Prof. Juan Alberto Galva Fundador Instituto Teológico de Santo Domingo |
LIBRO
DE DANIEL
ANALISIS DEL TEXTO DE MUESTRA IV
Explicación
de la visión de Daniel 9.
(OBJECIONES, LA ÚLTIMA PARTE DE LA PROFECÍA)
No se puede negar que la introducción de la semana
setenta es algo extraña, y es precisamente ese pequeño detalle el que causa
toda la discusión sobre esta profecía. Pero, hay que tomar en cuenta, varias
cosas:
Ì en primer lugar resulta difícil
pensar que un ángel pueda tener un desliz y olvidar parte del discurso que debe
decir, si hay algo de lo que estoy plenamente convencido es de la capacidad de
articulación y de pensamiento de los ángeles. Pero, el ángel no fue quien
escribió la profecía, probablemente ni siquiera fue Daniel. (Cf. Dn. 7:1) Sin embargo, hay aquí un evidente anacoluto,
es decir, una obvia ruptura del discurso. Porque si bien reconozco que el ángel
no pudo tener un lapso, tampoco puedo imaginarme que se haya equivocado anunciando que una profecía se habría de
cumplir en un periodo especifico y que luego resultara que parte de la profecía
se estuviera saliendo abiertamente del periodo anunciado.
Ì La conclusión obvia es entonces
que la mención “por otra semana” es simplemente una llamada de atención al
lector para que sepa que lo que se dijo antes entra dentro de esa “otra”
semana, que de hecho, el autor se adelantó a comentar no bien terminó de hablar
de la semana sesenta y nueve. Esa sería la conclusión lógica del análisis
gramático histórico, pero, no es a la conclusión que llegan muchos intérpretes,
más bien, en un proceso de armonización teológica hacen una maniobra que no
tiene denominación gramatical, porque no es un procedimiento gramatical sino un
“arreglo teológico”.
Hay pues al menos tres formas de entender lo que el
ángel reveló a Daniel:
Ü LA DISCONTINUIDAD:
Se trata de una simple digresión, una ruptura del orden del discurso y
un regreso al discurso. Manteniendo la unidad del mensaje, esto es la
continuidad lógica del tiempo de cumplimiento, siendo que las semanas desde un
principio estaban divididas: (7), (62) y (1) igual a setenta (70). Las primeras
siete, se cumplieron teniendo como inicio el decreto de Ciro como ya vimos, las
sesenta y dos siguieron a las siete sin interrupción, y la última semana siguió
en la mente del ángel, o del escritor, que se mantuvo hablando los
acontecimientos que seguían a las sesenta y dos semanas, es decir, la setenta y
más adelante pasa a la semana faltante formal propiamente dicha.
Ü
EL PARENTESIS:
Otra posibilidad es la del
paréntesis, pero eso no está ni explicita ni implícitamente sugerido por el
texto, ni hay indicación alguna, en parte alguna de la Escritura que sustente
esta teoría interpretativa. Sencillamente no es una interpretación bíblica
decir, que las sesenta y nueve semanas se cumplieron y la setenta está pendiente.
De hecho, de haber sido así, lo mismo que pasó con Daniel, requiriendo una
explicación para entender la aparente tardanza en el cumplimiento de los 70
años aplicaría para quienes estuvieran aguardando el cumplimiento de la
profecía de las setenta semanas y descubrieran que lo que se había prometido no
llegaba, pero no fue necesario, pues los entendidos entendieron y vieron el
fiel cumplimiento de las semanas proféticas cruciales que cerraban el ciclo
profético del Antiguo Pacto.
Una cosa es que Dios revele
algo a un profeta y le diga que no lo divulgue. Que limite la información que
quiera darnos por el bien de sus planes y nuestro propio bien; Que encripte la
información de tal manera que teniéndola frente a nosotros no podamos
decodificarla; y otra muy distinta es que nos prometa algo que se debe cumplir
en cuatrocientos noventa años y luego traspase las barreras del tiempo para
llevar más de dos mil años y contando. Eso sencillamente no resiste análisis.
Ü
EL CUMPLIMIENTO TEMPRANO:
La otra posibilidad muy
interesante, es la que ve todos estos eventos cumplidos pero en el periodo de
los Macabeos siglo II más o menos:
“La identificación
más corriente del “ungido” quitado es Onías III, el sumo sacerdote asesinado
por Antíoco Epífanes en el 171 (mencionado en 11:22). Muchos encuentran en esto
una irresistible opción porque desencadenó un periodo de siete años e Jerusalén
que incluyó la profanación del templo en el 167” . […] “El uso consistente
de “desolación/desolador” […] es intencional. El Baal Shamen sirio (“Señor del
cielo”) fue la deidad cuyo culto instituyeron en el templo y sobre el altar del
sacrificio los ciudadanos sirios que fueron traídos a Jerusalén y su comandante
militar Apolonio. Antíoco adoraba a esta deidad como Zeus Olímpico. La
profanación perpetrada por Antíoco sirvió como prototipo para todas las
profanaciones futuras. […].7
Según esta teoría la referencia
al Mesías (ungido) haciendo referencia al rey escatológico sería incorrecta
bajo el supuesto de que en el período de Daniel, siglo IV, no estaba aún
desarrollada esta idea. Igualmente hacen referencia a que la palabra traducida
Mesías príncipe, literalmente “ungido” es indefinida y por tanto se trataría de
un mesías y no de el Mesías. Alegan que esta designación
es usada únicamente con relación a Ciro en el A.T. (Cf. Is. 45:1). Igualmente la unción del Santo de los santos, no
haría referencia al Mesías, sino al Templo propiamente el lugar santísimo que
estaba en desolación y terminó siendo profanado por Antíoco. Pero si bien la
exactitud milimétrica no es necesaria para un cumplimiento de la profecía, no
significa que el marco profético no deba ser observado en forma alguna, los
hechos a los que alude esta teoría dejan en el aire casi doscientos años de
profecía. Ya que el servicio espiritual de Esdras y la restauración de las
murallas de Jerusalén por Nehemías sucedió aproximadamente entre el 538 y el 432 a .C. (cien años
aproximadamente). Luego entre la profanación de Antíoco IV Epífanes 175-163 a .C., (específicamente 167 a .C.), y la purificación
del santuario por Judas Macabeo en el 164 a .C. (hay otros 4 años), de este modo todo
el plan profético planificado en 490 años queda reducido a apenas ciento y pico
de años. El programa no pudo realizarse de forma aceptable en cien años, ni
puede extenderse indefinidamente miles de años. Partiendo de este entendimiento
parece viable aceptar la idea de una profecía cabalmente cumplida según el
esquema propuesto.