EL ESCABROSO TEMA DEL PODER VISIBLE-ASOMBROSO
Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro?
Mi socorro viene de Jehová, Que hizo los cielos y la tierra.
Mi socorro viene de Jehová, Que hizo los cielos y la tierra.
Salmo 121:1-2.
PODER/CONFIANZA/OBEDIENCIA
En el pasaje anterior hay poder. No es el
poder que a la gente le atrae, pero si es el único poder garantizable por las
Escrituras. Se trata del poder que se basa en la fidelidad de Dios por ser Él
quien él es. La palabra clave, es pues, CONFIANZA, en la confianza en Dios y en su carácter demostrado en sus actos históricos debe estar
fundada toda nuestra seguridad, y la seguridad en Dios es fe, y la fe es
CONFIANZA y si tenemos una fe así, entonces inevitablemente, aun sin
proponérnoslo, sin palabras mágicas ni poses estereotipadas el poder de Dios fluirá,
y fluirá incluso sin que nos lo propongamos (Lc.
8:46; Hch. 19:12).
Nótese que en este simple y muy famoso
pasaje del Salmo 121 se resume toda
la lucha interna del creyente, toda la experiencia del sufrido peregrino de la
fe. Andamos en un viaje al que Dios nos invitó (Cf. Gn. 12:1). Tenemos un destino, pero, las incidencias del viaje
las ignoramos completamente. En la ecuación hay muchas variables que impiden
hacer un cálculo “certero” como nos gusta a los seres humanos para obtener
seguridad humana y prescindir de toda dependencia externa. Precisamente ese
anhelo incesante de independencia, de control, es la chispa original del pecado
que motivó la primera desobediencia (la de Satanás), por eso seguimos queriendo
tener el control.
No obstante, al aceptar a Cristo
renunciamos a nuestra seguridad personal y si es que vamos a peregrinar al
estilo de Dios, tendremos que abandonarnos
confiadamente a su experiencia como guía de viajes, y esto, para nosotros
los seres humanos, es sumamente incómodo. Si se nos hubiera permitido decidir la
forma de nuestro encuentro con Dios, pasajes como éste en vez de leerse así:
Génesis 12:1: Pero Jehová había dicho a Abram: Vete
de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te
mostraré.
Se leerían así:
Génesis 12:1: Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu
parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra de Canaan, atravesando el
desierto del Neguev, no te lleves contigo a Lot, tu sobrino, porque te va a
causar muchísimos problemas, no te desesperes ni le hagas caso a tu mujer, a Sara,
quien te propondrá que tengas un hijo de su esclava, la esclava tuya que le
diste a ella, porque no es mi voluntad. Acerca de la promesa de tu
descendencia, la promesa que te hice al principio, espérala pacientemente,
aguárdala con despreocupación y sin ansiedad, porque pasada la edad de ochenta
años para Sara tu mujer y solo cuando a Sara le cese la costumbre de las
mujeres, dentro de unos veinticinco años, ustedes estarán preparados para que
yo los bendiga con un Hijo. Y en lo tocante a la tierra prometida, bueno, esa
promesa tú la verás realizada literalmente y plenamente, dentro de varios miles
de años, pero no te vayas a desanimar Abraham siervo mío.
Desde nuestra perspectiva humana, sería
genial si Dios nos diera un croquis, un mapa detallado de lo que ha de
acontecer, pero él no hace eso. El conocimiento es poder, el ser humano desea,
anhela golosea el poder, aunque ni siquiera tiene poder para controlar el
poder. Eso significa que para obtener el
poder, tendremos que renunciar nada más y nada menos que al poder, ¿paradójico no? Es pues, en
este punto que el Salmista hace este
brillante e inspirado análisis reflexivo:
1- Alcé mis ojos a los montes:
Y contemplé todos los peligros que entrañaba mi viaje. Al
hacer eso, realmente me desanimé, sobre todo porque, aunque creo en Dios, la
verdad es que Dios no está físicamente conmigo, ni puedo asir de él como puedo
asirme de un compañero al que puedo ver, o quizá un ejército al que pudiera
pedirle socorro. Mi mente divagó por un rato pensando en todas las cosas malas
que me podrían ocurrir en este viaje, y ese pequeño momento bastó para que los
problemas reales y muchos problemas imaginarios crecieran en mi mente hasta abrumarme
completamente. En ese punto, presa del pánico, volví al Dios de mis padres y recordé
lo que Él ha hecho en la historia de mi pueblo, por los patriarcas y sus incontables
maravillas. Entonces pude poner las cosas en perspectiva, recordé que lo único
que necesito hacer es depender de Él, sabiendo quien es él. ¿Y quién es Él?… bueno, Él es nada más y
nada menos
El Que
hizo los cielos y la tierra.
Cuando analicé esta frase, en toda su dimensión, todo mi
temor se fue, las palabras de fracaso las pude cambiar por estas palabras:
Salmo 121
3. No dará mi pie al resbaladero,
Ni se dormirá el que me guarda.
Ni se dormirá el que me guarda.
4. He aquí, no se adormecerá ni dormirá
El que guarda a Israel.
El que guarda a Israel.
5. Jehová es mi guardador;
Jehová es mi sombra a mi mano derecha.
Jehová es mi sombra a mi mano derecha.
6. El sol no me fatigará de día,
Ni la luna de noche.
Ni la luna de noche.
7. Jehová me guardará de todo mal;
El guardará mi alma.
El guardará mi alma.
8. Jehová guardará mi salida
y mi entrada
Desde ahora y para siempre.
Desde ahora y para siempre.