer cosas incorrectas en su nombre sino que además Él será reverenciado cuando hagamos en su nombre las cosas que estamos llamados a hacer. Hay que revisar lo que está mal hecho en su nombre y dejarlo de hacer, porque de lo contrario estaremos tomando el nombre de Dios en vano y la advertencia para los que no tienen respeto por el nombre de Dios, es digna de ser tomada muy muy en serio:

Éxodo 20:7: No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano.

Deuteronomio 5:11: No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque Jehová no dará por inocente al que tome su nombre en vano.

Igualmente hay que revisar aquellas cosas que debemos estar haciendo en las que Dios recibe la gloria, cosas que hemos dejado de hacer o se están haciendo mal y hacerlas apropiadamente.

 Salmos 105:1: Alabad a Jehová, invocad su nombre;
Dad a conocer sus obras en los pueblos.
1 Crónicas 16:29: Dad a Jehová la honra debida a su nombre;
Traed ofrenda, y venid delante de él;
Postraos delante de Jehová en la hermosura de la santidad.

Salmos 29:2: Dad a Jehová la gloria debida a su  nombre;
Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad.

Salmos 96:8: Dad a Jehová la honra debida a su nombre;
Traed ofrendas, y venid a sus atrios.

Esta insistencia no es casual, el apóstol Pablo enseña que hemos sido creados para alabanza de la gloria de su gracia, (Ef. 1:6). Por tanto es deber de cada creyente y de la iglesia de forma corporativa mostrar al mundo la grandeza de Dios en todo su esplendor.

Dado que el Mesías es Dios hecho hombre, es función de la iglesia reverenciar a Dios en el nombre del Mesías igualmente. Es deber de la iglesia usar el nombre del Mesías de tal manera que los resultados hagan honra al Mesías, sino le hacen honra, entonces le deshonran. Una iglesia sin poder es una burda caricatura de la voluntad de Dios.





martes, 7 de abril de 2015

QUÉ ESPERAR Y QUÉ NO ESPERAR DE UNA IGLESIA

La IGLESIA IGLESIA
Vs
LA IGLESIA NO IGLESIA

Por. Prof. Juan Alberto Galvá
Director Académico del Instituto Teológico De Santo Domingo (INTESAND)


PARAMETROS CLAROS
PARA DECIDIR BIBLICAMENTE
DÓNDE CONGREGARSE
Y DONDE NO CONGREGARSE
Para quienes asisten a una iglesia, pero albergan serios cuestionamientos contra ella.

Este libro se escribió pensando en ustedes.

Juan Alberto Galvá

Ministerio de Orientación & Difusión Cristiana (O&DC)
(Iglesia Cristiana Ejemplar (ICE))
En asociación con
Unidad de Recursos Didácticos del (INVITI-INTESAND)
Santo Domingo Rep. Dominicana.
Año 2014
Prof. Juan Alberto Galvá
Clasifíquese: Eclesiología/Evangelismo Personal/Misiones.
Ninguna parte de esta obra podrá ser reproducida para fines comerciales sin la debida autorización de sus editores.
1-829-333-3981
albertogalvac@hotmail.com

Si usted desea una copia completa del libro del cual fue desprendido este articulo hágalo escribiendo a una de las direcciones de correo vertidas más arriba.

 LA IGLESIA IGLESIA


¡Caramba! Si las iglesias pudieran ser iglesias sin ser iglesias; o, lo que ahora se entiende como Iglesia ¡Eso fuera una gran cosa! Me explico: La iglesia es una creación de nuestro Señor Jesucristo, no puede dejar de existir (Mt. 16:18), él la ama y la cuida a través de su Espíritu Santo, de no ser así ya no existiera lo poco que queda de ella. La cuestión es que, con el pasar del tiempo hemos hecho tantas cosas de ella, es tanto el ornamento que hemos añadido al andamiaje espiritual, que la tarea de intentar devolverla a su originalidad es abrumadora. Igualmente es tanto de lo que ella ha sido despojada que resulta desconcertante solo pensar en todo lo que hay readecuar en su estructura. Pero Si tomamos valor y nos embarcamos en tal travesía irremediablemente va a surgir un evento potencialmente tormentoso:

LA HIPERIDEALIZACION

El primer problema es la hiperidealización. Por este término deseo significar una expectativa desbordada hasta la estratosfera. Los artistas europeos, por ejemplo, hiperidealizaron la figura fenotípica de Jesús, pintándolo con rasgos europeos, o visto de otro modo, hiperexaltaron la suya propia. El resultado de este enfoque cultural fue que los cuadros que pintaron (basados fundamentalmente en la imaginación de los artistas) era la imagen de un Mesías que se pareciera a los rasgos físicos de los europeos, frisado en escenas propias de dicha cultura, exiliándolo de su contexto étnico original, y por ello estas pinturas retratan a un Jesús estilizado, de tez blanca, pelo lacio y en algunas imágenes hasta haciendo gestos algo afeminados.

Pero, una reconstrucción más realista del  Jesús histórico, debería mostrarlo probablemente “más judío” o más oriental, con una tez más negroide, con una nariz algo encorvada, y con unas greñas más propias de la aridez del terreno y la inclemencia del clima soleado predominante en Palestina. Pero, aquella imagen falsa del Jesús idealizado, es la que se ha apoderado de las mentes de los creyentes hasta tal punto que muchos de los “sueños y revelaciones” que he oído que algunos hermanos dicen haber tenido, describen a un Jesús con características muy similares a las pintadas en los cuadros. Entonces es justo preguntarse, o las visiones eran falsas, o tendremos que suponer que Jesús adapta su apariencia como adapta su idioma cuando habla con alguna persona. Juzgue usted.

Pero esto no termina con Jesús. Igualmente pasa con la idea que solemos tener sobre cómo debió ser la iglesia primitiva. Nada más alejado de las iglesias que tenemos hoy día. En primer lugar, en el presente no podemos aparentemente abstraer el término iglesia de la imagen del edificio con la cruz o con alguna especie de altar. Pero en los primeros días de la iglesia este término solo hacía referencia  a la reunión de la asamblea, la comunidad de creyentes, las personas, esto con fines religiosos. Donde estuviera reunida la comunidad ahí estaba la iglesia (I Co. 14:23; 16:19; Col. 4:15). Así pues, las casas eran los lugares de reunión más populares en principio. Con el pasar de los años, las acogedoras reuniones hogareñas, impregnadas de aquel cálido ambiente  familiar y de camaradería y compañerismo vecinal se convirtieron en grupos de apoyo y cantones de resistencia contra la intolerancia fundamentalista judía y muy especialmente contra la persecución desatada por el imperio romano.

En las casas no había más confort que el que cada familia anfitriona pudiera proveer, y tomando en cuenta que en la mayor parte de los casos las comunidades cristianas eran mayoritariamente pobres (Rom. 15:26, Ga. 2:10), serían muy pocas las casas con grandes comodidades. Igualmente no hallaríamos en ninguna de estas reuniones un altar, probablemente ni siquiera un púlpito. El único altar autorizado para los israelitas estuvo en el templo mientras estuvo en pie (Dt. 12:5 y ss). El Nuevo Testamento nunca da ordenanzas sobre incorporar un altar en la liturgia cristiana, así que las reuniones cristianas eran más espontáneas y semejaban más una asamblea o reunión familiar (Cf. I Co. 14;1 y ss) que una elaborada actividad litúrgica estructurada cronométricamente y en orden de A,B,C ¡“fue un gusto saludarles, y nos vemos el domingo próximo”!.










































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