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miércoles, 4 de mayo de 2016

EL ESCABROSO TEMA DEL PODER VISIBLE-ASOMBROSO Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, Que hizo los cielos y la tierra. Salmo 121:1-2.


EL ESCABROSO TEMA DEL PODER VISIBLE-ASOMBROSO



Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro?
Mi socorro viene de Jehová, Que hizo los cielos y la tierra.
Salmo 121:1-2.





PODER/CONFIANZA/OBEDIENCIA
En el pasaje anterior hay poder. No es el poder que a la gente le atrae, pero si es el único poder garantizable por las Escrituras. Se trata del poder que se basa en la fidelidad de Dios por ser Él quien él es. La palabra clave, es pues, CONFIANZA, en la confianza en Dios y en su carácter demostrado en sus actos históricos debe estar fundada toda nuestra seguridad, y la seguridad en Dios es fe, y la fe es CONFIANZA y si tenemos una fe así, entonces inevitablemente, aun sin proponérnoslo, sin palabras mágicas ni poses estereotipadas el poder de Dios fluirá, y fluirá incluso sin que nos lo propongamos (Lc. 8:46; Hch. 19:12).

Nótese que en este simple y muy famoso pasaje del Salmo 121 se resume toda la lucha interna del creyente, toda la experiencia del sufrido peregrino de la fe. Andamos en un viaje al que Dios nos invitó (Cf. Gn. 12:1). Tenemos un destino, pero, las incidencias del viaje las ignoramos completamente. En la ecuación hay muchas variables que impiden hacer un cálculo “certero” como nos gusta a los seres humanos para obtener seguridad humana y prescindir de toda dependencia externa. Precisamente ese anhelo incesante de independencia, de control, es la chispa original del pecado que motivó la primera desobediencia (la de Satanás), por eso seguimos queriendo tener el control.

No obstante, al aceptar a Cristo renunciamos a nuestra seguridad personal y si es que vamos a peregrinar al estilo de Dios, tendremos que abandonarnos confiadamente a su experiencia como guía de viajes, y esto, para nosotros los seres humanos, es sumamente incómodo. Si se nos hubiera permitido decidir la forma de nuestro encuentro con Dios, pasajes como éste en vez de leerse así:

Génesis 12:1: Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.

Se leerían así:

Génesis 12:1: Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra de Canaan, atravesando el desierto del Neguev, no te lleves contigo a Lot, tu sobrino, porque te va a causar muchísimos problemas, no te desesperes ni le hagas caso a tu mujer, a Sara, quien te propondrá que tengas un hijo de su esclava, la esclava tuya que le diste a ella, porque no es mi voluntad. Acerca de la promesa de tu descendencia, la promesa que te hice al principio, espérala pacientemente, aguárdala con despreocupación y sin ansiedad, porque pasada la edad de ochenta años para Sara tu mujer y solo cuando a Sara le cese la costumbre de las mujeres, dentro de unos veinticinco años, ustedes estarán preparados para que yo los bendiga con un Hijo. Y en lo tocante a la tierra prometida, bueno, esa promesa tú la verás realizada literalmente y plenamente, dentro de varios miles de años, pero no te vayas a desanimar Abraham siervo mío.
Desde nuestra perspectiva humana, sería genial si Dios nos diera un croquis, un mapa detallado de lo que ha de acontecer, pero él no hace eso. El conocimiento es poder, el ser humano desea, anhela golosea el poder, aunque ni siquiera tiene poder para controlar el poder. Eso significa que para obtener el poder, tendremos que renunciar nada más y nada menos que al poder, ¿paradójico no? Es pues, en este punto que el Salmista hace este  brillante e inspirado análisis reflexivo:


1-    Alcé mis ojos a los montes:
Y contemplé todos los peligros que entrañaba mi viaje. Al hacer eso, realmente me desanimé, sobre todo porque, aunque creo en Dios, la verdad es que Dios no está físicamente conmigo, ni puedo asir de él como puedo asirme de un compañero al que puedo ver, o quizá un ejército al que pudiera pedirle socorro. Mi mente divagó por un rato pensando en todas las cosas malas que me podrían ocurrir en este viaje, y ese pequeño momento bastó para que los problemas reales y muchos problemas imaginarios crecieran en mi mente hasta abrumarme completamente. En ese punto, presa del pánico, volví al Dios de mis padres y recordé lo que Él ha hecho en la historia de mi pueblo, por los patriarcas y sus incontables maravillas. Entonces pude poner las cosas en perspectiva, recordé que lo único que necesito hacer es depender de Él, sabiendo quien es él. ¿Y quién es Él?… bueno, Él es nada más y nada menos

El  Que hizo los cielos y la tierra.

Cuando analicé esta frase, en toda su dimensión, todo mi temor se fue, las palabras de fracaso las pude cambiar por estas palabras:


Salmo 121

3. No dará mi pie  al resbaladero,
Ni se dormirá el que me guarda.
4. He aquí, no se adormecerá ni dormirá
El que guarda a Israel.
5. Jehová es mi guardador;
Jehová es mi sombra a mi mano derecha.
6. El sol no me fatigará de día,
Ni la luna de noche.
7. Jehová me guardará de todo mal;
El guardará mi alma.
8. Jehová guardará mi salida y mi entrada
Desde ahora y para siempre.









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